Reseña del libro de J. Evola Écrits sur la Franc-Maçonnerie,
Pardès, Puiseaux, 1987) aparecida en el nº 10 de L'Age d'Or, Puiseaux, otoño de 1990.
La presente recopilación está compuesta por siete artículos de Julius
Evola aparecidos entre 1937 y 1942 en La Vita Italiana, dirigida por
Giovanni Preziosi, y por otro texto aparecido en el cotidiano Il Regime
Fascista de Roberto Farinacci. Las notas históricas y documentales debidas
a Renato del Ponte y al traductor [al francés], François Maistre, un apéndice
de reseñas de Guénon y una bibliografía crítica analizada en la que figuran
especialmente las obras de Marius Lepage y de Arturo Reghini, hacen de los Écrits
sur la Fran-Maçonnerie un volumen de una excelente presentación y que no
carece de interés. Igualmente es necesario mencionar un estudio sobre Léon de
Poncins, "un contra-revolucionario integral", así como una
bibliografía de este último autor, para con quien Guénon, al parecer, tenía
cierta estima.
Es preciso decir, como hace notar Renato del Ponte en su introducción,
que entre Julius Evola y René Guénon se estableció un diálogo de sordos acerca
del espinoso tema que constituye la Francmasonería. Pero es importante precisar
que el autor de Rebelión contra el mundo moderno se sitúa sobre todo en
un terreno político -y el contenido de este volumen lo demuestra ampliamente-,
mientras que el punto de vista de René Guénon era ante todo de orden
estrictamente iniciático. Antes de Guénon, ¿no ha sido ya todo dicho acerca de
la Francmasonería, excepto lo esencial, como se ha escrito? Sobre una cuestión
tan compleja como la de la Francmasonería, Guénon usaba de muchos más matices
de lo que deja entender Renato del Ponte ("Guénon avanza ciertas
afirmaciones, nítidas, agudas, en su estilo típicamente alusivo"). El
exclusivismo le era hasta tal punto extraño que no condenó a ninguna obediencia
francesa en provecho de otra.
En cierta manera, el antimasonismo sin fisuras de Evola se comprende muy
bien puesto que se sitúa en una perspectiva bastante cercana a la del
antimasonismo del tradicionalismo católico francés, representado por Léon de
Poncins. Evola, no obstante, no retoma todos los argumentos de los antimasones.
Así, para él, la Masonería moderna no tenía -al menos en sus cuatro quintas
partes- absolutamente nada de iniciático[1]. Reconocía así abiertamente que una
quinta parte de la Masonería actual tenía un carácter iniciático, como lo
señala Édouard Rivet en su artículo titulado "René Guénon
franc-maçon" aparecido en el "Cahier de L'Herne" dedicado al
autor de La Gran Tríada. Aquello que podría ser objetado de este
texto de Evola se remonta al menos a una treintena de años, y la proporción de
masones que se interesan por el simbolismo y la iniciación se sitúa más bien
por debajo de la cifra dada.
La extrema degeneración de la Masonería "especulativa" y
"obediencial" es una constatación al alcance de cada cual, tanto más
cuanto que las payasadas de los grandes maestros elegidos como dictadores
africanos no ofrecen precisamente una imagen "positiva" de los
guardianes de la inteligencia y del conocimiento... La acusación más severa
contra la Masonería contemporánea no ha sido pronunciada por antimasones
fanáticos sino por masones que han pertenecido a diferentes obediencias y que
no aparecen como discípulos de René Guénon [2]. Por otra parte, pueden emitirse
ciertas dudas sobre esta empresa de redescubrimiento de la Iniciación y de la
reconstitución de Logias libres y soberanas, puesto que Franc-Maçonnerie ou
Initiation es una obra que no está exenta de indicios más que sospechosos,
como el juicio negativo lanzado contra la obra guenoniana.
La vocación "subversiva" de una gran parte de la Masonería
"especulativa" nacida en el siglo XVIII es hoy en día indudable. Cuando
Julius Evola escribía, en noviembre de 1941, en su artículo a propósito del
libro de Léon de Poncins La Franc-Maçonnerie contre la France: "De
Poncins señala que la Masonería se caracteriza por la tendencia a materializar
lo espiritual y a divinizar la materia, a transferir los rasgos de la divinidad
al hombre materializado, y más tarde al hombre como colectividad democrática.
La Masonería favorece así una "liberación" total del hombre y de los
Estados, sustraídos a toda autoridad espiritual y temporal, oponiendo al
universalismo cristiano y especialmente católico lo que es su antítesis: una
teocracia al revés, n internacionalismo de inspiración racionalista y
democrática" (p. 88), la acción de la Masonería moderna, nacida en 1717,
en los países latinos, queda exactamente resumida. El antimasonismo nace en
reacción a esta situación, tal como indica Renato del Ponte.
¿Debe entonces concluirse que la Masonería, que puede invocar "un
origen tradicional auténtico y una transmisión iniciática real", no oculta
ya ninguna posibilidad iniciática? "Para el aspirante potencialmente
cualificado", ¿la iniciación "virtual" se reduce a una
"nada absoluta", como escribe Renato del Ponte, quien evoca un
"enigmático espejo destinado a desviar conscientemente fuerzas y energías
que podrían estar orientadas en una dirección distinta" (p. 20)? Aunque la
Masonería se haya hecho "teórica" y ya no trabaje efectivamente en
ninguna "realización", ni espiritual ni material (retomamos aquí los
propios términos de Guénon), la iniciación "virtual" no puede
equivaler a una nada absoluta, puesto que "(...) una organización
iniciática que posea una filiación auténtica y legítima, sea cual sea el estado
más o menos degenerado en el cual se encuentre actualmente reducida, no podría
con seguridad ser jamás confundida con una pseudo-iniciación cualquiera, que no
es en suma sino una pura nada, ni con la contra-iniciación, que sí que es algo,
pero algo absolutamente negativo, que directamente va en contra del objetivo
que se propone esencialmente toda verdadera iniciación"[3]. En una
perspectiva tradicional, sería mucho más acertado insistir en "la ausencia
casi completa de doctrina y de método, que es la señal habitual de las
organizaciones occidentales"[4].
Por otra parte, incluso antes de su partida a tierras del Islam, René
Guénon mostró un interés por la Orden jamás desmentido -en 1931, la aparición
de La trahison spirituelle de la Franc-Maçonnerie provocó la
ruptura con Jean Marquès-Rivière-. La Masonería "fue fundada sobre la
Fuerza", tal como ha recordado el guenoniano masón Denys Roman, y ni los
grandes maestros, ni las obediencias, ni los engranajes administrativos ni los
reglamentos constituyen una organización iniciática: "(...) La acción de
los masones, e incluso de las organizaciones masónicas, en toda la medida en
que está en desacuerdo con los principios iniciáticos, no podría en modo alguno
ser atribuida a la Masonería como tal"[5].
¿Qué pensar de una regularidad únicamente "administrativa" (la
demasiado célebre Logia P.2 no era finalmente "regular" más que desde
este único punto de vista) o de "landmarks" "redactados día a
día según las necesidades del momento, por un cuerpo administrativo
completamente desprovisto de conocimientos y de valor sobre el terreno de la
iniciación tradicional"[6]? La regularidad auténtica e iniciática había
sido ya definida en un artículo de abril de 1910, aparecido con la firma de
Palingénius en La Gnose, "La ortodoxia masónica", en estos
términos: "(...) La verdadera regularidad reside esencialmente en la ortodoxia
masónica; y esta ortodoxia consiste ante todo en seguir fielmente la Tradición,
en conservar cuidadosamente los símbolos y las formas rituales que expresan a
esta Tradición y que son como su vestidura, en rechazar toda innovación
sospechosa de modernismo. Empleamos esta palabra a propósito, para designar la
tendencia demasiado extendida que, en la Masonería como en todas partes, se
caracteriza por el abuso de la crítica, por el rechazo del simbolismo, por la
negación de todo lo que constituye la Ciencia esotérica y tradicional".
Algunos puntos de la argumentación de Renato del Ponte, que se muestra
partidario de un "estudio histórico de la vía iniciática", no le
restan persuasión. No se podría pensar en encontrar una tan enorme
contradicción como la siguiente: "La Masonería operativa ya no
existe" (p. 18), la filiación directa entre Masonería operativa y
Masonería especulativa "queda por demostrar sobre el terreno
histórico" (p. 19), pero "(...) indicios suficientes permiten pensar
que han existido y existen aún en occidente centros iniciáticos, totalmente
ignorados por Guénon, ni cristianos ni masónicos, que se remontan a la
tradición hermética egipcia y helénica, así como círculos órfico-pitagóricos y
otros que se vinculan con el centro, jamás desaparecido, de la tradición sacral
romana. Es necesario además recordar a los amnésicos que la iniciación a los
misterios mitraicos jamás se ha interrumpido y representa hoy en día una
realidad viva" (p. 13). El lector, con seguridad, no dejará de sentirse completamente
perdido, él, que pensaba que la herencia del Pitagorismo y del Orfismo había
sido integrada en la Francmasonería... Dejando aparte la herencia de los Collegia
Fabrorum, recogida en la Masonería, uno debería preguntarse cómo la
existencia de "círculos iniciáticos" vinculados con el centro de la
tradición sacral romana ha podido escapar a la atención de Guénon, que tenía
bastantes corresponsales en Italia, a menos que no se trate aquí de arqueología
o de interés por los "residuos psíquicos" de la Roma decadente...
Parece difícil, en relación con la transmisión iniciática, utilizar
consideraciones exclusivamente históricas. Atenerse, en lo que concierne a la
Francmasonería, a un solo punto de vista "racionalista" apenas
permite aprehender su historia y su devenir. Así, Renato del Ponte escribe en
una nota: "(...) es cierto que los altos grados son una pura y simple
invención del siglo XVIII, destinada a la aristocracia francesa, cuya vanidad
caballeresca debía ser halagada para servir a los objetivos de la Institución.
Que algunos símbolos, divisas o costumbres sacados de la tradición de los
Rosa-Cruces o de los Templarios hayan penetrado en la Francmasonería no prueba
ciertamente relaciones o filiaciones directas (ningún historiador serio,
evidentemente, presta fe hoy en día a la leyenda de los Templarios refugiados
en Escocia tras la supresión de la Orden...). El propio Guénon expresaba
algunas dudas acerca del carácter artificial de los altos grados y sobre su
verdadero alcance iniciático en un artículo de 1910, "Les hauts grades
maçonniques" (...)". Ahora bien, René Guénon jamás ha dudado de la
realidad de la herencia templaria, apoyado en ello por los rituales. René Le
Forestier, en La Franc-Maçonnerie templière et occultiste, cita a un
autor alemán, W. Begemann, según el cual hubo Templarios en Escocia hasta 1563.
En cuanto a la cuestión de los altos grados, sigue siendo de las más
singulares y la apreciación de Renato del Ponte, de orden
"sociológico", nos parece al menos "reductora". Los altos grados
se encuentran ya en los primeros años de la Masonería especulativa. Su
substancia simbólica es de las más interesantes, tal como han demostrado un
cierto número de autores, y no hace sino añadirse al carácter esotérico e
iniciático de la Masonería. Palingénius, en su artículo de mayo de 1910 sobre
"Los altos grados masónicos", evocaba de hecho su alcance iniciático
potencial "si hubiera centros iniciáticos verdaderos, encargados de
transmitir la ciencia esotérica y de conservar integralmente el depósito
sagrado de la Tradición ortodoxa, una y universal".
El problema, sin duda, está lejos de ser marginal, puesto que en
"Parole perdue et mots substitués", artículo aparecido en 1948 en los
Études Traditionnelles, Guénon debía volver sobre los altos grados. En
primer lugar descartaba los sistemas de grados numerosos, "que no reflejan
manifiestamente sino las concepciones particulares de sus autores", y
después distinguía dos casos: "por un lado, el de los grados que tienen
una relación directa con la Masonería (...) y, por otro, el de los grados que
pueden ser considerados como representando vestigios o recuerdos" -Guénon
escribía en una nota: "incluimos aquí la palabra "recuerdos"
para no tener que entrar en ninguna discusión sobre la filiación más o menos
directa de estos grados, lo que acarrearía el riesgo de llevarnos demasiado
lejos, sobre todo en lo concerniente a las organizaciones que se vinculan con
diversas formas de iniciación caballeresca"- "incorporados en la
Masonería, o en cierto modo "cristalizados" alrededor de ella,
procedentes de otras antiguas organizaciones iniciáticas occidentales. La razón
de ser de estos últimos grados, si no se los considera como no teniendo más que
un interés simplemente "arqueológico" (lo que evidentemente sería una
justificación totalmente insuficiente desde el punto de vista iniciático), es
en suma la conservación de lo que aún puede haberse mantenido de las
iniciaciones de las que se trata, de la única manera en que esto era posible
después de su desaparición en tanto que formas independientes; habría
ciertamente mucho que decir acerca del papel "conservador" de la
Masonería y sobre la posibilidad que ofrece de suplir en cierta medida la
ausencia de iniciaciones de otro orden en el actual mundo occidental".
Cuando Renato del Ponte afirma, entonces, no sin cierta condescendencia
respecto a los "celosos continuadores" de Guénon, que es bueno
señalar "dado que habitualmente se pasa por alto este detalle esencial,
que la cualificación reclamada para la iniciación masónica se refiere a ciertos
miembros de lo que se conoce como la "tercera casta" en las
sociedades tradicionales y no tiene entonces nada que ver con las vías de
realización propias al sacerdote y al guerrero" (p. 15), se ve con ello
cuántas afirmaciones, que se quieren definitivas, deberían ser matizadas.
Ocurre por otra parte lo mismo con las cuestiones de orden histórico, como la
del papel de la Masonería en el desencadenamiento de la Revolución francesa, o
la de las condenas pontificias.
A propósito de los símbolos masónicos, Renato del Ponte escribe que
"(...) es innegable que se han extendido progresivamente, junto a los
símbolos de los maestros constructores, antiguos y originales, otros numerosos
símbolos que pertenecen a tradiciones absolutamente extrañas y mezcladas"
(p. 19). ¿No es ésta justamente una función "providencial" de la
Masonería, que ha recogido herencias preciosas y que por ello tiene ese papel
"conservador" evocado por René Guénon?
La Orden masónica es "una forma de iniciación anterior al
Cristianismo y que solamente ha sido integrada, "aceptada" por
éste" [7]. Así, se reabsorbe en la Masonería, que no está ligada en modo
alguno a un exoterismo particular, todo lo que ha habido de
"iniciático" en Occidente; lo que indica, como ha demostrado Denys
Roman, que tiene un papel por desempeñar para el fin del presente ciclo cósmico
y que debe entonces, remontándose al origen de la humanidad, permanecer viva hasta
el término de este último.
Notas:
[1] Cf. EA (Julius Evola), "Des limites de la "régularité"
initiatique", en J. Evola, Ur y Krur. Introduction à la Magie, Krur
1929, Archè, Milán,1985.
[2] Une Loge révèle,
Franc-Maçonnerie ou Initiation, Éditions du Rocher, Mónaco, 1985. Pierre Dangles, Loge sauveraine
ou Loges esclaves, Éditions du Rocher, 1986.
[3] René Guénon, Aperçus sur
l'initiation, Éditions Traditionnelles, París, 1977, p. 196.
[4] Charles-André Gilis, Introduction à l'enseignement et au mystère
de René Guénon, Les Éditions de l'Oeuvre, París, 1986, p. 106.
[5] René Guénon, reseña de
Gherardo Maffei (Julius Evola), "Sui rapporti fra ebraismo e
massoneria", en La Vita Italiana, XXV, nº 291, Roma, junio
de 1937; publicada en Études Traditionnelles, septiembre de 1937. Esta
reseña se reproduce en los Écrits..., pp. 109-110.
[6] Marius Lepage, L'Ordre et
les Obédiences. Histoire et Doctrine de la Franc-Maçonnerie,
Dervy-Livres, París, 1978, p. 94
[7] Jean Reyor, citado por M. Lepage, op. cit., p. 135.
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