Interior del Tekke de Krujë, Albania |
Fragmento de El
Islam en la Turquía Actual, Thierry Zarcone, Biblioteca del Islam
Contemporáneo. Ediciones Bellaterra, Barcelona, 2017.
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«Otro criterio de clasificación de las cofradías
se basa en su origen: árabo-persa o local, es decir, en último caso, de factura
anatolia. Las diferencias residían, en este aspecto, en algunas formas de su
ceremonial. El ritual de recepción o de iniciación resulta el ejemplo más
sugerente. En las cofradías originarías del mundo árabe o del persa (Nakshibenduya,
Shaziliya, Halvetiya, Kadiriya), el neófito obtenía durante su iniciación la
comunicación de una técnica para la oración, la palabra del zikr que debería repetir en el curso de
las letanías y que le era dicha al oído por su jeque. Por el contrario, en las
cofradías anatolias (Bektashiya, Mevleviya), la iniciación se hacía con ayuda
de un cordel con el que el jeque ceñía la cintura del neófito. Era un hábito
procedente de la futuwa [1] por
mediación de los ahíes, los gremios
turcos. Pero, sobre todo, la Bektashiya añadía al ritual una larga ceremonia de
muerte simulada que recordaba las iniciaciones de los misterios de la
antigüedad.»
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[1] N. del E.: Futuwah,
caballería espiritual islámica de filiación iniciática.
Fragmento de Las
Sendas de Allah. Las cofradías musulmanas desde sus orígenes hasta la
actualidad. Alexander Popovic y Gilles Veinstein, Coord. Ediciones
Bellaterra, Barcelona, 2000.
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«En cuanto a los orígenes de la otra gran orden
anatolia, la Bektashiya, en este caso es más difícil discernir entre la
historia, la leyenda y la reconstrucción histórica a posteriori. El destino
póstumo de hayi Bektash, que dio su
nombre a la orden, es paradójico, ya que al principio, por lo poco que sabemos
de su biografía, sólo fue un actor secundario de la rebelión de los babaíes,
cuando en 1239-1240 parte de los turcomanos se sublevaron contra sus amos, los
selyúcidas en Konya. Después acabó su vida en un retiro austero y meditativo en
Suluya Qara Oyuk, aldea de Anatolia central que tomó el nombre del veli (wali). Esta carrera más bien modesta no fue obstáculo para que
suplantara en la devoción de los fieles a muchos otros baba anatolios o
rumeliotas: contemporáneos suyos más ilustres que él, como Baba Ilyas Jorasani,
el capitán de la revuelta contra los babaíes, o Sari Saltuk, que se refugió en
el territorio bizantino de Dobruya –región entre el curso bajo del Danubio y el
mar Negro—, donde se estableció con cuarenta clanes turcomanos; o sucesores
como Geyikli Baba, Abdal Musa o sayyid
Ali Sultan. Algunos incluso, como Otman Baba y sus epígonos, se pasaron durante
algún tiempo al Deliorman búlgaro, como rivales de su influencia.
Parece que hayi
Bektash supo conectar con una corriente unificadora que acabó situando bajo
su obdiencia, según una cronología aún desconocida, a todos estos baba en principio independientes, y a «santos»
locales de distintos pelajes, como Piri Baba de Merfizon, y convirtió su
mausoleo, alrededor del cual se alzó un complejo de edificios religiosos, en la
casa matriz de una red de tekke
reunidos con posterioridad. Se suele atribuir a Abdal Musa, discípulo de Hatun
Ana, «hija espiritual» de Bektash, quien según Asiqpashazade vivió en tiempo
del sultán Orjan y participó en sus conquistas, la verdadera creación de la
orden, en la que se conservó el título de baba
para designar a los jefes de establecimiento. Asimismo se considera que Balim
Sultan fue el «segundo fundador» de la orden (1501/1502-1516/1517). Pero, como
veremos más adelante, no faltan motivos para sospechar que el poder otomano
impulsó el proceso unificador del que surgió el bektashismo.»
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