Palazzo del Sant'Uffizio en Roma, antigua sede de la Inquisición Romana, hoy de la Congregación para la Doctrina de la Fe. |
El presente texto corresponde a la traducción del capítulo 56 de la obra del escritor francés Frédérick Tristan, titulada Réfugié de nulle part. Mémoires, Librerie Arthème Fayar, 2010, Paris. El motivo de su publicación en Keystone se debe sobre todo a la noticia que da el autor del encuentro habido entre el Gran Maestro de la GNLF, el R. P. Riquet S. J., y él mismo, con el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, Prefecto para la Doctrina de la Fe, a la sazón años después Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana con el nombre de Benedicto XVI. Episodio que se inscribe dentro de un interés quizás relativo, íntimo e intrahistórico, pero bastante significativo de las difíciles relaciones mantenidas entre Masonería e Iglesia Católica en los últimos tiempos.
Había
entrado en masonería impulsado por mi necesidad de reencontrar un equilibrio
psicológico tras mis tribulaciones de todo tipo, entre mis obligaciones
textiles, mis estancias en Extremo Oriente y mi separación de mi primera
compañera. René Guilly, como he dicho, era un excepcional instructor. Con él
aprendí el valor de los diferentes ritos y de su historia. Me inculcó así el
gusto de la erudición masónica. También, cuando en 1972 me adherí a la Gran
Logia Nacional Francesa, me encontré listo para dirigir los Cahiers de Villard de Honnecourt
provenientes de la logia de investigación de esta obediencia, reconocida por la
Gran Logia Unida de Inglaterra. La logia Quatuor
Coronati de Londres y, en particular, el muy sabio Cyril Batham, me
ayudaron, en compañía de un puñado de amigos franceses eruditos (Politécnicos o
Normaliens [1]), para constituir una
suma científica sobre los más antiguos textos conocidos tales como el Regius de 1390 o los Statuts Schaw de 1598. Se trataba, de
hecho, de restituir a la Masonería francesa el zócalo espiritual que había
perdido en el siglo XIX y comienzos del XX por culpa de los sombríos asuntos
políticos y especuladores adornados de ateísmo militante. Los trabajos de René
Guénon nos secundaban en esta andadura. Por otra parte, a fin de remarcar bien
nuestra identidad, organizamos en 1982 una exposición Spiritualité et Franc-Maçonnerie en la Bibliothèque Nationale de la calle Richelieu. Yo prologué el
catálogo.
Frédérick Tristan |
R. P. Riquet, S. J. |
En
Londres, donde a menudo iba en compañía de mi viejo amigo Jean Tourniac, el
autor de Tracés de Lumière, el
discípulo [5] judéo-cristiano de René Guénon, tuve la dicha de asistir a unos
oficios religiosos donde el oficiante era un obispo anglicano, gran oficial de
la Gran Logia. Los fieles convocados vestían sus prendas y ornamentos. Al
comienzo y al fin de la liturgia donde cada cual comulgó, se cantó el God Save The Queen. ¿Se puede uno
imaginar que en la Francia católica se pueda asistir a una misa análoga con la
Marsellesa? He aquí la diferencia esencial entre los países latinos y los
anglosajones. No se entiende el Espíritu Santo de la misma manera.
S. E. R. Cardenal Ratzinger |
Otro
recuerdo conmovedor, una amistosa cena en el Hotel Rubens de Londres, en
compañía de Marie-France, de Jean Tourniac y de Jean Heineman. Evocábamos
nuestras infancias respectivas, yo por defecto, cuando de repente, sobre la
alfombra de lana de este restaurante tan victoriano, vino a pasar un ratón
blanco, en absoluto emocionado por nuestra presencia. El instante fue a la vez
tan sorprendente y delicioso que, hasta mucho tiempo más tarde, cuando nos
reencontramos, evocamos al pequeño ratón del Hotel Rubens que habíamos
bautizado como Mélusine.
Se
me preguntado alguna vez lo que la Franc-Masonería había podido verdaderamente
aportarme. Sobre el plano material y mundano, estrictamente nada. Ninguno de
mis empleadores o de mis editores fue o es masón. No he encontrado jamás un
crítico literario que forme parte sea del Gran Oriente, sea de la Gran Logia.
En este sentido, mi pertenencia a la Masonería me ha perjudicado más bien en la
medida en que algunos desinformados han imaginado razones obscuras para mi
compromiso. De hecho, siempre he pensado que dar es recibir. Sobre el plano
práctico, he dado mucho de mi tiempo para no recibir sino la lección de una
aventura interior - pero, ¿no es eso lo esencial? Por el contrario, sobre el
plano de la escritura y de la ficción, el uso de los símbolos me ha abierto
ciertamente el espíritu a una dimensión nueva. Siendo fiel a la vida más que a
mi parte de sombra, he intentado hacer de mi arte una continuidad dinámica
según los diversos niveles de mi consciencia. Una cierta desmesura devenía
posible a condición de que fuera ritmada por una simbólica suficientemente
asimilada y oculta. Esta desmesura era, en el fondo, el fruto del humor -lo que
falta en la masonería latina- más allá de la desenvoltura, dentro de la seriedad.
Pero lo que aprendí sobretodo de los ritos, fue la alegría a través de la
celebración de una eterna renovación. Lo opuesto al tradicionalismo resecante,
lo que se llama la Tradición, no es un pasadismo de la razón, sino un retorno
cíclico al porvenir del corazón. Cara a la Modernidad que acepta y transciende,
la Tradición es el gran salto en lo desconocido, la aceptación loca del
misterio.
Había
sido recibido en el extrarradio de Londres en lo que los Masones llaman un
Capítulo. Bruscamente, me reencontré en una semi-obscuridad, empujado, tirado,
agarrado mientras una voz me hablaba en una lengua que me era desconocida
(aprendí más tarde que era gaélico). Dejé el mundo ocultarse bajo mis pies.
Verdaderamente no me pertenecía más. ¿Qué hacía yo en este lugar? ¿Quién era
yo? Una risa loca me tomó que no busqué reprimir. Agotado, desconcertado,
desemboqué de repente en una luz viva. Me abrazaban. No comprendía nada de lo
que acababa de pasarme, pero en mí una inmensa claridad había rasgado las
tinieblas. Estaba feliz e igualmente dichoso, liberado de todas las opacidades
que me recubrían. Entre los desconocidos que me felicitaban, en lo sucesivo
sabía que no habría nunca más nada que comprender. Casarse con el misterio no
es explicarlo, sino vivirlo en el estado receptivo de un niño.
Este
tipo de experiencia iniciática se parece sin duda a las aventuras
estupefacientes o alucinógenas que jamás he suscrito. No tengo casi necesidad
de drogas para que mi imaginación se abra ella misma hacia horizontes nuevos.
No importa. La Franc-Masonería espiritual me habrá permitido aguzar al extraño
extranjero que está en mí.
Notas:
[1]
La palabra francesa normalien designa
a los estudiantes y egresados de las grandes écoles (como la Ecole Nórmale
Supérieure). El título correspondiente es similar al universitario pero de
mayor prestigio en el sistema francés de educación superior. [N. del T.]
[2] El Cardenal Seper, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y antecesor en dicho cargo al Cardenal Ratzinger, eximió de la pena de excomunión que figuraba en aquel momento en el antiguo Código de Derecho Canónico, a los masones de los Países Escandinavos que formasen parte de Obediencias masónicas que no fuesen contra los principios o dogmas de la Iglesia Católica, refiriéndose con ello a los masones adscritos al Rito Sueco. En la entrada de Keystone titulada "A propósito de las relaciones entre Iglesia y Masonería" se pueden ver dos vídeos donde el profesor de la Universidad de Zaragoza, el sacerdote jesuita José Antonio Ferrer Benimeli, explica estos particulares; así mismo el propio texto de la entrada de Denys Roman da cuenta de ciertos detalles. [N. del T.]
[3] La pena de excomunión que figuraba en el Código de Derecho Canónico de 1917 estuvo vigente hasta 1983, año de promulgación del nuevo y actualmente vigente Código de Derecho Canónico. La pena que marca el actual Código es la de entredicho para quien se inscriba en asociación que maquine contra la Iglesia Católica. Posteriormente, el Cardenal Ratzinger publicó una nota en la que aclaraba que todo fiel católico que se haga iniciar masón se encuentra en "pecado grave", quedando su absolución reservada a la Santa Sede y por tanto no pudiendo acceder a los Sacramentos administrados por la Iglesia Católica. El texto de la nota y sus consecuencias se pueden consultar en la entrada de Keystone titulada ¿Puede un católico ser masón? [N. del T.]
[4] El autor se refiere al profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, José Antonio Ferrer Benimeli, jesuita y director del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española.
[2] El Cardenal Seper, como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y antecesor en dicho cargo al Cardenal Ratzinger, eximió de la pena de excomunión que figuraba en aquel momento en el antiguo Código de Derecho Canónico, a los masones de los Países Escandinavos que formasen parte de Obediencias masónicas que no fuesen contra los principios o dogmas de la Iglesia Católica, refiriéndose con ello a los masones adscritos al Rito Sueco. En la entrada de Keystone titulada "A propósito de las relaciones entre Iglesia y Masonería" se pueden ver dos vídeos donde el profesor de la Universidad de Zaragoza, el sacerdote jesuita José Antonio Ferrer Benimeli, explica estos particulares; así mismo el propio texto de la entrada de Denys Roman da cuenta de ciertos detalles. [N. del T.]
[3] La pena de excomunión que figuraba en el Código de Derecho Canónico de 1917 estuvo vigente hasta 1983, año de promulgación del nuevo y actualmente vigente Código de Derecho Canónico. La pena que marca el actual Código es la de entredicho para quien se inscriba en asociación que maquine contra la Iglesia Católica. Posteriormente, el Cardenal Ratzinger publicó una nota en la que aclaraba que todo fiel católico que se haga iniciar masón se encuentra en "pecado grave", quedando su absolución reservada a la Santa Sede y por tanto no pudiendo acceder a los Sacramentos administrados por la Iglesia Católica. El texto de la nota y sus consecuencias se pueden consultar en la entrada de Keystone titulada ¿Puede un católico ser masón? [N. del T.]
[4] El autor se refiere al profesor titular de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, José Antonio Ferrer Benimeli, jesuita y director del Centro de Estudios Históricos de la Masonería Española.
[5]
El empleo de la palabra "discípulo" por el autor del texto se debe
entender en sentido lato o figurado, ya que como es sabido René Guénon rechazó
siempre tener discípulos formales. [N del T.]
[6]
Lagavulin y Talisker son dos marcas de güisqui escocés. [N del T.]
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