Publicado en la Rivista di
Studi Tradizionali, nº 56, Turín, enero-junio de 1982.
En uno de los últimos capítulos de Aperçus sur
l’Initiation, René Guénon hace observar que "con la iniciación, el
ser pasa de las "tinieblas a la luz", así como el mundo, en sus
orígenes (y el simbolismo del "nacimiento" es igualmente aplicable en
ambos casos) ha pasado por el acto del Verbo creador y ordenador" [1].
La iniciación implica entonces para el ser una "iluminación",
correspondiente al fiat lux cosmogónico, que provoca el ordenamiento de
sus posibilidades: por ello, la iniciación es verdaderamente una imagen de
"aquello que fue hecho en el principio". La razón de ser de toda
organización iniciática es hacer posible esta "cosmización" del ser
humano mediante la transmisión de una influencia espiritual presente tanto en
los ritos de iniciación como en sus trabajos rituales; y, en el caso de la
Masonería, puede decirse que su razón de ser consiste en permitir a los hombres
inmersos en las tinieblas, pero deseosos de la Luz, acceder a un lugar
"iluminadísimo y ordenado", imagen del cosmos considerado como la
esfera de la manifestación de la Luz. La Logia está, pues, provista de una
puerta que, abierta, permite el ingreso a todos los que poseen las
cualificaciones necesarias para acceder a ella, y que, cerrada, prohíbe la
entrada a todos aquellos que se hallan sumergidos en las tinieblas.
Y la fundamental discriminación que el Vigilante de
una Logia lleva a cabo con sus dos principales deberes es asegurarse de que
"La Logia esté a cubierto" y de que "todos los presentes sean
Masones".
Por el contrario, en la Masonería Operativa, tal
como se practicaba en Inglaterra, no era ésta una tarea de los Vigilantes: el
"Primer Gran Maestro" era quien se dirigía directamente a los dos
Guardianes (el "externo" y el "interno", el Outer Guard
y el Inner Guard).
A la pregunta "¿cuál es el primer deber de
todo Masón?", éstos respondían respectivamente: "Vigilar que la Logia
esté debidamente cubierta" y "vigilar que nadie más que los Masones y
los Aprendices contratados estén presentes" [2].
En la Masonería especulativa, como hemos visto, el
deber de realizar esta doble alerta se ha conferido a los Vigilantes; y
probablemente por este motivo, en los rituales ingleses, son designados con el
término Warden. Se ha producido así una asimilación de la función del
Guardián Externo a la de los actuales Vigilantes en el desarrollo de su
"primer deber", es decir, el de asegurarse de que "la Logia esté
a cubierto". Ello indica que su función, en esta primera fase de la "apertura
de la Logia", consiste eminentemente en la vigilancia frente a
infiltraciones provenientes de las "tinieblas exteriores"; labor ésta
esencial en nuestra época y que, por su importancia, es confiada a los
Vigilantes, y no directamente al Guardatemplo; además, el que era "el
primer deber de todo masón" se ha convertido en "el primer deber de
un Vigilante en la Logia", lo que evidencia una atribución de
responsabilidad y de atención a los Vigilantes que debe tenerse en cuenta
constantemente y en toda circunstancia.
Tal vigilancia se concreta además en la importante
función que es la "aplomación", entendida como la comprobación de las
necesarias cualificaciones por parte de los candidatos. A este último asunto
René Guénon ha dedicado el artículo "Las cualificaciones iniciáticas"
[3], en el que se ofrecen explicaciones doctrinales y elementos de
"técnica iniciática" de las que no parece existir ningún equivalente
en otros de sus escritos, y aún menos en otros autores; en particular, se
afirma en él que "...la conexión con el oficio, si bien ha cesado de
existir en cuanto al ejercicio exterior de éste, no ha dejado de hacerlo de
forma más esencial... Esta es la razón, allí donde al menos aún permanece, a
falta de una comprehensión más efectiva, cierta conciencia más o menos oscura
del valor propio de las formas rituales, de que se persista en considerar las
condiciones de las cuales hablamos como formando parte integrante de los
"Landmarks"... Si se examina de cerca la lista de los defectos
corporales que son considerados impedimentos para la iniciación se
comprobará que algunos de ellos no parecen ser exteriormente muy graves, y, en
todo caso, no son de los que puedan impedir que un hombre ejerza el oficio de
constructor... aparte de las condiciones requeridas para el oficio, la iniciación
exige otras que no tienen nada que ver con éste, pues están únicamente en
relación con las modalidades del trabajo ritual, considerado por otra parte no
solamente en su materialidad". Muchos Masones, desgraciadamente, se
han atenido al aspecto más oscuro del contenido original de los Landmarks,
y el resultado es una extrema confusión que hace que en el examen de la
naturaleza de un candidato sean "únicamente los aspectos más exteriores
y menos importantes de ésta última los que son tomados en consideración, es
decir, aquellos que realmente no poseen ningún valor, siquiera secundario,
desde el punto de vista iniciático". Exactamente es ésta la situación
que se presenta cuando la "posición social", el "censo" o
el ser un eminente "cultivador del esoterismo" figuran entre las
cualificaciones "que cuentan". Hablando de los defectos corporales y
de la enfermedad, René Guénon observa que también es preciso tener en cuenta
aquellos que son consecuencia de algún accidente; y ello porque "todo
lo que un ser sufre o hace constituye una modificación de sí mismo que puede
representar algo más o menos ‘importante’ o más o menos ‘profundo’, según los
casos", pero que además siempre "debe corresponder
necesariamente a alguna de las posibilidades que están en su naturaleza, de
modo que no puede ocurrirle nada que sea puramente accidental". Y
entre estas acciones que puede hacer o sufrir, diremos que figuran también
"experiencias" sólo aparentemente accidentales, como, por ejemplo,
las derivadas de la pertenencia a grupos pseudo-iniciáticos, mágicos,
espiritistas o incluso políticos; tales experiencias pueden marcar a ciertos
individuos, determinando desequilibrios o deformaciones psíquicas de no poca
importancia.
Siempre a propósito del "primer deber de un
Vigilante en Logia", es oportuno recordar que René Guénon indica[4] que
existe una relación entre el hecho de que los trabajos masónicos deban
efectuarse "a cubierto" y la expresión taoísta "el Cielo
cubre" [5]; añade por lo demás que coelum deriva de la raíz cald,
que significa "cortar, dividir". Puede así decirse que el Vigilante,
obedeciendo las indicaciones del Venerable Maestro de la Logia, actúa según el
orden, es decir, bajo un reflejo de la influencia celestial, y puede así
determinar la separación entre ese lugar "iluminadísimo" que es la
Logia y las tinieblas exteriores [6]; y una vez "abierta" la Logia
[7], los trabajos se desarrollan "a cubierto", en el sentido, ahora,
de que están "cubiertos" por la influencia celestial simbolizada por
el Cielo Estrellado figurado en el techo. Estos dos sentidos de la
"cobertura" están estrechamente relacionados: la exclusión de los
elementos profanos es de hecho una condición indispensable para poder realizar
un trabajo "ordenado" y para hacer posible el descenso de la
influencia espiritual [8].
En la Masonería Operativa, el Guardián Externo
rechazaba a los profanos al exigirles la "palabra de paso" del grado
en el que se estaba trabajando, mientras que el Interno pedía los "signos
y toques", que, por razones de prudencia, era oportuno dar sólo en el
interior de la Logia. La primera operación, actualmente, es cumplida por el
Guardatemplo, y la segunda por los Vigilantes, los cuales, al recorrer las
Columnas controlando la "posición al Orden" de los presentes,
desempeñan una función análoga a la del Guardián Interno. Sin embargo, puede
decirse que los Vigilantes, al terminar su "segundo deber", es decir,
el de asegurarse de que "todos los presentes sean Masones", actúan
más en calidad de "Superintendentes" que de "Guardianes". Y
puesto que todos los que en ese momento hacen el "signo" ya han sido
reconocidos como Masones por el Guardatemplo, los Vigilantes, más que verificar
por segunda vez que no se han introducido profanos, se aseguran que todos los
presentes sean Masones por su "disposición interior" (simbolizada por
la posición de "al orden"), como condición indispensable para que se
produzca, una vez verificadas otras condiciones, la "apertura" de la
Logia con respecto a la influencia espiritual.
¿Pero quién, gracias a una particular disposición
interior, puede llamarse verdaderamente Masón? En el ritual en uso en la Gran
Logia de Francia, a la pregunta del Venerable Maestro: "¿Qué es un
Masón?", el Segundo Vigilante responde: "Es un hombre libre y de
buenas costumbres" [9].
Para comprender qué debe entenderse por un hombre
libre desde el punto de vista que aquí interesa, puede ser de cierta
utilidad citar algunos pasajes de un documento del siglo XVII, publicado por el
barón de Tschoudy al final de su libro L’Etoile Flamboyante (La Estrella
Flamígera), y que además es revelador de una mentalidad iniciática todavía
viva en aquella época, muy distinta de la de ciertos Masones que piensan que un
hombre libre es aquel que se ha liberado de los prejuicios de tiempos pasados o
de toda creencia y práctica religiosa. Se trata de un documento de una
organización hermética y que lleva el título de Status des philosophes
inconnus; en él se exponen las condiciones para formar parte de ella, y,
particularmente, se precisa que no pueden ser aceptados "todos aquellos
que se han dedicado al servicio de los poderosos, ya que la filosofía hermética
es para personas libres, jefes de sí mismos, que puedan trabajar libremente y
que, sin ningún impedimento, puedan invertir su tiempo y sus bienes en el
enriquecimiento de nuestra filosofía".
En nuestros días, muy raros son los Masones que
pueden verdaderamente disponer de su propia persona: de hecho, quien más o
quien menos, está al servicio de los poderosos de hoy. Sería ya un buen
resultado el darse cuenta de esta situación, a fin de no estar
"dedicados" a tal servicio voluntariamente, y, en todo caso, de no
dedicarse a él sufriendo sus ataques; por otra parte, se necesitaría no caer en
la ilusión de huir de los condicionamientos del mundo profano rechazándolos en
bloque, confundiendo el desapego con la pasividad o la pereza, para encontrarse
así en una situación de ficticia autonomía y frente a nuevos e insospechados
condicionamientos de una diferente y mucho más peligrosa naturaleza.
R. Guénon, en un artículo en el que denunciaba el
mito moderno de la "glorificación del trabajo" [10], precisa por el
contrario que "un trabajo no posee valor real alguno más que cuando es
conforme a la naturaleza misma del ser que lo cumple", y si coincide
propiamente con su "vocación". Si se aplica este criterio a quien
quiera emprender un "trabajo iniciático", éste será tanto más real
cuanto más coherente sea toda su actividad con respecto a su vocación profunda:
se obtendrá así esa "unidad entre pensamiento y acción" indispensable
para que el iniciado pueda transmutar todos los elementos que en él se oponen
al orden y a la unidad.
La segunda parte de la frase ritual antes citada,
"y de buenas costumbres", es, como se ha visto, la traducción de
"of good report", que literalmente significa "de buena
reputación"; tal expresión, en el contexto de una civilización tradicional
como era la de la Inglaterra medieval, poseía ciertamente un significado
distinto al del "gentilhombre" del siglo XVIII o al del "hombre
de buenas costumbres" del siglo XIX. Pero ya antes de que se llegase a
tales malentendidos, el verdadero significado debió perderse de vista, pues en
las Constituciones de Anderson de 1723 puede leerse que "Si bien en los
tiempos antiguos los Masones estaban obligados a practicar la religión de tal
País o Nación, cualquiera que fuese, hoy se cree más conveniente obligarle tan
sólo a esa religión sobre la cual todos los hombres están de acuerdo... o sea,
hombres buenos y sinceros, u hombres de honor y honestidad", y en las
de 1738 se afirma que, para ser Masón, es suficiente "practicar el
sagrado deber de la moralidad". El único eco del pasado permaneció en
los Landmarks, y citaremos algunos de los conservados por la Gran Logia
de Inglaterra, que parecen particularmente significativos a este respecto:
"La creencia en el Gran Arquitecto del Universo y en Su voluntad
revelada es una condición esencial para la admisión". "Todos
los iniciados deberán prestar el juramento sobre el Libro de la Ley Sagrada...
en el cual se expresa la Revelación proveniente de lo Alto y a la que el
individuo, una vez iniciado, queda irremediablemente ligado". ¿Qué
sentido tendrían la iniciación y la realización espiritual si no se reconociera
un Principio Supremo y una legislación sagrada? ¿Y qué valor tendría, para un
iniciado, un juramento prestado sobre un símbolo que no fuese reconocido como
teniendo un origen no humano? El hecho de darse cuenta de la necesidad de
conformarse a una legislación tradicional constituye otra de las condiciones
para hacer más segura y equilibrada la actuación de esa "disposición
interior" que se ha mencionado; de lo contrario, la concretización de tal
necesidad puede encontrar obstáculos que no son indiferentes, derivados del
ambiente y de la propia naturaleza individual de cada uno, no siempre fácilmente
superables.
Según el ritual de la Masonería Operativa que hemos
citado al principio de estas reflexiones, después de que el "Primer Gran
Maestro" comprobara que la Logia está convenientemente formada, el Brother
Jakin[11] invocaba a El Shaddai, el "Gran Arquitecto del Cielo
y de la Tierra", con las siguientes palabras: "Tú que eres el dispensador
de todos los dones y que has prometido que allí donde dos o tres personas se
reúnan en Tu Nombre Tú estarás en medio de ellas, en Tu Nombre nos reunimos, suplicándote
que nos bendigas en nuestras empresas". Es de notar que el valor
numérico de El Shaddai es 345, y que la sucesión 3-4-5 está en relación
con los números del Cielo, de la Tierra y del Hombre. La analogía así
establecida entre este Nombre Santo y los números simbólicos de la "Gran
Tríada" taoísta parece indicar que en el desarrollo del trabajo ritual de
apertura de una Logia se producía como un despliegue de los símbolos incluidos
en el valor numérico de El Shaddai: la "cobertura" inicial,
separando el lugar en el que trabajan los Masones de la influencia de las
tinieblas exteriores, hace así que dicho lugar pueda ser el soporte
(correspondiente a la Tierra) de la influencia espiritual (correspondiente al
Cielo) que iluminará el trabajo iniciático de quien, por sus cualificaciones y
por una correcta "disposición interior", es virtualmente esa Estrella
Flamígera (correspondiente al Hombre), a menudo figurada entre el Compás y la
Escuadra.
Hemos indicado así algunos de los significados más
profundos de la "cobertura", entendida como condición fundamental
para poder desarrollar un serio trabajo iniciático. Se comprende ahora cómo a
una insuficiente profundización de su significado y a la falta de
reconocimiento de su importancia haya correspondido una degeneración tan
difundida de la organización iniciática masónica; mientras que, por el
contrario, el saber restablecer –teniendo presentes todas las implicaciones- el
sentido profundo de la cobertura puede ser un presupuesto importante para una
revivificación "operativa" de la iniciación masónica.
Notas:
[1]
Cap. XLVI, "Sobre dos divisas iniciáticas".
[2]
De un ritual "operativo" de 1630, publicado en 1913 en La France-Antimaçonnique.
[3]
Publicado en el nº 38 de esta revista.
[4]
Cf. La Grande Triade, cap. XV.
[5]
A la luz de esta indicación aparece grotesca la concepción de
"cobertura" propia de las llamadas "Logias cubiertas"...
[6]
El tema de la protección externa, debida a las condiciones cíclicas, es
recurrente en los textos sagrados de varias tradiciones; ejemplo de ello es la
muralla erigida contra las hordas de Gog y Magog, y también la batalla que se
entabla, cuando surge una forma tradicional, contra quienes pertenecen a tradiciones
desviadas o degeneradas: episodios que tienen en común la defensa de una
"Tierra Santa".
[7] La Logia está "abierta", pero no en
sentido material, pues su puerta permanece y debe permanecer bien cerrada; por
el contrario, la Logia, como cuerpo viviente, se abre a las influencias del
Cielo que la cubre.
[8]
René Guénon hace notar precisamente que coelum deriva también de
la raíz kal (esconder) y que puede indicar no sólo "aquello que se
esconde", sino además "lo que está escondido", esto es, "en
el período de ocultación, la tradición que deja de manifestarse exterior y
abiertamente, ya que ahora el "mundo celeste" deviene el mundo
subterráneo". En "El corazón y la caverna" (Symboles de
la Science Sacrée, cap. XXX), hablando de la cueva, observa que la palabra
sánscrita guhâ que la designa deriva de la raíz guh, en su
sentido de "cubrir" o "esconder", sentido que es justamente
el de otra raíz similar, gup, de donde gupta, que se aplica a
todo aquello que tiene un carácter secreto... Esta idea se refiere al centro,
en tanto que éste es considerado el punto más interior y, en consecuencia, el
más escondido; al mismo tiempo, se refiere también al secreto iniciático, sea
en sí mismo, sea en tanto que está simbolizado por la disposición del lugar en
donde se cumple la iniciación, lugar oculto y "cubierto"; y, en
nota, hace una referencia precisa a la expresión masónica "estar a
cubierto". De modo que, si los trabajos masónicos deben realizarse "a
cubierto", es también porque el lugar en el que se desarrollan es un
símbolo del secreto iniciático.
[9]
La misma frase se encuentra en el ritual de iniciación, en el momento
que el candidato, tras superar varias pruebas, es introducido al ser reconocido
"Libre y de buenas costumbres"; y hay aquí una significativa
"repetición ritual" de una frase que es la traducción de "free
and of good report", la "palabra de paso" que recibían los
candidatos a la Masonería operativa por parte de los Superintendentes con
objeto de poder acceder a la Logia de 1º grado para ser iniciados.
[10]
Artículo recopilado en Initiation et réalisation spirituelle,
cap. X .
[11] Así era denominado el sacerdote, miembro de la
Logia, que desempeñaba la función de capellán.
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