martes, 9 de julio de 2013

La Cobertura de la Logia; por Emilio Amadio

Publicado en la Rivista di Studi Tradizionali, nº 56, Turín, enero-junio de 1982.

En uno de los últimos capítulos de Aperçus sur l’Initiation, René Guénon hace observar que "con la iniciación, el ser pasa de las "tinieblas a la luz", así como el mundo, en sus orígenes (y el simbolismo del "nacimiento" es igualmente aplicable en ambos casos) ha pasado por el acto del Verbo creador y ordenador" [1]. La iniciación implica entonces para el ser una "iluminación", correspondiente al fiat lux cosmogónico, que provoca el ordenamiento de sus posibilidades: por ello, la iniciación es verdaderamente una imagen de "aquello que fue hecho en el principio". La razón de ser de toda organización iniciática es hacer posible esta "cosmización" del ser humano mediante la transmisión de una influencia espiritual presente tanto en los ritos de iniciación como en sus trabajos rituales; y, en el caso de la Masonería, puede decirse que su razón de ser consiste en permitir a los hombres inmersos en las tinieblas, pero deseosos de la Luz, acceder a un lugar "iluminadísimo y ordenado", imagen del cosmos considerado como la esfera de la manifestación de la Luz. La Logia está, pues, provista de una puerta que, abierta, permite el ingreso a todos los que poseen las cualificaciones necesarias para acceder a ella, y que, cerrada, prohíbe la entrada a todos aquellos que se hallan sumergidos en las tinieblas.

Y la fundamental discriminación que el Vigilante de una Logia lleva a cabo con sus dos principales deberes es asegurarse de que "La Logia esté a cubierto" y de que "todos los presentes sean Masones".

Por el contrario, en la Masonería Operativa, tal como se practicaba en Inglaterra, no era ésta una tarea de los Vigilantes: el "Primer Gran Maestro" era quien se dirigía directamente a los dos Guardianes (el "externo" y el "interno", el Outer Guard y el Inner Guard).

A la pregunta "¿cuál es el primer deber de todo Masón?", éstos respondían respectivamente: "Vigilar que la Logia esté debidamente cubierta" y "vigilar que nadie más que los Masones y los Aprendices contratados estén presentes" [2].

En la Masonería especulativa, como hemos visto, el deber de realizar esta doble alerta se ha conferido a los Vigilantes; y probablemente por este motivo, en los rituales ingleses, son designados con el término Warden. Se ha producido así una asimilación de la función del Guardián Externo a la de los actuales Vigilantes en el desarrollo de su "primer deber", es decir, el de asegurarse de que "la Logia esté a cubierto". Ello indica que su función, en esta primera fase de la "apertura de la Logia", consiste eminentemente en la vigilancia frente a infiltraciones provenientes de las "tinieblas exteriores"; labor ésta esencial en nuestra época y que, por su importancia, es confiada a los Vigilantes, y no directamente al Guardatemplo; además, el que era "el primer deber de todo masón" se ha convertido en "el primer deber de un Vigilante en la Logia", lo que evidencia una atribución de responsabilidad y de atención a los Vigilantes que debe tenerse en cuenta constantemente y en toda circunstancia.

Tal vigilancia se concreta además en la importante función que es la "aplomación", entendida como la comprobación de las necesarias cualificaciones por parte de los candidatos. A este último asunto René Guénon ha dedicado el artículo "Las cualificaciones iniciáticas" [3], en el que se ofrecen explicaciones doctrinales y elementos de "técnica iniciática" de las que no parece existir ningún equivalente en otros de sus escritos, y aún menos en otros autores; en particular, se afirma en él que "...la conexión con el oficio, si bien ha cesado de existir en cuanto al ejercicio exterior de éste, no ha dejado de hacerlo de forma más esencial... Esta es la razón, allí donde al menos aún permanece, a falta de una comprehensión más efectiva, cierta conciencia más o menos oscura del valor propio de las formas rituales, de que se persista en considerar las condiciones de las cuales hablamos como formando parte integrante de los "Landmarks"... Si se examina de cerca la lista de los defectos corporales que son considerados impedimentos para la iniciación se comprobará que algunos de ellos no parecen ser exteriormente muy graves, y, en todo caso, no son de los que puedan impedir que un hombre ejerza el oficio de constructor... aparte de las condiciones requeridas para el oficio, la iniciación exige otras que no tienen nada que ver con éste, pues están únicamente en relación con las modalidades del trabajo ritual, considerado por otra parte no solamente en su materialidad". Muchos Masones, desgraciadamente, se han atenido al aspecto más oscuro del contenido original de los Landmarks, y el resultado es una extrema confusión que hace que en el examen de la naturaleza de un candidato sean "únicamente los aspectos más exteriores y menos importantes de ésta última los que son tomados en consideración, es decir, aquellos que realmente no poseen ningún valor, siquiera secundario, desde el punto de vista iniciático". Exactamente es ésta la situación que se presenta cuando la "posición social", el "censo" o el ser un eminente "cultivador del esoterismo" figuran entre las cualificaciones "que cuentan". Hablando de los defectos corporales y de la enfermedad, René Guénon observa que también es preciso tener en cuenta aquellos que son consecuencia de algún accidente; y ello porque "todo lo que un ser sufre o hace constituye una modificación de sí mismo que puede representar algo más o menos ‘importante’ o más o menos ‘profundo’, según los casos", pero que además siempre "debe corresponder necesariamente a alguna de las posibilidades que están en su naturaleza, de modo que no puede ocurrirle nada que sea puramente accidental". Y entre estas acciones que puede hacer o sufrir, diremos que figuran también "experiencias" sólo aparentemente accidentales, como, por ejemplo, las derivadas de la pertenencia a grupos pseudo-iniciáticos, mágicos, espiritistas o incluso políticos; tales experiencias pueden marcar a ciertos individuos, determinando desequilibrios o deformaciones psíquicas de no poca importancia.

Siempre a propósito del "primer deber de un Vigilante en Logia", es oportuno recordar que René Guénon indica[4] que existe una relación entre el hecho de que los trabajos masónicos deban efectuarse "a cubierto" y la expresión taoísta "el Cielo cubre" [5]; añade por lo demás que coelum deriva de la raíz cald, que significa "cortar, dividir". Puede así decirse que el Vigilante, obedeciendo las indicaciones del Venerable Maestro de la Logia, actúa según el orden, es decir, bajo un reflejo de la influencia celestial, y puede así determinar la separación entre ese lugar "iluminadísimo" que es la Logia y las tinieblas exteriores [6]; y una vez "abierta" la Logia [7], los trabajos se desarrollan "a cubierto", en el sentido, ahora, de que están "cubiertos" por la influencia celestial simbolizada por el Cielo Estrellado figurado en el techo. Estos dos sentidos de la "cobertura" están estrechamente relacionados: la exclusión de los elementos profanos es de hecho una condición indispensable para poder realizar un trabajo "ordenado" y para hacer posible el descenso de la influencia espiritual [8].

En la Masonería Operativa, el Guardián Externo rechazaba a los profanos al exigirles la "palabra de paso" del grado en el que se estaba trabajando, mientras que el Interno pedía los "signos y toques", que, por razones de prudencia, era oportuno dar sólo en el interior de la Logia. La primera operación, actualmente, es cumplida por el Guardatemplo, y la segunda por los Vigilantes, los cuales, al recorrer las Columnas controlando la "posición al Orden" de los presentes, desempeñan una función análoga a la del Guardián Interno. Sin embargo, puede decirse que los Vigilantes, al terminar su "segundo deber", es decir, el de asegurarse de que "todos los presentes sean Masones", actúan más en calidad de "Superintendentes" que de "Guardianes". Y puesto que todos los que en ese momento hacen el "signo" ya han sido reconocidos como Masones por el Guardatemplo, los Vigilantes, más que verificar por segunda vez que no se han introducido profanos, se aseguran que todos los presentes sean Masones por su "disposición interior" (simbolizada por la posición de "al orden"), como condición indispensable para que se produzca, una vez verificadas otras condiciones, la "apertura" de la Logia con respecto a la influencia espiritual.

¿Pero quién, gracias a una particular disposición interior, puede llamarse verdaderamente Masón? En el ritual en uso en la Gran Logia de Francia, a la pregunta del Venerable Maestro: "¿Qué es un Masón?", el Segundo Vigilante responde: "Es un hombre libre y de buenas costumbres" [9].

Para comprender qué debe entenderse por un hombre libre desde el punto de vista que aquí interesa, puede ser de cierta utilidad citar algunos pasajes de un documento del siglo XVII, publicado por el barón de Tschoudy al final de su libro L’Etoile Flamboyante (La Estrella Flamígera), y que además es revelador de una mentalidad iniciática todavía viva en aquella época, muy distinta de la de ciertos Masones que piensan que un hombre libre es aquel que se ha liberado de los prejuicios de tiempos pasados o de toda creencia y práctica religiosa. Se trata de un documento de una organización hermética y que lleva el título de Status des philosophes inconnus; en él se exponen las condiciones para formar parte de ella, y, particularmente, se precisa que no pueden ser aceptados "todos aquellos que se han dedicado al servicio de los poderosos, ya que la filosofía hermética es para personas libres, jefes de sí mismos, que puedan trabajar libremente y que, sin ningún impedimento, puedan invertir su tiempo y sus bienes en el enriquecimiento de nuestra filosofía".

En nuestros días, muy raros son los Masones que pueden verdaderamente disponer de su propia persona: de hecho, quien más o quien menos, está al servicio de los poderosos de hoy. Sería ya un buen resultado el darse cuenta de esta situación, a fin de no estar "dedicados" a tal servicio voluntariamente, y, en todo caso, de no dedicarse a él sufriendo sus ataques; por otra parte, se necesitaría no caer en la ilusión de huir de los condicionamientos del mundo profano rechazándolos en bloque, confundiendo el desapego con la pasividad o la pereza, para encontrarse así en una situación de ficticia autonomía y frente a nuevos e insospechados condicionamientos de una diferente y mucho más peligrosa naturaleza.

R. Guénon, en un artículo en el que denunciaba el mito moderno de la "glorificación del trabajo" [10], precisa por el contrario que "un trabajo no posee valor real alguno más que cuando es conforme a la naturaleza misma del ser que lo cumple", y si coincide propiamente con su "vocación". Si se aplica este criterio a quien quiera emprender un "trabajo iniciático", éste será tanto más real cuanto más coherente sea toda su actividad con respecto a su vocación profunda: se obtendrá así esa "unidad entre pensamiento y acción" indispensable para que el iniciado pueda transmutar todos los elementos que en él se oponen al orden y a la unidad.

La segunda parte de la frase ritual antes citada, "y de buenas costumbres", es, como se ha visto, la traducción de "of good report", que literalmente significa "de buena reputación"; tal expresión, en el contexto de una civilización tradicional como era la de la Inglaterra medieval, poseía ciertamente un significado distinto al del "gentilhombre" del siglo XVIII o al del "hombre de buenas costumbres" del siglo XIX. Pero ya antes de que se llegase a tales malentendidos, el verdadero significado debió perderse de vista, pues en las Constituciones de Anderson de 1723 puede leerse que "Si bien en los tiempos antiguos los Masones estaban obligados a practicar la religión de tal País o Nación, cualquiera que fuese, hoy se cree más conveniente obligarle tan sólo a esa religión sobre la cual todos los hombres están de acuerdo... o sea, hombres buenos y sinceros, u hombres de honor y honestidad", y en las de 1738 se afirma que, para ser Masón, es suficiente "practicar el sagrado deber de la moralidad". El único eco del pasado permaneció en los Landmarks, y citaremos algunos de los conservados por la Gran Logia de Inglaterra, que parecen particularmente significativos a este respecto: "La creencia en el Gran Arquitecto del Universo y en Su voluntad revelada es una condición esencial para la admisión". "Todos los iniciados deberán prestar el juramento sobre el Libro de la Ley Sagrada... en el cual se expresa la Revelación proveniente de lo Alto y a la que el individuo, una vez iniciado, queda irremediablemente ligado". ¿Qué sentido tendrían la iniciación y la realización espiritual si no se reconociera un Principio Supremo y una legislación sagrada? ¿Y qué valor tendría, para un iniciado, un juramento prestado sobre un símbolo que no fuese reconocido como teniendo un origen no humano? El hecho de darse cuenta de la necesidad de conformarse a una legislación tradicional constituye otra de las condiciones para hacer más segura y equilibrada la actuación de esa "disposición interior" que se ha mencionado; de lo contrario, la concretización de tal necesidad puede encontrar obstáculos que no son indiferentes, derivados del ambiente y de la propia naturaleza individual de cada uno, no siempre fácilmente superables.

Según el ritual de la Masonería Operativa que hemos citado al principio de estas reflexiones, después de que el "Primer Gran Maestro" comprobara que la Logia está convenientemente formada, el Brother Jakin[11] invocaba a El Shaddai, el "Gran Arquitecto del Cielo y de la Tierra", con las siguientes palabras: "Tú que eres el dispensador de todos los dones y que has prometido que allí donde dos o tres personas se reúnan en Tu Nombre Tú estarás en medio de ellas, en Tu Nombre nos reunimos, suplicándote que nos bendigas en nuestras empresas". Es de notar que el valor numérico de El Shaddai es 345, y que la sucesión 3-4-5 está en relación con los números del Cielo, de la Tierra y del Hombre. La analogía así establecida entre este Nombre Santo y los números simbólicos de la "Gran Tríada" taoísta parece indicar que en el desarrollo del trabajo ritual de apertura de una Logia se producía como un despliegue de los símbolos incluidos en el valor numérico de El Shaddai: la "cobertura" inicial, separando el lugar en el que trabajan los Masones de la influencia de las tinieblas exteriores, hace así que dicho lugar pueda ser el soporte (correspondiente a la Tierra) de la influencia espiritual (correspondiente al Cielo) que iluminará el trabajo iniciático de quien, por sus cualificaciones y por una correcta "disposición interior", es virtualmente esa Estrella Flamígera (correspondiente al Hombre), a menudo figurada entre el Compás y la Escuadra.

Hemos indicado así algunos de los significados más profundos de la "cobertura", entendida como condición fundamental para poder desarrollar un serio trabajo iniciático. Se comprende ahora cómo a una insuficiente profundización de su significado y a la falta de reconocimiento de su importancia haya correspondido una degeneración tan difundida de la organización iniciática masónica; mientras que, por el contrario, el saber restablecer –teniendo presentes todas las implicaciones- el sentido profundo de la cobertura puede ser un presupuesto importante para una revivificación "operativa" de la iniciación masónica.

Notas:
[1] Cap. XLVI, "Sobre dos divisas iniciáticas".
[2] De un ritual "operativo" de 1630, publicado en 1913 en La France-Antimaçonnique.
[3] Publicado en el nº 38 de esta revista.
[4] Cf. La Grande Triade, cap. XV.
[5] A la luz de esta indicación aparece grotesca la concepción de "cobertura" propia de las llamadas "Logias cubiertas"...
[6] El tema de la protección externa, debida a las condiciones cíclicas, es recurrente en los textos sagrados de varias tradiciones; ejemplo de ello es la muralla erigida contra las hordas de Gog y Magog, y también la batalla que se entabla, cuando surge una forma tradicional, contra quienes pertenecen a tradiciones desviadas o degeneradas: episodios que tienen en común la defensa de una "Tierra Santa".
[7] La Logia está "abierta", pero no en sentido material, pues su puerta permanece y debe permanecer bien cerrada; por el contrario, la Logia, como cuerpo viviente, se abre a las influencias del Cielo que la cubre.
[8] René Guénon hace notar precisamente que coelum deriva también de la raíz kal (esconder) y que puede indicar no sólo "aquello que se esconde", sino además "lo que está escondido", esto es, "en el período de ocultación, la tradición que deja de manifestarse exterior y abiertamente, ya que ahora el "mundo celeste" deviene el mundo subterráneo". En "El corazón y la caverna" (Symboles de la Science Sacrée, cap. XXX), hablando de la cueva, observa que la palabra sánscrita guhâ que la designa deriva de la raíz guh, en su sentido de "cubrir" o "esconder", sentido que es justamente el de otra raíz similar, gup, de donde gupta, que se aplica a todo aquello que tiene un carácter secreto... Esta idea se refiere al centro, en tanto que éste es considerado el punto más interior y, en consecuencia, el más escondido; al mismo tiempo, se refiere también al secreto iniciático, sea en sí mismo, sea en tanto que está simbolizado por la disposición del lugar en donde se cumple la iniciación, lugar oculto y "cubierto"; y, en nota, hace una referencia precisa a la expresión masónica "estar a cubierto". De modo que, si los trabajos masónicos deben realizarse "a cubierto", es también porque el lugar en el que se desarrollan es un símbolo del secreto iniciático.
[9] La misma frase se encuentra en el ritual de iniciación, en el momento que el candidato, tras superar varias pruebas, es introducido al ser reconocido "Libre y de buenas costumbres"; y hay aquí una significativa "repetición ritual" de una frase que es la traducción de "free and of good report", la "palabra de paso" que recibían los candidatos a la Masonería operativa por parte de los Superintendentes con objeto de poder acceder a la Logia de 1º grado para ser iniciados.
[10] Artículo recopilado en Initiation et réalisation spirituelle, cap. X .
[11] Así era denominado el sacerdote, miembro de la Logia, que desempeñaba la función de capellán.


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