Capítulo VI de René Guénon et les Destines de la Franc-Maçonnerie, París, 1982, 1995.
Sabemos que, en Francia, en el siglo
XVIII, la Logias masónicas contaban con un numero considerable de católicos e,
incluso, de eclesiásticos. El clero regular, estaba también abundantemente
representado. Según Albert Lantoine, todas las Órdenes religiosas, tenían
algunos de sus miembros bajo las columnas de los Templos, a excepción de los
Jesuitas, siendo la Orden con más miembros en las Logias la de los Bernardinos,
designación que se aplicaba, en el siglo XVIII a los Cistercienses, la Orden de
San Bernardo. De este hecho curioso se ha dado la siguiente explicación. En
virtud de lo que ha dado en llamarse “las libertades de la Iglesia galicana”,
las decisiones del Papado debían, para ser aplicadas en Francia, estar
aprobadas por el Parlamento. Ahora bien, el Parlamento rechazó siempre
sancionar las bulas de Clemente XII y de Bonifacio XIV que contuvieran condenas
a la Masonería. Los católicos franceses podían, entonces, pretender ignorar
dichas condenas. Pero ¿las ignoraban, en realidad? Lo dudamos mucho. Numerosos
obispos franceses, en efecto, fulminaban contra la Orden en sus mandatos[1].
Por otra parte, los Masones franceses, con ocasión de los viajes y también de
las guerras, tuvieron acceso a las Logias extranjeras y podían informarse de
las prohibiciones romanas.
La explicación dada
normalmente, en cuanto a la presencia de católicos en las Logias francesas, es,
entonces, insuficiente. Además se olvida siempre, con relación a esto, que el
más ilustre y el más católico de todos los Masones católicos de esta época,
Joseph de Maistre, no era francés, sino piamontés; y, el Piamonte,
evidentemente, no se beneficiaba de las libertades de la Iglesia galicana. En
torno a Joseph de Maistre, en la Logia “La Sinceridad” de Chambéry y en muchas
otras Logias piamontesas, la casi totalidad de miembros eran católicos. Su
presencia no puede explicarse por el comportamiento del Parlamento de París.
Ciertos adversarios de la
Francmasonería calificaron como malos padres y malos religiosos, a aquellos que
frecuentaban así las Logias[2]. A veces incluso, se ha insinuado que aportaban
ideas subversivas, que extendían luego por la Iglesia y por el mundo. Tales
calumnias no merecen ser refutadas. Los padres y los religiosos Francmasones,
no eran menos fervientes que aquellos de sus cofrades que permanecían ajenos a
la Orden. Nada impedía incluso que las Logias hayan abrigado, con más
frecuencia de la que se piensa, a católicos y sacerdotes llegados al grado más
alto de santidad.
*
* *
Hacia
finales de los sesenta, esta cuestión de las relaciones entre la Iglesia y la
Masonería, fue objeto de una obra titulada Les Franc-Maçons[3], escrita por Jean Baylot y
Michel Riquet. El primero, era un alto dignatario de la Gran Logia Nacional
Francesa y, el segundo, un reputado predicador de la Compañía de Jesús. Bajo
forma de diálogo, su libro intenta refutar algunos de los perjuicios contra la
Masonería que son corrientes en Francia, sobre todo en los medios católicos.
Numerosos hechos menores muestran que, incluso bajo el Segundo Imperio, las
condenas pontificias permanecían con frecuencia como letra muerta[4]. Se ha
visto también hasta qué punto es errónea, la aserción según la cual, la
Masonería -sobre todo en Francia- ha sido siempre considerada como solidaria
con las ideas llamadas “de izquierdas”[5]. Entendiéndolo desde el punto de
vista estrictamente tradicional, sería preferible siempre que un Masón, como
todo iniciado, se abstuviera de la acción política, sea de “derechas” o de
“izquierdas”. Pero es bueno recordar que, la Masonería, bien lejos de haber
fomentado la Revolución, fue, al contrario, “su primera víctima”[6].
Pero volvamos a la cuestión religiosa. Un
caso privilegiado, entre todos, será suficiente para ilustrar las altas
virtudes de fe y de coraje que supieron manifestar, a veces, en la prueba de la
tormenta revolucionaria, estos sacerdotes Francmasones del siglo XVIII. “La
Logia de Laval contaba, en 1786, en vísperas de la Revolución, con cinco sacerdotes
entre veintidós miembros. Y, de estos cinco padres, todos han sido refractarios
a la Constitución civil del clero; cuatro fueron deportados, el quinto,
Jean-Marie Gallot, fue guillotinado en Laval, el 21 de Enero de 1794” (p. 21).
El R. P. Riquet ha omitido añadir[7] que
Jean-Marie Gallot fue beatificado en 1955 por el Soberano Pontífice, Pío XII. A
lo largo del proceso de beatificación, el “promotor de la fe” (ese dignatario
eclesiástico, familiarmente conocido como “el abogado del diablo”, cuyo papel
es buscar y someter a juicio de valor, todo aquello que, en la causa a
instruir, no lleve el sello de la santidad) ¿tenía conocimiento de la cualidad
masónica de Jean-Marie Gallot? Es probable que no[8]. Sea lo que fuere, “Roma
locuta est, causa audita es”. Pío XII ha situado en los altares,
como mártir de la fe, a un sacerdote Francmasón[9].
¡Como nos
gustaría conocer, para cada Logia de Francia en esta época terrible, la actitud
de los clérigos que formaban parte de ellas con respecto a la Constitución civil
del clero! Esta Constitución, recordémoslo, apuntaba esencialmente a sustraer
al clero francés de la autoridad del Papa, considerado como un soberano
extranjero[10]. Obsérvese bien. Los cinco sacerdotes masones de Laval y todos
aquellos que, en las demás diócesis, debieron actuar como ellos, no obedecieron
al Papa cuando les prohibía pertenecer a la Masonería; y estaban dispuestos a
morir por él cuando un poder temporal, más o menos legítimo, imponía su mano
sobre las prerrogativas de la autoridad espiritual.
*
* *
Respecto
a la actitud actual de la Iglesia Católica, frente a la Masonería, el R. P.
Riquet expone que está regida por el canon 2335[*] del Código de Derecho
Canónico, que se expresa en estos términos:
“Aquellos
que den su nombre a una secta masónica, u otras asociaciones del mismo género,
que se dediquen a maquinar contra la Iglesia o sus poderes civiles legítimos,
incurren ipso facto en la excomunión simplemente reservada a la Sede
apostólica”.
El P.
Riquet interpreta este canon de la siguiente forma: “El delito está
esencialmente constituido por el hecho de adherirse a un grupo ‘que maquine
contra la Iglesia o sus poderes civiles legítimos’. Como la Masonería inglesa y
todas las Masonerías que están en correspondencia con ella, se abstienen siempre
de conspirar contra la Iglesia y contra sus poderes establecidos, se deduce,
según el R. P. Riquet, que estas Masonerías no se encuentran bajo las condenas
pontificias”.
Una
declaración así, viniendo de un eminente miembro de una Compañía renombrada por
su absoluta devoción a las directrices de la Santa Sede, es evidentemente de
gran peso. Desgraciadamente otras autoridades católicas, también muy bien
situadas, dan a las prescripciones canónicas una muy distinta interpretación.
El libro de Baylot y Riquet, ha sido acabado de imprimir en septiembre de 1968.
Ahora bien, el 18 de Marzo de 1968, Le Figaro (diario en el que el R. P.
Riquet ha ofrecido numerosos artículos sobre la Masonería “espiritualista”),
publicaba la información siguiente:
“Città
del Vaticano, 17 de Marzo. -La Iglesia no considera modificar las disposiciones
canónicas en vigor referentes a la Francmasonería. Un comunicado del servicio
de prensa de la Santa-Sede, se dice, en efecto, autorizado por el dicasterio
competente, en este caso la Congregación para la doctrina de la fe, para
declarar que son sin fundamento las informaciones aparecidas, tanto en Italia
como en el extranjero, según las cuales estaría permitido a personas
convertidas al catolicismo, en algunos países, permanecer en el seno de la
Francmasonería, y que la Santa Sede se propondría modificar profundamente las
disposiciones canónicas en vigor, referentes a esta última. Se sabe que de
estas disposiciones prevén la excomunión de los católicos que formaran parte de
la Francmasonería”.
Para
apreciar en su justo valor esta información, conviene dar la precisión
siguiente: Los “algunos países” de los que se trata son los escandinavos y, en
particular, Suecia; ahora bien, tal como lo recuerda el R. P. Riquet, “es bien
conocido que, en Suecia, el Gran Maestro de la Gran Logia es el mismo rey” (p.
47), y que, en consecuencia, la Masonería sueca no conspira contra la autoridad
política de su país[11]. Vemos entonces, que, a ojos de un dicasterio romano cuyo Prefecto,
recordémoslo, es el Soberano Pontífice[2*] en persona, los miembros de esta
Masonería son excomulgados igual que los miembros de Obediencias latinas que
han caído en los trágicos errores de la politización y del anticlericalismo.
Los Masones de los países latinos, al menos
aquellos que querrían ardientemente practicar en toda su plenitud el exoterismo
religioso normal en su país, es decir, el catolicismo, tienen motivos para
encontrarse confusos. ¿Qué deben creer? Su desconcierto es comprensible. Se
puede decir que, en esta materia, las autoridades católicas, carecen de una
doctrina verdaderamente “universal”. Entre las que pretenden que los Masones de
tipo inglés no son alcanzados por las condenas, y aquellas que pretenden que
todo Masón está excomulgado, ¿quién tiene razón?
*
* *
Si volvemos ahora a la Masonería francesa
del siglo XVIII, podemos decir que sus miembros se comportaban como si tuvieran
el “sentimiento” de que la autoridad romana, condenando su Orden, había salido
de los límites asignados a su jurisdicción y se había aventurado en un dominio
que sobrepasa su competencia[12]. En todo caso, esto explicaría la presencia en
las Logias de señalados católicos, que parecen no haber puesto jamás en duda la
legitimidad de su manera de obrar[13].
Tras la Revolución y a lo largo del siglo
XIX, los católicos fueron cada vez menos numerosos en los Templos masónicos.
Los fervientes se abstenían. Correlativamente, como la Iglesia prohibía a los
Masones la recepción de los sacramentos, éstos empezaron a abandonar todo rito
religioso, incluido el más elemental y más indispensable de todos: la oración,
que ninguna decisión pontifical podía prohibirles la práctica y los beneficios.
También, en los países latinos y, sobre todo, en Francia, en Bélgica y en
Italia, ciertas organizaciones masónicas, a finales del siglo XIX y a
principios del XX, acabaron por tomar una actitud anticlerical y, a veces,
antirreligiosa.
Hoy en día, se han intentado esfuerzos
desde diversos sectores, para remediar un estado de hecho tanto o más difícil
de modificar cuanto que, en realidad, el “divorcio” entre Catolicismo y
esoterismo, que remonta mucho más allá que la condena de 1738[14]. No se puede
ciertamente decir que la Iglesia romana practique el “odio por el secreto”.
Pero, en todo caso, aquellos que hablan en su nombre tienen el temor del
secreto, y esto porque suponen que el secreto ha de ser hostil a la fe y un
peligro para el dogma[15]. Para hablar simbólicamente, diríamos de buena gana
que Pedro y Juan, que ambos sin embargo “siguen a Cristo”, no podrán
verosímilmente verdaderamente encontrarse y mirarse cara a cara más que “en el
más profundo de los valles, que es el valle de Josafat”[16].
¿Qué será de las tentativas hechas
actualmente, tanto por los Masones, como los no-Masones? ¿Obtendrán que la
Iglesia acabe con sus condenas? Algunos ya han dejado de esperar. Yves
Marsaudon, tras una acción proseguida durante largos años, y que había esperado
mucho del concilio “Vaticano II”[17], ha terminado por desanimarse y ha
abrazado la ortodoxia bizantina[18]. Sin embargo, la Iglesia sufre actualmente
tal mutación, que todos los “giros” son posibles[19]. Algunos Masones de
espíritu tradicional (en el sentido que damos aquí a estas palabras), se
inquietan, a veces, ante la perspectiva de que los católicos del aggiornamento,
puedan muy pronto solicitar, en masa, su iniciación en las Logias[20].
Nosotros pensamos que estos Masones no tienen quizás suficiente confianza en la
“robustez” de su institución, que, “fundada sobre la Fuerza”[21], ha conocido a
lo largo de los tiempos muy distintas peripecias. La Masonería tiene en
Occidente una función “providencial”. De origen precristiano[22], ha “recogido,
desde la Edad Media, la herencia de múltiples organizaciones”. ¿Qué hay que
decir, sino que ha recogido una notable parte del esoterismo cristiano? Ante un
“brebaje” tan precioso, hace falta una copa tallada en la más dura de las
piedras preciosas. Sin duda no es sin motivo por lo que, en el Evangelio
joánico, la misma fórmula, por así decir ritual subraya los dos episodios del
corazón atravesado, de donde brotan la sangre y el agua, y de la promesa de
“perpetuidad” hecha a la "herencia" de San Juan[23].
*
* *
Volvamos sobre un punto bastante curioso
de la tesis de los Sres. Baylot y Riquet: según ellos, los Masones de
obediencia anglosajona o emparentadas, escaparían desde ahora a las
excomuniones lanzadas por Roma. Es muy difícil seguirlos. Si Roma no ha
pretendido más que condenar a las Obediencias “que se libran a maquinaciones
contra la Iglesia” (según la fórmula del derecho canónico[3*], reproducida
anteriormente), entonces ninguna Obediencia actual está condenada, incluido el
Gran Oriente de Francia. Pero, por otra parte, es bien evidente, cuando se leen
los textos oficiales de la Iglesia, que jamás ninguna distinción ha sido
hecha entre Masones deístas y Masones más o menos increyentes[24].
Hay Masones para los cuales, como prueba
de “tradicionalidad” auténtica, sólo cuenta una cosa: la creencia en Dios.
Estos Masones se escandalizan cuando perciben que René Guénon, hablando del
Gran Oriente de Francia, no abrumaba a esta Obediencia e, incluso, en
ocasiones, la defendía[25]. Esta actitud de Guénon es fácil de explicar. Su
“función” estaba en relación con los caracteres particulares de su época, que
era aquella en que la “segunda etapa” de la acción anti-tradicional, comenzaba
a sustituir a la primera. Desde entonces, ya no eran el ateísmo, el
materialismo o el racionalismo, los grandes enemigos de la iniciación en
Occidente. Sino que otros temibles iban a revelarse como nuevas “perversiones”
del espíritu moderno, aparentemente compatibles con el “espiritualismo”, y que,
de este hecho, comenzarían ya a “investir” a ciertas fracciones del exoterismo
occidental. Como, por otra parte, las tendencias “racionalizantes” de la
Masonería francesa, no habían alterado la validez de sus rituales, la actitud
de Guénon y su rechazo a pronunciamientos exclusivos en uno u otro sentido, se
explica perfectamente[26].
*
* *
Una cosa bastante sorprendente, es que,
leyendo la obra precitada, se podría creer que los dos interlocutores no ven en
la Masonería más que un medio de entablar relaciones, y la asemejan, en
consecuencia, a los Rotary-clubs, a los Leones y a los Kiwanis. Estas
organizaciones totalmente recientes y estrechamente limitadas a lo se llama
“mundo de los negocios”, carecen de ritual, todavía menos simbolismo y,
evidentemente, no tienen secreto alguno. Compararlas al Arte Real, es
absolutamente inadmisible[27]. Pero, por otra parte, ¿qué es pues la Masonería?
¿De dónde viene y a dónde va? Nadie, antes de René Guénon, había dado a estas
preguntas, por otra parte muy naturales, una respuesta satisfactoria. Los dos
autores del Libro que acabamos de analizar, no parecen tener mucha simpatía
hacia Guénon. ¿Han hecho algún esfuerzo para comprenderlo? Podemos dudarlo, al
leer un determinado pasaje del libro[28]. No importa. La obra de Jean Baylot y
Michel Riquet constituye, a su manera, un homenaje a René Guénon, pues acaba
con una bibliografía masónica muy sucinta. Sobre dieciséis autores citados,
destacamos nombres que, sin ser en absoluto guénonianos, han dedicado a veces
alguna de sus obras “A la memoria de René Guénon” o incluso han considerado
como una promesa de porvenir la penetración de las ideas guenonianas en los
medios masónicos de Francia y de Italia. Demos gracias a Jean Baylot y Michel
Riquet por haber dejado sitio a tales autores en su bibliografía: han mostrado
de esta forma que, en adelante, no es ya posible en Francia tratar seriamente
la Masonería pasando bajo silencio la obra de René Guénon.
*
* *
No podríamos terminar este capítulo sin
recordar que, para Guénon, “cuanto menos el exoterismo se ocupe del esoterismo,
mucho mejor” Ahora bien, hay algo que siempre nos ha chocado. De Clemente XII a
León XIII, todos los Papas han renovado, por encíclica, la condenación dirigida
contra la Masonería en 1738. Pero el sucesor de León XIII, San Pío X, no renovó
las condenas anteriores y, los pontífices que le siguieron, le imitaron.
Ciertamente, el artículo 2335 del derecho canónico, sigue existiendo[4*],
pero hemos visto que su texto deja el campo libre a una interpretación
“laxista”, y los religiosos que han sostenido esta interpretación no han sido
censurados por la jerarquía. ¿Es realmente deseable que la Iglesia vaya aún más
lejos? Y la situación actual, con los sinsabores pero también las ventajas que
comporta toda ambigüedad, ¿no corresponde, en suma, al deseo expresado por
Guénon?
Notas:
[1] Citaremos como ejemplo al obispo de Marsella, M. De
Belzuce, el mismo que destacó por sus desvelos cuando la peste asoló su sede
episcopal.
[2] Citaremos por ejemplo a un
redactor de la Revue Internationale des Sociètes Secrétés que, bajo el nombre de Hiram,
publicó una obra sobre Willermoz y el Rito Templario al Oriente de
Lyon. Los canónigos del noble cabildo de la catedral de Saint-Jean y el
mismo Willermoz, han sido tratados de falsos católicos e, incluso, ¡acusados de
satanismo!
[3] Béauchesne,
París.
[4] El Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, el
mariscal Magnan, tuvo en la Madeleine, en 1862, unas solemnes exequias,
celebradas con la dignidad correspondiente a su cargo. Sobre el catafalco,
figuraban, junto a su bastón y condecoraciones, sus insignias de Gran Maestro
de la Orden (pg. 20).
[5] Citemos simplemente dos hechos recordados por los
autores. El principal artesano de la fundación del Gran Oriente de Francia en
1773, fue el duque de Luxemburgo, Masón, devoto a su Orden más allá de toda expresión.
“Ahora bien, el duque de Luxemburgo ha sido el presidente de la nobleza de los
Estados Generales; ha sido el único noble en rechazar toda reunión de las
Ordenes y, cuando fracasó, fue el primero de los emigrados” (pg. 36). -Se
ignora generalmente que el duque de Berry, hijo de Carlos X, y padre del último
pretendiente legalista, Enrique V (el conde de Chambord, llamado, “el niño del
milagro”), era Masón y hubiera sido Gran Maestro del Gran Oriente si no hubiera
sido asesinado en 1820.
[6] Cf. Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, t. I, p. 110.
[7] Esta omisión ha sido reparada en una conferencia
radiofónica el 26 de Febrero de 1969, en la que participaban igualmente, Jean
Baylot, Alec Mellor y Pierre Mariel.
[8] El relato de la actividad masónica y del martirio de
Jean-Marie Gallot, ha sido reflejado en La Historia de la Francmasonería en
la Mayenne, por A. Bouton y M. Lepage.
[9] La situación es más picante aún. Él único miembro de
la Masonería (especulativa) que puede ser invocado litúrgicamente ¡es un
Francmasón del Gran Oriente de Francia!
[10] Era una
de las manifestaciones de ese nacionalismo exacerbado de los revolucionarios,
que recordó Guénon. Se sabe que, lo que conllevó a la caída definitiva de Luis
XVI, fue el veto que opuso hasta el final a las medidas tomadas contra los
sacerdotes refractarios. Sus enemigos, aprovecharon para acusarlo de no ser
patriota....
[*] Nota del T.: Al publicarse este
libro en primera edición, estaba vigente el Código de 1917. En el Código
promulgado en 1983, el canon relacionado con el asunto es el nº 1374, que dice
así: "Quien se inscribe en una asociación que maquina contra la Iglesia
debe ser castigado con una pena justa; quien promueve o dirige esa asociación,
ha de ser castigado con entredicho".
[11] La
Masonería sueca practica un Rito particular que no carece de analogía con el de
la Estricta Observancia. El último grado de este Rito, “Vicario de Salomón”, no
puede tener más que un solo titular: el Rey.
[2*] Nota del T.: El autor sufre aquí
un lapsus, pues el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe
no era el Papa en aquel momento, ni tampoco desde entonces lo ha sido.
[12] Tal forma de ver, podría estar justificada por la
falta de seriedad de ciertas decisiones pontificias antimasónicas. El caso más
extraordinario, es el de León XIII que, en el momento del asunto Taxil,
condenó, sin más ni menos, a la Masonería y a asociaciones bastante inofensivas
como los Old-Fellows, los “Chevaliers de Pythias” y los “Hijos de
la Templanza”.
[13] Otro caso que sería interesante examinar, es el de
Irlanda. La “Isla de los Santos” tenía una Masonería operativa muy próspera,
que parece haber estado en relación con los "Culdeos". Poco después
de 1717 se efectuó la transformación especulativa, y se sabe que los Masones
irlandeses promovieron en Inglaterra la fundación de la Gran Logia de los
Antiguos en 1751. Los católicos y, en particular, los numerosos
animadores de los movimientos de Independencia, como los Sinn-fein, continuaron
frecuentando las Logias hasta la bula Humanum genus de León XIII.
[14] Es
bastante curioso que el reciente recuerdo de las condenas pontificias, a que
hemos hecho referencia, estén datadas en 17 de Marzo de 1968. Y el 17 de Marzo
es dado frecuentemente como la fecha del suplicio de Jaques de Molay. ¿La
coincidencia ha sido querida o hay que mirarla sólo simbólicamente, como la
fecha del arresto de Cagliostro, el 27 de Septiembre de 1768? —A este respecto,
hagamos otra indicación que no tiene relación con la Masonería, pero que, sin
duda, sí la tiene con los Templarios. La carta de Gargantúa a su hijo (Pantagruel,
cap. VIII), considerada por los críticos profanos, como prueba que la
novela de Rabelais (como Le Roman de la Rose) “es una obra profunda con
apariencias triviales”, está fechada “De
Utopía, este décimo-séptimo día del mes de Marzo”.
[15] Es cierto que, si la Masonería renunciara al secreto
o, incluso, declarara que su secreto no cubre ninguna realidad profunda, la
Iglesia no vería ningún inconveniente en revocar las condenas. Pero una
organización masónica que tomara una iniciativa así, se excluiría, por sí
misma, del seno de la Masonería universal, el secreto, siendo el más
“intangible” de todos los Landmarks, e identificándose, en cierto modo,
con el “vínculo” iniciático y la misma Masonería, tal como podemos verlo
especialmente en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, en el que la apertura de
los trabajos comienza diciendo: “Hermano Primer Vigilante, ¿cual es el lazo que
nos une? — Un secreto. -¿Cuál es este secreto? -La Francmasonería”.
Para dar a estas expresiones el alcance que verdaderamente tienen y que no
sospechan la mayoría de quienes las repiten, es bueno referirse a una de las
notas de La Grande Triade (cap. II) de Guénon, relativa a las relaciones
del cable tow con el “vínculo iniciático”. Recordemos igualmente un
hecho mencionado por Luigi Valli: entre los “Fieles de Amor”, ciertos símbolos
designaban, a la vez, el rito iniciático, la doctrina esotérica y la
organización depositaria. Esta triple equivalencia corresponde rigurosamente a
la equivalencia (atestiguada por las fórmulas “escocesas” a que hemos hecho
referencia anteriormente) entre el “lazo”, el “secreto” y la “Francmasonería”.
[16] Todo lo que los Evangelios aportan respecto del
Apóstol Juan, es susceptible de interpretaciones esotéricas, a menudo muy
interesantes. Uno de los episodios más enigmáticos es el que se denomina “la
demanda de la madre de los hijos de Zebedeo” (Mateo, XX, 20-28); demanda que,
por su carácter de exageración, levanta indignas protestas por parte de los
otros diez Apóstoles. Es necesario remarcar que la exorbitante solicitud de
María-Salomé no fue rechazada formalmente por Cristo, que responde evasivamente
y se limita a emitir algunas dudas sobre la conciencia que, los dos hermanos y
su madre, podían tener sobre el verdadero alcance de semejante asunto. En
cuanto a la copa que Santiago y Juan pretendían poder beber como Cristo,
declaración que éste, por lo demás, confirma, es muy difícil admitir la
explicación que se da habitualmente, a saber que los dos Boanerges debían,
como Cristo, beber, en la “copa de la amargura”, los sufrimientos de la Pasión.
En efecto, de todos los Apóstoles, son Santiago y Juan quienes tuvieron el
final menos doloroso. Mientras que Pedro y Andrés fueron crucificados y que
otros fueron desollados vivos, lapidados o atravesados por flechas, Santiago
fue “simplemente” decapitado; en cuanto a Juan, murió apaciblemente, a una edad
muy avanzada, en Éfeso. Había sido, según la tradición, sumergido en Roma en
una cuba de aceite hirviendo, pero no llegó a sentir ningún daño. La copa
prometida por Cristo, debía, pues, significar algo muy distinto a los
tormentos. Pensamos que se trata, en realidad, de la copa del perfecto
Conocimiento, y se sabe que las representaciones tradicionales de San Juan, lo
muestran con una copa en la mano. Pues es Juan y no Santiago, quien fue
favorecido plenamente por la promesa hecha por su Maestro, piénsese en el comportamiento
del discípulo bienamado durante la Cena y también al pie de la Cruz con María.
En suma, si la demanda de la madre de los hijos de Zebedeo no fue aceptada en
su integridad, es que Cristo, cuando vuelva, en su gloria, en su segunda
venida, no podría estar rodeado por Santiago y Juan, sino más bien por Pedro y
Juan, representantes respectivos del exoterismo y el esoterismo cristianos.
[17] En el “Vaticano II”, uno de los Padres se levantó un
día en el aula conciliar, para sugerir que la Iglesia revocara las bulas de
excomunión. Era el obispo de Cuernavaca, en México. (Esta misma ciudad de
Cuernavaca debía, poco después de la clausura del concilio, convertirse en el
teatro de una extraño asunto: el monasterio benedictino del lugar añadía, a los
ejercicios prescritos por su Regla, otros ejercicios tomados... del
psicoanálisis. Era San Benito “mejorado” ¡por Sigmund Freud! El escándalo fue
mayúsculo y el obispo fue convocado a Roma. Finalmente el Abad de este
monasterio, verdaderamente “en la punta del progreso”, fue “reducido al estado
laical” ). -Pues bien, el obispo de Cuernavaca había dicho a sus hermanos: “La
Francmasonería espera un gesto de vosotros”. Tal manera de ver las cosas es
defectuosa. La Masonería, Orden iniciática, no espera nada de la Iglesia, que
es una organización puramente exotérica. A su respecto no está ni “arrepentida,
ni, incluso, “demandante”. Todo cuanto puede decirse es que muchos Masones de
países latinos desean que la Iglesia les permita vivir integralmente su “fe”.
[18] Existe publicada una obra titulada: De la
Iniciación Masónica a la Ortodoxia Cristiana
(Dervy, París), que
reproduce en apéndice algunas cartas intercambiadas entre el autor y Alec
Mellor.
[19] El cuatro de Abril de 1969, día de Viernes Santo, un
teólogo eminente de la Compañía de Jesús, creado, algunos días más tarde,
cardenal, respondía, radiofónicamente, a las preguntas que los oyentes le
planteaban por teléfono. La última pregunta fue; “¿Qué espera la Iglesia para
modificar su actitud hacia los Francmasones?” El interpelado respondió que no
podía hablar de la Masonería como de un bloque y que existían católicos
Francmasones. Parece entonces que algunos de los más altos dignatarios de la
Iglesia sean favorables a la tesis del R. P. Riquet. Pero, evidentemente, no pueden
hablar más que a título personal y no en nombre de la Iglesia, como lo ha hecho
la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.
[20] Fue este, quizás, el caso de uno de los más notables
colaboradores de Le Symbolisme, François Ménard. En uno de sus últimos
escritos, reseñaba la obra de un Masón belga, L. J. Piérol, obra titulada Le
Cowan, y dirigida contra Alec Mellor (Editions Vitiano, París). Ménard ha
señalado excelentemente las insuficiencias flagrantes de esta obra. Nosotros
añadiremos esto: el término masónico inglés cowan, designa, hoy en día,
a un profano que escucha a las puestas de una Logia, y que, en consecuencia,
intenta conocer ilegítimamente el “secreto”. Esto no podría aplicarse a Alec
Mellor del que pueden no compartirse las ideas, pero del que hay que convenir
que su información sobre la Orden (que era grande, incluso, cuando no era
Masón), no fue obtenida por fraude y se encuentra a la disposición de todo
profano que se tome el trabajo de adquirirla.
[21] Hacemos
aquí alusión a un aspecto del significado conjunto de las “palabras sagradas”
de los dos primeros grados.
[22] Esta
verdad, a veces contestada, es fácil de establecer tanto por las pruebas de
orden ritual, como por pruebas resultantes del atento examen de los OId
Charges.
[23] La incorporación del esoterismo cristiano a la
Masonería se ha hecho, entiéndase bien, en modo simbólico, y, sobre todo, en
los altos grados. La presencia de estos altos grados dificulta
considerablemente la aproximación con la Iglesia; Albert Lantoine ya lo había comprobado.
[3*] Anterior a 1983. Nota del T.
[24] Nunca se repetirá lo bastante: en tiempos de Clemente XII, de
Benito XIV y de otros Pontífices que fulminaron excomuniones contra la
Masonería, todas las Obediencias eran “deístas”. La primera en tomar una
actitud “no-deísta” (no decimos atea) fue el Gran Oriente de Francia (cf. El
capítulo titulado: “1877”, que aparecerá en nuestra próxima obra): pero la
Masonería estaba excomulgada desde mucho antes. No discutiremos por el momento
otra tesis de uno de los autores, Jean Baylot, que identifica, pura y
simplemente, la “regularidad” de una Obediencia, con su reconocimiento por la
Gran Logia Unida de Inglaterra. La regularidad, en el sentido en que la
entendía René Guénon, depende esencialmente del mantenimiento de los ritos
tradicionales.
[25] Cuando
fue publicado el segundo tomo de Estudios sobre la Franc-Masonería y el
Compañerazgo, un crítico, por otra parte, muy bien informado y competente,
emitió ciertas reservas sobre la oportunidad de haber reproducido artículos
masónicos ofrecidos por Palingenius a La Gnose; artículos, donde se
hablaba del Gran Oriente con simpatía. No compartimos los puntos de vista de
esta crítica, y desearíamos incluso, que, con ocasión de una reedición ulterior
de la obra en cuestión, se hicieran también figurar otros artículos escritos
por “Le Sphinx” en La France Antimaçonnique.
[26] Esta actitud, ha tenido, por otra parte, un doble
resultado práctico. Los Masones deístas no han perdonado a Guénon lo que ellos
llaman su “debilidad” por las Obediencias “no-deístas”; y estos últimos no le
han perdonado su evidente simpatía por ciertos aspectos de la Masonería
anglosajona. Guénon, por otra parte, parece bastante poco afectado por la
incomprensión que le testimoniaron la gran mayoría de los altos dignatarios de
la Orden. No amaba las Obediencias, que consideraba como un “mal necesario”. La
Obediencias se lo han devuelto....
[27] Reproduzcamos,
a titulo de curiosidad, el siguiente pasaje. Jean Baylot: “He aquí, creo, lo
que podemos decir de la Masonería. Es en apariencia, si así lo queréis, una
especie de club, como el resto de clubes que existen en el mundo...” — R. P.
Riquet: "El Rotary, el Lions’Club...” — Jean Baylot: “Que conocéis bien
por haber hablado con frecuencia, e, incluso creo para ser .... miembro de
honor”. -Jean Baylot: “...Hay una nueva cadena de clubes funcionando, que se
llaman los “Kiwanis”; es un término tomado del vocabulario indio. Y estos
clubes internacionales, universales, se desarrollan a una velocidad tal, que me
parece que respondan a una necesidad...” (pp. 65 y 66).
[28] He aquí
este pasaje bastante enigmático (p. 60). Habla Jean Baylot: “Nuestra época
pulula de imágenes, a buen seguro frágiles, pues está tentada por las modas. La
Masonería ha evitado este escollo, ha evitado el escollo de querer, como lo ha
hecho, en un momento de su vida, René Guénon, vincularse, incorporarse a una
tradición particular, adoptar su estilo... El R. P. Riquet dice entonces:
"como Oswald Wirth”. Y Jean Baylot responde: “Oswald Wirth, no se ha
desvinculado de nuestras tradiciones, pero fue ocultista a comienzos de su
vida”.
[4*] Hasta 1983. Nota del Traductor
*
* *
José Antonio Ferrer Benimeli, S.J. (video 4/4 minuto 7 y ss): En 1972, el Cardenal Seper, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antecesor en el cargo al Cardenal Ratzinger), eximió de la pena de excomunión que figuraba en aquel momento en el Código de Derecho Canónico, a los masones católicos de los países escandinavos que formasen parte de Obediencias masónicas que no fuesen contra los principios o dogmas de la Iglesia Católica.
*
* *
El Rito Sueco es un rito masónico
practicado principalmente en los países escandinavos: Dinamarca, Finlandia,
Islandia, Noruega y Suecia. La práctica de este rito exige que el francmasón se
declare cristiano. De manera matizada, se trabaja también en Alemania y en algunas
logias fuera de Escandinavia.
La historia de este rito está
fuertemente vinculada a la implantación de la Estricta Observancia en la
Francmasonería de la Europa del norte. Fue fundado sobre una base cristiana y
templaria, instalada en Suecia en 1759 por Carl Friedrich Eckleff.
La Francmasonería fue introducida
en Suecia por el conde Wrede-Spare, oficial de caballería que había sido
recibido Aprendiz en París el 4 de mayo de 1731, Compañero el 16 de noviembre
de 1731 y Maestro el 6 de mayo de 1733. La primera reunión de una logia con
nombre propio tuvo lugar en casa del barón Gabriel Sack el 17 de marzo de 1735.
El rey Federico I prohibió la Francmasonería por decreto el 21 de octubre de
1738, decreto anulado algunos años más tarde.
El 13 de enero de 1752,
el conde Knut Carlsonn Posse fundó la logia “San Juan auxiliar”, que se declara
Logia Madre de Suecia y, con este título, se autoriza a crear otras logias en
el reino de Suecia. El año siguiente, el barón Charles-Frederic Scheffer, que
había sido iniciado el 14 de mayo de 1737 en París en la logia
Coustos-Villeroy, fue elegido su Gran Maestro. Obraba en posesión suya un
documento fechado en 1737, que le fue enviado por el conde de Darwentwater y
que se conserva actualmente en Estocolmo. Este documento parafrasea las
Constituciones de 1723, pero afirmando que la Francmasonería tendría un carácter
exclusivamente cristiano.
Los rituales franceses utilizados
en los comienzos son revisados en 1756. En 1761, se funda la Gran Logia de
Suecia. Es su primer Gran Maestro el barón Scheffer, y Carl Friedrich Eckleff
asistente del Gran Maestro. El duque Carl Von Södermanland, miembro de la
Estricta Observancia y futuro rey Carlos XIII de Suecia, se convertirá en Gran
Maestro en 1774 y emprenderá la organización del Rito Sueco retomando las bases
de un capítulo de altos grados masónicos fundado en Estocolmo por Eckleff el 25
de diciembre de 1759. Llevará a cabo revisiones del rito en 1780 y en 1800,
fecha en que fue establecida la constitución fundamental de la Orden.
El Rito Sueco se declara
fundamentalmente cristiano. Está impregnado de rosacrucismo, de cábala y de
teosofía, y en algunos aspectos recuerda la doctrina de Swedenborg. Tras un
informe de 1828, se asigna como objetivo el conocimiento de Dios por el reconocimiento
del espíritu divino que lleva cada uno en sí, por la acogida de la dimensión
trinitaria y por la fe en Jesucristo.
Se organiza en diez grados,
distribuidos en una estructura de tríptico:
Grados de San Juan:
Aprendiz
Compañero
Maestro Masón.
Grados de San Andrés
Escocés:
Aprendiz
Compañero
Maestro de San Andrés.
Grados de Capítulo:
Alto Ilustre Hermano (o Caballero
del Este)
Muy Alto Ilustre Hermano (o
Caballero del Oeste)
Hermano Iluminado
Alto Hermano Iluminado.
Tiene, además, grados
administrativos:
Hermano Muy Alto Iluminado
Caballero Comendador de la Cruz
Roja.
Hay aproximadamente 60 masones
que tienen este grado actualmente.
En 1811 el Rey Karl estableció la
orden real de King Karl XIII. Es una orden civil otorgada por el Rey, solamente
a francmasones del grado XI con un número limitado a 33. No es, sin embargo, un
grado masónico.
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