Euclides |
Capítulo XII, de René Guénon et les Destins de la Franc-Maçonnerie, Éditions Traditionnelles, Paris, 1982.
“En cuanto a las tres leyes
dadas por Dios a los tres pueblos (judío, cristiano y musulmán), para saber
cual es la verdadera, la cuestión está pendiente y puede ser que aun lo estará
durante mucho tiempo”.
Boccacio, citado por R.
Guénon.
Algo muy notable en este orden de ideas,
es que una Logia masónica constituye el lugar ideal en el que los hombres
pertenecientes a distintas religiones pueden encontrarse, en un plano de
perfecta igualdad para tratar cuestiones de orden tradicional y doctrinal.
Si todas las religiones son admitidas en
el seno de la Masonería ,
se debe reconocer, sin embargo, que las formas tradicionales más orientales
(Hinduismo, Budismo, Confucionismo, Taoísmo, Shintoismo, etc...), son tan
extrañas a ciertos aspectos importantes del simbolismo de la Orden -aspectos ligados a la
construcción del Templo- que, los adherentes a estas tradiciones, se
encuentran, en cierto modo, desplazados en la atmósfera de los talleres 3. A decir verdad, son las tres
religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islam) las que han
proporcionado a la Masonería
el mayor número de sus hijos y los más ilustres de sus iniciados.
Las tres tradiciones monoteístas derivan
de Abraham, y es muy significativo que, el nombre divino El-Shaddaï, del
que se sabe su importancia en la
Masonería operativa (y que no es desconocido en la
especulativa), sea precisamente el nombre del Dios de Abraham 4. Guénon, en una página esencial 5, ha subrayado que, desde el encuentro
del Padre de los creyentes, con Melquisedec, el nombre El-Shaddaï fue
asociado al de El-Elion 6 y
que, este reencuentro, indica el punto de contacto de la tradición abrahámica
con la Tradición
primordial.
*
* *
Existe en la historia tradicional de la Masonería , tal como es
relatada en los antiguos documentos llamados Old Charges, una singular
aserción, que no puede dejar de sorprender a los que la conozcan: se trata de
la que hace sobre Euclides, discípulo de Abraham 7.
Como habíamos hecho alusión a esta “leyenda”, se nos pidieron explicaciones,
subrayando el formidable anacronismo que implica que Euclides habiendo vivido
en Egipto en el siglo III antes de nuestra era, la estancia de Abraham en este
país se sitúe dos milenios antes.
Es justamente el carácter desmesurado de
este anacronismo lo que muestra bien claro que no estamos ante un hecho
histórico, en el sentido que los modernos dan a estas palabras 8. Se trata, en realidad, de “historia
sagrada” que expresa una relación de carácter totalmente excepcional y que, por
su naturaleza, no puede formularse más que en un lenguaje “cubierto” por el
velo del simbolismo.
Si recordamos que en la Edad Media Euclides
personificaba la geometría 9 y que,
por otra parte, en los antiguos documentos la Masonería es
frecuentemente asimilada a la geometría, se comprenderá que hacer a Euclides
discípulo de Abraham, es como decir que hay entre el Patriarca y la Orden masónica una relación
de Maestro a discípulo rigurosamente equivalente a una “paternidad espiritual”.
Es evidente que la Masonería es anterior a
Abraham, puesto que, tradicionalmente, se remonta al origen mismo de la
humanidad. Pero se sabe que toda tradición, a medida que se aleja de su
principio, corre el riesgo de debilitarse, incluso de corromperse: y entonces,
si se trata de una tradición con “promesas de vida eterna”, debe intervenir una
acción divina para enderezarla y contrarrestar la tendencia a seguir “la mala
pendiente” 10. Tal es el caso de la Masonería que,
beneficiada del privilegio de la perpetuidad 11,
ha debido conocer, durante el transcurso de su larga historia, periodos de
oscurecimiento seguidos de espectaculares enderezamientos. De estos
enderezamientos, que cada vez le han conferido, por así decirlo, una nueva
juventud, la Masonería
debe haber conservado ciertas huellas, en particular en su “historia
tradicional”, incluso en sus rituales. Es bastante probable que los nombres
divinos El-Shaddaï y “Dios Altísimo” 12
estén vinculados a la transformación que debió operarse en la época de la
vocación de Abraham. Otro período crucial para el mundo occidental, tanto en el
orden iniciático como en el religioso, fue la del nacimiento del Cristianismo,
y es evidentemente de esta época de la que data la veneración de la Masonería por los dos
San Juan 13.
En el momento de la irrupción del
Cristianismo en el mundo greco-romano y, con más razón, en la época de la
vocación de Abraham, había en Occidente un gran número de organizaciones
iniciáticas ligadas a la práctica de los oficios, siendo las más conocidas las Collegia
fabrorum. Sus palabras sagradas, si las tenían, no estaban copiadas del
hebreo, y el simbolismo solsticial de Jano, jugaba para ellos el papel de los
dos San Juan. Sería temerario querer explicar cómo se efectuó la mutación; pues
no podríamos olvidar que, según el Maestro que seguimos y que fue ciertamente el
iniciado que más amplias luces haya recibido en el dominio de que se trata, “la
transmisión de las doctrinas esotéricas”, se efectúa por una “oscura
filiación”, de forma que los vínculos de la Masonería moderna con
las organizaciones anteriores son extremadamente complejas14. Es por lo que, más que querer
introducirnos en los misterios “cubiertos” por el velo impenetrable del
“anonimato tradicional” 15, es
sin duda preferible buscar en la
Masonería actual las marcas de las influencias respectivas de
las tres tradiciones abrahámicas.
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La señales de la influencia judía, son muy
evidentes y muy conocidas para que sea necesario insistir. El uso del hebreo
para las palabras sagradas, las continuas referencias a los Templos del Salomón
y de Zorobabel, el calendario luni-solar, el trabajar con la cabeza cubierta en
el grado 3º, la datación ritual coincidente prácticamente con la datación
hebraica, todos estos indicios y algunos otros están ahí para atestiguar la
importancia del tesoro simbólico heredado de los hijos de la antigua alianza.
La influencia cristiana es de un orden muy
diferente. Ciertamente, en los altos grados, se hace mención de algunos
acontecimientos de la historia del Cristianismo, por ejemplo de la destrucción
de los templarios. Pero, sobre todo, hay que señalar que es en mundo cristiano
donde la Fraternidad
masónica está más desarrollada, hasta el punto de que un mapa geográfico que
representase la “densidad cristiana” de las diversas regiones de la tierra,
coincidiría casi exactamente, con el que representase su “densidad masónica”.
Podríamos casi decir, que la
Masonería es una organización que trabaja sobre un material
simbólico principalmente judaico, y cuyo reclutamiento es principalmente
cristiano.
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Abraham expulsa a Agar e Ismael |
Si el aporte judaico y el aporte cristiano
a la Masonería
son hechos esenciales y evidentes, no parece, a primera vista, que haya en esta
Orden algún aporte islámico. La aserción de Villaume según la cual la
aclamación escocesa sería una palabra árabe, es errónea.
Ciertamente, un Shaij árabe pudo
decir que si los Francmasones llegasen a comprender sus símbolos, todos se
harían musulmanes; pero un rabino podría decir lo mismo en provecho de su
religión y un teólogo cristiano, en provecho de la suya.
¿Habría que creer, entonces, que
este “tercio” de la posteridad de Abraham -que el iniciado Boccacio, por la vía
del judío Melquisedec, declara ser tan “querido” al Padre celestial, como sus
dos otros tercios-, no habría aportado ninguna contribución a un Arte situado
bajo el patronazgo de “Euclides, discípulo de Abraham”?
La respuesta que vamos a intentar dar a
esta cuestión, sorprenderá, sin duda, a muchos lectores. Pero no sabríamos
esquivarla en esta obra relativa a las concepciones de Guénon sobre el papel
“escatológico” de la
Masonería. Pensamos , en efecto, que la obra de este autor,
escrita en la proximidad y con vistas al fin de los tiempos, viene a colmar, de
un solo golpe y magistralmente, el vacío dejado hasta entonces por la tradición
islámica, de la que Guénon era un representante eminente, en la herencia
abrahámica transmitida a la
Masonería.
Se ha escrito a veces, que, antes de
Guénon ya se había dicho todo sobre la Masonería , excepto lo esencial. Esto es totalmente
exacto y querríamos añadir que nadie tenía una idea de la Fraternidad masónica
más alta que este Maestro, que fue ignorado, plagiado y atacado,
particularmente, en Francia, por tantos Masones.
Querríamos
llamar la atención sobre una particularidad muy importante, que es común a las
tres tradiciones: judía, cristiana e islámica, así como a la Francmasonería.
Los musulmanes son, en efecto, muy conscientes del carácter “totalizador” de su
tradición 16, debido al hecho de que
Muhammad es el “Sello de la Profecía”. Lo que olvidamos a veces es que Guénon
atribuía un mismo carácter totalizador al Cristianismo, del que decía que “se
ha llevado con él toda la herencia de las tradiciones anteriores, que ha
conservado viva en tanto se lo permitía el estado de Occidente, y que lleva
consigo en sí misma y siempre sus posibilidades latentes” 17. Hay muchas cosas que permiten pensar
que la insistencia aportada por él para hacer retomar los Masones conciencia de
la pluralidad de sus herencias y conservar su “memoria” en su rituales, se
explica por la certidumbre que tenía de que la Masonería tiene ella también un
destino “totalizador”.
Totalizar, es
“reunir lo disperso”. Abraham, el padre del monoteísmo, es también, según el
significado hebraico de su nombre, el “Padre de la multitud”, como la Unidad es
el principio de la multiplicidad. Y, al igual que, en el origen, sólo está el
Único que crea todas las cosas, en el final, todas las cosas deben reabsorberse
en la Unidad. Si ahora pasamos del macrocosmos al microcosmos, encontramos algo
rigurosamente equivalente en la doctrina hindú. “Cuando un hombre está cercano
a morir, la palabra, seguida del resto de las diez actividades externas [...],
es reabsorbida en el sentido interno (manas) [...] que se retira
seguidamente, en el aliento vital (prâna), acompañada parecidamente de
todas las funciones vitales [...]. El aliento vital, acompañado igualmente de
todas las demás funciones y facultades (ya reabsorbidas en él) [...]), es
retirado, a su vez, en el alma viviente (jîvâtmâ) [...]) [...] Como los
servidores de un rey se reúnen en torno a él cuando está a punto de emprender
un viaje, así todas las funciones vitales y todas las facultades del individuo,
se reúnen alrededor de su alma viviente (o más bien en sí misma, de donde todas
ellas proceden, y en la cual son reabsorbidas) en el último momento (de la vida
[...]) [...]) 18.
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* *
¿Hemos logrado dejar presentir que la
“leyenda” que vincula a Euclides, es decir la geometría, es decir la Masonería , con el
Patriarca Abraham, es algo distinto a un fenomenal invento que testimoniaría,
simplemente, la imaginación e ignorancia de su “inventor"? No hemos hecho
más que señalar la cuestión. Posiblemente se nos hará observar que la Masonería , en su estado
actual, parece poco digna del eminente papel que parecemos atribuirle. Pero
podemos responder que esta Orden, emplazada bajo el patronazgo de los dos San
Juan, del que, uno, es “el amigo del Esposo” y, el otro, “el discípulo que
Jesús amaba”, puede, en consecuencia, reivindicar todos los privilegios que
confiere la amistad, y que debería ser cierto lo de su “salvación” final.
Empleamos aquí la palabra “salvación”, en el sentido que le da René Guénon: se
trata, para un hombre, de su permanencia después de la muerte en las
“prolongaciones del estado humano”; y se puede transponer legítimamente esta
doctrina a una organización tradicional, iniciática o exotérica.
Al final de un ciclo, la “salvación” de
las “especies” destinadas a ser conservadas por el ciclo futuro está asegurada
por su “apiñamiento” en el Arca o en otro receptáculo equivalente. Es probable
que uno de estos equivalentes sea el “seno de Abraham”, donde, según la
parábola del malvado rico y del pobre Lázaro, reposen, después de su muerte,
las almas de los justos salvados. Que el Patriarca amigo de Dios 19, bendecido por Melquisedec y venerado
por las tres religiones “abrahamicas”, sea, al mismo tiempo, el “preceptor” de la Masonería , define a ésta
como a una tradición muy “honorable”, pero que implica tales “obligaciones” que
esta Orden no tiene el derecho a desconocerla, ni a olvidarla.
Según el Melquisedec del cuento de Los
Tres Anillos de Boccacio 20, el
Padre celestial ha hecho de forma que cada uno de sus tres hijos igualmente
amados esté persuadido de haber recibido el único anillo auténtico, anillo
original transmitido “desde tiempo inmemorial”. Dos milenios de historia de
Occidente están ahí para probarnos que, en efecto, cada uno de los tres hijos
está bien seguro de ser el elegido, incluso el único amado, el único que ha
recibido el anillo verdadero, el anillo nupcial que sella los esponsales
eternos. Hay que respetar tales convicciones queridas por el Padre. Ellas han
confortado la “fe” de cada uno, a expensas, sin duda, de la “caridad” fraterna l21. ¿Qué hay de la “esperanza”? Está
escrito que al final de los tiempos la fe desaparecerá y la caridad estará
languideciente. Puede que entonces sea la ocasión para la Masonería , “centro de
unión” y que pertenece también ella a la
“posterioridad espiritual” de Abraham, para acordarse de la divisa que fue, se
dice, la de sus antepasados operativos: “En El-Shaddaï está toda nuestra
esperanza”.
1 Esta expresión, tan conocida en los
rituales de lengua inglesa, es explícita en algunos antiguos documentos, según
los cuales la Logia de San Juan se tiene “en el valle de Josafat”, lo que
quiere decir que la Masonería debe mantenerse hasta el Juicio final que marcará
el fin del ciclo. Según el mismo simbolismo, “las más altas montañas” deben
significar el comienzo del ciclo; y de hecho, el Paraíso terrestre, según La
Divina Comedia, está situado en la cima de la más alta de las montañas
terrestres, puesto que toca a la esfera de la Luna. Lo mismo, cuando Cristo
expresa su voluntad de ver a San Juan “permanecer” hasta su vuelta, es evidente
(y el Evangelio lo precisa) que no se trata, en primer lugar, de la
individualidad del discípulo bienamado; se trata, ante todo, del esoterismo
cristiano; esoterismo “personificado” por San Juan y que es reabsorbido por la
Masonería. Podemos decir que, las palabras de Cristo sobre San Juan confieren a
esta Orden las “promesas de la vida eterna”, al igual que las dirigidas a San
Pedro son la prenda que el Papado se impondrá finalmente sobre los prestigios
de las “puertas del Infierno”.
2 Es por lo que Guénon, insistiendo en
la necesidad, para cada Logia, de tener la Biblia abierta en el altar del
Venerable, precisaba bien que este libro “simboliza el conjunto de los textos
sagrados de todas las religiones”.
3 No deberíamos caer en el espíritu de
sistema tomando esta aserción rigurosamente al pie de la letra, pues sufre muy
notables excepciones. Todo el mundo sabe que la Masonería, introducida en la
India por los ingleses, conoció un vivo éxito. Kipling, en sus noticias
masónicas, explicó como los hindúes ortodoxos iniciados en la Masonería se
comportaban durante los ágapes fraternales, de manera que no infringieran las
reglas prohibitivas de comer con hombres de castas diferentes.
4 El valor numérico de este nombre es
345; las cifras 3, 4 y 5, que sirven para escribir este nombre, expresan
también la longitud de los lados del triángulo rectángulo de Pitágoras,
figurado sobre la joya del Pasado Maestro.
5 Le Roi du Monde, p. 50.
6 El Dios que invocaba Abraham es El-Shaddaï
(el Todopoderoso); y Melquisedec era sacerdote de El-Elion (el
Altísimo). Es importante recordar que los Masones de lengua inglesa trabajan en
grado 3º, “en el nombre del Altísimo”.
7 Mackey, en su Enciclopedia,
precisa que “todos los viejos manuscritos de las constituciones” contienen la
leyenda de Euclides, generalmente llamada “El digno sabio Euclides”. He aquí en
qué términos esta leyenda está relatada en el Dowland Manuscript, texto
que remonta a 1550: Cuando Abraham y Sara acudieron a Egipto, Abraham enseñó a
los Egipcios, las siete ciencias. Entre sus discípulos se encontraba Euclides,
que estaba particularmente dotado”. La leyenda cuenta que, más tarde, Euclides
se encargó de la educación de los hijos el rey; les enseñó geometría y sus
aplicaciones, la manera de construir los Templos y los palacios. El texto
concluye: “Así engrandeció esa ciencia llamada geometría, pero que, más
adelante, en nuestras regiones se llama Masonería”.
8 Es por otra parte evidente que los
Masones operativos siempre han contado en sus rangos con gran número de gente
instruida y bastante familiarizados con las Escrituras como para saber que
Abraham se había comportado en Egipto, bastante más como un pastor de rebaños
que como un maestro de escuela.
9 Lo mismo que Aristóteles con la
dialéctica, Sócrates con la moral, Cicerón por elocuencia, etc...
10 Cf. Guénon, La Crise du Monde
moderne, cap. I
11 Es lo expresado por las palabras de
Cristo, atestiguando su voluntad de ver a Juan (es decir: al esoterismo
cristiano), “permanecer” hasta que él vuelva.
12 Es curioso que el nombre del
Altísimo, que es el Dios de Melquisedec, sea utilizado, en Masonería, en lengua
vulgar y no en hebreo; esto podría ponerse en relación con el hecho de que
Melquisedec pertenece a la
Tradición primordial y no a la tradición judía. Igualmente, la Masonería del Arco Real
apela, en el rito que le es esencial, a la lengua hebraica, a las dos lenguas
sagradas desaparecidas (el caldeo y el egipcio) y, en fin, a la lengua vulgar. Según
Guénon, comentado el tratado De vulgari eloquio de Dante, la lengua
ordinaria, que todo hombre recibe por vía oral, simboliza, en un sentido
superior, la lengua primordial que no fue jamás escrita.
13 La leyenda que hace de Juan Bautista
un Gran Maestre de la
Masonería operativa que, después de muchos años de su
martirio, hubiera sido sustituido por Juan Evangelista, no tiene,
evidentemente, más que un sentido simbólico.
14 Guénon, L´ésotérisme de Dante,
cap. IV, in fine.
15 Al igual que cada obra tradicional
está más próxima a la verdadera “obra-maestra”, cuanto más el artesano haya
“sublimado” a su “yo” individual para transformarlo en el “Sí-mismo” (cf. Le Règne de la Quantité et les Signes
des Temps, cap. IX), se puede decir que las transformaciones a las que
hacemos alusión son obras maestras tanto más perfectas cuanto más desconocidos
sean sus artesanos. El caso más reciente de tales mutaciones, parece ser el del
paso de la noción tradicional del “Sacro Imperio” a la Masonería escocesa.
16 Creemos que es inútil precisar que,
lo que estamos tratando, nada tiene que ver con las concepciones políticas
cualificadas de “totalitarias”. Sabemos, por otra parte, cómo los regímenes que
se jactan de tales concepciones tienen la costumbre de comportarse con la
Masonería cuando acceden a poder.
17 La Crise du Monde moderne, cap. VII.
18 Brama-Sûtras, traducidos y
comentados por Guénon, en el capítulo XVIII de L´Homme et son Devenir selon le Vêdânta.
19 El cambio del nombre de Abram (“padre
elevado”), por el de Abraham (“padre de multitudes”), se basa en la victoria
del patriarca sobre los adversarios de los reyes de la Pentápolis y la
destrucción por el fuego de esta misma Pentápolis. Esta destrucción es
naturalmente una “figura” de la destrucción final del mundo, y el papel de
intercesor desempeñado por Abraham para obtener de Dios una “limitación” de la
destrucción, merecería llamar la atención.
20 Decamerón, 1º día, cuento II.
Se ve que el “Fiel de Amor”, Boccacio, para situar, entre sus cuentos de una
galantería a veces algo subida, aquellos que tenían un sentido doctrinal y que,
ciertamente, eran para él los más importantes, sabía utilizar el simbolismo de
los números.
21 La “fábula” simbólica utilizada por
Boccacio, es -como todo lo simbólico- susceptible de una pluralidad de
interpretaciones. He aquí una que, situándose bajo un punto de vista más
elevado y propiamente iniciático, responde, sin duda más a las intenciones del
iniciado que fue Boccacio. Si seguramente debemos respetar las convicciones de
cada una de las tradiciones, en tanto que pretendan tener un estatuto
privilegiado unas respecto a las otras, desde un punto de vista superior no hay
que ilusionarse por tales pretensiones. Efectivamente, esta pretensión a la elección
revela una necesidad inherente a la perspectiva exotérica y Boccacio quiere
decir de hecho que la verdadera fe está oculta bajo los aspectos externos de
diversas creencias, verdadera fe que es la Tradición única, de la que
Melquisedec es el representante. Esta verdadera fe, es la “santa fe”, la fede
santa de la que Boccacio, como Dante, era, en Occidente, uno de los fieles.
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