Construcción de Saint Denis |
Artículo
publicado en la revista francesa Vers la Tradition, nº 66, diciembre de
1996 y enero-febrero de 1997, y nº 68, junio-julio-agosto de 1997.
Con el fin de evitar cualquier
malentendido que pudiera derivarse de las reflexiones que vienen a
continuación, debemos precisar los siguientes puntos:
En lo que concierne a la Franc-Masonería,
aquella a la que nos referiremos específicamente es la continental, y pondremos
mucho cuidado en establecer la necesaria distinción entre Masonería y Masones,
entre la Masonería tal como debería ser y la Masonería tal como es generalmente
concebida.
Para tratar de un asunto tan grave, nuestro
propósito y nuestras razones no podrían situarse en una perspectiva individual
y polémica, totalmente fuera de lugar.
Haciendo esto, tenemos conciencia de dar
una imagen desoladora de una cierta Masonería continental. ¿Somos los únicos en
deplorar la situación actual, especialmente en el interior de la Orden? No lo
creemos. Teniendo en cuenta las cada vez más vivas reacciones que se producen y
las dificultades con las que se encuentran aquellos que desean practicar la vía
masónica conforme a lo que debería ser, nada debe ser desdeñado en cuanto a un
restablecimiento siempre posible -aunque no sea sino en las conciencias- de los
verdaderos valores iniciáticos, y nuestra única ambición es la de intentar
contribuir a ello en nuestra modesta medida.
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Cuando René Guénon, desde El Cairo, en
donde residía entonces, comenzó su larga serie de artículos relativos a la
iniciación y a su "técnica" [1] (aparecieron a partir de 1930 y se
prolongaron hasta algunos meses antes de su muerte, en 1951), desencadenó una
viva sorpresa e incluso alguna emoción entre los Masones continentales a
quienes más particularmente se dirigía. En efecto, la mayoría de las ideas
tratadas eran desconocidas para los occidentales, o más bien se habían olvidado
desde hacía mucho tiempo, especialmente en medios masónicos [2]. Es preciso
decir que en esta época la práctica ritual en las Logias de los países latinos
estaba a veces reducida a un mínimo estricto [3]. Uno de los rasgos de esta
negligencia estaba ilustrado por el hecho de que, si los rituales de los altos
grados habían sufrido modificaciones y añadidos de carácter racionalista más o
menos acentuados (lo cual no excluía algunas divagaciones ocultistas o
pseudo-tradicionales), los grados "azules" había sufrido igualmente
innovaciones en forma de añadidos o supresiones que enmascaraban y eliminaban
prácticamente su finalidad iniciática, no dejando finalmente subsistir de su
contenido más que un aspecto psico-sociológico [4]. Muy afortunadamente,
numerosos elementos simbólicos fueron conservados, y otros, no menos
importantes, han sido restituidos a continuación. En cuanto a los
"usos", de los que apenas si se comprende el sentido, eran a menudo
juzgados como redundantes a pesar de su estrecha relación con la práctica
ritual [5], y se había creído oportuno rechazar numerosos de ellos; así, los
"decorados", como el mandil y los guantes, no eran ya utilizados en
la Maestría: "Existen hoy en día (...) negligencias verdaderamente imperdonables;
podemos citar como ejemplo la que cometen los Maestros que renuncian al mandil
(...). Algo todavía más grave es la supresión o la simplificación exagerada de
las pruebas iniciáticas, y su sustitución por la pronunciación de fórmulas casi
insignificantes (...)" (R. Guénon, "Études sur la F.M. et le
Comp.", t. 2, p. 264); no insistiremos en el empobrecimiento de los
símbolos que normalmente decoran la Logia. Poco a poco, bajo la influencia del
positivismo, se difuminó la verdadera razón de ser de la práctica masónica.
Subsistían, a pesar de todo, una gran cantidad de elementos simbólicos
prácticamente incomprendidos por la mayoría de quienes los habían conservado,
especialmente la transmisión de la influencia espiritual que permite su puesta
en marcha "operativa"; en efecto, sin esta transmisión, toda práctica
ritual iniciática, incluso la más rigurosamente formal, está desprovista de la
menor eficacia.
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En el transcurso de su obra, René Guénon evoca
necesariamente el aspecto histórico de la Masonería, aunque se niega a abordar
las cosas desde ese punto de vista; pero especialmente insiste en el sentido
que recubren los términos "especulativo" y "operativo",
derivados de esta disciplina. Las nociones de Masonería "operativa" y
de Masonería "especulativa" son históricamente fácilmente
discernibles, incluso aunque carezcamos de documentos en lo que concierne al
período operativo, sobre todo y principalmente (e inexplicablemente) en el
continente. La transición que se produce de una a otra todavía da lugar a
interminables discusiones en las que, entre los historiadores de la Masonería
-profanos o Masones- la lógica más elemental no siempre encuentra su lugar.
Este pasaje constituye en cierto modo el período llamado "de
transición", en el que cohabitaban en las Logias Masones constructores de
edificaciones civiles y religiosas y Masones denominados "aceptados",
extraños al Oficio por su práctica de otra actividad. Es un tanto asombroso que
se hayan necesitado decenios para llegar laboriosamente a la constatación de
este estado de hecho, en suma perfectamente evidente; pero constatar no
significa admitir. Si la práctica de la "aceptación" ha incentivado
la degeneración del Oficio debido a que los Masones aceptados acabaron siendo
mayoritarios en ciertas Logias, las causas de este radical cambio son
múltiples, especialmente el progresivo abandono de las grandes construcciones
de destino religioso, y la degradación de las relaciones con la Autoridad
romana. Pero no parece que estos motivos hayan sido determinantes para
justificar esa "mutación" que iba a provocar inexorablemente -los
"Antiguos" no podían ignorarlo- el empobrecimiento del Arte Real por
la cesación de la práctica del Oficio; si hubo otras razones para salvar a la
Orden, la presciencia de su necesidad no podía provenir sino de iniciados
efectivos, y ello ningún documento podrá demostrarlo, como por otra parte todas
las decisiones capitales que fueron adoptadas cada vez que los "Destinos"
de la Masonería corrían el riesgo de verse comprometidos por las vicisitudes
cíclicas [6]. Parece seguro que fue esta mutación lo que permitió a la
Masonería perdurar. Si las modalidades en las cuales se efectuó no son
conocidas detalladamente (algunas, repitámoslo, escaparán siempre a la
investigación documental), lo esencial reside en el hecho de que entre la
Masonería "operativa" y la Masonería "especulativa" no hubo
solución de continuidad [7]. Algunas de las consecuencias que se han derivado
de esta situación serán objeto de nuestro estudio, por un lado porque ello
permite constatar y confirmar la validez actual de la iniciación masónica, pero
igualmente demostrar que su carácter virtual no está irremediablemente fijado,
y este germen siempre puede ser actualizado.
Por otra parte, históricamente, subsisten
muchas "zonas en penumbra" (y no de las menores) en lo que concierne
a la aprehensión de los "hechos" de la Masonería llamada
"especulativa"; pero como su estructura obediencial es por todos
conocida, no pondremos el acento más que sobre aquello que ilustra y
"justifica" nuestros motivos de inquietud, en gran parte ligados al
mantenimiento exclusivo de la especulación "intelectual" en las
Logias, práctica que genera una esclerosis que poco a poco se identifica con la
"petrificación". En cuanto a la práctica actual de los altos grados,
especialmente del Rito Escocés, a pesar de que algunos de éstos, según Guénon,
no formen "parte integrante" de la Masonería en tanto que tal [8],
pensamos que no por ello deja de ser merecedora del examen, al mismo título que
la que prevalece en el seno de las Logias simbólicas [9]; aquí también la
situación es preocupante.
En definitiva -y sobre ello conviene
insistir- es la noción de "operatividad" lo que se presta a graves
errores, y esto constituye un verdadero obstáculo a la puesta en marcha
efectiva de los medios, especialmente simbólicos, conservados en la Logia
masónica, lo que desemboca en la esterilización del camino iniciático en lo que
constituye su objeto esencial: hacer efectivo lo que no es sino virtualmente
transmitido. Ahora bien, ello no es realizable sino en función de condiciones
que la perspectiva especulativa no puede asegurar, evidentemente. Si tomamos un
ejemplo concreto de la noción de operatividad tal como es hoy en día concebida,
y que demuestra hasta qué punto de incomprensión se ha llegado, se constata que
ésta evoca una práctica más o menos corporativa, y ello cuando no se aplica a
la más banal actividad material; ello permite oponerse sin duda a la supuesta
"superioridad" de la especulación "intelectual",
pretendidamente aplicable a todo. He aquí cómo se encuentra olvidada y
descartada la verdadera noción de operatividad que la práctica ritual, en su
nivel más elemental, permite no obstante aprehender, y ello en provecho de una
especulación mental regida, por definición y en el "mejor" de los
casos, por una pedagogía que reduce el simbolismo a un único aspecto
psicológico, pedagogía sobre la cual nos veremos obligados a volver, pues a
menudo es asimilada, erróneamente, al verdadero "método". Como este
estado de hecho se ha convertido en la norma que debe ser a toda costa
mantenida [10], toda iniciativa de carácter tradicional tendente a modificar
esta situación particularmente preocupante en el continente es inmediatamente
neutralizada y rechazada, y el simple hecho de evocar la posibilidad de una
"operatividad" (auténticamente tradicional, se entiende) en el medio
masónico actual provoca la sonrisa, la inquietud y la reprobación inmediata.
Este rechazo a acordar a los Masones
cualificados la posibilidad de actualizar la iniciación que han recibido
justifica, sin ninguna duda, las reservas de aquellos que se toman al pie de la
letra las severas críticas que R. Guénon dirigió a la Orden [11], e incluso la
hostilidad de ciertos adversarios de la Masonería. Muchos Masones se interrogan
actualmente acerca de la rápida evolución del aparato masónico en su forma
obediencial [12], en el que una degradación acelerada no deja ya subsistir sino
un formalismo fijado y un legalismo insoportable, verdadero farisaísmo
totalitario, ocultando estos comportamientos una ignorancia cada vez más
afirmada, que frecuentemente acompaña -corolario obligado- a una voluntad de
potencia que se ejerce libremente debido al vasto campo puesto a su
disposición.
Pero esta situación no afecta a los
depósitos que vehícula la Orden masónica y que están, en lo esencial, fuera del
"alcance" de los "reformadores", cuyas categorías están
confundidas [13]; los velos cada vez más densos que recubren estos depósitos,
aún oscureciendo su brillo, los protegen de los estragos de la mentalidad
profana. Si no fuera así, no tendríamos ninguna razón -según R. Guénon, Denys
Roman y muchos otros- de tomar la pluma con la esperanza, en lo que nos atañe,
de que algunos sabrán ir más allá de las "palabras sustitutorias".
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R. Guénon, en sus consideraciones sobre
la "operatividad" del camino iniciático (juzgados a menudo
erróneamente como demasiado técnicos o como exclusivamente teóricos), aborda
frecuentemente la necesidad de una actitud "activa" [14] en toda
circunstancia, y especialmente en la ejecución de los ritos que proceden de
este dominio propio; es así que en algunas ocasiones ha tratado de lo que él
llamaba "la teoría del gesto", actitud activa por excelencia sobre la
cual volveremos más adelante, pues en gran parte condiciona la
"operatividad" de la vía masónica. Pero, para el occidental educado y
condicionado en la mentalidad de nuestra época, toda actividad, incluso ritual,
es sinónimo de "acción" pura y simple, entendida en su acepción
profana; por otra parte, la "especulación" mental, inevitable
corolario de ésta -y que no precisa sino de la sola modalidad discursiva-, proviene
de una abusiva transposición en el medio iniciático de los criterios y
costumbres de la mentalidad profana, al carecer del conocimiento de ciertas
bases doctrinales universales que R. Guénon hizo conocer. Estos
"modelos" deben ser abandonados pura y simplemente si se quieren
recrear las condiciones favorables a una reactualización de las virtualidades
presentes en el seno de la Orden. A este efecto, una máxima nos parece
aplicarse perfectamente a esta necesidad: está en uso ritual en una
"sociedad" iniciática extremo-oriental que lleva el nombre de
"Tien ti houei", y se presenta así: "Derribar Ts'ing, Restaurar
Ming", lo que puede traducirse (aunque sus sentidos sean evidentemente
múltiples) como: "Derribar (o combatir) las tinieblas y Restaurar la
Luz". esta fórmula posee, en el orden temporal, una aplicación fácil de
interpretar, sabiendo que Ts'ing es considerado como el usurpador [15].
Desde un punto de vista más estrictamente
masónico, el estado de hecho que constatamos es una ilustración perfecta de la
falta de observancia de otra fórmula, ésta bien conocida y a menudo utilizada
verbalmente con muchos propósitos: "Hemos dejado nuestros metales a la
entrada del Templo". ¿Es necesario comentarla? Todo el recorrido
iniciático es vano si la "abstracción" mental no es abandonada,
pues la "intelectualidad" concebida en modo especulativo es
completamente extraña al ser profundo, y no podría en modo alguno alcanzarlo; debe
ser rechazada antes que nada, para asegurar toda la conformidad y la
efectividad de la vía iniciática. Es entonces antes de franquear la
"Puerta del Templo" cuando los "metales" deben ser
abandonados; sin embargo, son los "Trabajos" en la Logia lo que
debería permitir tomar conciencia de la necesidad de este abandono, si es que
la práctica de un exoterismo, por su parte, no ha permitido ya iniciar esa
puesta en acción. Se sabe que el ritual masónico hace un
"llamamiento" de esta fórmula relativa a los "metales" en
el momento de la "Apertura de los Trabajos", y estos evocan
"formalmente" la "ruptura" con el medio profano e
igualmente permiten la efectividad; para el alquimista, este medio es
considerado como el "ambiente" del cual es preciso imperativamente
aislarse bajo pena de obstaculizar la influencia "Celestial". En la
Masonería, se trata más específicamente de la influencia del Gran Arquitecto
del Universo por el canal de sus Atributos "visibles" en la Logia,
que son los tres "pilares": Sabiduría, Fuerza y Belleza.
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A continuación, nos proponemos precisar
en un primer momento lo que recubren los términos "especulativo" y
"operativo", a fin de descubrir su verdadero sentido. Para ello,
insistiremos en la obra de R. Guénon y en la enseñanza tradicional que ella vehicula.
Es a partir de esta obra, tomada como base universal, y en ciertas de sus
aplicaciones a menudo despreciadas, que podremos intentar este trabajo de
rectificación, indispensable para quien quiera comprender la verdadera
finalidad de la Orden masónica, siendo ésta ignorada hoy en día por la mayoría
de los Masones. A tal efecto, evocaremos las modalidades restrictivas del
"trabajo" en la Logia tal como es actualmente practicado, y para ello
utilizaremos ejemplos precisos. Igualmente pondremos el acento sobre ciertas
desviaciones de esta práctica ritual, que van desde la exageración del
formalismo más estrecho a las innovaciones inquietantes, afectando éstas no
solamente a ciertos rituales, sino igualmente, y como ya hemos mencionado, a
los "usos" que permiten una ejecución y comprensión correctas.
En este sentido, será útil señalar
aquello que depende del dominio de las "actitudes", y lo que,
actualmente, pervierte la vía masónica de acuerdo con ello, especialmente los
pseudo-usos que se han impuesto en favor de un desconocimiento del simbolismo,
y también por otras razones menos confesables; uno de los más perniciosos, sin
duda, es la confusión que atañe a la idea de "secreto" en la
utilización hecha por los Masones, sea en la práctica masónica o en el mundo
profano (entendemos también aquí el medio familiar, que, debido a este
comportamiento, sufre un notable desequilibrio). Esta situación está
considerablemente agravada por una "pedagogía" marcada por un
conformismo obstinado que se traduce en un arbitrario silenciamiento de las
nociones simbólicas a cuya naturaleza profunda no podría acomodarse; un
"mutismo" que, desde entonces, adopta un aspecto obsesivo, acompaña a
este comportamiento desviado. ¿Hay necesidad de insistir en el efecto
esterilizador que es su consecuencia inmediata? Es así que la actitud fraternal
verdadera, que procede del respeto a los "usos" y de la comprensión
del Ritual, no pudiendo ya ejercerse, deja su lugar a una pseudo-fraternidad,
sobre el carácter desviado de la cual es preferible no insistir. La habitual
confusión concerniente a los secretos y al "Secreto", que Casanova ya
había indicado en su tiempo [16], merece ser examinada, pues nos lleva a
sospechar de las divulgaciones de ciertos autores cuya obra está consagrada al
simbolismo masónico.
En consecuencia, debemos examinar las
posibilidades rituales y simbólicas de una puesta en acción efectiva y conforme
que, a falta de poder ser acometida en una estructura obediencial tal como se
manifiesta (lo que, en la situación actual, sería completamente irrealista), permitiría
armonizar las facultades del ser según las modalidades propias al trabajo
colectivo de los constructores, puesta en marcha activa de integración y
edificación. Pues limitar el camino masónico a una "actividad"
mental hecha a base de discursos y de "planchas" elaboradas según
criterios psico-filosóficos o vagamente espiritualistas -por no decir místicos,
en el sentido que R. Guénon da a este término-, a la cual permanecen ligadas
permanentemente las costumbres y las experiencias de la vida ordinaria y
profana, no puede sino desembocar en un punto muerto y de ningún modo permitir
una realización efectiva a partir de los depósitos simbólicos mantenidos y
preservados por la Orden; es una pérdida de tiempo y una estafa, incluso una
verdadera impostura. Es la razón de que, más concreta y
"masónicamente" hablando, podamos ver que la noción de
"operatividad", tal como R. Guénon la ha definido, puede -y debe-
legítimamente aplicarse al "trabajo" masónico -desde el principio y
hasta un estadio más avanzado de lo que parece creerse-, según la
"Regla de 24 divisiones", y mediante el empleo de los útiles de
constructor, como el "Nivel" y la "Perpendicular", que
aseguran la conformidad al Plan del Gran Arquitecto del Universo.
A pesar de que este tema sea de aquellos
que no pueden ser abordados sino con mucha precaución, no podemos ignorar, en
relación con nuestro objetivo, los puntos esenciales que atañen a lo que Guénon
definía como la "restauración tradicional" del Occidente cristiano y
lo que se ha convertido, en cierto modo, en un lugar común: la
"constitución" de su "élite". Desde la redacción de
"Oriente y Occidente" se han degradado muchas cosas en Occidente y en
el mundo entero, ello es evidente; pero, ¿qué es de la "élite"
occidental? ¿Ha acompañado a esta corriente descendente o bien se ha
constituido de alguna manera y reforzado frente al adversario? ¿Quién puede
responder hoy en día a esta pregunta? De hecho, la aceleración creciente que se
constata en todos los dominios permite considerar una ruptura. ¿Cuándo tendrá
lugar y de qué naturaleza será? No nos pertenece a nosotros dar la respuesta.
Sin embargo, ciertas convergencias se "desvelan" ahora ante "los
acontecimientos que se anuncian (...)"; se han tomado algunas iniciativas
y ciertas de ellas podrían no ser indiferentes al carácter iniciático de la
Orden masónica en su aspecto de Arca [17]. La manifestación pública de tales
proyectos nos conduce a constatar -aunque esto no sea del todo nuevo- que si
una fracción del Islam guénoniano parece haber tenido siempre interés por la
Orden, el Catolicismo persiste en rechazarla; un buen número de musulmanes son
Masones, pero un desafecto constante se manifiesta entre los católicos hacia la
Masonería; el que para muchos de estos últimos la doble pertenencia no pueda
ser considerada es una grave anomalía cuyo sentido y consecuencias conviene
tener en cuenta. Que, por añadidura, la mayoría de los católicos que pertenecen
a la Orden sean hostiles a la obra de Guénon o la conozcan por medio de una
"exégesis" restrictiva no ofrece demasiadas esperanzas de acuerdo.
Considerando la situación, es de temer que la obstinación de ciertos
católicos en querer una "reconciliación" a toda costa, despreciando
la evidencia de los hechos, "reconciliación" que no se haría sino en
detrimento del carácter iniciático de la Orden, sea un ejemplo de lo que
habitualmente se llama la "perseverancia en el error".
En el actual estado de las cosas, la
Orden masónica, ¿posee aún en sí los medios de una operatividad? Así lo
creemos, y por ello, según Guénon, conviene insistir sobre las considerables
posibilidades que existen en los depósitos recibidos por la Orden, depósitos
que se pueden entender como gérmenes dispuestos a reencontrar la plenitud de su
eficiencia simbólica, por poco que se tenga conciencia de que su naturaleza
profunda es indestructible. Ciertamente, algunos replicarán que R. Guénon había
precisado, en lo que concierne más particularmente a algunos de los altos grados,
que no son sino vestigios [18] vehiculados por una Organización iniciática
degenerada, incluso aunque añada: "en el sentido de un
empobrecimiento", y que este empobrecimiento provenga del abandono de la
práctica del Oficio y que, debido a este abandono, la Masonería, convertida
únicamente en "especulativa", ya no transmita, en la mayoría de los
casos, sino una iniciación virtual. Es necesario decir que no compartimos la
interpretación literalista de aquellos que, a partir de esta constatación de
Guénon, rápidamente deducen que éste se había hecho de la Masonería una idea
tan mediocre como desesperada. Leyéndolo bien, se descubre que su punto de
vista no se limita a esta opinión restrictiva, y que el constante interés que
manifestó hacia la Orden procede de una intención muy distinta a la de
"hacer brillantes malabarismos con los símbolos... y jugar al
"mecano" con los residuos de tradiciones muertas dispersos en grados
diferentes", según un reciente discurso anti-masónico [19]. En su obra y
en su actividad tradicional, que fue intensa (se sabe que apoyó notablemente un
intento de restauración de los rituales masónicos), R. Guénon debía otorgar a
estos vestigios "vivos", que constituyen algunos de los depósitos
simbólicos guardados por la Masonería, una importancia que está lejos de ser
despreciable. Siguiendo la línea trazada, Denys Roman supo desarrollar las
implicaciones relativas a los "Destinos de la Franc-Masonería", pero
también, y de una manera susceptible de llamar la atención de muchos católicos
igualmente Masones, las relacionadas con la cuestión que abordamos en este
estudio.
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En el curso de la primera parte de este
artículo, aparecida en el número 66 de "Vers la Tradition", hemos
resumido, en lo esencial, una manera de asimilar y de practicar la Masonería
que resulta de la intrusión de la mentalidad profana en las Logias. Esta
constatación no es nueva, y su configuración, característica de los tiempos
modernos, no es más que una expresión "visible" y
"organizada" (en el sentido de una "solidificación") de la
Orden masónica. Si una coincidencia de tendencia puede a veces tener lugar
entre Orden y obediencia, conviene no obstante velar por el respeto a esa
distinción fundamental que ya hemos planteado entre Masonería y Masones, entre
Orden iniciática y orden administrativa. Tal como escribió René Guénon,
"(...) la acción de los Masones, e incluso la de las organizaciones
masónicas, en toda la medida en que esté en desacuerdo con los principios
iniciáticos, no podría en modo alguno ser atribuida a la Masonería como
tal" (EFMC, t. I, p. 276) [20], no pudiendo ésta "ser hecha
responsable de un estado de hecho que es debido a las condiciones mismas del
mundo moderno" (SFSS, p. 313), pues "las formas tradicionales son
siempre independientes de estas contingencias (...)" (AI, p. 8). Si, con
todo rigor, una "restauración" cualquiera de las formas organizadas
parece ahora excluida [21], sólo los individuos -que por su constitución
interior que procede de lo Universal poseen en lo más profundo de sí mismos el
"germen divino" (el Sí)-, tienen siempre la posibilidad de escapar en
gran medida de la "solidificación" de este mundo. Pero es preciso
tener conciencia de ello y afirmar la correspondiente determinación.
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Como dijimos, la Masonería especulativa
se substituyó en cierto modo a la Masonería operativa que perduró hasta el
siglo XVIII, e incluso probablemente más allá, en condiciones bastante
excepcionales. Representa hoy en día, por filiación ininterrumpida, y desde su
"constitución" oficial en 1717 por la creación de la Gran Logia de
Londres, la única posibilidad iniciática (con el Compagnonnage) que subsiste en
Occidente. Los "Antiguos", que no se habían equivocado acerca de la
necesaria adaptación que debía realizarse, debían esforzarse, con más o menos
éxito, en reparar los estragos ocasionados por Anderson y sus colaboradores. Un
examen de las diversas intervenciones que habrían tenido por objetivo el
restablecimiento, por diversos medios, de algunos elementos rituales de la
operatividad que los modernos habían abandonado, permitiría
"evaluar", en cierto modo, la importancia de la aportación que puede
serles atribuida.
René Guénon había señalado la actitud
"constructiva" de los "Antiguos" durante el período de
transición. No obstante, en muchas ocasiones no dejó de formular opiniones de
una extrema severidad sobre la "degeneración" que representa el paso
de la Masonería operativa a la Masonería especulativa. En efecto, su obra no
carece de consideraciones a este respecto, cuya reproducción in extenso podría
conducir a la más profunda de las desilusiones. Pero se expresa con gran
cuidado por situar y precisar bien las cosas y con muchas precauciones. Así, ha
especificado que "se trata de una organización iniciática auténtica que
solamente ha sufrido una degeneración", o que se ha convertido en
"simplemente" especulativa, matices que son de retener según el mismo
autor, que añade entre paréntesis: "se observará que decimos simplemente,
para marcar bien que este cambio implica un aminoramiento (...) con respecto a
la Masonería operativa" (EFMC, t. I, pp. 245, 267 y 273). Igualmente ha
insistido "en el hecho de que una tal degeneración de una organización
iniciática en nada cambia su naturaleza esencial" (AI, p. 196), y que
"por añadidura, la incomprensión de sus adherentes, e incluso de sus
dirigentes, en nada altera el valor propio de los ritos y de los símbolos de
los que [la Masonería] es depositaria" (EFMC, t. I, p. 273). (Recordaremos
aquí la importancia que R. Guénon atribuía a ese "papel conservador"
de la Masonería, y que Denys Roman ha desarrollado en su obra).
Sería otorgar una importancia excesiva -e
incluso injustificada- a una lectura "minimalista" -con la que muchos
lectores parecen contentarse- cerrar los ojos ante el elemento compensador que
representa el "corpus" masónico contenido en la obra de R. Guénon,
que, sin él, no tendría ninguna razón de ser en un conjunto del que forma parte
integrante. Una asimilación que se limitara al aspecto literal (por no decir
"literalista") no podría, como máximo, más que apaciguar a algunos
espíritus afectados de "exégesis" calificadas por ellos de
"rigurosas" o "científicas", pero, en realidad, sobre todo
restrictivas. Esta interpretación estéril de una obra que esencialmente
participa de una doctrina de origen supra-individual y "no humana" no
podría ser considerada como aceptable. La gran severidad de R. Guénon acerca de
la situación tradicional occidental debe ser correctamente interpretada. Para ello,
conviene tener en cuenta la obra completa, y no escoger de aquí y de allá
"jirones de frases aisladas de su contexto", para adecuar tal o cual
tesis. Es suficientemente fácil ver aparecer, desde los primeros hasta los
últimos escritos dedicados a la iniciación, no una "evolución" de las
"ideas" expuestas por el autor (excepto algunas precisiones de
vocabulario o confirmaciones), sino una constatación circunstancial de los
cambios de situación. Los Masones que siguieron a R. Guénon en la época en que,
durante los últimos años de su vida, fue el inspirador de la fundación de la
Logia "La Gran Triada" y en la que se interesó por una empresa de
restauración de los rituales masónicos, ¿no se equivocaron acerca de su
vigilancia y de sus intenciones? ¿Y por qué actualmente sería de otro modo?
René Guénon reconocía a la Masonería, a
pesar de todas sus insuficiencias, posibilidades iniciáticas auténticas.
Referidas a los tiempos actuales, estas posibilidades representan una
extraordinaria oportunidad para aquellos que, por su constitución interna, son
y serán siempre occidentales.
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René Guénon nos dice en los "Aperçus
sur l'Initiation" -obra que debería ser leída preferentemente por todos
los Masones- que la asimilación del simbolismo vehiculado por el ritual
masónico y que directamente procede del Oficio es inoperante si se limita a una
comprensión discursiva, es decir, a un proceso que únicamente tome en cuenta la
razón y la memoria permitiendo mentalmente su disposición estructural; pues
comprender no es conocer. Lo que R. Guénon quiere decir -y los Maestros de
todos los tiempos no han afirmado otra cosa- es que una comprensión de los
textos practicada de manera exclusivamente intelectual (sin confundir esto con
el intelecto puro o la intuición intelectual), si bien es evidentemente
necesaria e incluso indispensable en un primer estadio, no por ello deja de ser
incompleta, superficial y "especulativa". Recordemos que una
asimilación únicamente libresca en modo teórico es completamente insuficiente,
pues, "siendo indirecta e imperfecta, no posee en sí misma más que un
valor "preparatorio", en el sentido en que suministra una dirección
que impide errar en la realización, sólo por la cual puede ser obtenido el
conocimiento efectivo (...)" (IRS, p. 140). Para ello, un rigor
intelectual desligado de toda apriorización, de todo prejuicio, es necesario a
fin de que la mente, despojada de las ataduras formales y contingentes, libre
de toda presión "cultural", habiendo abandonado sus
"metales", devenga el receptáculo de la Voluntad del Cielo. Esta
asimilación directa no puede cumplirse si no se realiza ese "despojamiento
de los metales", pues "nuestro ser real no está en absoluto
comprometido en las operaciones del pensamiento discursivo y del conocimiento
empírico (por las cuales la filosofía quiere ordinariamente demostrar la
validez de nuestra conciencia de ser, lo que es propiamente anti-metafísico), y
es sólo a este "espíritu" (el Sí), distinto del cuerpo y del alma, es
decir, de todo lo que es fenoménico y formal, a lo que la tradición reconoce
una libertad absoluta" [22].
Se trata aquí de esa actitud
eminentemente "activa" ya evocada, de la que el abandono de la
voluntad propia no es uno de sus menores aspectos. So pena de repetirnos,
recordemos la fórmula "lapidaria" bien conocida por todo Masón que, a
la pregunta de "¿Qué venís a hacer en la Logia?" debe
responder: "Vencer mis pasiones, someter mi voluntad y hacer nuevos
progresos en Masonería". ("Vencer las pasiones" y
"someter la voluntad" no pertenecen propiamente al camino masónico,
pues se aplican a todos aquellos que entran en una Vía, sea cual sea, incluso
exotérica; lo que varían son las modalidades de aplicación). Conviene precisar
que, si bien es fácil entender lo que significa la expresión "vencer las
pasiones", debido a que concierne de forma más inmediata y aparente al
abandono de los metales, no ocurre lo mismo cuando se trata de comprender en
qué consiste realmente el hecho de "someter la voluntad", actitud que
debe entenderse en el sentido de una conformidad a la Voluntad del Cielo, o al
Plan del Gran Arquitecto del Universo trazado en el comienzo y para toda la
eternidad. Es por ello que está permitido asimilar esta sumisión de la
voluntad a una verdadera "operatividad", pues se sitúa en la vía
activa de la conformidad iniciática, permitiendo así, y solamente así, el pleno
y armonioso desarrollo de las posibilidades del ser, que se actualizarán a
partir del soporte simbólico vehiculado por el ritual con ayuda de las
herramientas. Es preciso entonces eliminar la interpretación habitualmente dada
que, participando de modalidades individuales casi únicamente limitadas al
dominio psicológico, no es apta por naturaleza para una asimilación efectiva de
la doctrina y de sus aplicaciones, y que, por ello, no conduce más que a un
callejón sin salida.
René Guénon va en este sentido más lejos,
cuando pone en evidencia las posibilidades de los diferentes
"soportes" metódicos y doctrinales que son los "símbolos
actuados", y cuando se ocupa de lo que él llamó la "teoría del
gesto".
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Lo "operativo", nos dice R.
Guénon, es lo que actúa al nivel del ser: "(...) se trata de ese
"cumplimiento" del ser que es la "realización" iniciática, con todo el conjunto de los medios de
diversos órdenes que pueden ser empleados en vistas a este fin (...)".
Todo lo que es "realización" "es lo que verdaderamente puede ser
llamado operativo" (AI, p. 195). (Notemos que lo que depende del dominio
psicológico, participando del "yo", no tiene ninguna incidencia
verdaderamente "positiva" en la vía iniciática, así como tampoco
sobre la "evolución póstuma" [23] del ser humano).
Y, contrariamente a las ideas recibidas,
la "operatividad" no consiste en una actividad, una simple ocupación
manual. Este error ampliamente extendido nos parece por lo demás comprensible,
debido a la relación general y orgullosamente establecida -sin guardar siempre
las debidas proporciones- con los Masones de los "antiguos días" que
construían las catedrales [24]. Ello implica olvidar que estos últimos se
beneficiaban de un método particular especialmente basado en las
"herramientas" (que, en su fuente original y fundamental, participan
de la Voluntad del Cielo) [25]; este método permitía la puesta en acción del
simbolismo cosmológico cuya asimilación efectiva representa el objetivo último
del Oficio [26]. ¿Qué queda de todo ello?
Precisemos que las opiniones que vienen a
continuación conciernen principalmente al dominio de la "técnica"
iniciática y del "método", y no se refieren pues al de la metafísica
pura, tal como ha sido expuesta por René Guénon. Nuestra atención se centrará
en la naturaleza, la razón de ser y el significado de los depósitos
cosmológicos [27] que vehicula la Masonería, y en particular su simbolismo, sus
mitos y su ritual [28], que constituyen sus bases doctrinales y metódicas. En
efecto, contrariamente a lo que han afirmado diversos autores, René Guénon no
ha dicho que la Masonería, en su estado "especulativo", no poseyera
ni doctrina ni método. También en ello conviene leer bien. Si el rigor
intelectual impone afirmar que el aspecto metódico se halla maltratado debido
al abandono de la práctica manual del Oficio, nos parece más exacto decir que
ha sufrido una "transformación" que procede de la modalidad
"vital" inherente a esta nueva situación. En cuanto a la doctrina,
subsiste de una forma más importante de lo que parece, y sólo René Guénon y
Denys Roman han sabido poner en evidencia lo que hoy en día es considerado por
muchos como "vestigios" que apenas tienen ya un interés
"arqueológico". Denys Roman siempre ha insistido en el carácter
"viviente" de tales "vestigios", que hace de ellos
verdaderos "gérmenes", no sólo para el ciclo futuro, sino también -y
a menudo esto es olvidado a pesar de su evidencia- para aquellos que tienen la
posibilidad de actualizarlos.
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Recordemos en primer lugar "el
vínculo muy efectivo" e incluso "completamente esencial que une a la
Masonería operativa con la Masonería especulativa", y que está constituido
por "el simbolismo" (EFMC, t. II, p. 121); "(...) La Masonería,
sea "operativa" o "especulativa", implica esencialmente,
por definición, el empleo de las formas simbólicas de los constructores
(...)" (EFMC, t. I, pp. 245, 246), representando este simbolismo la
expresión de ciertas ciencias tradicionales que "se vinculan a lo que se
puede, de una forma general, designar con el nombre de hermetismo" (EFMC,
t. I, p. 17). El recorrido iniciático referido corresponde a una verdadera
"construcción espiritual", "sobre todo si se añaden las
precisiones más propiamente "técnicas" que a este respecto sería
fácil extraer del simbolismo masónico (...)" (ibid., p. 145).
El rito posee en sí mismo una eficacia
propia en tanto que medio de realización; pero esta eficacia sería
evidentemente nula si el rito no procediera de una tradición particular
perpetuada por transmisión ininterrumpida, y que, por su naturaleza, es de
origen supra-humano. Es
por ello que el símbolo -que funda al rito-, en virtud de este origen, no puede
resultar de una invención cualquiera o de una convención humana, ni ser
examinado según métodos que dependen de esa investigación a la que gustosamente
llamaríamos "experimental" [29]. El rito, cuando está armoniosamente
integrado en la práctica del ritual -verdadero marco ordenado según un plan en
correspondencia con el del Gran Arquitecto- deviene entonces en un
"símbolo puesto en acción", y todo gesto ritual [30] en un
"símbolo actuado" (AI, p. 119). El rito ofrece un doble aspecto: por
un lado, un aspecto de Conocimiento ligado al símbolo que expresa de acuerdo
con el "instante" ritual: es el aspecto de la enseñanza doctrinal;
por otro, debido a que hace "vivir" al iniciado el símbolo que es
"puesto en acción", representa al mismo tiempo un elemento
constitutivo del método masónico. Conviene precisar que el método no puede
presentar una eficacia real más que si es respetada la coherencia del proceso
iniciático; en caso contrario, la realización no podrá efectuarse, o se hallará
desviada de su objetivo último. Pero el importante punto sobre el que conviene
poner el acento es la conjunción de la doctrina y del método, que no deben
-y, en principio, no pueden- estar separados, so pena de acabar, en aquellos
que están comprometidos en la Vía, en un desequilibrio o en una dispersión
psíquica; es por esta unificación del conocimiento, vehiculado y puesto en
acción por el gesto, que se cumple la verdadera asimilación del Oficio, siendo
él mismo la expresión visible de la Voluntad del Gran Arquitecto con respecto a
los seres que están cualificados y que han sido escogidos para este camino.
Este proceso integral tiene por fin el conducir a quien lo cumple activa y
conscientemente al "conocimiento de sí mismo", o más precisamente, en
lenguaje masónico, a "encontrar la palabra perdida".
Esta participación activa de cada uno
debe encontrar su correspondencia en un "arquetipo" divino que, en
todas sus partes, depende de la ordenanza del Cielo -de la cual el ritual no es
sino el reflejo adaptado a tiempos y lugares determinados-, y es así una
expresión adecuada del mismo. Traducido de esta manera, el rito iniciático
presenta el doble aspecto evocado anteriormente: el de ser un "gesto"
metódico, es decir, que participa del método inherente al Oficio, y el de
vehicular una enseñanza cosmológica, de la que la Masonería es la depositaria
para los occidentales [31].
Añadamos que otro elemento
"metódico" está representado por la "meditación" sobre los
símbolos, que R. Guénon define como no siendo sino "un medio" (IRS,
p. 201) puesto en marcha para llegar a la "contemplación", entendida
en sentido iniciático (IRS, cap. XVI).
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La "teoría del gesto" no fue
evocada sino en algunas ocasiones, y sólo por René Guénon [32]. Esto podría
representar una anomalía incomprensible en el "corpus" masónico de su
obra, teniendo en cuenta los desarrollos, por otra parte substanciales, que fue
llevado a hacer sobre diversos aspectos de la iniciación. Sin duda, ésta es una
elección que se explica por razones de prudencia, pues se trata aquí de la
aplicación de una ciencia tradicional que no puede ser puesta en marcha de
manera realmente activa sino por individualidades cualificadas. Sin embargo,
puede decirse que esencialmente consiste en realizar la integralidad del
proceso cosmogónico por la "puesta en acción" ritual de las
"leyendas" iniciáticas. Por otra parte, pueden relacionarse
directamente con esto algunas representaciones simbólicas que "tenían
lugar en los "misterios" de la Antigüedad en Grecia y probablemente
también en Europa" (AI, p. 190). Esta puesta en marcha subsiste
actualmente en la Masonería; es por ello por lo que no podemos despreciar su
importancia. Añadamos que otros medios, dependientes del método utilizado en la
Masonería durante el período operativo -y que por la fuerza de las cosas no han
podido dejar huellas documentales, ya que eran practicados oralmente en tanto
que ritos "cubiertos" (lo que no autoriza a negar su realidad)- han
sido evocados más o menos discretamente por distintos autores bien conocidos de
los medios tradicionales, según indicaciones ofrecidas por René Guénon. Si, por
ejemplo, el dhikr es corrientemente practicado en el Islam, ¿por qué un
equivalente ritual que tiene una posición tan central en la vía iniciática no
sería practicado -o no lo habría sido- en el seno de la Logia? Se trata de
la "ciencia del ritmo" que integra "fórmulas cuya repetición
tiene el fin de producir una armonización de los diversos elementos del ser, y
de determinar vibraciones susceptibles, por su repercusión a través de la serie
de los estados, en jerarquía indefinida, de abrir una comunicación con los
estados superiores, lo que por otra parte es, de manera general, la razón de
ser esencial y primordial de todos los ritos" [33]. Esta "teoría del
gesto" se revela capital para una restitución de la operatividad.
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El grado de maestro es a este respecto de
gran importancia, pues ilustra perfectamente la "teoría del gesto" en
el desarrollo de su "drama" ritual [34], en razón misma de la Leyenda
de Hiram, que es su elemento central. Su característica fundamental reside en
el hecho de que consiste, para quien accede a ella, en la obtención del
"Estado primordial", definido por el punto de vista exotérico como el
"Paraíso terrestre", y por la tradición greco-latina (que, en algunas
de sus partes, constituye una de las "herencias" de la Orden) como el
fin de los "Pequeños Misterios". No es preciso decir que, en la
Masonería "especulativa", esta estación espiritual, que representa la
realización de todas las posibilidades del estado humano, no es adquirida sino "virtualmente",
y a condición de que sea respetado un mínimo de las formas rituales prescritas.
Teniendo en cuenta las actuales lagunas "metódicas", y no siendo ya
"explicados" algunos de los elementos rituales de la Leyenda, muchas
posibilidades presentes en forma de "gérmenes" no son, de hecho,
puestas en obra. Por no citar más que un ejemplo, cuyo tenor participa del
carácter central de este estado, basta plantear la cuestión del
"retorno" en relación con lo que los cabalistas designaban por el
"desplazamiento de las luces", para darse cuenta de que la nueva
perspectiva que ello supone, y que debe ser imperativamente adoptada en la vía
de la Maestría, está generalmente falseada por una ausencia de toma de
conciencia de la "orientación" correcta y de la correspondiente puesta
en acción. Esto se relaciona igualmente con lo que, en la Masonería
anglosajona, es designado con la expresión darkness visible, que puede
traducirse por percepción de las tinieblas, y que es asimilable al sentido
superior de las tinieblas. ¿Es necesario insistir en las capitales incidencias
que este simbolismo recubre, especialmente en cuanto a la sugerida modificación
radical de perspectiva, incluso definida por el cambio de orientación
practicado? Un punto es aquí digno de notar, ya que concierne a la "toma de
posesión" efectiva de ese estado central: Denys Roman, en una de sus
reseñas aparecidas en los "Etudes Traditionnelles" concernientes a
las obras de Magister, definía esta "operación" como "la
traslación del corazón".
Para una realización efectiva de las
posibilidades que encierra este grado, la actitud adecuada es determinante en
todo el camino del Maestro; cuando ésta no es adoptada ni aplicada, es fácil
imaginar las consecuencias negativas que ello puede generar, especialmente en
los estados póstumos, como evocábamos en la nota 23.
Decimos "camino de la Maestría"
porque la actitud del Maestro, que está en relación con las nociones
cosmológicas que desarrolla R. Guénon en el capítulo "L'arbre du
monde" de los "Symboles fondamentaux de la Science sacrée", y
con algunos aspectos expuestos en "Les racines des plantes", no puede
ser "animada" sino por ciertas particularidades rituales que
dispensan su efectividad; ahora bien, es fácil constatar que éstas son
incompletas [35]. No obstante, tales particularidades rituales están latentes
en este grado (como por otra parte en otros), y, siendo su forma restituida en
su plenitud simbólica, las posibilidades que ocultan en sí mismas retomarían
"Fuerza y Vigor", permitiendo así a los miembros cualificados
"actualizar" las "virtualidades" de su iniciación.
En cuanto a las prolongaciones del grado
de Maestro que son los altos grados o "grados adicionales", ya hemos
evocado su naturaleza y su razón de ser en el número 58 de "Vers la
Tradition", pues, si es admitido el significado de la Maestría como
finalización -en principio- de la vía masónica, ¿por qué la existencia de los
altos grados, ya que no son "parte integrante" de la Masonería? [36]
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Debemos ahora abordar un punto específico
que a menudo es esgrimido para compensar la supuesta ausencia de enseñanza
doctrinal y de método en el seno de la Masonería. Este punto atañe al papel de
"guía". El "remedio" propuesto consistiría en establecer
una "guía" inspirada en aquella que se practica en las organizaciones
orientales. Digámoslo claramente, esto no puede convenir a una organización
iniciática cuya característica fundamental se basa en un "trabajo
colectivo" de construcción espiritual. Conviene aquí aportar una
precisión: haciendo esto, en absoluto queremos minimizar la importancia y la
necesidad de la función de "guía" tal como es reconocida en Oriente
(se sabe que, en el Hinduísmo, se trata del Guru, en el Islam del Sheick,
etc.). Pero es necesario "(...) que lo que es aquí asimilable al Guru
no sea la colectividad en sí misma [que, como tal, "no podría en modo
alguno superar el dominio individual, ya que no es en definitiva sino una
resultante de las individualidades" que la componen], sino el principio
trascendente al cual sirve de soporte y que es lo único que le confiere un
carácter iniciático verdadero. Aquello de lo que se trata es entonces lo
que puede ser llamado, en el sentido más estricto de la palabra, una
"presencia" espiritual, actuando en y por el propio trabajo colectivo
(...)" (IRS, p. 183). Es por ello por lo que "con todo rigor, el
trabajo de una organización iniciática debe siempre cumplirse "en
nombre" del principio espiritual del que procede y que en cierto modo está
destinado a manifestar en nuestro mundo". Este principio "es
siempre, en definitiva, la expresión de un aspecto divino, y es una
emanación directa de éste lo que propiamente constituye la
"presencia" que inspira y guía el trabajo iniciático colectivo, a fin
de que éste pueda producir resultados efectivos según la medida de las
capacidades de cada uno de quienes forman parte de él" (IRS, pp. 185,
186). Se ve con ello que el método masónico no integra la función de
"guía" espiritual en la vía de sus miembros. Si se toma el ejemplo de
la función coordinadora del Venerable Maestro de la Logia, se constata que
esta función hace de él, en realidad, el sustituto y el representante
mandatario del Ordenador de los mundos, de quien por otra parte posee
algunos de sus atributos. El Venerable Maestro no debe limitarse a hacer reinar
el orden en el sentido profano de la palabra, sino en su acepción sagrada, que
es sinónimo de armonía, siendo ésta el resultado del respeto y de la aplicación
de la "medida". Los atributos de armonía del Gran Arquitecto están
presentes en la Logia bajo la forma de tres pilares: Sabiduría, Fuerza y
Belleza. Es cuando cada miembro es llevado a tomar conciencia de su
participación permanente en este plan de "reunión" y de
"edificación" [37] -y ello con la ayuda de las "herramientas"
puestas a su disposición- que esta participación se hace realmente
"activa", y que se establece el verdadero "trabajo
colectivo". Comprendiendo éste en modo operativo la enseñanza cosmológica
inherente al Oficio, es cuestión de cada uno el asimilar su contenido, si posee
las capacidades para ello. Además, el trabajo colectivo, tal como debe ser
practicado, tiene la ventaja de oponerse naturalmente a la proliferación
siempre posible de "pequeños maestros" cuya presencia y acción no
generan sino confusiones.
"Tres la dirigen, cinco la iluminan,
siete la hacen justa y perfecta". En el seno de la Logia de san Juan,
fuera de la influencia disolvente del mundo profano, lejos del condicionamiento
de la "razón dominante" y del poder de la ilusión psíquica, es por
el trabajo colectivo que se ordena la perfecta "libertad" del Masón.
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A consecuencia de las posibilidades que
presentan la "teoría del gesto" y la Maestría propiamente dicha,
deberían abordarse otros puntos no menos importantes, que pueden ser puestos en
relación con un trabajo verdaderamente "operativo", pero que no
podemos integrar en el marco de estas observaciones, pues necesitarían de más
amplios desarrollos. Citemos en particular el Hermetismo y su "alquimia
espiritual" -con su estrecha relación con el Arte Real bajo su forma
masónica, el paso de la Square Masonry a la Arch Masonry-, verdadera apertura a
los grandes misterios puesta en acción en el seno del Arca Real, estando esta
noción de Arca en función de las "herencias" múltiples de las que la
Masonería es depositaria y guardiana, y pudiendo éstas ser siempre
"actualizadas".
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Volvamos ahora a la cuestión planteada por
R. Guénon que forma el título del artículo "Y-a-t-il encore des
possibilités initiatiques dans les formes traditionnelles occidentales?",
aparecido en los "Etudes Traditionnelles" (nº 435, enero-febrero de
1973).
Cuando R. Guénon redactó este artículo en
1935, no lo hizo en ausencia de ciertas circunstancias que le indujeron a ello.
Hoy en día, aunque la situación se haya agravado especialmente -con la invasión
de la mentalidad moderna, favorecida por la expansión general de los medios de
comunicación-, no parece que, en lo esencial, este texto haya perdido su
"actualidad", ya que el problema que se aborda se plantea
prácticamente en los mismos términos: "(...) Las únicas organizaciones
iniciáticas que tienen aún una existencia segura en Occidente están, en su
estado actual, completamente separadas de las formas tradicionales religiosas,
lo que, a decir verdad, es algo anormal; además, están de tal modo
empobrecidas, si no incluso desviadas, que apenas se puede esperar de ellas, en
la mayoría de los casos, sino una iniciación virtual. Los occidentales deben no
obstante forzosamente resignarse con tales imperfecciones, o bien dirigirse a
otras formas tradicionales que tienen el inconveniente de no estar hechas para
ellos; pero faltaría saber si quienes tienen la voluntad bien determinada de
decidirse por esta última solución no prueban con ello que forman parte de
aquellas excepciones de las que hemos hablado". Podría pensarse entonces
que quienes se han adherido a organizaciones orientales se consideran como
"excepciones", y si es así en realidad.
Muchos utilizan este texto como una
especie de argumento "decisivo", dando así prueba, una vez más, de
ese tipo de "lectura minimalista" de la que hablábamos anteriormente,
y que, entre otros ejemplos, también consiste en "desconocer totalmente el
valor propio de la iniciación virtual" (EFMC, t. II, p. 145), es decir, en
el fondo, sus posibilidades de "actualización". A este respecto, un
autor de quien no se pueden sospechar "prejuicios" ha extraído de
este mismo texto todas las matizaciones que se imponen en un artículo dedicado
a ello [38].
Los occidentales que no se consideran
esas "excepciones" evocadas por R. Guénon se "resignarán"
con las "imperfecciones" de las organizaciones iniciáticas
occidentales, especialmente de la Masonería, pero sin perder jamás de vista las
posibilidades "sin número" que ofrece a sus miembros cualificados.
Para nosotros, el Arca masónica a la que Denys Roman dedicó una gran parte de
su obra es una realidad muy viva; cada "herencia" que contiene puede
ser considerada como un "germen" que constituye una verdadera
"Tierra santa" a conquistar; y "corresponde desde entonces a
cada uno, si es capaz de ello, encontrar la respuesta [a la búsqueda de la
"Palabra perdida"], y alcanzar la Maestría efectiva por su propio
trabajo interior" (EFMC, t. II, p. 37).
NOTAS:
[1] En particular, fueron
reunidos en "Aperçus sur l'Initiation" y en "Initiation et
rèalisation spirituelle". Por
supuesto, la mayor parte de sus obras contienen nociones que se refieren a este
tema, y se puede decir que, en último análisis, toda la obra de Guénon
encuentra su razón de ser en la realización de la "integralidad" de
la vía tradicional. De hecho, si bien esta obra no es un "manual de
realización", asimilarla únicamente de un modo intelectual (es decir, con
la mente) equivale a desnaturalizarla por completo. Guénon se asombraba de que
se pudiera decir, especialmente en relación con los "Aperçus", que
era una obra exclusivamente "teórica".
[2] Algunos elementos de las "ciencias"
tradicionales subsistían no obstante en ciertos medios esotéricos; los medios
ocultistas o irregulares poseían fragmentos derivados de otros canales, aunque
mezclados con incomprensiones y desviaciones psíquicas de toda especie, lo que
les hacía frecuentemente sospechosos e inaplicables.
[3] Guénon afirmaba que esta práctica ritual que a
veces se limitaba a algunos elementos del ritual de la iniciación aseguraba sin
embargo la validez de la transmisión de la influencia espiritual; es por ello
que consideraba a los miembros de las obediencias "irregulares" como
siendo válidamente iniciados. La "influencia espiritual" ha podido
así transmitirse, incluso en el seno de estas obediencias, sin lo cual, por
otra parte, la Masonería latina y especialmente la que se considera
"regular", surgida de ella, estaría actualmente, en su conjunto,
desprovista de cualidad iniciática. Si fuera cierta esta última eventualidad,
Guénon no hubiera tenido razón alguna, a no ser puramente documental, para
acordar a la Orden el interés que le demostró en el curso de su obra.
[4] En lo que concierne a la interpretación de los
rituales de los grados azules, ¿ha cambiado verdaderamente la situación en
conjunto, a pesar de su parcial restauración? En cuanto a los rituales de los
altos grados escoceses que han sufrido considerables estragos, siempre puede
esperarse una restauración verdadera, pues algunos, en este medio, son hoy
conscientes de que los discursos filosóficos o aquellos teñidos de
psicoanálisis y de una "mística" adulterada no conducen a nada, si no
es a graves desviaciones. Allí donde los elementos tradicionales auténticos ya
no prevalecen, hay forzosamente antagonismo y conflicto.
[5] Los "usos" masónicos a menudo son
considerados como prácticas convencionales y apremiantes de los que no siempre
se percibe el objeto; esta opinión es evidentemente errónea. Su razón de ser
consiste en permitir y facilitar una aplicación "metódica" (es decir,
relativa al "Método"), y por ello armoniosa, de la vía masónica,
apoyándose en la práctica ritual; son en cierto modo comparables a los
reglamentos monásticos que tienen por objetivo "acompañar" a la Regla
y hacer su aplicación más fácil y adecuada. En una palabra, sin los usos
apropiados, la vía masónica estaría librada a sí misma y caería bajo la
influencia de las fantasías individuales, estorbando la aprehensión correcta
del ritual; en este caso, se los puede comparar con el comportamiento inducido
en la "sala de los pasos perdidos", comúnmente llamada
"Atrio" o "Sala húmeda", donde reina, en cierta medida, un
ambiente apartado, por un tiempo, del rigor sagrado del ritual. Los
"Trabajos" masónicos no serán comprensibles, y por ello no podremos
hacerlos verdaderamente efectivos, hasta que los "antiguos usos" sean
restablecidos en su integridad.
[6] Cf., a propósito de esto, D.
Roman, "René Guénon et les Destins de la Franc-Maçonnerie", Édit. Traditionnelles, 1995, cap. III, que
aborda algunos aspectos de la "historia subterránea" de la
Franc-Masonería.
[7] Nuestro propósito no es comprensible, por
supuesto, más que si se admite, siguiendo a Guénon, una filiación
ininterrumpida entre la Masonería operativa de los constructores (y para ello
es preciso tener en cuenta períodos muy anteriores a la Edad Media, es decir,
precristianos) y la Masonería llamada "especulativa", nacida
oficialmente en su forma obediencial en 1717, incluso aunque el material
documental de que dispone el historiador no pueda revelar esta evidencia.
Existen igualmente otros criterios para apreciar la continuidad espiritual que
liga en el tiempo el arte de construir en sus diferentes modalidades.
[8] Cf. "Études sur la
Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage", tomo 2, cap. "Palabra perdida y nombres
sustitutorios", p. 39, nota 2. Este texto contiene indicaciones que no han
perdido en absoluto su "actualidad", y aquellos autores que no dudan
en acudir a citas (a menudo fragmentadas o sacadas de contexto) de Guénon en
apoyo de su tesis anti-masónica podrían referirse a ellas... útilmente, a
condición de aprehenderlas sin prejuicios. Si se admite que algunos de los
Altos grados "no forman parte integrante" de la Masonería, éstos
deberían, por ello, ser practicados de manera exclusivamente
"especulativa". Pero entonces, si son "extraños" a la
filiación masónica, ¿cuál es la razón de ser de una comunicación ritual, como
es el caso, para acceder a cada uno de ellos? La cuestión merece ser examinada.
[9] En el seno del Rito escocés, esta especie de
simbiosis de efectos reductores no es debida al "azar"; proviene de
una deliberada voluntad, por parte de instancias "superiores", por
"administrar" el Rito en su totalidad. Es evidente que, en estos
hechos, tal procedimiento, al que justamente se puede calificar de anexionismo,
es perjudicial para la práctica conforme al Oficio; es así que, en el marco de
la Logia simbólica (que trabaja las tres primeras gradas, o grados), este
comportamiento hipócrita impone una subordinación frente a los
"representantes" de los Altos grados -por no decir una servidumbre-
que genera graves confusiones que afectan las prerrogativas de los Venerables
(Cf. nota 14).
[10] El hecho de que la Masonería se encuentre
reducida, como dice Guénon, a no ocuparse más que de una iniciación virtual, es
esencialmente debido a que limita a sus miembros a una trayectoria que es de
carácter exclusivamente especulativo. Pero esta limitación se combina, en su
conjunto, con una ignorancia de la naturaleza iniciática de la Orden. Algunos
pretenden que esta situación se mantiene por prudencia; probablemente hay en
ello una parte de verdad, pues la Masonería, que, en principio, debería
asegurar una protección contra eventuales desviaciones psíquicas, no puede
garantizarla por completo actualmente, habida cuenta del "ambiente"
"intra-muros" que prevalece. En cuanto a insinuar, como recientemente
hemos leído en un artículo titulado "La Franc-Maçonnerie est-elle
Traditionnelle?" ("Connaisance des Religions", nº 44-45), que es
posible que ésta ya no se entregue sino a una "influencia psíquica",
hay un paso que sólo los adversarios de la Masonería son capaces de franquear.
Las pretensiones formuladas sobre este asunto por individualidades incapaces de
franquear los límites del exoterismo más estrecho, y que confunden el
intelectualismo con la verdadera iniciación, con desenvoltura y desprecio, son
bastante pasmosas.
[11] Teniendo en cuenta que las críticas severas de
Guénon con respecto a la Masonería son regular y unilateralmente explotadas por
los adversarios de la Orden, nos veremos obligados, siguiendo en ello a D.
Roman, a examinarlas de cerca.
[12] No podemos desarrollar aquí detalladamente este
aspecto de las cosas, aunque sea necesario y urgente hacerlo. No desconocemos
en absoluto los inconvenientes que presenta esta tarea en cuanto a la
"imagen" pública de la Franc-Masonería, pero, ¿es ésta una razón
suficiente para callar lo que es considerado por cada vez más Masones (y no
solamente guenonianos, por otra parte) como una situación extremadamente
preocupante? Los lectores encontrarán en las dos obras de Denys Roman, "René Guénon
et les Destins de la Franc-Maçonnerie" y "Réflexions d'un chrétien
sur la Franc-Maçonnerie - L'Arche cicante des syboles" (Éd. Traditionnelles, 1995), de las cuales ha
dado cuenta Rolan Goffin en esta misma revista, muchas indicaciones a este
respecto. Es oportuno decir -parafraseando a un autor oriental que enumeraba
los peligros que amenazaban al Islam- que la Masonería está en peligro por las
mismas razones: "la 1ª es que los Masones no ponen en práctica lo que
saben; la 2ª es que actúan sin pensar; la 3ª es que no quieren aprender lo que
no saben, y la 4ª es que impiden a los demás instruirse" (en Sulamî,
"Epître des Hommes du Blâme", p. 117). Diciendo esto, pensamos en los
"jóvenes" Masones de recta intención que son alejados de sus esperanzas
y cuyas aspiraciones espirituales e iniciáticas son frustradas.
[13] A pesar de las repetidas advertencias, se
persiste en "modificar" los rituales en el sentido de una alteración
y de una falsificación, o a mantener versiones que vehiculan innovaciones que
van de la pura fantasía (lo que no significa que no tengan consecuencias sobre
la mente de quien las pone en práctica) al contenido luciferino más sospechoso.
Los rituales de las "gradas" azules practicados en las Logias
denominadas "simbólicas", o los de los altos grados, están
regularmente afectados por esta agresión de carácter individualista; en lo
concerniente a los rituales de los altos grados escoceses, pensamos
particularmente en algunos de ellos (y no de los menores), a los que Guénon
dedicó simbólicas páginas que demuestran el interés que les concedía. En el
estado actual, estos rituales están hasta tal punto desnaturalizados que
prácticamente no subsiste nada de su contenido simbólico de origen. Un ejemplo
significativo de ello es el del grado 13º (Royal Arch), que ha visto su
simbolismo hermético pura y simplemente anulado y reemplazado por un sucedáneo
de Kábala -prolongado en el grado 14º-, una ridícula "leyenda" de
origen probablemente ocultista acerca de los Tres Magos que han descubierto
"el centro de la Idea" (Cf. Paul Naudon, "Histoire, Rituels et
Tuileur des Hauts Grades maçonniques", p. 310, nota 11, donde afirma que
se trata de "una glosa de interpretación a la vez forzada y restrictiva
del ritual original". Precisa además en la p. 277: "las manipulaciones
realizadas en el transcurso del tiempo y merced a las circunstancias han
conducido [...] a rituales y comentarios de los grados que los han desfigurado
tan totalmente que su sentido primitivo y su objeto global no pueden ser ya
percibidos"). ¿Se puede ser más preciso? Desde la fecha de redacción de
este texto, las "manipulaciones" continúan aplicándose en este
dominio predilecto que es el Ritual, particularmente en el Rito escocés.
[14] Utilizamos las comillas por precaución, pues la
actividad (tomada en el sentido de acción) a menudo tiene como motor a una
voluntad de dominio que se ejerce tras una falsa asimilación de la
"virtud" masónica de "Fuerza" vehiculada por los rituales
de acuerdo con la naturaleza cosmológica de los "pequeños misterios",
a los cuales está ligado el Oficio. Esta acción, desligada de su subordinación
a la "Sabiduría", procede, en tal caso, de una influencia luciferina:
es un empleo ilegítimo de la "Fuerza" que no puede generar sino
conflictos y alejar peligrosamente de la razón de ser de la iniciación. En este
sentido, dicho comportamiento se relaciona con aquel que está marcado por la
pasividad -que es aparentemente su opuesto- debido a que ambos son sustraídos
(o se sustraen, en el caso de que intervenga la voluntad individual) a la
Voluntad del cielo. Ésta, considerada en los atributos de manifestación de
Majestad y Belleza, se ejerce en la Masonería por la conformidad al Plan del
Gran Arquitecto del Universo, de donde procede la trayectoria ritual colectiva
en la Logia. Para el hermetismo, el "Anima Mundi" (que es esencial en
esta vía de carácter igualmente cosmológico) no puede sino estar subordinada al
"Ordenador" supremo.
[15] Cf. Frédérick Tristan,
"La Societé du Ciel et de la Terre", en "Études
Traditionnelles", nº 487, 488, 489/490. Esta máxima va acompañada por otra, no menos
explícita, situada sobre el Altar de la Logia: "Obedecer con rigor y
actuar con rectitud"; esta conminación permite el mantenimiento de la
armonía en la vía, perfecta ilustración de la "resolución de las
oposiciones" que a este nivel establece el método. A partir del momento en
que la rectitud no es aplicada o no puede serlo, la obediencia se convierte en
"servidumbre", y la "vía" queda pervertida. No se debe ver
en las observaciones que han provocado esta nota sino el deseo de llamar la
atención sobre ciertos aspectos del método masónico que, si bien hoy en día
presenta lagunas, puede ser restituido en lo esencial, a condición de rechazar
las falsificaciones que frecuentemente se dan.
[16] Cf. R. Guénon, "Études
sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage", tomo 2, p. 207, nota 1. Guénon reenvía en referencia a la cita de
J. J. Casanova al "Ritual de Maestro" de Ragon (Cf. Édition Les
Rouyat, 1976, p. 35, nota 1). Este autor curiosamente ha incluido el texto
(abreviado) de Casanova en su "Instrucción" al grado de Maestro,
calificando sus palabras de "ingeniosas". Su comprensión del ritual
estaba limitada en conjunto a un aspecto psicológico. Consultar, para una cita más
completa, A. Mellor, "Dictionnaire de la Franc-Maçonnerie et les
Francs-Maçons", Éditions Belfond, 1971, p. 245.
[17] Esto señala un aspecto de las cosas que trata de
la cuestión, de nuevo debatida en diversos sectores y con cierta insistencia,
de la ayuda de Oriente; esto debe aplicarse o no a la Masonería, dependiendo de
las "escuelas". Dicha aplicación no debiera dejar indiferente a la
Masonería, como parece ser el caso. Si se cree en el "mensaje" de
algunas nuevas revistas que retoman más o menos explícitamente las hipótesis
formuladas por Guénon a este respecto, numerosas tradiciones estarían
representadas, reivindicando cada una de ellas, a partir de ciertos criterios,
la prioridad. Aunque no sea éste directamente el asunto que abordamos, no
podemos olvidar este aspecto de la evolución de las cosas cuando tratamos de la
"operatividad" de los trabajos masónicos y de una eventual y siempre
posible "restauración" de su plenitud. La llamada a Occidente por un
lado y a Oriente por otro no es nueva; es nuestro deseo (aunque, en el estado
actual de las cosas, quepa una cierta inquietud) que las iniciativas que
evocamos desemboquen en ese "acuerdo sobre los principios" al cual R.
Guénon aludió durante su vida.
[18] "Études sur la
Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage", tomo 2, cap. "Parole perdue et Mots
substitués", p. 39.
[19] Cf. la referencia incluida en la nota 10. Esta
amable crítica se dirige en este caso a Denys Roman, pero parece, a los ojos
del autor de este texto, que se puede extender sin abuso a René Guénon, en
referencia a su interés por los Altos grados y el simbolismo masónico.
[20] Obras de René Guénon citadas con abreviaciones:
- AI: Aperçus sur l'Initiation,
Editions Traditionnelles, 1976.
- EFMC: Etudes sur la
Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, Editions Traditionnelles, 1964, 1975,
1976.
- IRS: Initiation et Réalisation
spirituelle, Editions Traditionnelles, 1975, 1980.
- SFSS: Symboles fondamentaux de
la Science sacrée, Editions Gallimard, 1962.
[21] De todas las iniciativas masónicas inspiradas en
la obra de René Guénon con un objetivo de restauración, ¿cuántas no se
arruinaron?
[22] R. Guénon, "Etudes sur
l'Hindouisme", Editions Traditionnelles, 1968, p. 260, reseña de un
estudio de A. K. Coomaraswamy titulado "Akimchannâ".
[23] La razón de ser de toda participación en cualquier
tradición particular, con tal de que presente los criterios de la ortodoxia
tradicional, concierne al destino póstumo de los seres, y con más razón de
aquellos que han pasado por la iniciación, es decir, por una situación
particular que, por varios de sus aspectos, les ha creado mayores obligaciones.
A este respecto, R. Guénon afirmaba que "el iniciado es superior al
religioso", pues su evolución póstuma no es comparable. Hay en la
Masonería, y ello en grados diferentes, un punto particular en el Juramento y
que concierne a los "centros sutiles" del ser humano. La
correspondencia entre estos "centros" y ciertas
"penalidades" no es fortuita (la "penalidad" de la Maestría
se refiere a la "disolución psíquica" que va contra la finalidad de
este grado, que por el contrario debería realizar la "unión de lo
disperso"). Los antiguos Misterios y, más cercana a nosotros, "La
Divina Comedia" de Dante han ilustrado y definido estas
"calamidades" con las conocidas expresiones de "retorno
atrás", "petrificación", "caída en el cenagal",
correspondientes cada una de ellas a diferentes casos de transgresión.
[24] Insistir sobre este fecundo período de la
historia que es la Edad Media, y especialmente sólo a partir de los Old Charges
conocidos en Inglaterra y que por lo demás son muy tardíos, no debe llevar a
olvidar, siquiera mínimamente -como a menudo es el caso- los períodos muy
anteriores que han visto desarrollarse una Masonería precristiana, vehiculando
una influencia espiritual específica que no se ha agotado; la tesis de una
Masonería única y estrictamente cristiana, si no católico-romana, no podría
eventualmente mantenerse más que si se hiciera remontar el origen de la Orden
al período de construcción de las grandes catedrales (y a este respecto, ¿por
qué generalmente no se tiene en cuenta más que el período "gótico"?);
ésta es en efecto la tesis de algunos historiadores profanos; para otros, ¡la
Masonería habría visto la luz el día de san Juan de verano de 1717...! La falta
de documentos a este respecto no debe llevar al abuso.
[25] Con respecto al simbolismo de las herramientas,
conviene disipar el error que consiste en pensar "que un nuevo sentido
puede ser dado a un símbolo que por sí mismo no lo poseía (...)", pues,
cuando "se trata de algo que posee un carácter verdaderamente tradicional,
todo debe por el contrario encontrarse allí desde el principio, y los
desarrollos posteriores no hacen sino tornarlo más explícito, sin necesidad de
añadir nuevos elementos tomados del exterior (...)"; no puede "admitirse
una especie de "espiritualización" por la cual un sentido superior
habría podido llegar a injertarse en algo que desde un primer momento no lo
implicara; de hecho, es más bien lo contrario lo que generalmente se produce
(...)" (R. Guénon, "Aperçus sur l'ésotérisme chrétien", Ed.
Traditionnelles, 1954, pp. 87-88). El postulado al que alude R. Guénon, muy
extendido entre los historiadores de la Masonería, así como entre los de la
historia de las religiones, procede de la pseudo-doctrina evolucionista y
progresista, incompatible con el punto de vista tradicional.
[26] El término "Oficio", ya se trate de
Masonería "operativa" o de Masonería "especulativa", debe
ser definido como la práctica masónica en su integridad, es decir, como
comprendiendo la teoría y la correspondiente puesta en marcha (sea manual, sea
espiritual y contemplativa) que permiten la "realización".
[27] La iniciación masónica no se refiere al orden
metafísico puro, sino al orden cosmológico y a las aplicaciones que con él se
relacionan. Añadamos igualmente que nos parece erróneo pretender limitar su
campo efectivo exclusivamente a los "Pequeños Misterios" (en función
de las "herencias" de las que la Masonería es depositaria). Si el
punto de vista que exponemos -que voluntariamente se limita a la cosmología en
sus aplicaciones más elementales- puede parecer demasiado
"horizontal", es porque debemos situar cada cosa en su lugar; en
virtud de la "ley de correspondencia" que liga entre sí los distintos
órdenes de realidad, corresponde a cada uno efectuar la transposición en modo
superior.
[28] En la primera parte de este artículo ya hemos
evocado el preocupante estado de algunos rituales; pero veremos que, en
general, lo que queda y es conforme es suficientemente consecuente como para
permitir intuir posibilidades de restablecimiento en un espíritu tradicional.
Si bien este restablecimiento apenas es actualmente concebible en una
estructura obediencial, siempre es posible actualizarlo en cada uno de
nosotros.
[29] Es así que un autor como Alec Mellor, actualmente
desaparecido, había considerado la creación de una "carrera de
masonología", a fin de explicar el simbolismo vehiculado por el Ritual (al
que a menudo interpretaba de un modo psicológico), y ello para una mejor y más
completa comprensión de la vía masónica, que los Masones operativos
evidentemente no podían poseer, ya que no tenían a su disposición las
indispensables "ciencias humanas" de las que hoy en día estamos tan
orgullosos... Se encuentra la pesada "marca" de este autor hasta en
la presentación oficial y "aprobada" de ciertas versiones de las
"Lecturas" del Rito Emulación, de las cuales los comentarios que las
acompañan, henchidos de suficiencia y afectación -no menos que de hostilidad
hacia la obra de R. Guénon- están totalmente desplazados en este marco.
[30] Entre los "gestos rituales" se sitúan
los "Signos de orden"; todos los Masones que los conocen refieren su
significado, cuando son ejecutados en sus últimos desarrollos, a las
"penalidades" incluidas en el "juramento" prestado sobre las
"tres grandes luces" de las que ya hemos hablado en la nota 23.
[31] De las dos organizaciones occidentales
depositarias de la iniciación del Oficio, cuya autenticidad y legitimidad han
sido reconocidas por R. Guénon, el Compagnonnage, que ha conservado el vínculo
efectivo con el oficio, no entra en la perspectiva del presente estudio, que se
refiere a la Masonería especulativa y a sus posibilidades latentes. Señalaremos
aquí la gran dignidad de la vía del Compagnonnage.
[32] Cf., especialmente a este respecto:
- "Orient et Occident",
Editions Véga, 1948, p. 185, n. 1.
- "Le Symbolisme de la
Croix", Editions Véga, 1957, p. 78, n. 1.
- "Aperçus sur
l'Initiation", Editions Traditionnelles, 1976, p. 116, n. 1; p. 206, n. 1;
p. 298, n. 2 ("ciencia del ritmo").
- "Etudes sur la
Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage", Editions Traditionnelles, 1964, t.
I, pp. 275-276.
[33] R. Guénon, La langue des
oiseaux ("El lenguaje de los pájaros"), en "Symboles
fondamentaux de la Science sacrée", p. 77.
[34] A veces se evoca a este respecto un
"psicodrama", lo cual es incorrecto e incluso absurdo (la definición
que ofrece Moréno precisa que los participantes en un "psicodrama"
están afectados de "psicopatía"). No es seguro ni posible hacer públicamente
el examen, siquiera sucinto, de ciertos puntos "técnicos" relativos a
la "Cámara del Medio" y a la estación iniciática que representa. Nos
limitaremos pues a algunas consideraciones generales. En lo que concierne a la
leyenda de Hiram, carecería de interés hacer un estudio histórico a la manera
de ciertas "escuelas". Lo que nos importa es la interpretación
simbólica de su razón de ser, y, en esta perspectiva, la coherencia del
trayecto masónico nos parece suficiente. En cuanto al contenido extrabíblico de
la Leyenda, representaría, para los mantenedores de la tesis del origen
cristiano de la Masonería, una de esas contradicciones que a menudo nos reserva
la historia... En efecto, se sabe que el contenido de esta Leyenda no tiene
nada de cristiano; y no hablamos de la versión referida por Gérard de Nerval,
que contiene elementos de origen sospechoso. Sin la Maestría o su equivalente,
y bajo una forma análoga a la que hoy conocemos, la vía iniciática masónica
anterior a la supuesta fecha de creación del grado de Maestro habría quedado
incompleta "por lo alto", lo cual es completamente impensable.
[35] Podría argüirse que muchos de estos elementos
rituales han sido en parte restituidos en algunos de los altos grados; ello es
exacto, pero, teniendo en cuenta la práctica de la que éstos son a menudo
actualmente objeto, tal objeción, en sí misma pertinente, no hace sino
desplazar el problema. Precisemos que una restitución de dichos elementos en el
seno de la Maestría en absoluto amenazaría la razón de ser de los grados
adicionales en su conjunto, contrariamente a lo que piensan algunos espíritus
temerosos. Este temor es por otra parte la causa, en ciertas obediencias, del
sistemático bloqueo de los trabajos simbólicos que deberían efectuarse en la
Maestría, y cuya ausencia casi general tiene las más molestas consecuencias en
la práctica verdaderamente "operativa" de este grado.
[36] Cf., especialmente,
"Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage", t. II,
"Parole perdue et mots substitués", pp. 39-42.
[37] La "reunión" corresponde a la
construcción "horizontal" que se realiza por el "Nivel"; la
"edificación" se refiere a la construcción "vertical" y al
empleo de la "Perpendicular". Estas dos operaciones, a pesar de
ciertas apariencias, son conjuntas. Están expresadas, en la Logia, por los
atributos simbólicos de los dos Vigilantes que tienen por función asegurar su
realización. No debe olvidarse el hecho de que este desarrollo tiene igualmente
-y ante todo para el Masón que no tiene una vinculación efectiva con el oficio-
un aspecto microcósmico. Todo otro camino, por respetable que pueda ser, no es
sino un "aminoramiento", si no una "desviación", y aleja de
la verdadera razón de ser de la iniciación.
[38] "Vers la Tradition", nº 13-14,
noviembre-diciembre de 1984 y enero-febrero de 1985, "Islam y
Cristianismo", por XXX, Elie Lemoine.
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