jueves, 31 de mayo de 2012

Willermoz, o los peligros de las innovaciones en materia masónica; por Denys Roman

Jean-Baptiste Willermoz
Capítulo XV de Réflexions d'un Chretien sur la Franc-Maçonnerie. "L'Arche vivante des Symboles", 1995, Éditions Traditionnelles, París.



El personaje Willermoz, es célebre en la historia de la Masonería en el siglo XVIII. Fundó un Rito, el Rito Escocés Rectificado, muy expandido en Suiza y en Francia.

Este Rito se vanagloria de ser heredero de los “Elegidos Cohen del Universo” y también, en cierta forma, un heredero privilegiado de la Orden del Temple. Contra estas dos pretensiones, René Guénon se ha alzado en varias ocasiones, y éste es el motivo por el que vamos a entrar en ciertos detalles a este respecto.

En lo referente a la “posteridad de los Elegidos Cohen”, no se plantea ningún problema; en efecto, los Elegidos Cohen mueren sin dejar posteridad alguna. Su último “Gran Soberano”, Sebastián de las Casas, “abdicó” en 1780 sin designar sucesor. Y si hubiera designado alguno, ciertamente no se hubiera tratado de Willermoz o uno de sus amigos. Escuchemos al excelente historiador de los Elegidos Cohen, René Le Forestier:

“Un solo punto de las últimas instrucciones del Gran Soberano antes de abdicar, el nombre del sistema para convertirse en fidei -comisario de la Orden expirante-, traicionaba el rencor que había inspirado a los Elegidos Cohen, la victoriosa concurrencia hecha a su asociación, por los Caballeros Bienhechores. Savalette de Langes, entre las manos de quien, Las Casas, invitaba a sus subordinados a depositar los paquetes sellados que contenían sus papeles, era Presidente y Conservador de los Archivos del Régimen de los Filaletas, asociación masónica (...) entroncada en 1733 sobre la Logia parisina “Los Amigos Reunidos”, que acababa de dirigir contra la Reforma de Lyon[1] una violenta campaña. Las negociaciones de Willermoz con la Estricta Observancia alemana, habían suscitado un vivo movimiento de protesta por parte de muchos Masones franceses (...). Los Filaletas (...) se convirtieron en ardorosos intérpretes[2] de esta oposición (...), para hacerse con un arma contra los Caballeros Bienhechores, que les disputaban la supremacía en los diversos Consejos del Gran Oriente (...). Confiándoles los archivos de la Orden, los Elegidos Cohen infringieron a sus antiguos Hermanos la afrenta más hiriente[3].

Las instrucciones de Las Casas, fueron ejecutas a lo largo de 1781. Savalette de Langes, recibió (...) la correspondencia, los planes mensuales, los catecismos y ceremonias de los diversos grados, los planes anuales, los cuadros con sus invocaciones, las explicaciones generales y secretas (...). La Orden de los Elegidos Cohen dejaba de existir[4]”.

Creemos que la causa se ha entendido. Lo que Las Casas ha transmitido a los Filaletas -puede que no muy “cualificados”, para recibir un depósito así-, no es más que una documentación inutilizable; y, de hecho, después de esta época, ningún Masón ha practicado jamás los especiales ritos de los Elegidos Cohen: la invocación diaria, la invocación de los tres días en Luna Nueva, las Operaciones de equinoccios precedidas de una rigurosa “cuarentena”. Así, la tentativa, tan interesante en varios aspectos, de volver de nuevo a la Masonería “operativa”, injertando, en el viejo tronco masónico, las enseñanzas y ritos de origen, probablemente, sefardita, esta tentativa se ha extinguido; y podemos decir, con René Guénon: el Régimen Escocés Rectificado, no procede, en ningún aspecto, de la Orden de los Elegidos Cohen. Tal es, en efecto, la conclusión del largo artículo, titulado: “El Enigma de Martinès de Pasqually[5].

¿Y la herencia templaría? Aquí, René Guénon, es también muy claro: “El Régimen Rectificado no es en absoluto ‘Masonería  Templaría’,... porque, muy al contrario, uno de los puntos principales de la ‘rectificación’, consistía, precisamente, en repudiar el origen templario de la Masonería”[6].

Si es grave tenerse por lo que no se es, pretendiéndose heredero de los Elegidos Cohen, y si es lamentable renunciar, por parte de los Masones regulares, a una herencia reivindicada por la Masonería al completo, todo eso no es más una parte de los reproches que pueden dirigirse a Willermoz. No queriendo hacer creer que profesamos respecto al fundador del Rito Rectificado una animosidad particular, tomaremos las informaciones de autores muy diversos entre sí, y que antaño se encontraban entre los colaboradores de la revista Le Symbolisme, en la época en que estaba bajo la inspiración de J. Corneloup y Marius Lepage.

En el número de octubre-diciembre de 1968, Jean Chardons, ha tratado sobre “La Regla moral del Régimen Rectificado”. Promulgada en el Convento de Wilhelmsbad, ha sido compuesta por el barón de Türckheim, gran amigo de Willlermoz. ¿Qué decir de esta Regla? Los extractos que da Chardons no sobrepasan el nivel exotérico. Y, sin embrago, la moral, como los demás elementos de la religión, podría y debería ser transpuesta a una perspectiva verdaderamente esotérica. Chardons destaca justamente el estilo grandilocuente e incluso ampuloso (y teñido a menudo con una especie de sentimentalismo rousseauniano). Por nuestra parte, pensamos que, si una Regla moral debería ser comunicada durante la iniciación de un Aprendiz Masón, sería preferible haber acudido a uno de esos Códigos masónicos, que Camile Savoire -ilustre Masón del Rito Rectificado- ha insertado en sus Regards sur les Temples de la Franc-Maçonnerie. Esos dos códigos tienen al menos la ventaja de ser de una brevedad que recuerda la del Decálogo.

Pero la más grave de todas las innovaciones de Willlermoz -no solamente porque testimonia una increíble incomprensión del simbolismo masónico y hasta de la simple doctrina cristiana, sino, sobre todo, pensamos, porque se operó bajo influencias psíquicas por lo menos... inquietantes- es, evidentemente, la substitución, en el ritual, de la palabra “Tubalcaín” por la de “Phaleg”. En Le Symbolisme de octubre-diciembre de 1966, se puede leer a este respecto, un interesante artículo firmado por “Ostabat”. El autor, nos dice la presentación, es un joven Masón del Rito Escocés Rectificado. Él explica cómo, en 1785, el Directorio Escocés Rectificado de la provincia de Auvernia (residente en Lyón), a propuesta de Willermoz, decidió esta modificación, con los considerandos más severos. “Habéis tomado como palabra de reunión el nombre de un agente diabólico, aquel mismo que os conduce a todos los vicios carnales. Vuestra ignorancia procede de lo que era ese nombre en la iniciación egipcia, etc...”. Willermoz obró a instigación de un “Agente Desconocido”, que hoy en día se sabe que fue Marie-Louise de Valière, canonesa de Remiremont, y hermana del comendador de Monspey. Esta crisíaca[7], como decían por entonces, enviaba a la “Logia Elegida y Querida” (“La Bienfaisance –Beneficencia-” de Lyón) y a Willermoz, abundantes cuadernos, obtenidos por “escritura automática”. Willermoz comunicaba las decisiones de Lyón a la Logias alemanas de la “correspondencia” rectificada, pero éstas rechazaron aplicar la innovación. Al cabo de unos meses, Willermoz dejó por lo demás al Agente y sus pretensiones de operar “la reforma de todas las sociedades masónicas y de todas la religiones humanas”. Los miembros más serios de “La Bienfaisance” se separaron. En vísperas de la Revolución, el crédito de la ambiciosa sonámbula estaba arruinado. Pero “ocurre, dice Ostabat, que la alteración del ritual rectificado no fue abolida, aunque su fuente se reputaba como carente de autoridad, y que todavía subsiste hoy en día, testimonio de los tiempos de ilusiones en los que algunos de los Hermanos más ilustres se abandonaron, cuando tenían a su puerta la tormenta que iba a arruinar a la Orden, a los prestigios que el Salmista denomina ‘fantasmas de la noche’”. El autor siente que, detrás de este “funesto extravío”, debía haber algo que no era accesible a la simple erudición, y piensa que no sería inútil “reexaminar la historia bajo esta perspectiva”.

Willermoz, en efecto, fue constantemente objeto de tentativas muy sospechosas por parte de sonámbulas de las que la más importante es Gilberte Rochette, pero cuya autoridad fue arruinada por la intervención del “Agente Desconocido”, la canonesa de Valiere. Hay que leer en la obra de Alice Joly, que expone toda la historia de Willermoz[8], las inverosímiles peripecias que marcan las relaciones del fundador del Rito Rectificado con sus pretendidas intérpretes de las voluntades del Cielo. Y, por otra parte, basta con abrir el Livre des Initiés (Libro de los Iniciados), donde Willermoz consignaba, al uso de los Nodo Raabs[9] de la “Logia Elegida y Querida”, los vaticinios de la canonesa inspirada para conocer las verdaderas razones de la sustitución. ¡Y las hay buenas! “Tubalcaín es el padre de todas las abominaciones..., culpable de las más vergonzosas prevaricaciones en vía carnal”. Esto ya es bastante grave. Pero hay algo peor. “Él habría podido, por su arrepentimiento, detener el curso de estos males; pero arrastrado por su propia concupiscencia, él évia los ángeles malvados en mujeres. Tal es el crimen que corrompe toda carne. ¡Oh abismo de horror!” ¡He aquí por qué todo va tan mal por el mundo! La familia Tubalcaín era además atroz. “Tubalcaín voulia los metales, y, su hermana, Noéma, voulia los animales”. Parece, pues, que en el espíritu de la buena canonesa, un poco... atormentado por la sexualidad, los crímenes de Tubalcaín y de Noéma, se han confundido, a veces, con la “falta” de Adán y Eva, pues expresiones similares son empleadas para la caída del primer hombre: “Osó, este ser salido del ser mismo, atribuirse la producción. Voulia sus puros ornos, que tenía en su séos, etc...”. Huyamos rápidamente de estas tristezas hacia horizontes más consoladores. ¿Queremos conocer las verdaderas razones de “la elección de Phaleg”? “Willermoz imponía a las Logias rectificadas que seguían su dirección, el adoptar la palabra “Phaleg”, porque el Agente enseñaba que, el hijo de Héber (Phaleg) fue el primer instructor de la Masonería, siendo el segundo Salomón y el tercero, él mismo”, es decir, la Agente-canonesa. Y no olvidemos que escribiendo esas altas revelaciones, el Agente Desconocido veía su pluma “enrojecer con la sangre de Jesucristo”. Alice Joly, de quien se han tomado estas citas, piensa que el Agente se tomaba verdaderamente por una “nueva encarnación” de María, la nueva encarnación de Cristo debiendo producirse entre los Nodo Raabs. Sigamos prestando atención al oráculo canonesco: “Igual que los profetas fueron dados a al nación elegida para ser su luz, son hoy en día los verdaderos Masones Rectificados quienes son llamados a formar el nuevo Templo escogido. Es una Gran Obra, que acaba de eclosionar y que parece que nunca deberá acabar. ¿Cómo los canónigos-Condes de la primacial Saint-Jean, que se presentaban prietas las filas en las columnas de la Logia Elegida o Querida (es así como el Agente llamaba a “La Beneficencia” de Lyón) acogían la audaz exégesis y la teología sensacionalista, de su colega en canonicato? Bien parece que esos personajes triplemente venerables se hayan quedado en la circunstancia, como dicen las Escrituras, como “perros mudos”. En cuanto a Willermoz, pensando en los espléndidos destinos prometidos a su Logia, se sentía ganado por el santo delirio de la canonesa, y, poseído por una especie de furor sagrado, proponía, simplemente, “quemar todos los libros y todas las historias de concilios (sic)”, que, evidentemente, ya no tenían objeto alguno. No estamos inventando nada. Es el barón de Türkheim quien relata la cosa al duque de Brunswick, en una carta de 1787. Ostabat no se equivocó al hablar de “funesto extravío” y de evocar ciertos “prestigios”. Sería rendir buen servicio al Rito Rectificado y también a la memoria de Willermoz el trabajar en colmar las “fisuras”, empezando por la de última fecha, la relacionada con “Tubalcaín”.

Otro artículo de Le Symbolisme asegura que las excentricidades de Willermoz han hecho al Rito Rectificado más sospechoso para las autoridades religiosas católicas que los demás ritos masónicos. Así lo creemos sin dificultad ninguna. Pero debemos añadir que, desde hace algún tiempo, este Rito ha hecho loables esfuerzos para acercarse a otros herederos de la Estricta Observancia, es decir al Rito Sueco y lo que puede subsistir en Alemania del Rito de Zinnendorf, así como los grados de Knight Templar de Inglaterra y de Estados Unidos. En suma, el Rectificado querría “recuperar” la herencia templaria. Ello no es imposible, pero hace falta un auténtico “trabajo de Hércules”. Habría, en efecto, que empezar por eliminar las innovaciones debidas a la desbordada imaginación de una religiosa sin vocación, víctima totalmente designada para los “fantasmas de la noche”. Hecho eso, es evidente que, de la obra personal de Willermoz y de los famosos ritos escritos por su mano, no quedaría nada, o, al menos, no gran cosa.

Notas:
[1] Es decir, la “rectificación” operada por Willermoz en el Convento de las Galias en 1778.
[2] El “especialista”, por así decirlo, de esta oposición a Willermoz, era el marqués de Chefdebien, Comisario de los archivos de los Filaletas, y que pertenecía también a la Estricta Observancia, donde tenía el nombre de Franciscus, Eques a Capite Galeato.
[3] Para entender bien esta frase, hay que saber que, los Filaletas, en su mayoría, eran totalmente extraños a los Elegidos Cohen, mientras que los Caballeros Bienhechores contaban con un gran número de estos Elegidos, habiendo sido Willermoz uno de los discípulos predilectos de Martinès de Pasqually.
[4] La Franc-Maçonnerie occultiste dans le XVIIIe siècle et l´Ordre des Élus Coëns, págs. 517 y 518.
[5] Este texto, ha sido insertado en los Études sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, tomo I.
[6] Ibid, pág. 141
[7] Dentro de la jerga especial del magnetismo animal, sonambulismo artificial o mesmerismo del siglo XVIII, y del posterior espiritismo, se denomina «crisíaca», en francés «crisiaque», a aquella persona que se halla bajo un estado de crisis producida por la acción magnética. Dicho estado es espontáneo y de sobreexcitación nerviosa, presumiendo los adherentes a estas doctrinas que tales personas poseen en dicho estado cierta lucidez sonambúlica (N. del T.)
[8] Un Mystique Lyonnais et les secrets de la Franc-Maçonnerie (1730-1824).
[9] En este pasaje, hemos puesto en cursiva los términos propios del vocabulario, como mínimo inepto, de la canonesa. Al principio, Willermoz pasaba las noches, preguntándose lo que podían significar estas palabras tan descabelladas. Acabó por solicitar la ayuda de su Egeria de pacotilla, que no lograba más que parcialmente la elucidación del sentido de lo que escribía bajo “influencias psíquicas” un poco malsanas. (N. del T.: Como es obvio, tales palabras carecen de traducción al español).

domingo, 29 de abril de 2012

La Masonería según las Escrituras (1737); por John Tillotson

No muchas son las referencias que se conservan de John Tillotson; Montesquieu lo menciona, así como el caballero de Ramsay en una de sus cartas. Según la Encyclopaedia Britannica,Tillotson (1630-1694) fue deán de la catedral de Saint-Paul en Londres, antes de convertirse en 1691 en arzobispo de Cantorbéry. En 1675 editó los Principios de la religión natural, de Wilkins. Han quedado bastantes compilaciones de sus sermones, como Cincuenta sermones y la regla de fe (1691), Cuatro sermones referentes a la divinidad y a la encarnación de nuestro bienaventurado salvador (1693) y los Sermones póstumos (1694). Una curiosa recopilación de algunos de ellos, titulada Selección de discursos sobre diversos temas (Select orations on various subjects), impresa a título póstumo en 1737, contiene el texto que presentamos a continuación. En él, el autor intenta demostrar que la Franc-Masonería se enmarca en el ámbito de una hermenéutica tradicional de la Biblia, con la peculiaridad de poseer un simbolismo tomado de la arquitectura. Hemos prescindido de ofrecer anotaciones con las referencias bíblicas del texto, pues son demasiado numerosas y apenas aclararían el sentido del documento. Parece claro que, para Tillotson, la Iglesia cristiana es una verdadera masonería espiritual. Más que un tratado de apologética, la Masonería según las Escrituras constituye una defensa cristiana de la Masonería. On Scripture masonry fue publicado posteriormente en el vol. 74, pp. 89-98, de "Ars Quatuor Coronatorum", Londres, 1961, y Patrick Négrier realizó la traducción francesa (Textes fondateurs de la Tradition maçonnique, 1390-1760, París, Grasset, 1995).

La divinidad y lo sublime de la masonería tal como aparece en los oráculos sagrados...

Al muy respetable gran maestro de la antigua y honorable sociedad de los masones libres y aceptados, este texto está a él dedicado por el más humilde y obediente servidor de su señor. El autor.

La masonería según la Escritura

"Por lo tanto, el Señor, el Ser eterno, dice así: He aquí que yo fundo en Sión una piedra, piedra de fortaleza, piedra angular, escogida, sólidamente cimentada... Haré del derecho un cordel, y de la justicia un nivel" (Is. 28, 16-17).

Habiendo ordenado el edificio del universo en número, peso y medida, y habiendo echado los cimientos del mundo, Dios nuestro muy sabio maestro desplegó el cordel sobre sí, y, como dice Job, lo suspendió en el vacío por (medio) de una misteriosa geometría. Se convirtió así en la imagen sensible de la masonería divina, cuyo eterno plan, cuyo modelo arquetípico, era el objeto de su sabiduría y de su inmenso conocimiento antes de que el mundo fuera. Todo lo hizo gracias a su Hijo, que le era fiel en todos los asuntos de su Casa, y distribuyó a sus obreros y servidores sus tareas y sus pagas. Nada cumplió Dios sin trazado, sin modelo en su decreto oculto, que secretamente guarda al abrigo de las miradas humanas. Pues sus caminos son insondables; sus pasos son ignorados; ¿quién ha comprendido al Espíritu del Señor, o quién ha sido su consejero? Las huellas de su omnipotente providencia subsisten en el jardín de la noche; él mismo habita en una luz inaccesible; pasa a nuestro lado y no le vemos. El masón celestial es un excelente obrero; pero, ¿quién puede dar cuenta de la manera como engendra, de su nombre o del nombre de su Hijo? Él, cuyas primeras actuaciones tuvieron lugar hace tanto tiempo, es invisible como el camino de un águila en el aire, como la aguja de un reloj de sol (a mediodía), o como la revolución silenciosa de la gran rueda del mundo, hasta que él alcance el punto final en que el edificio deberá ser derribado, y su materia dispersada en la región del infinito.

En Heb., 11, 10, Dios es llamado el constructor de la ciudad y de sus fundaciones.

Se le describe ciñéndose él mismo de fuerza, apoyando un compás sobre la superficie del abismo, desplegando los cielos como un pabellón, y afirmando la tierra sobre sus pilares; fijando el número de las estrellas, llamándolas a todas por sus nombres; construyendo las cámaras del sur bajo la bóveda del firmamento; pesando las colinas y las montañas en los platillos de una balanza. Además, dice David, su secreto no es sino para aquellos que le temen; a ellos mostrará su pacto. Si obráis con rectitud, ¿no seréis aceptados? dice Dios. En cada nación, aquel que teme a Dios y obra rectamente es admitido por él. Pero, ¿puede un hombre hacer salir lo limpio de lo que está sucio? Nadie llega al ungido, al constructor de la Casa, si el Padre no le conduce hasta su enviado. Debe ser fiel a la obligación cristiana que ha prometido; debe observar las reglas particulares de la compañía y de la santa comunión, (vivir) en el amor fraterno, separado del mundo y sin conformarse a él. Debe edificarse a sí mismo y edificar a los demás como piedras vivientes, según el mandamiento de su maestro, en todo lo que es digno de elogio, y debe esperar a la Jerusalén de lo alto, cuyos muros son de piedras preciosas, y su pavimento de oro puro.

El Libro de Dios, su voluntad y sus obras son los modelos de la masonería sagrada. Está llena de sublimes misterios, no comunicados a todos. No todos toman parte en el Espíritu de Dios, sólo son hermanos de la santa liga aquellos que han (recibido) la adopción para poder decir Abba, Padre. No tengas miedo, pequeño rebaño, dice el ungido, yo te he escogido y (retirado) del mundo, que no me conoce a mí ni conoce al Padre; pero yo le conozco, y te lo he mostrado. ¿Puede darse a una compañía decreto más elevado y venerable que los emblemas y las imágenes de la comunión, que están colocados tan comprimidos en el volumen del Espíritu santo como las estrellas que centellean alegremente en la bóveda del cielo? Somos llamados el edificio de Dios, su obra, su templo, su morada, a la que ha prometido volver, y ha fijado su domicilio entre nosotros.

Caín no fue aceptado porque abatió a su hermano. Una lección para todos los hombres fieles y benévolos: construyó una ciudad que, al no estar hecha con justicia y virtud, no fue masonería; la moralidad y la piedad son tan esenciales a la ciudad como la arquitectura. Los constructores de Babel fueron dispersados, ya que no poseían ni los signos de la verdadera masonería ni el espíritu que la caracteriza. Nuestros padres antes del diluvio vivían en tiendas, imagen del tabernáculo de la ley y del deseo de nuestro Señor de erigir su tienda con nosotros en el Evangelio, y de conducirnos a su Casa sobre el monte Sión, construida en la roca eterna. La estructura de estas tiendas fue el primer punto exterior de la masonería sagrada en ser inventado. San Pablo, el gran doctor de las naciones, y de esta isla, como insinúa Clemente, era un fabricante de tiendas, tal como leemos en el libro de los Hechos. Dios es el Padre de las luces, el autor de todo bien y de todo don perfecto, y entre otros dones el de la masonería es un talento divino. Moisés dice de Betsael en Ex. 25 que Dios el Dios lo llenó de su Espíritu de sabiduría, de inteligencia, de conocimiento en toda clase de obras. Noé construyó el arca siguiendo las instrucciones del maestro celestial. Moisés hizo todo el exterior del edificio (guardando) la Ley según el modelo (mostrado) en la montaña. Y nosotros asentamos los mejores cimientos, lo más profundamente, en la humildad, ofreciendo nuestra habilidad a Dios y a su gloria; así, el alma construye con la mirada puesta en el cielo, sin (correr el riesgo) de la confusión de una segunda Babel.

¿Qué decir de los pilares de Seth, de la construcción de Babilonia por Nemrod, del templo, del trono, de la flota y de los palacios de Salomón, del complejo de Tamar en el desierto, cuyas asombrosas ruinas todavía subsisten, del templo de Diana en Éfeso, de las estatuas y las imágenes de Nabucodonosor y otros, de la reconstrucción del templo por Ciro y Herodes, de las galerías y los patios del palacio de Assuerus, que (el libro) de Esther describe ornado de columnas de mármol, y dotado de capas de oro y de láminas de alabastro incrustadas de esmeraldas? Todos estos ejemplos de esta sublime ciencia, y otros que (igualmente) se encuentran en los escritos inspirados, son una (fuente) continua de elogios para ella, y citarlos todos se convertiría en una fastidiosa repetición.

Permitidme más bien ilustrar y afinar el proyecto (de esta ciencia) profundizando en los ejemplos que ofrece la Escritura. Señaladas sociedades, formadas según los principios de la sabiduría, de la virtud y de la bondad, que no comunican enteramente su medio de unión, su misterio específico a nadie más que a sus miembros, son y han sido siempre una práctica de todos los tiempos y naciones. Dice Dios: he amado a Jacob, y a Esaú le he odiado, es decir: He aceptado y preferido a uno antes que a otro. De hecho, Dios hizo de la raza de Abraham una sociedad elegida, un pueblo particular que debería ser la regla de la masonería. David comprendió que no había actuado así con ningún otro pueblo, y que los paganos no tenían conocimiento de sus leyes. Estas últimas eran el secreto de la comunidad judía, y estaban asociadas en el culto judío a símbolos y a signos sensibles. Además, nadie, excepto el sumo sacerdote una vez al año, podía penetrar en el Santo de los santos; nadie más que él podía pronunciar el nombre de Dios, estatuir sobre los leprosos, probar las aguas de los celos, responder por los Urîm y los Toumîm, y cumplir otras funciones propias. Éstos son secretos (ignorados) por las naciones. ¿Hubo entre las naciones reyes que poseyeran estas leyes y esta inteligencia? Y la ley, el culto, el arca, eran signos exteriores del modo de unirse.

La primera comunicación de Dios al hombre fue una regla particular, asociada al signo del árbol del conocimiento del bien y del mal. Adán fue expulsado del jardín por haber roto su obligación; el arco iris fue para Noé y su posteridad un signo del nuevo pacto de Dios. La Ley y el Evangelio son pactos que incluyen obligaciones. Los signos (dados) a Abraham eran la circuncisión y la aparición de los mensajeros. Los patriarcas y sus familias formaban una sociedad separada del mundo y agradable a Dios, que poseía los signos de su palabra y un sacrificio no comunicado a los paganos, aunque imitado por ellos. La perfección de la Ley y la obra de santificación fueron hasta entonces en gran medida exactas.

Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y en particular en el dominio de la masonería. Él, Jacob y los demás tenían visiones y revelaciones, no acordadas al mundo, y sus prosélitos debían jurar su obligación antes de poder ser aceptados. Buscaban una ciudad permanente no hecha por mano de hombre, aunque el velo sobre el rostro de Moisés probaba que existían misterios que todavía no habían sido revelados. De esta tradición recibieron los paganos sus propia doctrina, reservada sólo a los iniciados. El Credo era antiguamente una palabra, una prueba entre dos cristianos destinada a permitir que se reconocieran en todo lugar. Se le llamó después un símbolo, un signo; otros signos eran las ceremonias exteriores.

Desde la antigüedad hasta este día no se permite a los catecúmenos penetrar enseguida en todo lo que concierne al cristianismo; hay todavía una doctrina oculta en las revelaciones, los profetas y otros libros, y la primera noción de los escritos apocalípticos no estaba, como tampoco está, indiferentemente abierta a todos.

En sus instrucciones, san Pablo establece una distinción entre la leche y el alimento sólido, así como hace una distinción entre los principios y la perfección. El ungido enseñaba mediante parábolas a un pequeño número (de discípulos). La Iglesia del ungido es una sociedad de masonería espiritual, escogida en el mundo, que se comunica con signos exteriores y que asiste a misterios. Ella tiene efectos discernibles con el ojo espiritual, no por el hombre natural. Se le llama casa, construcción; el ungido es la piedra angular, y los apóstoles los cimientos. Subsiste gracias a la edificación (de sus miembros), es el único edificio bien concebido, y éste es todo el trabajo de la vida cristiana que expresa el término de masonería. El ungido tenía muchas cosas que decir a sus discípulos, pero en su tiempo no podían entenderlas, y nosotros todavía miramos a través de un cristal opaco. Hay misterios en la Iglesia del ungido, el maestro masón que negó a los fariseos el signo que otorgó a los apóstoles. Sus instrucciones son excelentes, tanto en el plano de la moral como en el de la inteligencia de esta última. De muchos círculos trazados uno dentro de otro, el último es el más cercano al centro. Igualmente, la grandeza y la vida pública no son pruebas de beatitud, y el último puede ser el mayor en el reino de Dios. La firmeza del símbolo de la escuadra nos enseña que la verdadera sabiduría no debe ser quebrantada; y el nivel (nos enseña) que el corazón sigue siempre sus inclinaciones sin alcanzar un enderezamiento, que jamás es igual, y por ello no encontramos aquí abajo ni reposo completo ni satisfacción.

Una regla que intenta ser justa nos prohibe abandonar nuestra razón por nuestras pasiones, y (nos obliga) a conservar la regulación (ejercida) por el juicio. El corte de las rocas con el cincel nos enseña que el arte y la industria superarán las dificultades. Un ingenio hidráulico nos enseña que el pecado nos obliga a compensar nuestra labor con nuestras lágrimas. Una rueda que no mueve a ninguna otra a menos de ser ella misma movida nos muestra que nuestro propio corazón debería estar preparado ante los sentimientos que queremos inspirar, y que deberíamos amar a Dios para poder ser amados. Una pirámide nos muestra que deberíamos, aunque aparentemente fijados en el suelo, aspirar al cielo. Una columna nos muestra que los inferiores son el soporte de los superiores, un templo que estamos dedicados a la virtud y al honor. Un compás que traza un círculo de un solo trazo muestra que una acción puede tener consecuencias sin fin, tanto en el bien como en el mal. Y el hecho de que una columna invertida parezca más grande en su parte inferior nos enseña que el Espíritu (también reside) en la adversidad y en la muerte, que las aflicciones deberían animarnos, y que la pérdida de la vida (debería) recordarnos una gozosa resurrección.

Hay un principio vital emanado de Dios en esas piedras y esos minerales que son la materia primera de la masonería. Dios es todo en todos. Pero así como los ojos de los apóstoles estaban constreñidos a no poder reconocer a nuestro Señor en su cuerpo espiritual, sólo un pequeño número es capaz de discernir el fuego interior de la tierra cuando madura los frutos de este elemento, así como los minerales utilizados en la construcción y en la vida cotidiana, y que exhala constantemente un vapor que san Juan comparaba con la hoguera y el humo del infierno. Oremos para que la voluntad de Dios pueda realizarse sobre la tierra como en el cielo, que la energía y las potencias de la naturaleza puedan subsistir gracias a su presencia, con respecto a la cual David declara que nada podría disimularla. La sal de la tierra nutre a las piedras, como el maná alimentó a los israelitas en el desierto. De ahí viene que los adeptos nos enseñen que esta sal es llamada con el nombre de Dios, ‘eheyeh, Yo soy, que es el autor y la vida de esta sal, así como ésta lo es de otros seres. San Juan, cuya Revelación es el programa de la masonería espiritual, conocía la piedra blanca, y vio al Hijo de Dios ceñir alrededor de su pecho un cinturón de oro.

El número 3 aparece de manera señalada en el Libro de Dios para ilustrar la Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; (está) el cuerpo, el alma y el espíritu; el hebreo, el griego y el latín puestos encima de la cruz; Santo, santo, santo, dicen los serafines; (está) el día en que (Jesús) trabaja, aquel en que descansa y aquel en que volverá a trabajar; Job, Daniel y Noé, los tres profetas que se habrían salvado juntos; Eliphaz, Sophar y Bildad; Ananías, Azarías y Misaël, Shem, Ham y Japhet. También los tres hijos de Adán más conocidos, que eran Abel, Caín y Seth; están además los de Terah, de quienes hemos recibido las promesas, Haran, Nahor y Abram. En fin, tres ángeles aparecieron; tres joyas (adornadas) de piedras preciosas se hallaban sobre el pecho de Aarón; tres letras componen la raíz de cada palabra hebrea; tres veces al año los judíos debían acercarse a Jerusalén; tres días durante los cuales Jonás estuvo en la ballena, y el ungido en la tumba. Hay tres Juanes: el Bautista, el Evangelista, y Marcos, sin contar con que hay otros Marcos distintos a éste.

Por su parte, el número 7 era el del (día del) sabbat, cuando el Creador descansó de sus obras; 7 es el número del jubileo, del año de gracia; los siete ojos de Dios son mencionados, así como los siete brazos del candelabro del templo; está el libro de los siete sellos, y siete ángeles, los siete meses (de la construcción) del tabernáculo. El templo fue construido en siete años. La sabiduría séptuple y la providencia de Dios se muestran en sus acciones. La Pascua se celebra siete veces siete días antes (del don de) la Ley. Éste es un ejemplo de la presencia de los números más perfectos en la Biblia.

Jeremías recibió la orden de construir y de demoler. Fue para disuadir la impiedad, (el signo) del riesgo de que se construya para ver a otro habitar, o de que el Señor abandone el edificio a la desolación. Las piedras del muro gritaron contra la opresión y la injusticia. Es un estímulo al deber, y (el signo) de que la palabra de Dios es capaz de construirnos en derechura, y también (el signo) de que probará la obra de cada hombre mediante el fuego, para demostrar que no se puede poner cimiento distinto de aquel del cual él mismo es el fundamento, el ungido salvador. Es un aliento a la caridad, a que seamos edificados juntos para (convertirnos) en una morada de Dios en el Espíritu, y a que mantengamos firme la profesión de nuestra fe hasta que la piedra rechazada por los constructores se haya convertido en cabeza de ángulo. Es un estimulante para la obediencia (saber) que aquel que ha construido todas las cosas es Dios.

La palabra masón, que es una de las últimas palabras exotéricas (el nombre trascendente, el nombre sagrado, es menos conocido y no puede ser verdaderamente pronunciado más que por los iluminados) viene del francés maison, que significa casa. Somos la morada del ungido, dice el apóstol en Heb. 3, 6. El Señor construyó Jerusalén, dice David en el salmo 147, 2. Ha trazado un camino hacia ella. El ungido es el camino en Jn. 14, 6. Abre la puerta que introduce; el ungido es la puerta en Mt. 7, 13; y nos regala en su morada con su cuerpo y su sangre los frutos de la rectitud. No os enorgullezcáis, dice el ungido, de tener a Abram por Padre, pues Dios es capaz de hacer brotar hijos de Abram de estas piedras. El ungido es llamado por el apóstol el peñasco espiritual, y la conversión de nuestros corazones de piedra en corazones de carne es (el efecto) de su redención, que nos aporta para nuestro arrepentimiento. (Dice en) Jn. 14, 2: En la casa de mi Padre hay muchas moradas. Morada viene de maneo, morar, que sugiere un objetivo a alcanzar cuando se es miembro de la logia celestial. Muchas iglesias y condiciones particulares son etapas en el camino que conduce a la casa que ningún terremoto puede destruir y que ninguna tempestad puede sumergir. Lo que era de su Padre también era suyo. Todo lo que posee el Padre me pertenece, dice el ungido; y es como si nuestros bienes también fueran suyos. En la esperanza de ello, los elegidos, aquellos que son aceptados, siempre se han lamentado: ¡Desgracia a mí, por residir en Mechek y habitar entre las tiendas de Kedar!

Por su parte, una temible representación de la logia celestial (Gen. 28, 16) arrancó a Jacob esta exclamación: Esto no es sino una casa de Dios, y es la puerta del cielo. ¡Álzate! dijo Dios, he puesto ante ti una puerta abierta que nadie puede cerrar (Ap. 3, 8). La Iglesia es la Casa de Dios, y está en todas partes. Job la encontró en la tierra, Ezequías en su lecho de muerte, Jeremías en su celda, Jonás en el mar, Daniel en la fosa, los tres niños en la hoguera ardiente, Pedro y Pablo en la prisión, el ladrón en la cruz. El cuerpo, llamado templo del Espíritu Santo, debe ser reconstruido en la resurrección en vistas a la adoración durante el reposo eterno. La Iglesia, la Casa de Dios, era antaño llamada, dice el Doctor Donne, el famoso deán de Saint-Paul, oratorio (porque se) pedían a la providencia divina las cosas necesarias. Pues vanos son nuestros esfuerzos sin su asistencia. A menos que el Señor construya la Casa, los obreros trabajarán en vano, dice David.

Y Mt. 21, 44: Aquel que caiga sobre esta piedra fracasará, y aquel sobre el cual caiga, ella le triturará. Aquel que ofenda al ungido, la piedra sobre la que se apoyó Jacob, será confundido. Y si en el juicio ella cae sobre el delincuente, su peso le aplastará más fuertemente a como la piedra de David (aplastó) la frente de Goliath, y le destruirá incluso más que la tumba.

Así como los lugares santos del templo de Diana fueron preservados, así nosotros somos un modelo de lo divino. Aunque los cielos de los cielos no puedan contenerle, se aloja en un corazón contrito. David rezó para tener un frenillo sobre el umbral de sus labios. El hombre interior es el lugar santo, el coro, y las bellas cualidades son sus tesoros y sus ornamentos. El santo de los santos es la conciencia arrepentida, en la que la fe y la caridad son dos querubines que recubren la misericordia de las sillas. Aquí está el oráculo divino, el Dios de quien dan testimonio nuestros espíritus que son sus hijos. Sólo el gran sacerdote, el salvador, puede entrar aquí y contentarnos.

Aquí se encuentra el arca de la Ley, el maná del perdón y de la consolación, el candelabro dorado del entendimiento iluminado, los panes de la rememoración, el velo de la rectitud, con el que el salvador oculta nuestros defectos; las columnas, los utensilios, las decoraciones, son la verdad y la justicia, ornamentos de un espíritu bien dispuesto, que son de gran valor ante los ojos de Dios.

Las elevaciones de este género a partir de la Escritura son infinitas. No hay un aspecto de la masonería, desde el porche hasta las murallas, del umbral y del dintel asperjado contra el mal mensajero, hasta la cámara elevada donde los apóstoles se reúnen; no hay un instrumento, desde el hacha que Eliseo ordenó recuperar hasta la plomada del profeta, ni una figura, desde la línea hasta el círculo de los cielos, que no estén santificados por una mención expresada en la lengua de Canaan. Y la referencia a la totalidad de este sistema, en cualquier sociedad, está autorizada por los muchos paralelos (que se encuentran) en la tribuna sagrada de la Escritura.

Pero en el momento de la consumación de todas las cosas, la ciudad de nuestro Dios tiene doce puertas para que los elegidos penetren por el este, por el oeste, por el norte y por el sur, a fin de residir en el reino de Dios. La puerta estrecha es el pasaje a lo que se llama belleza, por el cual entraremos en el corazón (al son de) la alabanza.

Es así que David prefería ser guardián del umbral antes que habitar en las tiendas de la perversidad. La condición para poder pasar esta puerta es creer en el salvador; los dos (senderos ascendentes) laterales son la paciencia y la inocencia; el techo es la caridad. Permaneced firmes en la fe, dice san Pablo. De aquí viene que la Iglesia tienda a que la fe sea llamada pilar y fundamento de la verdad. La entrada de este jardín está guardada por la espada flamígera de la justicia divina. El muro (del recinto) no puede ser medido más que por la caña del ángel. Es un secreto para la razón humana. Por siempre está en la cumbre de las colinas eternas. Aquellos que las frecuentan son justos y perfectos.

Ser, en virtud de la obligación cristiana, miembros libres de esta ciudad consiste, como Agustín decía de Roma, en exaltar la arcilla como si fuera mármol, y en revestirnos de nuestra Casa de lo alto, que en los cielos es eterna.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Código Masónico

Código masónico recogido en el Lapis Reprobatus Secretum Custoditum


Honrad al G\A\D\U\, dedicándoLe el culto debido.

Amad a vuestro prójimo, evitad el mal y haced el bien, dejad hablar a los hombres.

El culto dedicado al G\A\D\U\ es vano cuando no está acompañado del buen comportamiento.

Mantened siempre vuestra alma en un estado que sea digno de estar en la presencia del G\A\D\U\.

Escuchad siempre la voz de vuestra conciencia.

Buscad la compañía de los buenos y huid de los malos, pero no odiéis a nadie.

Hablad sobriamente con los grandes, prudentemente con vuestros iguales, sinceramente con vuestros amigos, dulcemente con los humildes, tiernamente con los pobres y los afligidos

Respetad al extranjero que viaja, ayudadle: su persona es sagrada para vos.

Respetad las mujeres. Quien se comporta indignamente con ellas es indigno de ser Mas\; jamás abuséis de su debilidad y morid antes de deshonrarlas

Si el G\A\D\U\ os da un hijo, agradecédSelo, pero temblad por el depósito que Él os confía.

Sed su maestro hasta los 10 años, su padre hasta los 20 años, su amigo hasta vuestra muerte.

Pensad en darle una educación moral y espiritual y una instrucción que le sea útil en la vida.

Respetad todas las criaturas y acordaos de que cada suspiro que vuestra dureza de corazón les arranque, aumentará el número de maldiciones sobre vos.

Evitad la polémica y no os rebajéis a proferir insultos.

No aduléis a vuestro hermano, es una traición, si vuestro hermano os halaga, temed que os corrompa.

Leed y sacad provecho, observad e imitad, reflexionad y trabajad.

Sabed que no es vuestro oficio lo que os honra o deshonra, sino el modo en que lo ejercéis.

No juzguéis con ligereza las acciones de los hombres, nunca critiquéis ni menos aún alabéis; es al G\A\D\U\, que sondea los corazones, a quien corresponde apreciar sus obras.

Tened siempre un ánimo jovial, incluso durante las pruebas de la vida, y dad gracias al G\A\D\U\ en la felicidad y en la desgracia.

martes, 27 de marzo de 2012

Una reseña sobre Libre Pensamiento; por René Guénon

Reseña aparecida en la Revista de Études Traditionelles, en mayo de 1940, sobre el número de octubre-noviembre-diciembre de la Revista Le Symbolisme.

Gaston Moyse protesta contra la opinión vulgar “que se obstina en ver entre la Francmasonería y las Sociedades llamadas de ‘Libre Pensamiento’, un estrecho parentesco”; él observa con razón que el “librepensador integral”, proclamándose el enemigo de todos los ritos, debe lógicamente ser por ello mismo un adversario de la Masonería, y declara claramente que “no existe entre las Sociedades de Libre Pensamiento más que una falsificación caricaturesca de la Francmasonería”; no se podría decir mejor, y añadiremos que esa “falsificación” presenta todas las características siniestras de aquellas que hemos frecuentemente denunciado como constituyendo uno de los síntomas más inquietantes de la degeneración de nuestra época.

Un artículo titulado "La 'Ley' de Analogía", por J. Corneloup, lleva la marca de un espíritu bastante profano: el autor confunde evidentemente analogía con semejanza, y, si no se equivoca levantándose contra ciertos abusos, todo eso nada tiene que ver con la verdadera analogía, de la que no dice una sola palabra; los que invocan las teorías de la física moderna en apoyo de sus propios puntos de vista no son por lo demás, se piense como se piense, ni simbolistas ni metafísicos; y, en cuanto a la afirmación de que "la psicología es el verdadero dominio de la iniciación", ¡sería seguramente difícil estar más lejos de la verdad!


[...]

miércoles, 22 de febrero de 2012

Catecismo anexo al ritual del Lapis Reprobatus Secretum Custoditum

Nota Keystone: Ponemos en conocimiento de nuestros lectores la siguiente información que nos ha facilitado la Editorial Librería Pardes:

Noticia original referida al "Lapis Reprobatus Secretum Custoditum".


La Editorial Librería Pardes acaba de poner a disposición de los Maestros Masones al precio de 3 € el Catecismo que, hasta ahora se entregaba conjuntamente con el ritual Lapis Reprobatus Secretum Custoditum de la misma editorial.

Los autores han buscado reflejar en este texto sintético de 100 preguntas y respuestas (33 de Aprendiz, 33 de Compañero y 33 + 1 de Maestro) los aspectos esenciales de la doctrina masónica escocesa, recogida en más de un centenar de Old Charges, a partir de los cuales se declinan aplicaciones más concretas y prácticas, como pueden ser los códigos morales masónicos.

Escrito desde el máximo respeto a la Tradición, constituye una pequeña joya que refleja fielmente el más genuino espíritu escocista.

Más información en:


info@libreriapardes.com
www.lapisreprobatus.com

martes, 21 de febrero de 2012

Palabra

Las Tres Grandes Luces
Entrada del "Diccionario Masónico. Simbolismo y Aspectos Históricos según la Tradición", Alexis Hatman, Revista Letra y Espíritu, Barcelona, 2007.

El Aprendiz y el Compañero sólo pueden «deletrear» sus palabras sagradas; únicamente el Maestro puede, a partir de sus elementos literales tomados separadamente, reconstruir la Palabra, es decir, «recobrar la Palabra Perdida», que, en su sentido más profundo, es el verdadero nombre del G.·.A.·.D.·.U.·.; dado que el nombre verdadero de un ser es la expresión de su esencia misma, la reconstitución del nombres es, pues, simbólicamente, lo mismo que la de ese ser.

Mientras se permanece en la multiplicidad de la manifestación sólo se puede deletrear el nombre del Principio discerniendo el reflejo de sus atributos en las criaturas, expresándose de modo fragmentario y disperso. [1]

La «palabra sagrada» del grado de Maestro es manifiestamente una «palabra substituída», por otro lado deformada de varios modos, hasta el punto de haber dado lugar a dos palabras supuestamente distintas, una «palabra sagrada» y una «palabra de pase», intercambiables según los distintos ritos, y que en realidad no son más que una. Si se restituye la forma correcta de esta «palabra substituída», se ve que en realidad es una pregunta, y la respuesta a la cuestión planteada sería la verdadera «palabra sagrada» o «palabra sagrada», es decir, el verdadero nombre del G.·.A.·.D.·.U.·. [2]

La «palabra sagrada» es identificada simbólicamente al Tetragrama. [3]

Según la leyenda, la «palabra» de los Maestros estaba en posesión de tres personajes que tenían el poder de comunicarla: Salomón, Hiram, rey de Tiro, e Hiram Abi, como para comunicarla regularmente y en forma ritual, era necesario el concurso de los «tres primeros Grandes Maestros», al morir Hiram-Abi, esta comunicación se hizo imposible. [4]

 La silaba es el elemento realmente indivisible de la palabra pronunciada; es de señalar que hasta la «palabra substituída», siempre está compuesta por tres sílabas, que son enunciadas separadamente en su pronunciación ritual. [5]

El identificar simbólicamente el Tetragrama con la «palabra perdida» apunta a una pronunciación trisilábica del mismo; el estar formado por cuatro letras, se puede decir que es expresión de su aspecto «substancial», mientras que la pronunciación, con la voz mediante tres sílabas hace referencia a su aspecto «esencial». [6]

En la India, la Shakti (=Shejinah: la Presencia divina) está explícitamente identificada con la diosa Vach (la Palabra). [7]

La forma fragmentada en que se transmite la palabra sagrada forma parte de una técnica muy antigua para el aprendizaje de la lectura, que de entrada se hacia letra a letra, después sílaba a sílaba, acabando con la memorización de la palabra entera. Esta técnica permitía anclar la palabra a la memoria como una imagen, o como un grupo de imágenes (letras, sílabas) lo que permitía jugar con ellas y establecer nuevas relaciones de sentidos. [8]

Ciertamente es paradójico constatar que aquello que tiene relación con el mundo de la completitud no puede ser transmitido más que en forma fragmentada. [9]

Un ritual americano propone una variante interesante en la transmisión de la palabra de primera grado, deletreándose ABOZ, aunque se lea B--- [10]

Los Ritos Antiguos (Rito Escocés Antiguo y Aceptado y anglosajones) tienen B--- como palabra sagrada de Aprendiz y J---- como de Compañero, pero la situación se invierte en los Ritos Modernos, que además tienen una palabra de pase para el Grado de Aprendiz. Una palabra de pase es coherente en la lógica de paso de un Grado a otro. En efecto, se comunica muy poco antes de que un candidato a otro Grado sea aceptado para dar el paso. No es el caso del candidato profano que no posee nada en el dominio iniciático [11]

Si se restituye la forma correcta a la «palabra sagrada» del grado de Maestro, uno se da cuenta de que su sentido es completamente distinto de aquellos que le son atribuidos: esta palabra en realidad no es sino una pregunta, y la respuesta a esta pregunta sería la verdadera «palabra sagrada» o la «palabra perdida», es decir, el verdadero nombre del G.·.A.·.D.·.U.·. [12]

Según Guénon, esta «pregunta» se lee mejor aún en árabe que en hebreo; añade Tourniac que está designada por las dos letras hebreas que sellan el mandil del Maestro Masón en algunos ritos, dos letras de valor numérico total 42, es decir, 3 x 4. [13]

Notas:
[1] René Guénon, “Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada”, EUDEBA, 1988, cap. XLVI.
[2] René Guénon, “Études sur la Francmaçonnerie et le Compagnonnage” vol. II, Editions Traditionnelles, 1995, Paris, pp. 36-37
[3] Idem, p. 38
[4] Idem, p. 45
[5] Idem, p. 46
[6] Idem, p. 48-49.
[7] Patrick Geay, “Mystères et significations du Temple maçonnique”, Éditions Dervy, Paris, 2000, p. 126.
[8] Philippe Langlet, “Des Rits maçonniques” vol. I, Éditions Dervy, Paris, 2004, p 356.
[9] Idem, p. 360.
[10] Idem, p 354.
[11] Idem, pp. 402-403.
[12] René Guénon, “Études sur la Francmaçonnerie et le Compagnonnage” vol. II, Editions Traditionnelles, 1995, Paris, p 37.
[13] Jean Tourniac, “Les Tracés de Lumière”, Éditions Dervy, 1987, Paris, p. 37.







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domingo, 29 de enero de 2012

Emir ‘Abd al-Qâdir, maestro sufí y masón.

Diploma de la Iniciación a la Franc-Masonería
a nombre del Emir 'Abd al-Qâdir


'Abd al-Qâdir al-Yaza’iri ibn Muhy al-Din, también conocido como Abdelkáder o Abdel Kader, cuyo nombre significa “Servidor del Todopoderoso”, fue emir de Argelia y actualmente es considerado héroe de la resistencia contra la ocupación francesa y origen del Estado argelino moderno. Nació en Mascara (Argelia) el 6 de septiembre de 1808 y murió en Damasco (Siria) en mayo de 1883.

Su padre, Sidi Muhy al-Din, fue sheij de la orden sufí Qadiri y autor del Kitab irsah al-muridin, destinado a los novicios en la gnosis. Su madre, una mujer cultivada, era hija del sheij Sidi Buduma, jefe de una importante zauiya. Mientras que para algunos historiadores el emir ‘Abd el-Kader sería descendiente de una parte de la tribu berber de los Banu Ifren, es tenido al mismo tiempo como descendiente del profeta Mahoma.

Niño precoz, podía leer y escribir con 5 años, es autorizado a comentar el Corán y las tradiciones proféticas a los 12, y dos años más tarde, lleva el título de “Hafiz”, destinado a aquellos que saben por entero el Corán de corazón. Con 8 años peregrina por primera vez a la Meca en compañía de su padre, continuando después su educación religiosa con su tío paterno en el estudio del Corán, con el que al tiempo aprende los principios de la geometría, la astronomía, la ciencia física, la moral, equitación y el uso de las armas. A los 18 años se traslada a Orán donde aprende política con Ahmed ben-Kodya. Se le recuerda además por su hábil inteligencia y prodigiosa memoria que hacia que pudiera citar a muchos filósofos griegos y árabes, así como disertar sobre Platón, Pitágoras, Aristóteles, o narrar hechos de historia antigua y moderna, así como otros conocimientos sobre filología, geografía e incluso medicina.

El emir ‘Abd al-Qâdir fue además de jefe militar, político, poeta, filósofo, teólogo y maestro sufí de la rama darqawi de la tariqa Shadhiliyya. Como jefe militar resistió durante quince años (1832-1847) a las tropas de África del cuerpo expedicionario francés después de la conquista de Argelia, iniciando el levantamiento contra los franceses mediante un llamamiento a la Guerra Santa y sitiando Orán en 1832. Ese mismo año es proclamado príncipe de los creyentes.  En 1837, después de varios años de guerra, se le concede el control de la provincia de Orán y parte de la de Argel mediante el Tratado de Tafna. En 1839 es derrotado por las tropas francesas que en 1843 ocupan por entero Argelia. Refugiado en Marruecos, se alía al sultán marroquí ‘Abd al-Rahman que es derrotado en la battalla de Isly en 1844, lo cual le obliga a entregarse a los franceses en 1847. En Francia se le mantiene como prisionero en Toulon y en Pau hasta que en 1852 se le concede la libertad con honores. Una vez libre marcha a Bursa (Turquía) en 1853, aunque un terremoto que destruye la ciudad, hace que se traslade por un tiempo a Estambul; después de conseguir los permisos del gobierno francés y turco viaja a Damasco donde reside desde 1855 hasta su muerte. Allí enseñará teología en la mezquita de los Omeyas y crea en su residencia una vasta biblioteca haciendo acopio de numerosos libros y manuscritos provenientes de múltiples países, entre los cuales se encuentra la Futûhât al-Makkiyya de Ibn ‘Arabî.

El Emir Abd al-Qâdir
En 1860, los enfrentamientos entre las comunidades del Líbano se extienden hasta Damasco, donde drusos y fanáticos sunnitas atacan los barrios cristianos de la ciudad. El emir ‘Abd al-Qâdir interviene como jefe militar en los enfrentamientos para proteger a la comunidad cristiana que se refugia en el barrio argelino, hecho por el cual la República Francesa le concede la gran cruz de la Legión de Honor, además de recibir otros reconocimientos por parte del emperador de Prusia, del Zar de Rusia o del Papa que le concede la Orden de Pío IX. Entre estos reconocimientos figuran el de varias Logias masónicas, de una de las cuales, la R.·.L.·. Henri IV del GOF, partirá una propuesta para recibir la Luz. Tras la batalla se retira varios días a la tumba de Ibn ‘Arabî para rezar, meditar y ayunar. Consagra el resto de su vida a obras de beneficencia, al estudio de textos científicos y sagrados, y a la meditación. Al morir es enterrado junto a la tumba de su maestro Ibn ‘Arabî, aunque sus restos fueron trasladados a Argelia en 1966 a petición del gobierno argelino.

Aunque los historiadores se han centrado principalmente en su vida política y militar, el emir ‘Abd al-Qâdir fue un reconocido maestro sufí. Su vinculación le venía ya desde su padre, sheij de la tariqa Qadiriyya en Argelia, donde participó. En la peregrinación a la Meca (el-Hajj) de joven junto a su padre conoció en Damasco al gran maestro Jalid al-Bagdadi, de la orden Naqshbandi. Una vez exiliado, realizó de nuevo la peregrinación donde se vincula al maestro shadilî Muhammad al-Fasi al-Shadili (m. 1289 h.) de quien obtiene la instrucción espiritual y con quien recibe la apertura espiritual de la Meca. En su vida también destaca una especial relación espiritual con Ibn ‘Arabî, al que él reconoce como su maestro en varios de sus escritos, así como en diferentes episodios que marcan esta elección, tal y como en su llegada a Damasco donde, antes de ser recibido oficialmente, se desvía para visitar la tumba de Ibn ‘Arabî, maestro sufí andalusí, o el que se le concede para residir la misma casa donde Ibn ‘Arabî residió en el casco antiguo de Damasco, en el barrio de sayda Ruqayya, y el que su obra más importante, Kitab al-Mawaqif, recoge, a petición de sus discípulos, sus comentarios a las obras de Ibn ‘Arabî. Dentro del sufismo, ocupa hoy, un lugar destacado, pues además de ser el reintroductor de la obra de Ibn ‘Arabî en Siria, fue el introductor de la rama darqawi de la Shadhiliyya en la tierra de Sham.

Finalmente, es necesario destacar, además de la mención que hemos realizado arriba de pasada, y motivo por el cual le dedicamos esta entrada, que el emir ‘Abd al-Qâdir, fue iniciado en la Masonería, después de recibir la invitación a recibir la  Luz, en la R.·.L.·. Henry IV, del GOF, por su defensa armada de la comunidad cristiana en Damasco durante los sucesos de julio de 1860. De esta recepción se muestra el correspondiente diploma en el encabezamiento de esta entrada.

(Enlace a la revista Oriente e Occidente, donde se dedica el número 15 por entero a glosar la figura del emir 'Abd al-Qâdir como masón. http://www.oriente-e-occidente.com/N04.html )