Traducción del artículo Le Constructeur aparecido en la revista francesa Vers la Tradition, nº 139,
Marzo-Abril-Mayo 2015.
Sobre la
noción de Gran Arquitecto del Universo, lo esencial ya ha sido dicho antes de
nosotros y sin nosotros [1]. No es sin embargo inútil volver sobre el sentido
de esta expresión, con mayor razón cuando se constata la complacencia con la
cual algunos, entre aquellos que son supuestos conocedores, mantienen la
vaguedad y la confusión sobre una cuestión que parecen especialmente querer
eludir [2]: es como si algunos de los que están llamados a ser constructores no
tuvieran otro deseo que el de rechazar la piedra destinada a convertirse en
piedra angular, estando bien situados para saber que «si el Señor no construye
la casa, en vano trabajan aquellos que la edifican.»[3]
En un
primer momento, el Constructor o Arquitecto no es tanto el Principio supremo
considerado en él mismo, cuanto un aspecto divino, caracterizado por un tipo
determinado de actividad, en correlación con la multitud ordenada de seres
particulares, y más precisamente con el hombre (en tanto que «artesano»
operando bajo su dirección y según su mandato.)
El recurso
a un simbolismo que es en principio el de la construcción del Templo de Salomón, implica que la organización del Universo es en sí misma asimilable a la
edificación de un Templo (en la cual el artesano humano es invitado a tomar parte).
Esta asimilación apenas tendría sentido fuera de toda referencia a un principio
divino, que debe poder ser considerado simultáneamente como transcendente (en
tanto que es el Espíritu el que concibe y el que traza el plan del Edificio, el
cual se distingue como el artista se distingue de su obra) y como inmanente (en
tanto que no construye el Templo sino para hacer su «residencia» en él). Por otro
lado, desde el punto de vista microcósmico, el obrero que da forma a la materia
bruta según la Voluntad del Arquitecto (o el maestro de obra que participa en
la traza del plan) toma parte en la edificación de un Templo espiritual que no
puede situarse sino en el centro de su ser, y es en su corazón que debe
encontrar lugar la residencia del Arquitecto. Teniendo en cuenta la analogía
entre macrocosmos y microcosmos, el Templo al que el Universo se identifica no
podría reducirse, como algunos parecen creerlo, al «mundo físico», es decir al
mundo corporal [4], coincidiendo con la totalidad del dominio de la manifestación,
que comprende los «tres mundos».
En la
medida en que la totalidad de la manifestación es ordenada por el Gran
Arquitecto, éste se distingue netamente del «demiurgo» entendido como
«formador» del Corpus Mundi [5].
Pero, en contrapartida, el Gran Arquitecto no se confunde con el Principio
Supremo, y no parece tampoco poder ser inmediatamente identificado a esta primera
determinación del Principio supremo que constituye el Ser total, considerado en
él mismo. El despliegue de la manifestación supone una «división» (aparente)
del Ser en dos principios complementarios, y es primero por relación a este
despliegue que el principio divino es designado como «Gran Arquitecto», que,
entonces, corresponde más bien al principio activo que ordena el desarrollo de
las potencialidades contenidas en el principio pasivo [6]; en términos de la
tradición hindú, es un aspecto del Purusha
considerado en correlación con Pakriti,
«la substancia primordial indiferenciada» [7]: Vishwakarma, «el Espíritu de la construcción universal». [8]
En la
antigua Masonería operativa, es el nombre divino El Shaddai el que era invocado como el nombre del Gran Arquitecto
del Universo [9]. Si el nombre El Shaddai
evoca las ideas de potencia y de elevación (designa al «Dios Todo Poderoso»
[10] al mismo tiempo que al Dios de la montaña), no se identifica sin
embargo, ni con el aspecto más elevado del Principio supremo, ni con el Ser
universal que, en la tradición hebraica, se da a conocer bajo el nombre de YHVH
[11] y que dice de él mismo: «Yo soy aquel que soy» o «El Ser es el Ser» [12]; por
eso, corresponde con un aspecto divino inferior al que es designado por el
nombre El Elión («Dios Altísimo») y
que, en el relato del Génesis, es presentado como otro nombre de YHVH [13].
El Gran
Arquitecto es también el «Gran Geómetra del Universo». De una parte, la
práctica de la arquitectura requiere el conocimiento de la geometría, y el plan
del edificio es trazado conforme a las leyes que la geometría permite conocer,
a partir de un punto indivisible [14] cuyo desarrollo engendra sucesivamente
líneas, superficies, volúmenes, y que contiene virtualmente todas las
construcciones [15] que la geometría hace posibles. Por otro lado, la
producción de un universo ordenado a partir de la indiferenciación inicial es
también la introducción de la medida allí donde todavía no existe sino lo
indefinido y lo indeterminado: la geometría, ciencia de la medida, es por eso
mismo la de la determinación que sitúa cada cosa en su lugar y en los límites
prescritos por su naturaleza y por su función en un conjunto o reino de
equilibrio, armonía, acuerdo de las partes en la unidad de todo [16].
El «Gran
Geómetra del Universo», cuyo tema se relaciona con los orígenes «pitagóricos»
de la Masonería como con sus orígenes «abrahámicos» [17], se identifica con
Apolo, el Dios de la medida, una de cuyas máximas (como la famosa «Conócete a
ti mismo») es «Nada en exceso» [18], y que, bajo su aspecto de divinidad
«solar», asegura el paso de la obscuridad a la luz, de la noche donde todos los
gatos son pardos al día donde todas las cosas se vuelven visibles, así como el
hombre se vuelve vidente, es decir conocedor, reconoce los límites en su
universo ordenado. Por un lado, el Apolo hiperbóreo (polar) es llamado Karneios, nombre que evoca (éste
también) las ideas de potencia y de elevación, y en donde se encuentran los
atributos de El Shaddai [19].
Hemos
mantenido hasta aquí la distinción que parece imponerse entre el Gran
Arquitecto y el Principio del cual no es más que un aspecto. Sin embargo,
sabemos que esta distinción es, en ciertos aspectos, ilusoria y que el Gran
Arquitecto no es realmente diferente del Principio, así pues la consideración del
principio activo en tanto que correlativo a un principio pasivo debe ser un
encauzamiento hacia el reconocimiento del Principio supremo.
Sobre la
letra G comprendida como la designación del «Gran Geómetra del Universo» y como
inicial de la palabra God, Guénon
escribe [20] «ésta debería ser en realidad una iod hebraica, la cual fue sustituida, en Inglaterra, como
consecuencia de una asimilación fonética de iod
con God» [21], y precisa: «La letra iod,
primera del Tetragrama, representa el Principio, de manera que es vista como
constituyendo por sí sola un nombre divino […]. Hay que añadir que la letra
correspondiente I del alfabeto latino es también, tanto por su forma rectilínea
como por su valor en las cifras romanas, un símbolo de la Unidad»; recordando
que Dante, en la Divina Comedia, hace
decir a Adán que el primer nombre de Dios fue I [22], concluye que «este
“primer nombre de Dios” […] no es otra cosa, en definitiva, que la expresión
misma de la Unidad principial» [23].
En algunos
grados masónicos que no dependen de la Square
Masonry, la invocación a El Shaddai
o a «Dios Todo Poderoso» cede su lugar a la invocación al «Dios Altísimo» [24],
que se ha manifestado como idéntico al Ser universal al cual la tradición
hebraica le da el nombre de YHVH [25]. Esto es así sobre todo en el grado que
Guénon caracteriza como pudiendo, con alguna razón, afirmarse de él que es el nec plus ultra de la iniciación masónica
[26]. Este grado comporta la comunicación de una palabra que representa la
«palabra reencontrada» (pero que todavía es una «palabra sustituida»), y que
debería por consiguiente constituir una respuesta a la pregunta: «¿Quién es el
Constructor?» [27]; lo curioso, es que este grado, en el cual la comunicación
del nombre misterioso del Altísimo es presentado como un encauzamiento hacia
«el Gran YO SOY» [28], no contiene tampoco una referencia explícita al Gran
Arquitecto, como si la respuesta debiera conducir a un más allá de lo que trata
la pregunta.
La
construcción del Templo, o la «reunificación de lo que está disperso», no puede
encontrar su acabamiento último sino en la reconstitución o en el
redescubrimiento de la Unidad que había sido aparentemente dividida en multitud
de fragmentos. Pero, y en tanto tiempo como la búsqueda no esté acabada, esta
Unidad no se da a conocer al artesano sino bajo el aspecto del Constructor cuyo
nombre debe reecontrar [29].
Notas:
[1]
Pensamos más particularmente en las líneas que Guénon ha consagrado a este
sujeto en algunas de sus obras, por ejemplo: El Hombre y su devenir según el
Vedanta, cap. IV («Purusha y Pakriti»), El Reino de la Cantidad y los Signos de
los Tiempos, cap. III («Medida y Manifestación»), La Gran Tríada, cap. XXV («La
ciudad de los sauces»).
[2] Cada
cual parece haber agotado el tema y darse por satisfecho una vez dice que el
Gran Arquitecto del Universo es, bajo otro nombre, «el Dios creador», o «el Ser
supremo» (expresión que evoca la filosofía de las Luces y la Declaración de los
derechos del hombre…), o incluso que es un «principio de unidad del mundo
físico», cuidando en precisar que todo lo demás es sólo una cuestión de
libertad de consciencia individual.
[3] Sal.
CXXVII, 1.
[4] Esta
reducción parece estar motivada por una estima exagerada respecto a la
«filosofía natural» de Newton, que procede enteramente de la ciencia profana,
lo mismo que cuando pretende descifrar algunos restos de ciencias tradicionales
(con la mentalidad materialista de un «soplador de carbón»). La estructura del
mundo corporal no ofrece sino una representación simbólica del Universo
identificado con el Templo del Gran Arquitecto.
[5] Su
función no se limita tampoco a la del demiurgo, tal como se menciona en el
Timeo de Platón, si, por lo menos, como el texto lo sugiere, esta función
consiste en organizar el dominio entero de la manifestación individual (mundo
corporal y mundo físico), según un «modelo» inteligible sobre el cual el
artesano divino concentra su atención, pero del cual no será sin embargo el
productor (puede que el demiurgo platónico sea, bajo otro nombre, el Intelecto
superior); pero es posible por otro lado que el relato del Timeo, en tanto
relato mítico, sea el signo indirecto de verdades situadas sobre un plano más
elevado que el de la manifestación formal. Como quiera que sea, el Gran
Arquitecto será
[6] Estas
potencialidades son en principio indiferenciadas y, en este sentido,
tenebrosas, su desarrollo se hace posible por una «iluminación», y ello porque
la distinción del principio activo del principio pasivo es también simbolizada
por la de la luz y las tinieblas.
[7] Guénon,
El Hombre y su devenir según el Vedanta,
loc. cit. En los términos de la doctrina de los Pitagóricos y de Platón,
corresponde al Uno considerado no en él mismo, sino es su interacción con la
Díada indefinida de los Grande y lo Pequeño, es decir con la raíz de la
multiplicidad.
[8] Cf.
Id., ibid, Vishwakarma es también Prajâpati considerado simultáneamente
como Señor, como Sacrificante universal, y también como la única víctima del
Sacrificio que constituye el desarrollo de la manifestación, lo mismo que el
Uno, en su interacción con la Díada indefinida, se diversifica en la multitud
de seres particulares, que sin embargo quedan bajo su dependencia.
[9] Este
nombre es invocado en los cuatro primeros grados de la Woshipful Society of Freemasons, que se presenta como una
supervivencia de la Masonería operativa.
[10] En la
Masonería (especulativa) inglesa, algunos rituales prescriben el empleo de una
parte de la jornada a «rogar a Dios Todo-Poderoso».
[11] «Dios
habla a Moisés, diciéndole: “Yo soy YHVH. Yo me manifesté a Abraham, a Isaac y a Jacob
como El Shaddai, pero no me di a
conocer a ellos bajo mi nombre de YHVH”» (Éxodo,
VI, 3)
[12] Exodo,
III, 14; cf. Guénon, El simbolismo de la cruz, cap. XVII: «La ontología de la
zarza ardiente».
[13] «Abram
responde al rey de Sodoma: “He levantado la mano hacia YHVH, el Dios Altísimo
(El Elion), que ha creado el cielo y la tierra”» (Génesis, XIV, 22). Abram no
llevaba todavía el nombre de Abraham; la referencia al nombre sagrado YHVH, que
no era conocido de Abraham, significa que YHVH es restrospectivamente
identificado a El Elion, el Dios de Melki-Tsedeq. Sobre todo esto, se puede
hacer referencia al cap. VI de El Rey del Mundo: «Melki-Tsedeq», donde los
comentarios de Guénon a Génesis, XIV, 18 y ss y de Hebreos, VII, 1-3, son de
una remarcable claridad.
[14] Los
Elementos de Euclides comienzan por la definición del punto: «lo que no tiene
partes».
[15] El
edificio es construido sobre el modelo de una figura ella misma «construida»
por la geometría. Este doble sentido del verbo «construir» no se encuentra en
todas las lenguas (en la lengua griega, por ejemplo, las dos operaciones son
expresadas por dos verbos diferentes). Sin embargo, hay que recordar que en la
Edad Media la palabra «Geometría» era a la vez tomada como sinónimo de
«Masonería», de la cual el nombre de Euclides era por tanto el símbolo,
conforme a la práctica consistente en hacer de un hombre ilustre, en razón de
su saber, la figura emblemática de la ciencia en la cual era un maestro.
[16] Dicho
de otra manera, la Belleza. Sobre la «medida» y el paso de lo indeterminado a
lo determinado, cf. Guénon, El Reino de la Cantidad y los Signos de los
Tiempos, cap. III.
[17]
Todavía, según la historia tradicional de la Masonería tal cual se encuentra en
los Old Charges, Abraham fue el instructor de Euclides, lo que aparece desde el
primer momento como un «formidable anacronismo». Este tema es abordado en la
obra de Denys Roman, René Guénon y los Destinos de la Francmasonería (cap. XII,
«Euclides, alumno de Abraham»): la extraña relación así establecida entre
Abraham y Euclides puede ser comprendida como la indicación de una adaptación
de la Masonería (que existe «desde tiempo inmemorial»), llamada entonces a
desarrollarse en el seno de las tradiciones ligadas al nombre de Abraham, y a
compartir con ellas un «Destino» escatológico privilegiado. Pero esta relación
«mítica» entre la fuente de las tradiciones del Libro y el codificador de la
«Geometría» ofrece también otra significación, sobre la que volveremos más
adelante.
[18] La
«justa medida» es precisamente un límite hacia el cual se tiende en suerte de
aproximaciones, tanto por exceso, como por defecto (y en lo que concierne a la
regla de acción que debe seguir el hombre individual, la virtud ética es un
medio entre un vicio por exceso y un vicio por defecto).
[19] Cf.
Guénon, Símbolos de la Ciencia sagrada,
XXVIII: «El simbolismo de los cuernos». Recordemos algunas correspondencias
remarcables entre la fuente «pitagórica» y la fuente «abrahámica» de la
Masonería. El nombre divino El Shaddai
tiene por valor numérico simple el número 345. Ahora bien, el «Gran Geómetra
del Universo» es aquel que «designa» la letra G, es decir la letra griega Γ,
cuya forma es la de una escuadra de brazos desiguales que puede estar cerca de
lo que algunos rituales llaman «la Escuadra de la Palabra divina»; si las
longitudes respectivas de estos brazos son medidas por los números 3 y 4, la
hipotenusa del triángulo rectángulo con las cuales forman el ángulo recto es de
longitud 5, conformando el teorema de Pitágoras, del que la «joya» del «Pasado
Maestro» da muestra, mientras la ausencia de esta hipotenusa en la escuadra de
brazos desiguales puede ser puesta en correspondencia con la desaparición del
tercer «Gran Maestro», pues con la pérdida de los «auténticos secretos», estos
se suplen con ciertos «secretos substituidos». (cf. Guénon, «Palabra perdida y
nombres sustituidos», Estudios sobre la
Masonería y el Compañerazgo, 2º volumen).
[20] La Gran Tríada, cap. XXV: «la ciudad de los sauces»
[21] Esta substitución,
sobre la cual Denys Roman había dado la razón en Guénon (cf. «René Guénon y la
letra G», en Reflexiones de un cristiano
sobre la Francmasonería, cap. VII), es confirmada por un ritual donde se
dice que lo son «ciertos caracteres hebraicos» que están «representados por la
letra G, refiriéndose a Dios [God],
el Gran Geómetra del Universo», precisamente aquellos que componen el nombre
sagrado YHVH.
[22] Paraíso, XXVI, 133-134.
[23] La
fórmula: «Medem agan», «Nada en
exceso», significa literalmente «No más de uno», lo que podría ser interpretado
como una expresión del más estricto «monoteísmo», y el nombre de Apolo puede
así ser comprendido como «sin multiplicidad».
[24] Es
bien significativo que el nombre del Altísmo, tanto en los rituales anglosajones
como en los rituales continentales, no aparece jamás bajo su forma hebraica,
aunque siempre en su «lengua vulgar», «es decir, simbólicamente, [en] la lengua
que sirve de vehículo a la tradición y que puede, bajo esta relación,
identificarse a la lengua primordial y universal» (Guénon, Apreciaciones sobre
el esoterismo cristiano, cap. VI: «Nuevas apreciaciones sobre el lenguaje
secreto de Dante».
[25] Como
lo recuerda Guénon en su pasaje de El Rey del Mundo al cual hemos hecho alusión
más arriba, el Altísimo es el Dios de Melquisedec, mientras que el El Shaddai
es el Dios de Abraham. La bendición de Abraham por Melquisedec constituye «la
comunicación de una “influencia espiritual”, de la cual Abraham va a participar
en adelante; y podemos observar que la fórmula empleada pone en relación
directa a Abraham con el Altísimo, que el mismo Abraham invoca al identificarlo
con Jehovah» (El Rey del Mundo, cap. V). El reencuentro entre Abraham y
Melquisedec «señala» pues «el punto de unión entre la tradición hebraica y la
gran tradición primordial» (ibid). Ahora bien, en la época de la redacción de
los Old Charges, Abraham era también (y quizás habría que decir sobre todo)
conocido por esta bendición que él había recibido de Melquisedec. Así pues, ¿la
relación maestro discípulo entre Abraham y Euclides no expresará la intención
de nuestros «ilustres predecesores de los antiguos días» de «señalar» el punto
de contacto entre la Masonería y la tradición primordial? Y si es así, uno de
los «Destinos de la Francmasonería» bien podría ser el de constituir un
«vínculo» entre los primeros y los últimos tiempos, entre el comienzo y el fin
del ciclo actual (y por ello también entre el fin y el comienzo del ciclo
futuro).
[26] Cf.
«Palabra perdida y nombres substitutivos», op. cit.
[27] Como
precisa Guénon (loc. cit.), se trata de una palabra compuesta, formada por la
reunión de tres nombres divinos pertenecientes a tres tradiciones diferentes,
lo que no puede ser comunicado regularmente sino por el concurso de tres
personas formando un triángulo. Se podría pensar que el triángulo así
constituido es el triángulo de Pitágoras, que había sido hecho incompleto por
la muerte del tercer Gran Maestro; además, había en la antigua Masonería
operativa una correspondencia entre los tres Grandes Maestros (Salomón, Hirán,
Rey de Tiro, y Amon, «el Arquitecto», cuyo nombre ha sido reemplazado en la
Masonería especulativa por el de Hiram-Abif) y las tres tradiciones a las
cuales pertenecían los tres nombres que componen la «palabra reencontrada», siendo el
tercer nombre un nombre egipcio asociado a Amón, el tercer Gran Maestro
(cf. Reseña del nº de octubre de 1949 del Speculative
Mason en el tomo II de los Estudios
sobre la Masonería y el Compañerazgo). Es necesario sin embargo señalar que
en el ritual del Royal Arch, como Guénon observa (op. cit.), cada uno de los
tres nombres divinos que forma la «palabra reencontrada» es pronunciado por turno
por cada uno de los miembros del triángulo, de suerte que la palabra compuesta
es reconstituida tres veces. Más que un triángulo rectángulo, el triángulo así
formado ¿no será un triángulo equilátero, del cual algunos de los ángulos no
corresponderían a aquel que forma la Escuadra, pero del que cada uno se relaciona
con la apertura del Compás?
[28] Sobre
el nombre divino egipcio que constituye el tercer componente del nombre, Guénon
señala que entra en la composición de uno de los principales nombres de Osiris,
y que tiene propiamente el sentido de «ser» (op. cit., p. 178)
[29] Sin
duda la «morada eterna» que el hombre debe alcanzar a reencontrar en su corazón
puede ser asimilada a un Templo (o a la «ciudad divina» en el seno de la cual
está edificada este Templo), pero este simbolismo supone la referencia a un «arte»,
es decir, a tipo de actividad que, para la humanidad, no ha podido llegar a ser
necesaria sino por la consiguiente caída. Señalemos para terminar que una
traducción más exacta del Salmo CXXVII, 1, versículo al cual nos hemos referido
al comienzo del este texto, sería: «Si YHVH no construye la casa, en vano
trabajan los que la construyen».
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