domingo, 5 de marzo de 2023

Historia masónica y crisis de la interpretación entorno a David Stevenson; por Patrick Geay.

  Fragmento del artículo del número 2 de la revista La Regle d'Abraham Historie maçonnique et crise de l'interprétation autour de David Stevenson.


   Desde hace unos treinta años, se ha desarrollado en los países anglosajones una corriente de estudio histórico que considera los orígenes de la Francmasonería contemporánea descartando rigurosamente toda filiación entre ésta y los antiguos masones de la Edad Media, Esta escuela que se presenta, no sin pretensiones, como la única válida, califica de buena gana los estudios que le son contrarios de “no-auténticos”. Así, la idea de una continuidad entre operativos y especulativos se encuentra deliberadamente rechazada y condenada por ella (1).

   Los partidarios de esta tendencia se apoyan en particular sobre los trabajos de Eric Ward, y sobre todo, como hemos señalado, de David Stevenson. Varias publicaciones recientes que se remiten explícitamente a este último, permiten hoy discernir mejor las consecuencias de esta hipótesis de la que no parece haberse medido suficientemente el carácter pernicioso. Antes de recordar las principales conclusiones de sus trabajos, precisemos que para esta escuela “científica”, incluso los trabajos de los Old Charges que reformuló Anderson en sus Constituciones referentes al origen adámico y salomónico de la Masonería, se estiman como carentes de fundamento.

    La idea maestra de D. Stevenson consiste en gran parte en creer en la aparición súbita de la Masonería en la Escocia de comienzos del siglo XVII (2). Menos radical con todo que algunos de sus lectores, él piensa que el pensamiento del Renacimiento se ha “injertado” sobre una estructura legendaria y medieval procedente de las logias medievales que, por lo tanto, preexistían. Para Stevenson, los lazos con los constructores de catedrales, no son propiamente nominales o “alegóricos”, como lo afirma erróneamente R. Dachez, discípulo sin embargo del historiador (3). Los secretos de los talladores de piedra habrían intrigado a bastantes personas extrañas al Oficio, hasta el punto de querer entrar en esas logias operativas (4). A este respecto, la posición de Stevenson no está en efecto muy alejada de la teoría de la transición (5), que desprecia por su parte R. Dachez (6). Él admite claramente la presencia de un conocimiento secreto entre los hombres de oficios, a lo cual el Regius hace además alusión (7). 

   Con todo, allá donde Stevenson instaura la teoría de la discontinuidad, es cuando afirma que bajo la influencia de W. Schaw (1598) se habría creado un nuevo tipo de logias en las cuales algunas prácticas rituales que antes no existían fueron elaboradas progresivamente (8). Y según él, la aparición de la “Palabra de Masón” sería una ilustración de ese proceso evolutivo. Se trata pues aquí de suponer, según una metodología histórica bastante reductora, que las cosas no tienen realidad más que si se descubre su huella y sobre todo, que no comienzan a existir más que en la época que un documento las menciona por vez primera. Stevenson llega incluso hasta decir, concerniendo a las Marcas de Masones, que “nada prueba que en el siglo XVIII un significado simbólico les era atribuido”, mientras que está bien establecido que, en todo tiempo, esas marcas poseían un sentido esotérico, con frecuencia muy complejo, enlazado con el arte del Rasgo (10).

   Entre las múltiples conjeturas formuladas por la historia citemos igualmente la que pretende que W. Schaw habría introducido en sus logias un uso del “arte de la memoria” tal como se desarrolla en el curso del Renacimiento, especialmente en Giordano Bruno (11). Pero la práctica de la memoria como medio de fijar en sí una enseñanza sin recurrir a lo escrito ¿es tan nueva? La importancia fundamental de la oralidad en todas las organizaciones iniciáticas tradicionales prueba claramente que no. Qué decir también de la afirmación según la cual “la idea de Dios/ geómetra/ arquitecto nunca tuvo tan pleno significado como en los siglos XVI y XVII” (12), o peor aún, que la palabra ritual “maha byn” procede de la “jerga” (13), y que ¡podría representar la pieza principal de una casa a la cual el maestro tenía acceso! Aunque se admita hoy que ese término es una deformación del hebreo Ma-haboneh (significando ¿Quién es el Arquitecto?), como lo ha recodado últimamente aquí Cl. Gagne, eso no impide a algunos partidarios de Stevenson añadir otra etimología totalmente de fantasía que hace derivar esta vez mahabyn de “Maccaboe”, martillo (15).

    De todo ello se desprende de una manera general los que han pregonado la hipótesis de la discontinuidad entre operativos y especulativos no han evidentemente comprendido lo que es la iniciación masónica, como lo prueba la comparación que hace Stevenson entre los Misterios y las pruebas estudiantiles... Con bastante lógica además esa corriente histórica insiste primero sobre lo que cree ser el papel de la Masonería, a saber el desarrollo de la moral y de la sociabilidad, con exclusión de un esoterismo auténtico que se considera tardío (17). La hipótesis de un “injerto” de concepciones renacentistas en la Masonería medieval no es solamente “falsa e injuriosa”, como afirmaba Cl. Gagne (18) hoy representa una forma nueva y astuta de hostilidad hacia la noción misma de tradición masónica. Hablar en efecto, a la manera de Patrick Négrier de “una transformación de la antigua masonería operativa de Gran Bretaña en una institución iniciática (19) es una contradicción pura y simple. Pues si se quiere ser coherente, no es posible sostener tal idea y reclamarse de René Guénon afirmando: “Apenas hay en el mundo occidental, como organizaciones iniciáticas que pueden reivindicar una filiación tradicional auténtica (...) que el Compagnonagge y la Masonería”. Esta frase bien conocida, citada por P. Négrier en exergo en el postfacio a su antología de los Antiguos Deberes (21), resume una posición rigurosamente opuesta a la que defiende este último en sus comentarios. La noción clave de “filiación tradicional” avanzada por Guénon para distinguir la iniciación verdadera de sus caricaturas, reposa esencialmente sobre el principio de una transmisión ininterrumpida de la influencia espiritual (o divina) que transmite de edad en edad, desde los orígenes de la cadena iniciática (22). Estos datos elementales pueden ser ilustrados en el Islam por el hecho de que todas las cofradías se remontan necesariamente de maestro en maestro hasta el Profeta (23), como es el caso en Masonería con Salomón, Abraham y Adán (24). Por lo tanto es inconcebible para una organización cualquiera convertirse en iniciática, a menos que se imagine esta transformación como siendo de naturaleza puramente humana, lo que no sería conforme a la regla universal que acabamos de recordar. En la hipótesis absurda según la cual la Masonería habría sufrido en el siglo XVII tal mutación -de hecho imposible- ella debería ser asimilada a una secta pseudo-iniciática, es decir, a una impostura.

   Esta teoría, en parte stevensoniana, que denunciamos, reposa además sobre una falsa representación de lo que era la Masonería, reducida a “una simple corporación profesional” transmisora de una “vaga espiritualidad cristiana del oficio” (25). Para convencerse de lo contrario bastaría interrogarse y sobre todo informarse sobre la naturaleza exacta del Rasgo fundamental que representa bien entre los constructores lo que M. Rosamondi llama “una verdadera clave cosmológica”. Relacionada con los ritos y los símbolos de los que es el corazón confiere a la iniciación salomónica una dimensión tal que se dice con frecuencia que el 'Deber' de los talladores de piedra que lleva a su depositario derecho al cielo” (26). Los trabajos de R. Béchmann han mostrado además claramente la existencia de una “geometría esotérica” que era sabiamente puesta en acción por los constructores iniciados (27). Pero siempre es posible ignorar voluntariamente lo que viene a contrariar una tesis que se cree justa a priori...

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