viernes, 22 de abril de 2011

Emblema XLIV de los secretos de la naturaleza; por Michael Maier


EMBLEMA XLIV DE SECRETIS NATURAE
EMBLEMA XLIV DE LOS SECRETOS DE LA NATURALEZA

Dolo Typhon Osyridem trucidat, artusque illus hinc inde dissipat, sed hos collegit Isis inclyta
Tifón mata a Osiris a traición y dispersa sus miembros pero la augusta Isis los reúne.






Epigrama XLIV

Syria Adonidem habet, Dionysum Graecia, Osirim
Aegyptus, qui sunt nil nisi SOL Sophiae:
ISIS adest soror et conjunx ac mater Osiris,
Cujus membra Typhon dissecat, illa ligat.
Defluit at pudibunda mari pars, sparsa per undas,
Sulphur enim, SULPHUR quod generavit, abest.

Epigrama XLIV

Dionisio en Grecia, en Siria, Adonis,
en Egipto, Osiris, son el SOL de los Sabios.
ISIS, esposa, hermana y madre de Osiris,
junta sus miembros santos desgarrados por Tifón.
Pero el falo se pierde arrastrado por las olas;
el azufre que generó el AZUFRE ya no está allí.


Emblema XLIV de la Fuga de Atalanta (1617), de Michael Maier.

jueves, 21 de abril de 2011

Reunir lo disperso; por René Guénon

Capítulo XLVI de Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada. Publicado originalmente como artículo en la Revista Études Traditionelles, octubre-noviembre de 1946,


En una de nuestras obras [1], con motivo del Ming-tang y el Tien-ti Hui, hemos citado una fórmula masónica según la cual la tarea de los Maestros consiste en “difundir la luz y reunir lo disperso”. En realidad, la vinculación que entonces establecíamos se refería solo a la primera parte de esta fórmula[2]; en cuanto a la segunda parte, que puede parecer más enigmática, como tiene conexiones muy notables en el simbolismo tradicional, nos parece interesante ofrecer a ese respecto algunas indicaciones que no habían tenido lugar en aquella ocasión.

Para comprender del modo más completo posible aquello de que se trata, conviene referirse ante todo a la tradición védica, más particularmente explícita a este respecto: según ella, “lo disperso” son los miembros del Púrusha primordial, que fue dividido en el primer sacrificio realizado por los Deva al comienzo, y del cual nacieron, por esa división misma, todos los seres manifestados[3]. Es evidente que se trata de una descripción simbólica del paso de la unidad a la multiplicidad, sin el cual, efectivamente, no podría haber manifestación alguna; y ya puede advertirse que la “reunión de lo disperso”, o la reconstitución del Púrusha tal como era “antes del comienzo”, si cabe expresarse así, o sea en el estado de no-manifestación, no es otra cosa que el retorno a la unidad principial. Ese Púrusha es idéntico a Prajàpati, el “Señor de los seres producidos”, todos ellos surgidos de él y por consiguiente considerados en cierto sentido, como su “progenitura”[4]; es también Vishvakarma, o sea el “Gran Arquitecto del Universo”, y, en cuanto tal, él mismo realiza el sacrificio del cual es la víctima[5]; y, si se dice que es sacrificado por los Deva esto no constituye en realidad ninguna diferencia, pues los Deva no son en suma sino las “potencias” que porta en sí mismo[6].

Hemos dicho ya, en diversas ocasiones, que todo sacrificio ritual debe considerarse como una imagen de ese primer sacrificio cosmogónico; y, también, en todo sacrificio, según ha señalado A. K. Coomaraswamy, “la víctima, como lo muestran con evidencia los Bràhmana, es una representación del sacrificador, o, como lo expresan los textos, es el sacrificador mismo; de acuerdo con la ley universal según la cual la iniciación (dîkshâ) es una muerte y un renacimiento, es manifiesto que “el iniciado es la oblación” (Tattirîya-Sámhitâ, VI, 1, 4, 5), “la víctima es sustancialmente el sacrificador mismo” (Aitareya-Bràhmana, II, 11)”[7]. Esto nos reconduce directamente al simbolismo masónico del grado de Maestro, en el cual el iniciado se identifica, en efecto, con la víctima; por otra parte, se ha insistido a menudo sobre las relaciones de la leyenda de Hiram con el mito de Osiris, de modo que, cuando se trata de “reunir lo disperso”, puede pensarse inmediatamente en Isis cuando reunía los miembros dispersos de Osiris; pero, precisamente, en el fondo, la dispersión de los miembros de Osiris es lo mismo que la de los miembros de Púrusha o de Prajàpati: no son, podría decirse, sino dos versiones de la descripción del mismo proceso cosmogónico en dos formas tradicionales diferentes. Cierto que, en el caso de Osiris y en el de Hiram, no se trata ya de un sacrificio, al menos explícitamente, sino de un asesinato; pero esto mismo no introduce ningún cambio esencial, pues es realmente una misma cosa encarada así en dos aspectos complementarios: como un sacrificio, en su aspecto “dévico”, y como un asesinato, en su aspecto “asúrico”[8]; nos limitamos a señalar este punto incidentalmente, pues no podríamos insistir en él sin entrar en largos desarrollos, ajenos a nuestro tema actual.

De la misma manera, en la Cábala hebrea, aunque ya no se trate propiamente de sacrificio ni de asesinato, sino más bien de una suerte de “desintegración” —cuyas consecuencias, por lo demás, son las mismas—, de la fragmentación del cuerpo del Adam Qadmòn fue formado el Universo con todos los seres que contiene, de modo que éstos son como parcelas de ese cuerpo, y la “reintegración” de ellos a la unidad aparece como la reconstitución misma del Adam Qadmòn. Éste es el “Hombre Universal”, y Púrusha, según uno de los sentidos del término, es también el “Hombre” por excelencia; se trata en todo eso, pues, exactamente de la misma cosa. Agreguemos, antes de ir más lejos, que, como el grado de Maestro representa, virtualmente por lo menos, el término de los “pequeños misterios”, lo que hay que considerar en este caso es propiamente la reintegración al centro del estado humano; pero sabido es que todo simbolismo es siempre aplicable a distintos niveles, en virtud de las correspondencias que existen entre éstos[9], de modo que puede referírselo sea a un mundo determinado, sea al conjunto de la manifestación universal; y la reintegración al “estado primordial”, que por otra parte es también “adámico”, constituye como una figura de la reintegración total y final, aunque en realidad no sea aún sino una etapa en la vía que conduce a ésta.

En el estudio antes citado, A. Coomaraswamy dice que “lo esencial, en el sacrificio, es en primer lugar dividir, y en segundo lugar reunir”; comporta, pues, dos fases complementarias, de “desintegración” y “reintegración”, que constituyen el conjunto del proceso cósmico: el Púrusha, “siendo uno, se hace muchos, y siendo muchos, torna a ser uno”. La reconstitución del Púrusha se opera simbólicamente, en particular, en la construcción del altar védico, que comprende en sus diversas partes una representación de todos los mundos[10]; y el sacrificio, para realizarse correctamente, exige una cooperación de todas las artes, lo que asimila al sacrificador al mismo Vishvakarma[11]. Por otra parte, como toda acción ritual, es decir, en suma, toda acción verdaderamente normal y conforme al orden (rta), puede considerarse como dotada en cierto modo de un carácter “sacrificial”, según el sentido etimológico de este término (sacrum facere), lo que es válido para el altar védico lo es también, de alguna manera y en algún grado, para toda construcción edificada, conforme a las reglas tradicionales, las cuales proceden siempre, en realidad, de un mismo “modelo cósmico”, según lo hemos explicado en otras ocasiones[12]. Se ve que esto se encuentra en relación directa con un simbolismo “constructivo” como el de la masonería; y, por otra parte, inclusive en el sentido más inmediato, el constructor efectivamente reúne los materiales dispersos para formar un edificio que, si es verdaderamente lo que debe ser, tendrá una unidad “orgánica”’ comparable a la de un ser viviente, si se adopta el punto de vista “microcósmico”, o a la de un mundo, si se adopta el punto de vista “macrocósmico”.
Virgen de la Granada de S. Botticelli, 1487 (detalle)

Nos falta aún decir unas palabras, para terminar, acerca de un simbolismo de otro género, que puede parecer muy diferente en cuanto a las apariencias exteriores, pero que sin embargo no deja de tener, en el fondo, un significado equivalente: se trata de la reconstitución de una palabra a partir de sus elementos literales tomados separadamente[13]. Para comprenderlo, hay que recordar que el verdadero nombre de un ser no es otra cosa, desde el punto de vista tradicional, que la expresión de su esencia misma; la reconstitución del nombre es, pues, simbólicamente, lo mismo que la de ese ser. Sabido es también el papel que desempeñan las letras, en simbolismos como el de la Cábala, en lo que concierne a la creación o la manifestación universal; podría decirse que ésta está formada por las letras separadas, que corresponden a la multiplicidad de los elementos, y que reuniendo esas letras se la reduce por eso mismo a su Principio, con tal que esa reunión se opere de modo de reconstituir el nombre del Principio efectivamente[14]. Desde este punto de vista, “reunir lo disperso” es lo mismo que “recobrar la Palabra perdida”, pues en realidad, y en su sentido más profundo, esa “Palabra perdida” no es sino el verdadero nombre del “Gran Arquitecto del Universo”.

Notas:
[1] La Grande Triade, cap. XVI.
[2] La divisa de la Tien-ti Hui de que allí se trataba, es en efecto ésta:”Destruir la oscuridad” (tsing), restituir la luz (ming)”.
[3] Véase Rig-Veda, X, 90.
[4] La palabra sánscrita prâya es idéntica a la latina progenies.
[5] En la concepción cristiana del sacrificio, Cristo es también a la vez la víctima y el sacerdote por excelencia.
[6] Comentando el pasaje del himno del Rig-Veda que hemos mencionado, en el cual se dice que “por el sacrificio ofrecieron el sacrificio los Deva”. Sàyana señala que los Deva son las formas del hálito (prâna-rûpa) de Prajàpati [el ‘Señor de los seres producidos’, o sea el “Hombre universal”, determinación del Principio en cuanto formador del universo manifestado]. Véase lo que hemos dicho acerca de los ángeles en “Monothéisme et Angélologie” [E. T., octubre-noviembre de 1946. Estos son. en las tradiciones judaica, cristiana e islámica, el exacto equivalente de los Deva en la tradición hindú]. Es claro que, en todo esto, se trata siempre de aspectos del Verbo Divino, con el cual en última instancia se identifica el “Hombre universal”.
[7] "Atmâyajña: Self-sacrifice”, en el Harvard Journal of Asiatic Studies, número de febrero de 1942.
[8] Véase también, en los misterios griegos, la muerte y desmembramiento de Zagréus por los Titanes; sabido es que éstos constituyen el equivalente de los Ásura en la tradición hindú. Quizá no sea inútil señalar que, por otra parte, inclusive el lenguaje corriente aplica el término “víctima” tanto en los casos de sacrificio como en los de homicidio.
[9] De la misma manera, en el simbolismo alquímico hay correspondencia entre el proceso de la “obra al blanco” y el de la “obra al rojo”, de modo que el segundo reproduce en cierto modo al primero en un nivel superior.
[10] Ver “Ianua caeli”.
[11] Véase A. K. Coomaraswamy, Hinduism and Buddhism, p. 26.
[12] Los ritos de fundación de un edificio incluyen generalmente, por lo demás, un sacrificio o una oblación en el sentido estricto de estos términos. Inclusive en Occidente. cierta forma de oblación se ha mantenido hasta nuestros días en los casos en que la colocación de la primera piedra se cumple según los ritos masónicos.
[13] En el ritual masónico esto corresponde al modo de comunicación de las “palabras sagradas”.
[14] Mientras se permanece en la multiplicidad de la manifestación, no es posible sino “deletrear” el nombre del Principio discerniendo el reflejo de sus atributos en las criaturas, donde no se expresan sino de modo fragmentario y disperso. El masón que no ha llegado al grado de Maestro es aún incapaz de “reunir lo disperso”, y por eso “solo sabe deletrear”.

sábado, 2 de abril de 2011

La paz de la fe; por Nicolás de Cusa

Fragmentos de La paz de la fe (De pace fidei, 1453), de Nicolás de Cusa (1401-1464).

Pero sabes, Señor, que no puede haber una gran multitud sin mucha diversidad y que casi todos los hombres se ven obligados a llevar una vida llena de tribulaciones y miserias y a estar sometidos a los reyes que gobiernan. Son pocos los que gozan del ocio necesario para, en uso de su libertad, poder profundizar en el conocimiento propio. Se dejan absorver por las muchas preocupaciones corporales y otras obligaciones, de modo que no pueden buscarte a Ti, que eres Dios escondido. Por esta razón, pusiste al frente de tu pueblo a diferentes reyes y videntes, llamados profetas, la mayoría de los cuales en virtud de tu mandato han establecido en tu nombre el culto y las leyes e instruido al pueblo ignorante. Aceptaron estas leyes como si Tú mismo, Rey de reyes, hubieras hablado con ellos cara a cara, creyendo que no era a ellos sino a Ti a quien escuchaban. Enviastes a diferentes naciones diferentes profetas y maestros, según las diferentes épocas. Ahora bien, es propio de la condición terrena del hombre defender como verdaderas las costumbres practicadas desde antiguo, que han pasado a ser consideradas como parte de la naturaleza. Ésta es la razón de que sobrevengan no pocas disensiones cuando cada comunidad prefiere su propia fe a la ajena.


Nicolás de Cusa
Acude en nuestra ayuda, pues sólo Tú tienes poder. Por Ti, el único a quien se venera en todo aquello que todos parecen adorar, es por quien se mantiene esta rivalidad. En todo lo que cada uno parece apetecer no apetece otra cosa sino el bien, que eres Tú, y ninguna otra cosa busca en su esfuerzo intelectual sino lo verdadero, que eres Tú. ¿Qué busca el viviente, sino vivir, y el existente sino ser? Por tanto, Tú que das la vida y el ser, eres el que pareces ser buscado de modo diferente en los diversos ritos y nombrado con diferentes nombres, pues permaneces para todos desconocido e inefable en tu verdadero ser. Tú, que eres poder infinito, no eres sin embargo nada de lo que creaste, ni puede la criatura comprender tu infinitud, pues no hay proporción alguna de lo finito a lo infinito. Tú, omnipotente Dios, invisible a toda inteligencia, puedes hacerte visible a quien quieras, de modo que puedas ser comprendido. No permanezcas oculto por más tiempo, Señor; sé propicio y muestra tu rostro, para que se salven todos los pueblos y no puedan ya olvidar la fuente de la vida y la dulzura apenas pregustada. Porque sólo te abandona quien te ignora.

Si te dignas actuar así, cesarán las guerras, el odio y todo mal y todos conocerán que no hay más que una sola religión en la diversidad de los ritos. Si no es posible o conviene suprimir esta diferencia de ritos, para que la diversidad misma contribuya a aumentar la devoción, cuando cada nación ponga sus mejores cuidados en las ceremonias que son más gratas a ti, que eres el rey, al menos que, así como Tú eres uno, que haya una sola religión y un solo culto de latría. Apiádate, Señor, porque tu ira es piedad y tu justicia misericordia; perdona a tu débil criatura. Nosotros, tus enviados, a quienes has puesto como custodios de tu pueblo y a quienes aquí ves, lo suplicamos humildemente de tu majestad con todas las maneras posibles de oración.


Adenda: acerca de la tolerancia en la obra de René Guénon.

Y, si concede al punto de vista profano  igual validez que al punto de vista tradicional, en lugar de no ver ahí más que la degeneración que es en realidad, ¿qué ocurrencias podrá decir aún sobre la demasiado famosa “tolerancia”, actitud bien específicamente moderna y profana también, y que consiste, como se sabe, en conceder a no importa cuál error los mismos derechos que a la verdad? (Miscelánea, Tercera Parte, capítulo IV).


“En cuanto al supuesto «progreso moral», se trata de un asunto de sentimiento, y por consiguiente de apreciación individual pura y simple; desde este punto de vista, cada uno puede hacerse un «ideal» conforme a sus gustos, y el de los espiritistas y demás demócratas no conviene a todo el mundo; pero los «moralistas», en general, no lo entienden así, y, si tuvieran poder para ello, impondrían a todos su propia concepción, ya que nada es menos tolerante en la práctica que las gentes que sienten la necesidad de predicar la tolerancia y la fraternidad. Sea como fuere, la «perfección moral» del hombre, según la idea que se hacen de ella corrientemente, parece ser más «desmentida por la experiencia» antes que al contrario, pues muchos acontecimientos recientes desmienten aquí a Allan Kardec y a sus adláteres como para que sea útil insistir en ello” (El Error Espitirista, capítulo IX).


“Hay muchas insuficiencias en ciertos aspectos (y no hablamos solamente de las inevitables lagunas en semejante asunto), pues el autor quizá no acaba de darse cuenta de lo que es la verdadera iniciación, que implica algo muy distinto a esas ideas de "tolerancia" o de "libertad de conciencia"; pero, tal como es, este trabajo no deja de testimoniar ciertas preocupaciones que, dado su origen, son interesantes de señalar” (Estudios sobre la Masonería y el Compañerazgo, reseñas de libros, junio de 1932, reseña del libro de Henri-Jean Bolle: Le Temple, Ordre initiatique du moyen âge).

La génesis del concepto de tolerancia


En el número de junio, Albert Lantoine expone “La génesis del concepto de tolerancia”, y parecería querer destacar que el “lanzamiento” de dicha idea no fue en suma más que un acto político de Guillermo de Hannover, pero que también este acto influyó bastante directamente en la constitución de la Masonería en su nueva forma “especulativa”. Lo cual confirma aún más lo que siempre pensamos del papel que desempañaron en dicha constitución las influencias profanas, que penetraron de esta modo en un dominio que debería normalmente estarles vedado. ¿Pero cómo puede ser que aquellos, cuyos estudios históricos conducen a semejantes constataciones, no puedan llegar a comprender que este mismo hecho representa la marca de una grave degeneración desde el punto de vista iniciático? (Estudios sobre la Masonería y el Compañerazgo, reseñas sobre artículos de la revista Le Symbolisme, abril-mayo de 1947) .


La tolerancia, virtud iniciática
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En el número de abril, el mismo autor considera “La tolerancia, virtud iniciática”, la cual nada tiene que ver con esa especie de indiferencia a la verdad y el error que comúnmente se designa con el mismo nombre. Desde el punto de vista iniciático quiere decir que hay que admitir como igualmente válidas todas las diferentes expresiones de la única Verdad, es decir en suma, que debe reconocerse la unidad fundamental de todas las tradiciones.

No obstante y considerando el tan frecuente sentido totalmente profano de la palabra “tolerancia”, la cual en sí misma evoca más bien la idea de soportar con una especie de condescendencia aquellas opiniones que no se comparten, ¿no sería mejor intentar hallar otra que no corriera el riesgo de prestarse a semejante confusión? (Estudios sobre la Masonería y el Compañerazgo, reseñas sobre artículos de la revista Le Symbolisme, Diciembre de 1949).



“La anarquía intelectual debía resultar de ello fatalmente: de ahí la multiplicidad indefinida de las sectas religiosas y pseudo religiosas, de los sistemas filosóficos que apuntan ante todo a la originalidad, de las teorías científicas tan efímeras como pretenciosas; caos inverosímil al que domina no obstante cierta unidad, puesto que existe un espíritu específicamente moderno del que procede todo eso, pero una unidad enteramente negativa en suma, puesto que es propiamente una ausencia de principio, que se traduce por esa indiferencia respecto a la verdad y al error que ha recibido, desde el siglo XVIII, el nombre de «tolerancia». Que se nos comprenda bien: no pretendemos censurar la tolerancia práctica, que se ejerce hacia los individuos, sino sólo la tolerancia teórica, que pretende ejercerse hacia las ideas y reconocerlas a todas los mismos derechos, lo que debería implicar lógicamente un escepticismo radical; y, por lo demás, no podemos impedirnos constatar que, como todos los propagandistas, los apóstoles de la tolerancia son muy frecuentemente, de hecho, los más intolerantes de los hombres. En efecto, se ha producido este hecho que es de una ironía singular: aquellos que han querido invertir todos los dogmas han creado para su uso, no diremos que un dogma nuevo, sino una caricatura de dogma, que han llegado a imponer a la generalidad del mundo occidental; así se han establecido, so pretexto de una «liberación del pensamiento», las creencias más quiméricas que se hayan visto nunca en ningún tiempo, bajo la forma de esos diversos ídolos de los que enumerábamos hace un momento algunos de los principales” (Oriente y Occidente, capítulo II).