martes, 13 de agosto de 2013

La Iniciación Masónica en el Mundo Moderno; por Giovanni Ponte


   Artículo publicado en la Rivista di Studi Tradizionali, nº 26-27, Turín, enero-junio de 1968, y reimpreso en el nº 77, julio-diciembre de 1993

En esta época nuestra hay que admitir que no puede sorprender si la confusión intelectual, hasta expresiones de verdadera y propia subversión, penetra en el interior de las mismas instituciones tradicionales: esto es fácilmente explicable si se piensa que los miembros y los representantes actuales de estas últimas, son con bastante frecuencia, al mismo tiempo, hombres más o menos ampliamente contaminados por la mentalidad profana o moderna, más o menos seguidores de las directivas antitradicionales que están llevando adelante el curso de la fase presente de las vicisitudes humanas.

Hemos visto en varias ocasiones, cómo estas consideraciones de orden general, ya aludidas otras veces [1], encuentran desgraciadamente amplias aplicaciones en el caso de la forma religiosa católica, que por diversos siglos ha representado el fundamento tradicional del área geográfica en que vivimos, al menos por lo concerniente al dominio religioso y como base normal exotérica y punto de partida para una vía de realización espiritual y esotérica, mediando el acceso a una forma de iniciación. Las consecuencias de la creciente invasión por corrientes típicamente modernas se hacen cada vez más evidentes, y, por otro lado, puede ser útil recordar el juicio nítido que expresó René Guénon, a finales de 1935, según el cual el catolicismo, que por su naturaleza tiene un carácter religioso y no iniciático, en las condiciones actuales no puede " ni siquiera servir como base o como punto de partida" sobre el cual una iniciación pueda apoyarse para una realización precisamente de orden iniciático [2].

Pensamos que es ahora oportuno tomar mejor en consideración otra institución, la de la "Libre Albañilería" o Masonería, que es prácticamente la única organización tradicional occidental accesible o sobreviviente en nuestro país, además de la Iglesia católica.

Se trata de una organización iniciática cuyos miembros tuvieron, en otras épocas, una base propia y exotérica normal en el catolicismo, aun cuando no exista un engarce necesario con dicha forma religiosa, como es evidente si se piensa que la iniciación masónica, que pasó a través de diversas adaptaciones, tiene un origen anterior al mismo cristianismo, en virtud de su relación con la edificación salomónica del Templo de Jerusalén [3], como también a una corriente espiritual surgida de la iniciación pitagórica y de los "Collegia" artesanales de la antigua Roma [4].

En realidad, para entender la situación normal de la Masonería hay que referirse a su inserción en una sociedad tradicional, como una de las iniciaciones  de oficio [5], en relación con formas iniciáticas paralelas (como las otras iniciaciones artesanales) y superiores (como las iniciaciones a los "grandes misterios" o "sacerdotales"), y en relación con un exoterismo apropiado: y son bastante evidentes las relaciones de la iniciación masónica medieval y postmedieval, sea con otras formas iniciáticas, como el hermetismo [6], sea con la Iglesia católica romana.

Es un hecho que, seguidamente, el hundimiento de la organización social tradicional, la desaparición de otras formas de iniciación, la decadencia de los oficios tradicionales hasta que prevalecieron los "Masones aceptados" que no los ejercitaban, determinaron para la iniciación masónica una situación profundamente anormal, allá donde ella subsistía aún, como en la Gran Bretaña  del siglo XVIII.

Es en tal contexto donde debe situarse la reorganización de la Masonería, comenzada en 1717 [7] con la constitución de la Gran Logia de Inglaterra, obra de miembros de cuatro logias londinenses de reciente formación existentes anteriormente: era el principio de la moderna Masonería "especulativa", contrapuesta a la antigua Masonería "operativa".

Hay que tener presente que no se trató de una adaptación normal a condiciones nuevas, fundada sobre principios tradicionales, sino más bien de una desviación que no ponía remedio a la aminoración de la iniciación masónica. Ciertamente, los pastores protestantes Anderson y Desaguliers, y los otros que colaboraron entonces en la organización de una "Masonería moderna", muy lejos de poseer aunque sólo fuera una concepción teórica adecuada de la realización iniciática, no se plantearon en absoluto cuestiones que también habrían sido fundamentales: como la de reordenar un método operativo de realización, la de fundarse sobre una base exotérica correspondiente a un orden tradicional en sentido verdaderamente profundo, y la de reencontrar el engarce con la iniciación efectiva capaz de vivificar la influencia espiritual suprahumana, presente a pesar de todo en los ritos y en los símbolos masónicos. Las preocupaciones fueron muy otras [8], si, como ya lo señalábamos en otro lugar, se recurre entonces también a los fraudes, destruyendo los documentos y los archivos que habrían proporcionado las pruebas de las alteraciones queridas y falsificando después la historia de los acontecimientos de aquel período.

Ciertamente, debió darse una situación previa que favorecía ya ciertas concepciones incompatibles con un punto de vista tradicional; pero la nueva organización masónica aportó la afirmación explícita y la consolidación de desviaciones del género. Esto aparece claramente, por ejemplo, en el célebre primer artículo de las Constituciones de Anderson de 1723, sustitutas de las antiguas "Old Charges". En tal artículo se lee textualmente: "...bien que en los tiempos antiguos los Masones fueron impulsados en cada País a ser de la religión de aquel País... sin embargo, se considera ahora más oportuno comprometerlos solamente en aquella Religión sobre la cual todos los Hombres están de acuerdo,... dejando a cada uno sus opiniones, esto es, ser Hombres de bien y leales, u Hombres de Honor y honrados...". Encontramos, en este caso, en primer lugar el recuerdo de la regla tradicional que implica la participación del Masón en la religión del propio país, que constituía de hecho la base normal exotérica de su iniciación; esta regla podía levantar sin duda problemas en el siglo XVIII, siendo necesario preguntarse, tras la crisis religiosa de Occidente, si en cada país subsistiese aún una religión tradicionalmente válida y adaptada para constituir la base normal exotérica para la iniciación constructiva (y en los casos en que se llegase a una conclusión negativa habría sido normal la búsqueda de una forma religiosa existente en otra parte).  La solución que manifiesta Anderson consiste sin embargo en considerar "superada" la antigua obligación, en el sentido de que sería suficiente la cualificación de "Hombre de bien", sustitutiva de la pertenencia a una religión. Al contrario, el hecho de atribuir a tal cualificación el nombre de "Religión" es aún más gravemente significativo: ello muestra, en efecto, que hasta la noción misma de religión con todo lo que ella implica en el aspecto de relación efectiva con una influencia tradicional suprahumana, en función de una ordenación ritual de la propia vida y con vistas a la salvación, está ya perdida. Sin duda, como se ha señalado, se vislumbra aquí la influencia de una mentalidad que se hizo posible con el protestantismo; pero debemos añadir que, también con referencia al protestantismo,  se tiene la impresión de encontrarse con un grado de rebajamiento extremadamente acentuado, como se había producido además en la filosofía inglesa con el denominado "deísmo". En realidad, hay que pensar que el ideal del "Hombre de bien" correspondería bastante exactamente a un punto de vista que debía de haberse ya difundido en el mundo "profano" británico"(sobre todo en la mediocridad de la burguesía rica y de la nobleza aburguesada), expresión de un apego sentimental y complacido al conformismo hacia el ordenamiento social establecido. Apenas hace falta decir que todo ello, mientras no alcanza de ninguna manera el nivel del exoterismo religioso, no tiene propiamente nada que ver con una realización iniciática, y muestra qué profundo puede ser el abismo entre el "tradicionalismo" y la espiritualidad tradicional auténtica.

    Consideraciones bastante semejantes pueden hacerse, mucho más generalmente, sobre las interpretaciones meramente "moralistas" y sociales de los ritos y de los símbolos masónicos, convertidas en comunes en la Masonería especulativa. A este respecto, es importante evitar fáciles equívocos [9]. Ciertamente, un trabajo iniciático comporta o presupone una ordenación de las propias facultades y de las propias acciones, y está bien justificado, por ejemplo, una referencia a la victoria sobre las pasiones y a la sumisión de la propia voluntad individual; pero ello tiene un sentido válido en cuanto esta sumisión represente una aplicación de la conformidad a un principio suprahumano, en función de la participación en él; y por esta conformidad, salvo un conocimiento directo de lo trascendente, es necesaria la indicación de una dirección por parte de una autoridad tradicional (iniciática o exotérica) competente al respecto. En el caso de hombres modernos en un ambiente moderno, la superación de las pasiones más estrechamente "egoístas" conduce sin embargo, por el contrario, a conformarse a determinados "ideales" que pueden ser el residuo de normas tradicionales ya no reconducidas a su principio (y este es en cierto modo el caso más favorable), pero pueden ser también simplemente el fruto de las sugestiones del momento en la sociedad en la que se vive. Aquellos que tienen las mejores intenciones aparentes pueden así devenir, al mismo tiempo, los más insignes modelos de "moralidad" y los peores celadores servidores de estas sugestiones, incluso arrastrando así a muchos otros, hasta a las formas más tristemente injustificadas de dedicación y de "sacrificio" de sí mismos. En efecto, muy comúnmente ideales profanos y de origen antitradicional han podido ser insinuados en ambientes masónicos, viniendo después reforzados poderosamente consecuentemente a una especie de carácter sacro a ellos atribuidos, casi en sustitución de una referencia consciente a elementos verdaderamente sacros devenidos incomprensibles.

Estas consideraciones, bien entendido, no alcanzan en absoluto a la validez de los ritos y de los símbolos masónicos, ni a la presencia de la influencia espiritual iniciática en ellos, antes y después de 1717; en el fondo, la formación y organización de la Gran Logia de Inglaterra fue antes que nada un hecho "administrativo", mientras es importante denotar que el aspecto ritual no sufrió, en cuanto a su esencia, ninguna alteración o amputación verdaderamente fundamental. Esto deja pensar que, no obstante todo, el espíritu permaneció en gran parte incomprendido y en estado  latente en la iniciación constructiva era aún bastante fuerte para impedir que la interferencia profana alcanzase a matar el corazón mismo de la Masonería.

Ello fue debido probablemente en notable medida a la presencia de las Logias británicas de la Masonería "antigua", las cuales se opusieron nítidamente a las innovaciones aportadas por la Gran Logia de Inglaterra, o de todos modos ejercitaron después de 1717 cierta influencia rectificadora sobre las estructuras de la Masonería "moderna" de la Gran Logia, sin colmar por otro lado las deficiencias, hasta que gran parte de la Masonería "antigua" inglesa, indudablemente ya un poco debilitada, terminó con alcanzar un acuerdo de fusión con la Masonería "moderna" en el 1813.

La interferencia de una influencia extraña a la iniciación, verificable en la formación de la Masonería especulativa moderna, fue en todo caso un fenómeno de tal alcance y condujo a tales desarrollos que no podemos, desde luego, considerarlo como casual o ligado solamente a la actuación arbitraria de pocos individuos. Sobre todo, es más que sabido que hubo al respecto también razones políticas, en favor de la dinastía "orangista" reinante en Gran Bretaña; alguien, verosímilmente con alguna razón, ha hecho notar también un clima favorable a la difusión, en la Inglaterra del Setecientos, de una organización que presentaba, entre sus caracteres más exteriores, analogías con los "clubes" puramente profanos que se formaron y tuvieron amplia fortuna en aquel tiempo [10]. Más allá de semejantes factores más bien superficiales y ocasionales, pensamos sin embargo que subsistieron razones mucho más profundas, y para señalarlas nos parece necesario algunas breves consideraciones de carácter general.

Las organizaciones tradicionales, además de ostentar una influencia espiritual y suprahumana, son también el vehículo de una potencia en el plano humano, y de contenidos de orden "sutil" o psíquico, que son ordenados normalmente por la influencia espiritual. Al debilitarse la eficacia de la influencia espiritual, es posible que intervengan influencias de orden inferior, tendentes a utilizar según sus propias directivas las potencias de orden psíquico antes señaladas. Es este también un modo de acción de lo que se ha denominado "contra-iniciación", que se desarrolla en cierto modo como parásita de las organizaciones tradicionales y, en particular, de las organizaciones iniciáticas [11]. Se puede decir además que las fuerzas antitradicionales, y la "contra-iniciación" que las dirige, dada su misma naturaleza negativa, no pueden sustraer su potencia más que de aquello a lo que tienden ilusoriamente a oponerse, y ello es, en el mundo humano, la iniciación, aprovechando contenidos de origen propiamente iniciático, arrancados de su principio espiritual y desviados; y tales desviaciones son precisamente posibles en el ámbito de las iniciaciones a los "pequeños misterios", los cuales atañen al dominio individual humano y no comportan la realización de lo universal (propia de los "grandes misterios") que está por naturaleza más allá de toda posible desviación [12].

Habida cuenta de ello, no es extraño que influencias del género de las que estaban plasmando el mundo occidental moderno, insertas decididamente en el interior de una organización iniciática occidental correspondiente precisamente a los "pequeños misterios" que había conservado cierta vitalidad, pero que estaba al mismo tiempo ya demasiado disminuida para impedirlo. Esto no significa que los fundadores de la Gran Logia de Inglaterra fueran ellos mismos "contra-iniciados", como alguno podría demasiado apresuradamente concluir, en cuanto ellos, ya como portadores de la mentalidad simplemente "profana" de su ambiente, actuaban de hecho como instrumentos indirectos, y verosímilmente bastante poco conscientes, de una tendencia antitradicional más profunda y de proporciones cada vez más vastas.

Se puede observar que la Gran Bretaña era por diversas razones el lugar de elección de una "interferencia" como aquella de la que hablamos, en cuanto, sede ya de antiquísimos centros tradicionales, se encontraba entonces por muchos aspectos en la vanguardia del movimiento antitradicional moderno, también por factores exteriores fáciles de ver: piénsese en la influencia ejercida después en todo el mudo por la denominada "revolución industrial" desarrollada precisamente en Inglaterra, y piénsese en la época de supremacía política del Imperio Británico [13], determinante para el porvenir de todos los continentes.

En semejante situación, en particular, las aludidas interpretaciones "moralistas" de contenidos iniciáticos, en cuanto se traducían en adhesión y entrega en los planos social, político y económico a las directrices de desarrollo de la sociedad británica de la época, podían muy bien ser un modo de dirigir en un sentido no sólo extraño al de la vía iniciática, sino también claramente antitradicional. Y algo análogo se podría decir naturalmente de la utilización en función de directrices subversivas, además del "moralismo", de otras concepciones ahora ya separadas de todo orden tradicional, sobre las cuales no nos detenemos.

No pensamos que la Masonería llamada "moderna" dirigida por la Gran Logia de Inglaterra se redujese a ser solamente un instrumento de las influencias que conducían a aquella expansión antitradicional para la cual la Gran Bretaña había devenido uno de los países más activos, pero no nos parece dudoso que la organización masónica haya sido y sea en muchos casos utilizada también en este sentido [14]: y ello ha vuelto todavía más arduas y complejas las cuestiones que se planteaban y se plantean queriendo reencontrar en la Masonería especulativa una base para una realización iniciática, como existió indudablemente en la Masonería operativa.

    La Masonería especulativa, trasplantada al continente europeo y América, tuvo un prodigioso desarrollo en el Setecientos y en el Ochocientos. La tendencia a la "modernización" se acentuó, particularmente en la Masonería francesa. Se introduce el "trinomio" Libertad-Igualdad-Fraternidad, totalmente extraño a la tradición constructiva, dando de él interpretaciones [15] que presuponían una mentalidad ya incapaz de la concepción misma de un orden tradicional normal. La incapacidad de superar el plano racional y sentimental, de vislumbrar alguna cosa más allá del dominio puramente humano, individual y colectivo, se iba demostrando como algo casi general, con las correlativas consecuencias en la dispersión en corrientes culturales y sociales típicamente modernas. La acusación falsa [16] hecha por los tradicionalistas a la Masonería francesa de haber organizado los movimientos revolucionarios del siglo XVIII, se convierte enseguida en un título de gloria a  los ojos de gran parte de los mismos masones. Ahora bien, lo que parece más significativo en esta aceptación por numerosos masones de corrientes revolucionarias o "progresistas" no está tanto en el ensañamiento contra determinadas estructuras sociales (comprensible sobre todo en los casos en los cuales se trataba de luchar contra poderes constituidos que consideraban la supresión de la misma Masonería), cuanto en la pavorosa ausencia de todo principio ordenador profundo en aquello que quería sustituirlos. Esto, por parte de iniciados, aparece como verdaderamente paradójico, y puede explicarse solamente con la consideración de que se trata para ellos de una iniciación puramente virtual y que resta en estado latente, aplastada bajo el peso de una "descualificación" antes que nada intelectual a la cual no hay remedio para quien la sufra.

Hablando ya de la Masonería moderna británica, hemos aludido al insinuarse de "ideales" que han buscado ocupar el puesto dejado vacío por la incomprensión de auténticos principios tradicionales. Y sería interesante un estudio de los "ideales", quizás poco diferenciados, insinuados en las organizaciones masónicas del continente. Contrariamente a cuanto acontece en Gran Bretaña, donde el conformismo podía ser ya de por sí suficiente para comprometer en una orientación claramente antitradicional, los "ideales" introducidos en la Masonería europea han sido frecuentemente más bien "anticonformistas". En ellos ha intervenido mucho el alimentar un sentimiento de hostilidad contra lo que restaba de un orden tradicional pasado, y que había sin duda perdido en gran parte su razón de ser degenerando de forma diversa. Sin embargo, esto no es en absoluto suficiente para explicar el poder asumido de modo totalmente irracional por ciertos "ideales", por ejemplo, el sedicente principio de "nacionalidad", exaltado hasta atribuir idolátricamente un carácter sacro a entidades políticas existentes o anheladas, cuya dramática contraposición estaba destinada a favorecer especialmente el progreso de las tendencias más "avanzadas" del mundo moderno.

Otro ejemplo típico de "ideal" introducido entre los masones modernos ha sido el de la entrega al trabajo profano [17]. Y es singularmente irónico que el iniciado en una iniciación artesanal, privado de la base operativa y ritual, del oficio, llegue a exaltar precisamente un género de actividad profana y profanadora diametralmente opuesta. No sólo eso, sino el ponerse al servicio de los factores de orden económico, como acontece en el trabajo profano moderno, sea en posición subordinada o en posición directiva, significa propiamente impulsar adelante activamente la corriente general que va plasmando, de desorden en desorden, el mundo antitradicional actual. Que eso se haga por necesidad es bien comprensible, buscando sin embargo reservar energías para otros fines así como no contradecir completamente  la condición iniciática de ser "libre y de buenas costumbres"; pero que se glorifique la servidumbre a la invasión de una actividad que se opone cualquier orden ritual, ello es totalmente injustificable: pero ¿cómo hacer comprender este evidente engaño a aquellos iniciados que no disponen de otras consolaciones para justificar su propia existencia?

 Siempre a título de ejemplo, observamos que mucho habría que decir sobre aquel ideal "científico" que presupone, en realidad, la incomprensión de lo que sería una verdadera ciencia tradicional, no ya la ignorancia de la verdadera naturaleza de la ciencia moderna, la cual de por sí, no sólo está desprovista de cualquier contenido que tenga algo en común con el conocimiento iniciático, sino que también es capaz de poder dar lugar a una grave deformación de la propia mentalidad; ello sin tener en cuenta las falsificaciones inherentes a las obras de divulgación y en las de instrucción escolar obligatoria, siempre extrañamente coordinadas en una dirección opuesta a la de la búsqueda iniciática [18]; mientras señalamos apenas de pasada las notables conexiones de una pretendida orientación científica con ideologías que no tienen propiamente nada de científico, como la creencia en el "evolucionismo" y en el progreso general.

Más cercano al terreno de las luchas del mundo profano, queremos citar aún la "democracia" [19] y el "laicismo" que, con toda coherencia, implicarían la negación misma de la autoridad tradicional y diremos también de cualquier organización iniciática. Es por lo tanto contradictorio en el fondo que unos iniciados hayan tomado eso como "ideales"; sin por ello querer excluir en absoluto que, en unas condiciones dadas, aquello a lo que dichas palabras corresponden, represente en la práctica la posibilidad menos desfavorable ofrecida por una sociedad de todos modos alejadísima de la participación en un principio ordenador profundo.

Creemos que levantar acta de la indebida interferencia y utilización más que sospechosa de estos y de otros "ideales" profanos semejantes [20], que prosperan en la Masonería moderna, es un supuesto indispensable para reencontrar su esencia iniciática [21]; mientras para aquellos masones que están bajo la sugestión de alguno de esos "ideales" [22] no creemos que se pueda ni siquiera hablar de una iniciación que, en tanto permanezcan tales condiciones, esté destinada a permanecer puramente virtual.

NOTAS:
[1]. Cfr. El artículo "En los umbrales de la fantateología", en el n. 17 de esta  revista (octubre-diciembre de 1965), pág. 175.
[2] Cfr. El artículo "Realización espiritual y práctica de la religión católica", en el n. 23 de esta revista (abril-junio de 1967), pág. 95-96, donde hemos citado más  ampliamente las afirmaciones de René Guénon al respecto.
[3] Una referencia interesante al respecto se encuentra en el volumen II de "Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, pp. 166-167 (cfr. El fragmento reproducido en el nº 14 de esta revista, de enero-marzo de 1965, p. 47), donde René Guénon, yendo más allá de Salomón, afirma también la existencia de una conexión de la iniciación masónica con Abraham y con la edificación de la Ka'abah.
[4]. En una carta del 10 de noviembre de 1946, tras haber recordado la derivación salomónica de la Masonería, René Guénon observa precisamente: "Hay también una vertiente pitagórica que, siendo menos aparente, no es quizás menos importante, sobre todo en el aspecto de la filiación iniciática".
[5]. Así, por ejemplo, en el "Livre des Métiers" hecho redactar hacia el 1268 por el Preboste de los Mercaderes de París, Etienne Boileau, pueden encontrarse los Estatutos de numerosos oficios, y el cuadragésimo se refiere precisamente a los masones operativos; este habría sido instituido por Guillaume de Saint-Patou, Maestro Masón del rey Luis IX.
[6]. Cfr. René Guénon, "Etudes sur la Franc-Maçonnerie", vol. II, pág. 73-74,  donde puede leerse entre otras cosas: "A pesar de lo que pretenden numerosos historiadores, la unión del hermetismo con la Masonería se remonta mucho más lejos que la afiliación de Elías Ashmole a esta última (1646); pensamos incluso que se buscó solamente, en el siglo XVIII, reconstituir a este respecto una tradición de la cual una gran parte se había perdido... Señalamos también que existió, hacia el siglo XIV, si no antes, una "Massenie du Saint Graal", por la cual las cofradías de constructores estaban ligadas a sus inspiradores herméticos".
[7]. Ello no significa en absoluto que después de aquella época no hayan continuado subsistiendo Logias de la antigua Masonería operativa, sea en Gran Bretaña o en otras partes.
[8]. Sobre este asunto, cfr. los fragmentos y referencias citados en los números 14 y 17 de esta revista, pág. 45-46 y 74-76, concernientes a los dod volúmenes de "Etudes sur la Franc-Maçonnerie". Un autor masónico recientemente pasado al "Oriente eterno", Jean Palou, en un libro muy apreciable en otors aspectos y que también ha dedicado a la memoria de René Guénon ("La Franc-Maçonnerie", Payot, 1ª ed. 1964, 2ª ed. 1966, trad. Españ.: Dédalo, Buenos Aires) ha creído bueno desmentirlo en este punto, justificando su crítica con la observación de que "se encuentran en Anderson huellas de conocimientos esotéricos bastante profundos", los se comprobarían por el uso, por parte de Anderson, de ciertas expresiones tradicionales como "Utima Thule" y "Clave de Bóveda" ("Cope-Stone"), por ejemplo en la frase "...estas obligaciones serán observadas por vosotros... cultivando el Fraterno amor, Fundamento y Clave de Bóveda, Cemento y gloria de esta antigua Confraternidad". En realidad nos parece obvio que deban encontrarse en los escritos de Anderson también expresiones sacadas del vocabulario tradicional y masónico, usadas, por lo demás, más o menos a  propósito, ni se puede ciertamente pensar que su ignorancia de la Masonería fuese total. La afirmación crítica de Palou, antes que ser convincente, nos parece sobre todo una expresión típica de aquellos "guenonianos" (conocemos otros) que  pretenden mucho "saber aún más", quizás también para compensar la incapacidad para un más serio empeño efectivo en un sentido tradicional.
[9] Sobre este tema nos parece oportuno recordar el importante artículo de René   Guénon sobre "Punto de vista ritual y punto de vista moral", publicado en el nº 14 (enero-marzo de 1965) de la presente revista, e incluído en el volumen "Initiation et Réalisation Spirituelle".
[10]. En su "Manual", Gaston-Martin llega a afirmar que los banquetes de las "Logias de Mesa" "habían terminado por absorber todo el celo de los Masones ingleses, mientras igualmente Bushing hace notar en  1783 el "carácter bajo y material de los masones ingleses" (citado por B. Fäy en "La Franc-Maçonnerie et la révolution intellectuelle du XVIII siècle", p. 138).
[11]. Cfr. el cap. XXVII ("Residuos psíquicos") de la obra de René Guénon "Le Règne de la Quantité et les Signes des Temps", (trad. Cast.: Ediciones Paidós, Barcelona, 1996).
[12]. Sobre este asunto, fundamental para comprender las razones profundas de aquello de lo que estamos hablando, remitimos a los lectores a los capítulos XXXIX y XL de "Aperçus sur l´Initiation": "Grandes misterios y pequeños misterios" e "Iniciación sacerdotal e iniciación real" (trad. Cast.(muy deficiente): "Apreciaciones sobre la Iniciación", CS, Buenos Aires, 1993.
[13]. Es curioso observar que tal época de supremacía del Imperio Británico había sido predicha por Nostradamus, precisamente en la centésima cuarteta de la décima Centuria ("Le Grand Empire sera par Angleterre..."), que dio incluso una indicación de su duración ("ans plus de trois cens"): un signo más de que todas estas vicisitudes no escapan a su destino o, por mejor decir, a un orden bien establecido, concurriendo en realidad al cumplimiento del "plan del Gran Arquitecto del Universo", en el cual también los desequilibrios parciales tienen  su  puesto para la realización del equilibrio universal.
[14]. Un ejemplo que sería quizás interesante profundizar es el de la acción desarrollada a través de la Masonería en la India, acción en la cual participó notoriamente el célebre Rudyard Kipling; tampoco la colosal mistificación de la "Sociedad Teosófica" carece de relación con la utilización de ambientes masónicos, como René Guénon ha documentado en "Le Théosophisme", (cfr. sobre todo el cap. XXV) (trad. Españ.: "El Teosofismo", Obelisco, Barcelona, 1989).
[15]. Insistimos sobre la intepretación y sobre la mentalidad con la cual el trinomio en cuestión ha sido concebido, en cuanto se pueden encontrar en él significados del todo legítimos y útiles pra la reflexion, también desde un punto de vista iniciático. A este asunto nos referimos ya en el nº 15 de esta revista, pág. 77.
[16]. Cfr. Albert Lantoine, Histoire de la Franc-Maçonnerie française dans l'Etat; cfr. también René Guénon, Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, vol. 1, pág. 107 y pág. 114, así como vol. II, pág. 100. Citamos aún a este respecto un episodio significativo del cual se tiene conocimiento preciso: cuando, el 7 de julio de 1789, un miembro de la Logia «L'Union» de Laval, durante la celebración de la fiesta de S. Juan de verano, tuvo el atrevimiento de dirigir un augurio a la obra de los Estados Generales ("Puissent les Etats-Géneraux imiter les Enfants de la Veuve..."), esto provocó una viva oposición y después la intervención de la Obediencia masónica, la cual estableció que «tal discurso no puede ser considerado masónico porque trata de argumentos extraños a la Masonería, lo que es contrario a los reglamentos» (cfr. André Bouton y Marius Lepage, "Histoire de la Franc-Maçonnerie dans la Mayenne (1756-1951"), Le Mans, 1951).
[17]. Cfr. al respecto el artículo de R.Guénon "Sobre la glorificación del trabajo", incluído en "Initiation et Réalisation Spirituelle" (cap. X).
[18]. Cfr. la obra ya citada "El Reino de la Cantidad", especialmente la introducción y el capítulo XVIII: "Mitología científica y vulgarización", y el cap. IV de "La Crisis del Mundo moderno" de R. Guénon. Cfr. también la reciente obra de Titus Burckhardt, "Scienza moderna e Sagezza tradizionale", (Borla, 1967). (Trad. Cast.: Ed. Taurus, Madrid, 1982).
[19]. Para una crítica profunda de la ideología democrática, remitimos al lector al capítulo VI ("El caos social") de la obra de Guénon, "La Crisi del mundo moderno" (trad. Españ.: Ed. Obelisco, 1988).
[20]. Sobre otras "interferencias" deletéreas bastante fáciles de atisbar, como las de ambiciones e intereses personales, no hemos pensado siquiera que fuese la ocasión de señalar que, dado su carácter demasiado evidentemente negativo, son  además no ciertamente exclusivas de la organización masónica.
[21]. Sobre otros aspectos de una investigación en tal sentido, pensamos volver próximamente, mientras observamos además que nos podría interesar conocer el pensamiento y los problemas de aquellos que han llegado a plantarse la misma cuestión.
[22]. Por otro lado, bien entendido, no pretendemos en absoluto poner en duda la posibilidad de que ésos, en los casos más favorables, apoyándose en la iniciación constructiva, hayan conseguido un mejoramiento de sus cualidades individuales, lo que en otras condiciones podría tener un valor preparatorio en función de la "Gran Obra"; ni pretendemos contestar el mérito consistente, a veces entre dificultades y persecuciones de todo género, en el mantenimiento y en la transmisión de la influencia espiritual iniciática, si bien en su mayor parte incomprendida.