domingo, 10 de mayo de 2009

¿Quién es regular? El puro Masonismo bajo el régimen de las Grandes Logias inaugurado en 1717



Oswald Wirth. Qui est régulier? Le pur Maçonnisme sous le régime des Grandes Loges inauguré en 1717 [¿Quién es regular? El puro Masonismo bajo el régimen de las Grandes Logias inaugurado en 1717] (Editions du Symbolisme, París). Reseña de René Guénon aparecida en Voile d'Isis - Etudes Traditionelles, en Noviembre de 1938



Este volumen es una recopilación de artículos aparecidos ya anteriormente en "Le Symbolisme"; ya hemos hablado de la mayoría de ellos cuando se publicaron por vez primera, lo que nos dispensa de volver detalladamente sobre ellos. Se trata de la querella que divide a la Masonería anglosajona y a la Masonería denominada "latina", más particularmente a la francesa; el autor reprocha a la primera el no ser fiel al "puro Masonismo", de manera que la acusación de "irregularidad" que ésta arroja contra la segunda debería recaer contra ella. Este "puro Masonismo", para él, está, como se sabe, representado esencialmente por las Constituciones de Anderson; pero es precisamente esto lo que podría impugnarse si se quisiera plantear la cuestión en su verdadero terreno: la auténtica expresión del "puro Masonismo" no puede estar constituida sino por las Old Charges de la Masonería operativa, de los que las Constituciones de Anderson se apartan mucho. Que la Gran Logia de Inglaterra se haya posteriormente aproximado a ellos en cierta medida no parece dudoso; pero a nadie se le puede reprochar el que repare un error, aunque sea parcial y tardíamente (el hecho de que, por otra parte, este error sea voluntario o involuntario, o parcialmente ambas cosas, poco importa aquí). Pero la Masonería francesa, por su parte, no ha hecho por el contrario sino acentuar más aún el mismo error; así, partidos del mismo punto, los dos adversarios actuales han ido divergiendo cada vez más, lo cual hace muy difícil que se entiendan. En el fondo, el único error de la Gran Logia de Inglaterra, en este asunto, ha sido el de no reconocer claramente su verdadera posición frente a las Constituciones de Anderson, lo cual cortaría en seco toda discusión al hacer caer el único argumento que se le opone con alguna apariencia de fundamento; pero, ¿podría hacerlo sin confesar con ello su propia falta original, que es de hecho la de todo el régimen de las Grandes Logias, es decir, la de la propia Masonería especulativa? Este reconocimiento, si se produjera algún día, lógicamente debería conducir a considerar una restauración integral de la antigua tradición operativa; pero, ¿dónde están aquellos que serían capaces actualmente de cumplir una tal restauración? Estas pocas reflexiones, con seguridad muy alejadas del punto de vista del autor del libro en cuestión, demuestran suficientemente toda la dificultad del tema, dificultad que, en suma, proviene sobre todo de que ninguna de las dos partes puede decir dónde está realmente el "puro Masonismo", bien sea porque lo ignora, bien porque ello implicaría la condenación de sí misma al igual que la de la parte adversaria, o le obligaría a emprender una labor probablemente imposible. En todo caso, mientras se obstinen en no querer remontarse más allá de 1717 para encontrar los verdaderos principios, es seguro que jamás podrá alcanzarse una solución satisfactoria; por otra parte, faltaría saber si hay alguien que verdaderamente quiera llegar a ella, y, lamentablemente, las preocupaciones demasiado ajenas al punto de vista iniciático que hoy existen sobre todo esto permiten dudar de ello…










sábado, 9 de mayo de 2009

"Operativo" y "Especulativo"; Iniciación efectiva e Iniciación virtual




Capítulo XXIX, Apercepciones sobre la Iniciación, 1946, René Guénon

«OPERATIVO» Y «ESPECULATIVO»

Cuando hemos tratado la cuestión de las cualificaciones iniciáticas, hemos hecho alusión a una cierta equivocación muy extendida sobre el sentido de la palabra «operativo», y también, por consiguiente, sobre el de la palabra «especulativo» que es en cierto modo su opuesto; y, como lo decíamos entonces, nos parece que hay lugar a insistir más especialmente sobre este tema, porque hay una estrecha relación entre esta equivocación y el desconocimiento general de lo que debe ser realmente la iniciación. Históricamente, si se puede decir, la cuestión se plantea de una manera más particular a propósito de la Masonería, puesto que es en ella donde los términos de que se trata se emplean habitualmente; pero no es difícil comprender que, en el fondo, tiene un alcance mucho más extenso, y que se trata de algo que, según modalidades diversas, es susceptible de aplicarse a todas las formas iniciáticas; y eso es lo que constituye toda su importancia desde el punto de vista donde nos colocamos.

El punto de partida del error que señalamos consiste en esto: puesto que la forma de la iniciación masónica está ligada a un oficio, lo que, por lo demás, como ya lo hemos indicado, está muy lejos de ser un caso excepcional, y puesto que sus símbolos y sus ritos, en una palabra sus métodos propios, en todo lo que tienen de «específico», toman esencialmente su apoyo en el oficio de constructor, se ha llegado a confundir «operativo» con «corporativo», deteniéndose así en el aspecto más exterior y más superficial de las cosas, así como es natural para aquel que no tiene ninguna idea y ni siquiera ninguna sospecha de la «realización» iniciática. Así pues, la opinión más extendida podría formularse así: los masones «operativos» eran exclusivamente hombres de oficio; poco a poco, «aceptaron» entre ellos, a título honorífico en cierto modo, a personas extrañas al arte de construir[1]; pero, finalmente, ocurrió que este segundo elemento devino predominante, y es de eso de donde resultó la transformación de la Masonería «operativa» en la Masonería «especulativa», que no tiene ya con el oficio más que una relación ficticia o «ideal». Esta Masonería «especulativa» data, como se sabe, de comienzos del siglo XVIII; pero algunos, constatando la presencia de miembros no obreros en la antigua Masonería «operativa», creen poder concluir de ello que esos eran ya Masones «especulativos». En todo caso, parece pensarse, de una manera casi unánime, que el cambio que dio nacimiento a la Masonería «especulativa» marca una superioridad en relación a aquella de la que ésta ha derivado, como si representara un «progreso» en el sentido «intelectual» y respondiera a una concepción de un nivel más elevado; y, a este respecto, nadie se priva de oponer las «especulaciones» del «pensamiento» a las ocupaciones del oficio, como si se tratara de eso en cosas que no dependen del orden de las actividades profanas, sino del dominio iniciático.

De hecho, antiguamente no había otra distinción que la de los masones «libres», que eran los hombres de oficio, y que se llamaban así a causa de las franquicias que habían sido acordadas por los soberanos a sus corporaciones, y sin duda también (y quizás deberíamos decir incluso ante todo) porque la condición del hombre libre de nacimiento era una de las cualificaciones requeridas para ser admitido a la iniciación[2], y de los Masones «aceptados», que, ellos sí, no eran profesionales, y entre los cuales se hacía un sitio aparte a los eclesiásticos, que eran iniciados en Logias especiales[3] para poder desempeñar la función de «capellán» en las Logias ordinarias; pero los unos y los otros eran igualmente, aunque a títulos diferentes, miembros de una única y misma organización, que era la Masonería «operativa»; ¿y cómo habría podido ser de otra manera, cuando ninguna Logia habría podido funcionar normalmente sin estar provista de un «capellán», y por consiguiente sin contar al menos con un Masón «aceptado» entre sus miembros?[4]. Por lo demás, es exacto que es entre los Masones «aceptados» y por su acción como se ha formado la Masonería «especulativa»[5]; y esto puede explicarse en suma bastante simplemente por el hecho de que, al no estar vinculados directamente al oficio, y al no tener, por eso mismo, una base suficientemente sólida para el trabajo iniciático bajo la forma de que se trata, podían, más fácil o más completamente que otros, perder de vista una parte de lo que conlleva la iniciación, e incluso diremos que la parte más importante, puesto que es la que concierne propiamente a la «realización»[6]. Es menester agregar aún que eran quizás también, por su situación social y sus relaciones exteriores, más accesibles a algunas influencias del mundo profano, políticas, filosóficas u otras, que actuaban igualmente en el mismo sentido, «distrayéndoles», en la acepción propia de la palabra, del trabajo iniciático, cuando no llegaban hasta conducirles a cometer enojosas confusiones entre los dos dominios, así como eso se ha visto muy frecuentemente después.

Es aquí donde, aunque hemos partido de consideraciones históricas para la comodidad de nuestra exposición, tocamos el fondo mismo de la cuestión: el paso de lo «operativo» a lo «especulativo», muy lejos de constituir un «progreso» como lo querrían los modernos que no comprenden su significación, es exactamente todo lo contrario desde el punto de vista iniciático; hablando propiamente, no implica forzosamente una desviación, pero sí al menos una degeneración en el sentido de una mengua; y, como acabamos de decirlo, esta mengua consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es «realización», puesto que eso es lo verdaderamente «operativo», para no dejar subsistir ya más que una visión puramente teórica de la iniciación. En efecto, es menester no olvidar que «especulación» y «teoría» son sinónimos; y se entiende que la palabra «teoría» no debe tomarse aquí en su sentido original de «contemplación», sino únicamente en el que tiene ahora en el lenguaje actual, y que la palabra «especulación» expresa sin duda más claramente, puesto que da, por su derivación misma, la idea de algo que no es más que un reflejo, como la imagen vista en un espejo[7], es decir, un conocimiento indirecto, por oposición al conocimiento efectivo que es la consecuencia inmediata de la «realización», o que más bien no forma más que uno con ésta. Por otro lado, la palabra «operativo» no debe considerarse exactamente como un equivalente de «práctico», en tanto que este último término se refiere siempre a la «acción» (lo que, por lo demás, es estrictamente conforme a su etimología), de suerte que aquí no podría emplearse sin equívoco ni impropiedad[8]; en realidad, se trata de ese «cumplimiento» del ser que es la «realización» iniciática, con todo el conjunto de medios de diversos órdenes que pueden ser empleados en vista de este fin; y no carece de interés destacar que una palabra del mismo origen, la palabra «obra», se usa también precisamente en este sentido en la terminología alquímica.

Desde entonces es fácil darse cuenta de lo que queda en el caso de una iniciación que no es más que «especulativa»: la transmisión iniciática subsiste siempre, puesto que la «cadena» tradicional no ha sido interrumpida; pero, en lugar de la posibilidad de una iniciación efectiva, toda vez que algún defecto individual no venga a obstaculizarla, no se tiene más que una iniciación virtual, y condenada a permanecer tal por la fuerza misma de las cosas, puesto que la limitación «especulativa» significa propiamente que esa etapa ya no puede ser rebasada, dado que todo lo que va más lejos del orden es «operativo» por definición misma. Eso no quiere decir, bien entendido, que los ritos ya no tengan efecto en parecido caso, ya que siguen siendo siempre, aunque aquellos que los cumplen ya no sean conscientes de ello, el vehículo de la influencia espiritual; pero, por así decir, este efecto se «difiere» en cuanto a su desarrollo «en acto», y es como un germen al que le faltan las condiciones necesarias para su eclosión, puesto que estas condiciones residen en el trabajo «operativo», únicamente por el cual la iniciación puede hacerse efectiva.

A este propósito, debemos insistir todavía sobre el hecho de que una tal degeneración de una organización iniciática no cambia no obstante nada de su naturaleza esencial, y que incluso la continuidad de la transmisión basta para que, si se presentaran circunstancias más favorables, sea siempre posible una restauración, debiendo concebirse entonces esta restauración necesariamente como un retorno al estado «operativo». Solamente, es evidente que cuanto más menguada está una organización, tantas más posibilidades hay de desviaciones al menos parciales, que, por lo demás, pueden producirse naturalmente en muchos sentidos diferentes; y estas desviaciones, aunque no tienen más que un carácter accidental, hacen cada vez más difícil una restauración de hecho, aunque, a pesar de todo, permanece siempre posible en principio. Sea como sea, una organización iniciática que posee una filiación auténtica y legítima, cualquiera que sea el estado más o menos degenerado en el que se encuentre reducida al presente, no podría ser confundida nunca, ciertamente, con una pseudoiniciación cualquiera, que no es en suma más que una pura nada, ni con la contrainiciación, que, ella sí, en efecto, es algo, pero algo absolutamente negativo, que va directamente en contra de la meta que se propone esencialmente toda verdadera iniciación[9].

Por otra parte, la inferioridad del punto de vista «especulativo», tal como acabamos de explicarlo, muestra todavía, como por añadidura, que el «pensamiento», cultivado por sí mismo, no podría ser en ningún caso el trabajo de una organización iniciática como tal; ésta no es un grupo donde se deba «filosofar» o librarse a discusiones «académicas», como tampoco a cualquier otro género de ocupación profana[10]. La «especulación filosófica», cuando se introduce aquí, es ya una verdadera desviación, mientras que la «especulación» que recae sobre el dominio iniciático, si se reduce a sí misma en lugar de no ser, como debería ser normalmente, más que una simple preparación al trabajo «operativo», constituye sólo esta mengua de la que hemos hablado precedentemente. En eso hay todavía una distinción importante, pero que creemos suficientemente clara como para que no sea necesario insistir más en ello; en suma, se puede decir que hay desviación, más o menos grave según los casos, toda vez que hay confusión entre el punto de vista iniciático y el punto de vista profano. Esto no debe perderse de vista cuando se quiere apreciar el grado de degeneración al que una organización iniciática puede haber llegado; pero, al margen de toda desviación, siempre se puede siempre, de una manera muy exacta, aplicar los términos de «operativo» y «especulativo», al respecto de una forma iniciática cualquiera que sea, e incluso si no toma un oficio como «soporte», haciéndolos corresponder respectivamente a la iniciación efectiva y la iniciación virtual.
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Notas:
[1] De hecho, no obstante, estas personas debían tener al menos algún lazo indirecto con este arte, aunque no fuera más que a título de «protectores» (o patronos en el sentido inglés de esta palabra); es de una manera análoga como, más tarde, los impresores (cuyo ritual estaba constituido, en su parte principal, por la «leyenda de Fausto») «aceptaron» a todos aquellos que tenían alguna relación con el arte del libro, es decir, no sólo a los libreros, sino también a los autores mismos.
[2] No se puede, sin desviar completamente las palabras de su sentido legítimo, dar otra interpretación a la expresión «nacido libre» (free born), aplicada al candidato a la iniciación, y que, ciertamente, ¡no tiene nada que ver con la liberación de supuestos «prejuicios» cualesquiera que sean!
[3] Estas logias se llamaban Lodges of Jakin, y el «capellán» mismo se llamaba Brother Jakin en la antigua Masonería «operativa».
[4] En realidad, deberíamos decir incluso que la misma contaba obligatoriamente con dos, siendo el otro un médico.
[5] Por lo demás, estos Masones no habían recibido la totalidad de los grados «operativos», y por eso se explica la existencia, al comienzo de la Masonería «moderna», de algunas lagunas que fue menester colmar después, lo que no pudo hacerse más que por la intervención de los supervivientes de la Masonería «antigua», mucho más numerosos todavía en el siglo XVIII de lo que creen generalmente los historiadores.
[6] Ya hemos marcado esta diferencia precedentemente, a propósito del estado actual del Compañerazgo y de la Masonería; los Compañeros llaman de buena gana a los Masones sus «hermanos especulativos», y, al mismo tiempo que esta expresión implica el reconocimiento de una comunidad de origen, hay en ella también a veces un cierto matiz de desdén que, a decir verdad, no está enteramente injustificado, así como se podrá comprender por las consideraciones que exponemos aquí.
[7] La palabra speculum, en latín, significa en efecto «espejo».
[8] En suma, en eso cabe toda la diferencia que existe en griego entre los sentidos respectivos de las dos palabras praxis y poêsis.
[9] Hemos tenido varias veces la ocasión de constatar que tales precisiones no eran de ningún modo superfluas; debemos también protestar formalmente contra toda interpretación tendiente, por una confusión voluntaria o involuntaria, a aplicar a una organización iniciática, cualquiera que sea, lo que, en nuestros escritos, se refiere en realidad ya sea a la pseudoiniciación, o ya sea a la contrainiciación.
[10] No hemos podido comprender nunca lo que quería decir justamente la expresión de «sociedades de pensamiento», inventada por algunos para designar una categoría de agrupaciones que parece bastante mal definida; pero lo que sí es seguro, es que, incluso si existe realmente algo a lo cual esta denominación pueda convenir, eso no podría tener en todo caso la menor relación con ninguna organización iniciática cualquiera que sea.




Capítulo XXX, Apercepciones sobre la Iniciación, 1946, René Guénon.

INICIACIÓN EFECTIVA E INICIACIÓN VIRTUAL

Aunque la distinción entre la iniciación efectiva y la iniciación virtual pueda ser ya comprendida suficientemente con la ayuda de las consideraciones que preceden, es bastante importante como para que intentemos precisarla todavía un poco más; y, a este respecto, haremos destacar primeramente que, entre las condiciones de la iniciación que hemos enunciado al comienzo, el vinculamiento a una organización tradicional regular (que presupone naturalmente la cualificación) basta para la iniciación virtual, mientras que el trabajo interior que viene a continuación concierne propiamente a la iniciación efectiva, que es en suma, en todos sus grados, el desarrollo «en acto» de las posibilidades a las que la iniciación virtual da acceso. Por consiguiente, esta iniciación virtual es la iniciación entendida en el sentido más estricto de esta palabra, es decir, como una «entrada» o un «comienzo»; bien entendido, eso no quiere decir de ninguna manera que pueda considerarse como algo que se basta a sí mismo, sino que es sólo el punto de partida necesario de todo lo demás; cuando se ha entrado en una vía, todavía es menester esforzarse por seguirla, e incluso, si se puede, por seguirla hasta el final. Todo esto se podría resumir en estas pocas palabras: entrar en la vía, es la iniciación virtual; seguir la vía, es la iniciación efectiva; pero desafortunadamente, de hecho, muchos se quedan en el umbral, no siempre porque ellos mismos son incapaces de ir más lejos, sino también, sobre todo en las condiciones actuales del mundo occidental, debido a la degeneración de algunas organizaciones que, devenidas únicamente «especulativas» como acabamos de explicarlo, no pueden por eso mismo ayudarles de ninguna manera en el trabajo «operativo», aunque no sea más que en sus etapas más elementales, y no les proporcionan nada que pueda permitirles siquiera sospechar la existencia de una «realización» cualquiera. No obstante, incluso en estas organizaciones, se habla mucho todavía, a cada instante, de «trabajo» iniciático, o al menos de algo que se considera como tal; pero entonces uno puede plantearse legítimamente esta pregunta: ¿en qué sentido y en qué medida corresponde eso todavía a alguna realidad?

Para responder a esta cuestión, recordaremos que la iniciación es esencialmente una transmisión, y agregaremos que esto puede entenderse en dos sentidos diferentes: por una parte, transmisión de una influencia espiritual, y, por otra parte, transmisión de una enseñanza tradicional. Es la transmisión de la influencia espiritual la que debe ser considerada en primer lugar, no sólo porque debe preceder lógicamente a toda enseñanza, lo que es muy evidente desde que se ha comprendido la necesidad del vinculamiento tradicional, sino también y sobre todo porque es ella la que constituye esencialmente la iniciación en el sentido estricto, de suerte que, si no debiera tratarse más que de iniciación virtual, todo podría en suma limitarse a eso, sin que haya lugar a agregarle ulteriormente una enseñanza cualquiera. En efecto, la enseñanza iniciática, cuyo carácter particular tendremos que precisar después, no puede ser otra cosa que una ayuda exterior aportada al trabajo interior de la realización, a fin de apoyarle y de guiarle tanto como sea posible; en el fondo, esa es su única razón de ser, y es en eso sólo en lo que puede consistir el lado exterior y colectivo de un verdadero «trabajo» iniciático, si se entiende éste realmente en su significación legítima y normal.

Ahora bien, lo que hace la cuestión un poco más compleja, es que los dos tipos de transmisión que acabamos de indicar, aunque son en efecto distintos en razón de la diferencia de su naturaleza misma, no obstante no pueden ser separados nunca enteramente el uno del otro; y esto requiere todavía algunas explicaciones, aunque ya hayamos tratado en cierto modo implícitamente este punto cuando hemos hablado de las relaciones estrechas que unen el rito y el símbolo. En efecto, los ritos son esencialmente, y ante todo, el vehículo de la influencia espiritual, que sin ellos no puede ser transmitida de ninguna manera; pero al mismo tiempo, por eso mismo de que tienen, en todos los elementos que los constituyen, un carácter simbólico, conllevan necesariamente también una enseñanza en sí mismos, puesto que, como lo hemos dicho, los símbolos son precisamente el único lenguaje que conviene realmente a la expresión de verdades de orden iniciático. Inversamente, los símbolos son esencialmente un medio de enseñanza, y no sólo de enseñanza exterior, sino también de algo más, en tanto que deben servir sobre todo de «soporte» a la meditación, que es el comienzo de un trabajo interior; pero estos mismos símbolos, en tanto que elementos de los ritos y en razón de su carácter «no humano», son también «soportes» de la influencia espiritual misma. Por lo demás, si se reflexiona en que el trabajo interior sería ineficaz sin la acción o, si se prefiere, sin la colaboración de esta influencia espiritual, se podrá comprender por eso que la meditación sobre los símbolos toma ella misma, en algunas condiciones, el carácter de un verdadero rito, y de un rito que, esta vez, ya no confiere sólo la iniciación virtual, sino que permite alcanzar un grado más o menos avanzado de iniciación efectiva.

Por el contrario, en lugar de servirse de los símbolos de esta manera, uno puede limitarse también a «especular» sobre ellos, sin proponerse nada más; ciertamente, con eso no queremos decir que sea ilegítimo explicar los símbolos en la medida de lo posible, y buscar desarrollar, por comentarios apropiados, los diferentes sentidos que contienen (a condición, bien entendido, de guardarse bien de toda «sistematización», que es incompatible con la esencia misma del simbolismo); pero queremos decir que, en todo caso, eso no debería ser considerado más que como una simple preparación a algo más, y es justamente eso lo que, por definición, escapa forzosamente al punto de vista «especulativo» como tal. Éste sólo puede quedarse en un estudio exterior de los símbolos, que, evidentemente, no podría hacer pasar a los que se libran a él de la iniciación virtual a la iniciación efectiva; y aún, muy frecuentemente, se detiene en las significaciones más superficiales, porque, para penetrar más adelante, es menester ya un grado de comprehensión que, en realidad, supone algo muy diferente de la simple «erudición»; y es menester incluso estimarse afortunado si esa erudición no se extravía más o menos completamente en consideraciones «adventicias», como, por ejemplo, cuando se quiere encontrar en los símbolos sobre todo un pretexto para la «moralización», o sacar de ellos pretendidas aplicaciones sociales, o incluso políticas, que, ciertamente, no tienen nada de iniciático y ni siquiera de tradicional. En este último caso, ya se ha rebasado el límite donde el «trabajo» iniciático de algunas organizaciones deja enteramente de ser iniciático, aunque sea de una manera completamente «especulativa», para caer pura y simplemente en el punto de vista profano; este límite es también, naturalmente, el que separa la simple degeneración de la desviación, y es muy fácil comprender como la «especulación, tomada como un fin en sí misma, se presta enojosamente a «deslizarse» de la una a la otra de una manera casi insensible.

Ahora podemos concluir sobre esta cuestión: mientras no se hace más que «especular», incluso ateniéndose al punto de vista iniciático y sin desviarse de él de una manera o de otra, uno se encuentra en cierto modo encerrado en un callejón sin salida, puesto que con eso no podría rebasarse en nada la iniciación virtual; y, por lo demás, ésta existiría también sin ninguna «especulación», puesto que es la consecuencia inmediata de la transmisión de la influencia espiritual. El efecto del rito por el que se opera esta transmisión es «diferido», como lo decíamos más atrás, y se queda en el estado latente y «no desarrollado» en tanto que no se pase de lo «especulativo» a lo «operativo»; es decir, que las consideraciones teóricas, en tanto que trabajo propiamente iniciático, no tienen valor real más que si están destinadas a preparar la «realización»; y, de hecho, son una preparación necesaria, pero es precisamente eso lo que el punto de vista «especulativo» mismo es incapaz de reconocer, y por consiguiente, es precisamente de eso de lo que no puede dar ninguna consciencia a aquellos que se limitan a su horizonte.

La Santa Sede pide omitir el término "Yahvé" en la liturgia


CIUDAD DEL VATICANO, jueves 11 de septiembre de 2008 (ZENIT.org).- La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos ha enviado una carta a las conferencias episcopales del mundo sobre el nombre de Dios en la que pide no usar el término "Yahvé" en las liturgias, oraciones y cantos.

La carta se refiere al uso del nombre "YHWH" con el que se designa a Dios en el Antiguo Testamento y que en español se lee "Yahvé". El texto explica que este término debe traducirse de acuerdo al equivalente hebreo "Adonai" o del griego "Kyrios"; y pone como ejemplos traducciones aceptables en cinco idiomas: Lord (inglés), Signore (italiano), Seigneur (francés), Herr (alemán) y Señor en español.

La misiva está firmada por el cardenal Francis Arinze y por el arzobispo Albert Malcom Ranjith, respectivamente prefecto y secretario de la Congregación vaticana, siguiendo una directiva de Benedicto XVI.

Tras comentar que el nombre de Dios exige a los traductores un gran respeto, el cardenal explica que la palabra "YHWH" es "una expresión de la infinita grandeza y majestad de Dios", que se mantuvo "impronunciable y por ello fue reemplazada en la lectura de las Sagradas Escrituras con el uso de la palabra alternativa 'Adonai' que significa Señor".

Esta tradición de la traducción es importante para entender a Cristo, señala la carta vaticana, ya que el título de "Señor" se vuelve "intercambiable entre el Dios de Israel y el Mesías de la fe cristiana".

"Las palabras de las Escrituras contenidas en el Antiguo y Nuevo Testamento expresan la verdad que trasciende los límites del tiempo y el espacio. Son la palabra de Dios expresada en palabras humanas, y por medio de estas palabras de vida, el Espíritu Santo introduce a los fieles en el conocimiento de la verdad total, y por ello la palabra de Cristo aparece ante los fieles en toda su riqueza", explica la indicación de la Santa Sede.

viernes, 8 de mayo de 2009

La letra G y la svástika por René Guénon

Publicado en Études Traditionelles, julio-agosto de 1950. Retomado para el capítulo XVII en "Symboles de la science sacrée".


    En La Grande Triade, con motivo del simbolismo polar y de la palabra china yi que designa a la unidad (la Estrella polar se llama T’ai-yi, o sea la ‘Gran Unidad’), habíamos llegado a dar algunas indicaciones sobre el simbolismo masónico de la letra G, cuya posición normal es igualmente “polar”, y a establecer una relación con la letra I, que representaba “el primer nombre de Dios” para los Fedeli d’Amore[1]. Esta relación se justificaba por el hecho de que la letra G --que en puridad no cabe considerar un verdadero símbolo, dado que pertenece a las lenguas modernas, carentes de todo carácter sagrado o tradicional-- según los rituales masónicos ingleses stands for God (representa a Dios); y en cuanto inicial de la palabra God, ha sido, por lo menos en ciertos casos, considerada como sustitutiva de la yod hebrea, símbolo del Principio o de la Unidad, en virtud de una asimilación fonética entre God y yod[2]. Dichas indicaciones resultaron ser el punto de partida de investigaciones que han dado lugar a nuevas comprobaciones no menos interesantes[3]. Por eso creemos útil volver sobre el asunto para completar lo que ya habíamos dicho.


    En primer lugar, cabe señalar que, en un antiguo catecismo del grado de Compañero[4], a la pregunta: What does that G denote? se responde expresamente: Geometry or the Fifth Science (es decir, la ciencia que ocupa el quinto lugar en la enumeración tradicional de las “siete artes liberales”, cuya transposición esotérica en las iniciaciones medievales hemos señalado en otras ocasiones). Esta interpretación no contradice en modo alguno la .afirmación de que la misma letra stands for God, ya que Dios se designa especialmente en ese grado como “el Gran Geómetra del Universo”; y, por otra parte, lo que le da toda su importancia es que, en los más antiguos manuscritos conocidos de la masonería operativa, la “Geometría” se identifica constantemente con la masonería misma; hay pues en ello algo que no puede considerarse desdeñable. Resulta además, como lo veremos en seguida, que la letra G, en tanto que inicial de Geometry, ha tomado el lugar de su equivalente griega Γ, lo que está suficientemente justificado por el origen mismo de la palabra “geometría” (y, aquí por lo menos, ya no se trata de una lengua moderna); además, esa letra griega presenta en sí misma cierto interés, desde el punto de vista del simbolismo masónico, en razón de su forma misma, la de una escuadra[5], lo que evidentemente no es el caso de la letra latina G[6]

    Ahora, antes de ir más lejos, conviene preguntarse si esto no se opone a la explicación por sustitución de  la yod hebrea, o, por lo menos, puesto que ésta ha existido también, si no cabría pensar, en tales condiciones, que se la haya introducido secundariamente y en época más o menos tardía. De hecho como parece ciertamente haber pertenecido propiamente al grado de maestro, así debe ser para aquellos que siguen la opinión más corriente sobre el origen de este grado. En cambio, para quienes, como nosotros, se niegan por más de una razón a considerar dicho grado como producto de una elaboración “especulativa” del siglo XVIII, sino que ven en él una especie de “condensación” del contenido de ciertos grados superiores de la masonería operativa, destinada a llenar en la medida de lo posible una laguna debida a la ignorancia en que con respecto a aquéllos estaban los fundadores de la Gran Logia de Inglaterra, el tema aparece con un aspecto muy distinto: se trata entonces de una superposición de dos sentidos diferentes pero que no se excluyen en modo alguno, lo que ciertamente nada tiene de excepcional en el simbolismo; además, cosa que nadie parece haber observado hasta ahora, ambas interpretaciones, por el griego y el hebreo respectivamente, concuerdan a la perfección con el carácter propio de los dos grados correspondientes, “pitagórico” el segundo y “salomónico” el tercero, y acaso sea esto sobre todo, en el fondo, lo que permita comprender de qué se trata en realidad.



    Dicho esto, podemos volver a la interpretación “geométrica”, del grado de Compañero, acerca del cual lo que hemos explicado no es aún la parte más interesante en lo que atañe al simbolismo de la masonería operativa. En el catecismo que citábamos más arriba, se encuentra también esta especie de enigma: By letters four and science five, this G aright doth stand in a due art and proportion[7]. Aquí, evidentemente, science five designa la “quinta ciencia” o sea la geometría; en cuanto a la significación de letters four, se podría, a primera vista, y por simetría, incurrir en la tentación de suponer un error y que haya de leerse letter, en singular, de suerte que se trataría de la “cuarta letra”, a saber, en el alfabeto griego, de la letra Δ, interesante simbólicamente, en efecto, por su forma triangular; pero, como esta explicación tendría el gran defecto de no presentar ninguna relación inteligible con la letra G, es mucho más verosímil que se trate realmente de “cuatro letras”, y que la expresión, por lo demás anormal, de science five en lugar de fifth science haya sido puesta intencionalmente para hacer aún más enigmático el enunciado. Ahora, el punto que puede parecer más oscuro es éste: ¿por qué se habla de cuatro letras, o, si se trata siempre de la inicial de la palabra Geometry, por qué ha de ser cuadruplicada to stand aright in due art and proportion? La respuesta, que debe estar en relación con la posición “central” o “polar” de la letra Γ, no puede darse sino por medio del simbolismo operativo, y aquí, además, es donde aparece la necesidad de tomar dicha letra, según lo indicábamos poco antes, en su forma griega Γ. En efecto, el conjunto de cuatro gammas colocados en ángulos rectos los unos con respecto a los otros forma la svástika, “símbolo, como lo es también la letra G, de la Estrella polar, que es a su vez el símbolo y, para el masón operativo, la sede efectiva del Sol central oculto del Universo, Iah[8], lo cual evidentemente está muy próximo al T’ai-yi de la tradición extremo-oriental[9]. En el pasaje de La Grande Triade que recordábamos al comienzo, habíamos señalado la existencia, en el ritual operativo, de una muy estrecha relación entre la letra G y la svástika; empero, por aquel entonces no habíamos tenido conocimiento aún de las informaciones que, al hacer intervenir la gamma griega, tornan esa relación aún más directa y completan su explicación[10]. Es oportuno señalar además que la parte quebrada de las ramas de la svástika se considera aquí como representación de la Osa Mayor, vista en cuatro diferentes posiciones en el curso de su revolución en torno de la Estrella polar, a la que corresponde naturalmente el centro donde los gammas se reúnen, y que estas cuatro posiciones quedan relacionadas con los cuatro puntos cardinales y las cuatro estaciones; sabida es la importancia de la Osa Mayor en todas las tradiciones en que interviene el simbolismo polar[11]. Si se piensa en que todo ello pertenece a un simbolismo que puede llamarse verdaderamente “ecuménico” y que por eso mismo indica un vínculo bastante directo con la tradición primordial, puede comprenderse sin esfuerzo por qué “la teoría polar ha sido siempre uno de los mayores secretos de los verdaderos maestros masones”[12].



Notas:
[1] La Grande Triade, cap. XXV.
[2] El autor de una obra sobre el simbolismo masónico ha creído deber dirigirnos a este respecto una crítica, formulada incluso en términos muy poco corteses, como si nosotros fuésemos responsables de esta asimilación fonética, no lo somos, empero, como tampoco de que los masones ingleses hayan también identificado otrora las tres letras del mismo vocablo God con las iniciales de tres palabras hebreas: Gamal, ‘Óz, Dabar (Belleza, Fuerza, Sabiduría); como quiera se opine acerca de tales conexiones (y hay otras más aún), uno está obligado, en todo caso, a tenerlas en cuenta por lo menos históricamente.
[3] Marius Lepage, “La lettre G”, en Le Symbolisme, número de noviembre de 1948; artículo en el Speculative Mason, número de julio de 1949, escrito con motivo del precedente, y del cual se ha extraído la mayor parte de las informaciones de que nos hemos servido aquí.
[4] Prichard, Masonry Dissected, 1730.
[5] Recordemos que la escuadra de brazos desiguales, precisamente la forma de esta letra, representa los dos catetos del triángulo rectángulo 3-4-5, el cual, como lo hemos explicado en otra parte, tiene importancia particularísima en la masonería operativa (ver “Parole perdue et mots substitués”, en É. T., diciembre de 1948).
[6] Todas las consideraciones que algunos han querido derivar de la forma de la letra G (semejanza con la forma de un nudo, con la del símbolo alquímico de la sal, etc.) tienen manifiestamente un carácter por entero artificial y hasta más bien fantasioso; carecen de la menor relación con las significaciones reconocidas de dicha letra, y no descansan, por lo demás, en ningún dato auténtico.
[7] No debemos dejar de mencionar, incidentalmente, que, en respuesta a la pregunta: “Who doth that G denote?” (who y no ya what, como antes, cuando se trataba de la Geometría), ese catecismo contiene la frase siguiente: “The Great Architect and contriver of the Universe, or He that was taken up to the Pinnacle of the Holy Temple”; se advertirá que “el Gran Arquitecto del Universo” es aquí identificado con Cristo (por lo tanto con el Logos), puesto él mismo en relación con el simbolismo de la “piedra angular”, entendido según el sentido que hemos explicado [aquí, cap. XLIII]; el “pináculo del Templo” (y se notará la curiosa semejanza de la palabra “pináculo” con el hebreo pinnáh ‘ángulo’) es, naturalmente, la cúspide o punto más elevado y, como tal, equivale a lo que es la “clave de bóveda” (Keystone) en la Arch Masonry.
[8] En el articulo del Speculative Mason de donde se ha tomado esta cita, el svástika es inexactamente llamado gammádion, designación que, como lo hemos señalado varias veces, se aplicaba en realidad antiguamente a muy otras figuras (ver especialmente [aquí, cap. XLV] “El-Arkân”, donde hemos dado la reproducción), pero no por eso es menos verdad que la svástika, aun no habiendo recibido nunca dicho nombre, puede considerarse también como formado por la reunión de cuatro gammas, de modo que esta rectificación de terminologías en nada afecta a lo que aquí se dice.
[9] Agregaremos que el nombre divino Iah, que acaba de mencionarse, se pone más especialmente en relación con el primero de los tres Grandes Maestros en el séptimo grado de la masonería operativa.
[10] Podría quizás objetarse que la documentación inédita dada por el Speculative Mason acerca de la svástika proviene de Clement Stretton, y que éste fue, según se dice, el principal autor de una “restauración” de los rituales operativos en la cual ciertos elementos, perdidos a raíz de circunstancias que nunca han sido enteramente aclaradas, habrían sido reemplazados por otros tomados de los rituales especulativos, de cuya conformidad con lo que existía antiguamente no hay garantía; pero esta objeción no es válida en el presente caso, pues se trata precisamente de algo de lo cual no hay rastros en la masonería especulativa.
[11] Ver igualmente La Grande Triade, cap. XXV, acerca de la “Ciudad de los Sauces” y de su representación simbólica por un moyo lleno de arroz.
[12] Puede ser de interés señalar que en la Cábala la yod se considera formada por la reunión de tres puntos, que representan las tres middôt [‘dimensiones’] supremas, dispuestas en escuadra; ésta, por otra parte, está vuelta en un sentido contrario al de la letra griega gamma, lo que podría corresponder a los dos opuestos sentidos de rotación de la svástika.

martes, 5 de mayo de 2009

El Cielo Estrellado por Bruno Rovere

Rivista di Studi Tradizionali nº 77, Julio - Diciembre 1993


"Cielo estrellado" es el nombre que se atribuye al techo sembrado de estrellas que decora muchos templos masónicos, ya sea en las obediencias latinas como en las anglosajonas. En estas últimas, a veces, el techo no está decorado a guisa de un cielo estrellado (starry-decked heaven), sino como un cielo nublado, y en tal caso es llamado clouded canopy, bóveda o dosel nublado. En los rituales "especulativos" no hay ninguna referencia directa a este símbolo, y quizás ello explica que en muchos templos no esté de hecho representado. Sin embargo, pueden encontrarse numerosas menciones del mismo en los "catecismos" y también en algunas "instrucciones" (lectures).



El Manuscrito Dumfries N. 4, que se remonta a 1710 y que es por ello anterior a la creación de la Gran Logia de Inglaterra refiere las siguientes preguntas y respuestas :
P. ¿Qué altura tiene vuestra Logia?
R. Tiene innumerables pulgadas y palmos.
P. ¿Cómo que innumerables?
R. Las de los Cielos materiales y el firmamento estrellado.

Igualmente, el Manuscrito Trinity College, de Dublín, de 1711, refiere lo siguiente:
P. ¿Qué altura tiene vuestra Logia?
R. Es alta como las estrellas, posee innumerables pulgadas y pies.


Pasando a fuentes "especulativas", en el Masonry Dissected de Samuel Prichard, de 1730, encontramos la siguiente pregunta:
P. ¿Qué cobertura hay en la Logia?
R. Una bóveda nublada de diversos colores.

En Francia, Perau, en Le Secret des Francs-Maçons, publicado en 1742, menciona un "Dais parsemé d’étoiles" en la descripción del Cuadro de Logia. L'Ordre des Francs-Macons Trahi, de 1745, repite la bóveda estrellada del texto de Perau, y en el catecismo la Logia está cubierta de una bóveda celeste, ornada de estrellas doradas. En la segunda edición de La Désolation des Entrepreneurs (1747), el autor, Louis Travenol, introduce el siguiente cuestionario, omitido en la primera edición:
P. ¿Qué es el techo (de la Logia)?
R. Un dosel celeste ornado de estrellas.

Le Maçon Démasqué, de 1751, presenta una pregunta análoga:
P. ¿Qué cosa cubre vuestra Logia?
R. Un dosel celeste [de color] azul, ornado de estrellas doradas.

Volviendo a Inglaterra, en 1760 la "Bóveda nublada" reaparece en el Three Distinct Knocks, que refiere los usos de los Antiguos, y también en el J & B de 1762, que habla de los usos de los Modernos, pero las estrellas no son mencionadas en ninguna de ambas divulgaciones.

Más completo es el Catechismo di Compagno de Guillemain de Saint-Victor, publicado en 1787:
P. ¿Qué forma tiene?
R. Un cuadrado largo.
P. ¿De qué longitud?
R. De Oriente a Occidente.
P. ¿Su anchura?
R. Del mediodía al septentrión.
P. ¿Su altura?
R. Innumerables codos.
P. ¿Su profundidad?
R. De la superficie de la tierra al centro.
P. ¿De qué está cubierta?
R. De una bóveda celeste sembrada de estrellas.

Por último, en las "instrucciones" en uso en el rito Emulación se hallan las siguientes referencias: (Primera instrucción, cuarta sesión) "Él ha dispuesto el cielo como una bóveda; Él ha plantado la Tierra como un escabel; Él corona Su Templo con Estrellas a modo de diadema, y con Su Mano extiende Su fuerza y Su gloria"; (Segunda instrucción, segunda sesión): "Además de el Sol y la Luna, el Omnipotente se ha complacido en adornar la concavidad etérea con una multitud de Estrellas, a fin de que el hombre, a quien va a crear, pueda contemplar y admirar así la Majestad y la Gloria de Su Creador..."1.

De los Catecismos aquí referidos, y en particular del de Guillemain de Saint Victor, resulta claramente que la presencia del "Cielo estrellado", definido como la "Cubierta" de la Logia, indica que la Logia es considerada como un símbolo del Cosmos. En apoyo de esta afirmación puede citarse la siguiente nota de René Guénon: "Recordaremos que la ‘Logia de san Juan’, aunque no asimilada simbólicamente a la caverna, no deja de ser, como ésta, una figura del ‘cosmos’; la descripción de sus ‘dimensiones’ es particularmente clara a este respecto: su longitud es ‘de oriente a occidente’; su anchura, ‘de mediodía a septentrión’; su altura, ‘de la tierra al cielo’; y su profundidad, ‘de la superficie de la tierra al centro de la tierra’. Es de notar, como relación notable en lo que concierne a la altura de la Logia, que, según la tradición islámica, el sitio donde se levanta una mezquita se considera consagrado no solamente en la superficie de la tierra, sino desde ésta hasta el ‘séptimo cielo’ "2.
En este sentido, la denominación de "Logia" es comparable al término sánscrito Loka ("mundo"), y René Guénon reconocía la exactitud simbólica, si no etimológica, de esta comparación. 3

Los Cielos, es decir, "el conjunto de las esferas luminosas superiores", representan "los estados superiores del ser"4, y por lo tanto la presencia de un símbolo del Cielo en la Logia podría indicar el conjunto de los estados informales o angélicos; pero en el caso específico del símbolo masónico examinado no se trata simplemente del Cielo, sino del Cielo estrellado. Ahora bien, si en el lenguaje ordinario "Cielo estrellado" es una expresión que se emplea para designar al Cielo nocturno5, tal como se presenta en condiciones de visibilidad normal, en el lenguaje propiamente astrológico la expresión "Cielo estrellado" sirve para designar en particular al octavo Cielo, el "Cielo de las estrellas fijas" o el Firmamento. Se trata del Cielo que ocupa una posición intermedia entre los siete Cielos planetarios, inferiores a él, y el Cielo sin estrellas que lo cubre y lo comprende; el Cielo de las estrellas fijas está caracterizado por sus innumerables estrellas, reagrupadas en las constelaciones, entre las cuales las más significativas son las doce constelaciones zodiacales. Pero el símbolo masónico, ¿se refiere al Cielo estrellado en su integridad o tan sólo a una parte?
Mientras que en lo concerniente a las Logias "especulativas" anglosajonas esta pregunta no tiene mucho sentido, es pertinente con respecto a las Logias "especulativas" latinas, pues en la base del Cielo estrellado frecuentemente está representada una cuerda intercalada de nudos a la que los Masones llaman "cordón de nudos", pero que también es conocida como "Cadena de Unión". Ahora bien, en base a la interpretación de este símbolo ofrecida por René Guénon, la Cadena de Unión es un símbolo del marco cósmico, es decir, del Zodíaco6; pero si el Zodíaco ya está representado en la base de la bóveda del Templo, debemos deducir que el Cielo estrellado sirve para simbolizar en la Masonería a sólo una reducida y bien definida parte del octavo Cielo. Antes de profundizar en este asunto, será todavía oportuno añadir algunas consideraciones sobre el simbolismo astronómico en la Masonería.

En la mayor parte de los Old Charges operativos, desde el siglo XIV en adelante, se citan las Siete Artes Liberales, en las que la Astronomía ocupa generalmente el lugar de la séptima: a este respecto, tan sólo constituye una excepción el Manuscrito Regius, que atribuye a la Astronomía el quinto puesto. Uno de los diez libros dedicados por Vitrubio a la Arquitectura está dedicado enteramente a la Astronomía, e indica que esta ciencia constituía un elemento indispensable del conocimiento necesario al arquitecto para ejercer su oficio o "ministerio". No en vano Sir Christopher Wren, último Gran Maestre de la Masonería operativa y arquitecto de muchos edificios religiosos y laicos de Londres, antes de dedicarse al arte de la construcción, fue un astrónomo ilustre.

A la Astronomía, considerada como una de las siete Artes (o Ciencias) Liberales se aplican las siguientes afirmaciones de René Guénon en referencia a las ciencias tradicionales, cuyo interés se debe únicamente "en función del conocimiento principial, es decir, en la medida en que, por un lado, éste se refleje en tal o cual dominio contingente, y, por otro, sea susceptible de conducir hacia este mismo conocimiento principial (...). Son éstas las dos funciones complementarias que propiamente pertenecen a las ciencias tradicionales: por una parte, como aplicación de la doctrina, permiten conectar entre sí todos los órdenes de realidad e integrarlos en la unidad de la síntesis total; por otra, constituyen, al menos para algunos y en conformidad con sus propias aptitudes, una preparación para un conocimiento superior [...] y son entonces como otros tantos escalones por medio de los cuales es posible elevarse hasta la intelectualidad pura". René Guénon añade en nota: "En nuestro estudio sobre El Esoterismo de Dante hemos indicado el simbolismo de la escala, cuyos escalones, según diversas tradiciones, corresponden a ciertas ciencias y simultáneamente a los estados del ser, lo que implica que tales ciencias [...] deben posteriormente dar lugar a una trasposición que les confiera un alcance verdaderamente iniciático".

A propósito del viaje iniciático de Dante precisa además que la realización del estado primordial no es sino la base "sobre la cual el ser se apoyará para salir a las estrellas, es decir, para elevarse a los estados superiores, que están figurados en el lenguaje astrológico por las esferas planetarias y estelares, y en el lenguaje teológico por las jerarquías angélicas. Es importante el hecho de que las tres partes del poema terminan con la misma palabra, estrellas, como para afirmar la importancia muy particular que tenía para Dante el simbolismo astrológico. La última frase del Infierno, "contemplar de nuevo las estrellas", caracteriza el retorno al estado propiamente humano, en el cual es posible percibir como un reflejo de los estados superiores; las estrellas del Purgatorio son aquellas sobre las que nos hemos ya explicado. En cuanto al verso final del Paraíso: "El Amor que mueve el Sol y las estrellas", designa el término último del viaje celeste, el centro divino que está más allá de todas las esferas, y que es, según la expresión de Aristóteles, el motor inmóvil"7. Los Cielos no representan aquí sólo a los estados superiores, sino también a las "jerarquías espirituales, es decir, los grados de iniciación"8; en particular, "el octavo Cielo del Paraíso, el Cielo estrellado (o de las estrellas fijas) es el Cielo de los Rosa-Cruces"9.
El Cielo estrellado en la Logia no constituye entonces únicamente su "cubierta", sino también una meta a la que el iniciado debe aspirar unirse. En el catecismo americano de Duncan, en la tercera sesión de la primera "instrucción", se halla la siguiente pregunta:

P. ¿Qué cubierta tiene la Logia?
R. Una bóveda (canopy) nublada, un cielo estrellado, al que todo buen masón espera llegar.

A esta "salida" se refiere también otro símbolo, que está representado en el Cuadro de Logia de Aprendiz de las Logias anglosajonas: la Escala de Jacob, que del Libro de la Ley Sagrada se eleva hasta el cielo. La misma Escala de Jacob es representada con tres soles, y a propósito de ello René Guénon coincide10 con la siguiente afirmación del Rev. Lawrence: "(...) La cubierta de nuestra Logia es una bóveda celeste de diferentes colores. Confiamos en alcanzar el vértice (summit) por medio de una escalera, conocida en la Logia como la Escala de Jacob. Está compuesta de tantos peldaños o esferas (rounds) como son necesarios para comprender todas las virtudes morales, aunque las tres principales son la Fe, la Esperanza y la Caridad". Tal es lo que se enseña en la "instrucción" del primer grado… No obstante, el número exacto de los peldaños de la escala no se haya especificado en las instrucciones y es usual considerarlos en número de siete (...)"11. Los siete peldaños de la Escala de Jacob no sólo representan las tres virtudes teologales y las cuatro cardinales, sino también las siete Ciencias Liberales, correspondientes a su vez a los siete Cielos planetarios: no puede ser alcanzado el Cielo estrellado, o el octavo Cielo, sin haber atravesado antes los siete Cielos Planetarios12.
El "Cielo estrellado" puede ser en consecuencia considerado, ya como un símbolo de la "cubierta" de la Logia, ya como un símbolo del grado iniciático a alcanzar. Ambos significados, lejos de contradecirse, pueden integrarse por otra parte en un tercero: la Logia masónica, donde ordinariamente se trabaja en la realización de los "pequeños misterios", está "cubierta" sólo si depende jerárquicamente de los grandes misterios. René Guénon hacía notar a propósito de ello que "el conocimiento metafísico puro pertenece propiamente a los ‘grandes misterios’, y el conocimiento de las ciencias tradicionales a los ‘pequeños misterios’, ya que el primero es por lo demás el principio del cual derivan necesariamente todas las ciencias tradicionales, y también porque los ‘pequeños misterios’ dependen esencialmente de los ‘grandes misterios’ y en este sentido tienen el mismo principio", añadiendo poco después que "es sólo en el dominio de los ‘pequeños misterios’ que pueden producirse desviaciones", las cuales "presuponen que la normal vinculación con los grandes misterios ha desaparecido, de modo que los pequeños misterios han acabado siendo como un fin en sí mismos; y en estas condiciones ni siquiera pueden realmente conducir a su término (...)" (las cursivas son nuestras)13.

Tras esta aparente digresión podemos afrontar mejor la cuestión de si el Cielo estrellado representa en la Logia sólo una parte del octavo Cielo. La respuesta podría ser buscada en las estrellas representadas sobre el cielo raso del Templo. En las Logias anglosajonas, donde falta la "Cadena de Unión", a veces están representadas las constelaciones zodiacales, pero en las Logias continentales su representación constituiría una inútil duplicación de la "Cadena de Unión". Una respuesta segura nos es dada una vez más por René Guénon, que afirmaba: "La Osa Mayor está por otra parte figurada aún actualmente en el techo de muchas Logias masónicas, incluso especulativas". La presencia de la Osa Mayor sirve para indicar que el Cielo estrellado comprende la parte del Cielo septentrional que está delimitada entre la base del zodíaco y el vértice de la Estrella Polar. En muchos Cuadros de Logias continentales, la Luna, situada al norte, está rodeada por siete estrellas, a veces agrupadas en un ternario y un cuaternario, en los que no es difícil advertir una figuración de la Osa Mayor. A propósito de esta última, René Guénon precisaba: "En la misma tradición hindú, el nombre más común de la Osa Mayor es el de sapta-riksha; y el término sánscrito riksha es el nombre del oso, lingüísticamente idéntico al que se le da en otras lenguas: el céltico arth, el griego árktos, e inclusive el latín ursus (...) En efecto, riksh es también, de modo general, una estrella, es decir, en suma, una "luz" (...); y, por otra parte, el sapta-riksha es la morada simbólica de los siete Rishi, los cuales, aparte de que su nombre se refiere a la "visión" y por lo tanto a la luz, son además las siete "Luces" por las cuales se transmitió al ciclo actual la Sabiduría de los ciclos anteriores.- (en nota) Se advertirá la persistencia de estas "siete Luces" en el simbolismo masónico: la presencia de un mismo número de personas que las representan es necesaria para la constitución de una logia "justa y perfecta", así como para la validez de la transmisión iniciática"14.

Si el Cielo estrellado puede entonces indicar los "grandes misterios", la presencia de la Osa Mayor puede significar más precisamente la necesidad de una vinculación con la tradición primordial o con el Centro espiritual que en nuestro mundo es su depositario15. A este significado se refiere por otra parte el propio nombre de Cielo: "[...] una raíz que designa todo lo que está escondido, cubierto, envuelto, silencioso, secreto; y hay que señalar que las palabras que designan al Cielo primitivamente tienen el mismo significado. Normalmente se compara con coelum, del griego koilon, "hueco", (...) pero hay que señalar también que la forma más antigua y más correcta parece ser caelum, que recuerda muy de cerca a la palabra caelere, "ocultar". Por otra parte, en sánscrito, varuna viene de la raíz var, "cubrir"; (...) y la raíz griega Ouranos no es más que otra forma del mismo nombre, por lo cual var se transforma fácilmente en ur. Estas palabras pueden significar, por consiguiente, "lo que cubre", "lo que oculta", pero también "lo que está oculto", y este último sentido es doble: es lo que está oculto a los sentidos, el dominio suprasensible; y también es, en los períodos de ocultamiento u oscurecimiento, la tradición que deja de manifestarse exterior y abiertamente, el mundo celestial que se vuelve entonces el "mundo subterráneo". (en nota) A propósito del significado de "cubrir", hay que recordar también la expresión masónica "estar a cubierto": el techo estrellado de la logia representa la bóveda celeste"16.

Podemos considerar ahora más atentamente el símbolo de la Estrella Polar, centro y vértice de la bóveda estrellada, recordando que para René Guénon "la teoría polar siempre ha sido uno de los mayores secretos de los verdaderos maestros masones"17. Esta última expresión se refiere no tanto al tercer grado de la Masonería especulativa como al séptimo grado de la operativa: por lo tanto, para profundizar en este argumento es necesario referirse a la tradición operativa. Las fuentes a que dirigirse son diversas y de valor desigual, y ello requiere de ciertas precisiones.

En Inglaterra todavía existe una organización iniciática conocida como "Worshipful Society of Free Masons, Rough Masons, Wallers, Slaters, Paviors, Plaisterers and Bricklayers", o, más brevemente, como "los Operativos", accesible sólo a hombres, que afirma ser la organización de la cual nació en modo cismático en 1717 la Gran Logia de Inglaterra. En 1908, los jefes de la organización autorizaron a algunos miembros, entre ellos a Clement Stretton, a suministrar públicamente informaciones referidas a esta antigua Orden. Fueron así publicados un opúsculo, de título Tectonic Art, y varios artículos en revistas masónicas, como en The Co-Mason, fundada en 1909, órgano de la Federación británica de la Orden de la Co-Masonería "Le Droit Humain"; en 1925, esta revista, dirigida por una mujer, A. Bothwell-Gosse, cambió su nombre por The Speculative Mason. En ese mismo año se constituyó la Orden [irregular] de la "Masonería antigua, Libre y Aceptada por Hombres y Mujeres" (AFAM), que adoptó como modelo el ritual y la organización de los "Operativos". En 1949, tras la muerte de A. Bothwell-Gosse, la dirección de la revista y de la Orden pasó a otra mujer, M. C. Debenham. Gran parte de la documentación sobre los "Operativos", extraída de la correspondencia privada entre Stretton y otros miembros de la "Worshipful Society", ha sido publicada en esta revista dirigida por mujeres miembros de la AFAM.
Una fuente más directa y fiable, aparte de los pocos escritos "públicos" de C. Stretton, es la representada por algunos artículos y libros redactados por otros miembros de la Worshipful Society, entre los cuales hallamos a John Yarker, Thomas Carr, Robert Grant y Charles Merz, secretario de la Sociedad para América y autor de un libro de más de 470 páginas, titulado Guild Masonry in the making. Por su parte, René Guénon se refiere expresamente a los artículos aparecidos en The Speculative Mason, pero su conocimiento de la tradición operativa no se basaba de hecho, muy posiblemente, sobre las fuentes citadas, sino más bien por una vinculación directa con una organización de "Maestros de todos los grados, cuya tradición oral se remonta a la época artesanal de la Masonería francesa", como bien precisó Vreede en 1973. Los artículos en cuestión apenas eran casi siempre un pretexto para hacer públicas ciertas enseñanzas de las que no se habría querido o podido citar la fuente: ello explicaría también el hecho de que sobre algunos puntos, no muchos en realidad, la enseñanza de René Guénon estaba en contradicción con lo referido directa o indirectamente por los "Operativos" ingleses.

Hechas estas precisiones, consideremos lo que afirma Guénon respecto al símbolo de la Estrella Polar en la Masonería operativa: "[...] en base a algunos de estos rituales, la letra G estaba figurada en el centro de la bóveda, justo en el punto que corresponde a la Estrella Polar; un hilo de plomo, suspendido de la letra G, cae directamente en el centro de una esvástica trazada en el pavimento, esvástica que representa así el polo terrestre; y el hilo de plomo del Gran Arquitecto del Universo, suspendido del punto geométrico de la "Gran Unidad", desciende del polo celeste al polo terrestre, de modo que simboliza el Eje del Mundo"18. La Estrella Polar no estaba aquí representada como tal, pues en su lugar estaba figurada la letra G. Se ha precisado que en la Masonería operativa anglosajona existían "cámaras" diversas para cada grado, y sólo en el séptimo de ellos, es decir, en la "cámara" de tres Maestros, había un hilo de plomo suspendido de la letra G; ello se corresponde con la afirmación antes citada: "la teoría polar siempre ha sido uno de los mayores secretos de los verdaderos maestros masones".

En un breve artículo publicado en "The Co-Mason" en 1913, escrito por un anónimo Maestro del VII grado, en el cual se describen y representan fotográficamente los instrumentos de trabajo presentes en la "cámara" del VII, la esvástica aparece efectivamente sobre el pavimento ante el Altar: "La esvástica situada en el pavimento y también figurada en la parte izquierda del pecho de cada Maestro representa la marca o signo del propio G.A.D.U. Sobre el centro del altar un hilo de plomo desciende sobre la Logia masónica desde la G, la Estrella Polar, la morada o sede de Dios". Según esta versión, el hilo de plomo no desciende sobre la esvástica, sino sobre el Altar; según otra versión, referida por un miembro de la Worshipful Society, Thomas Carr, la esvástica está "constituida" sobre el altar por la yuxtaposición de cuatro escuadras: "Cuando los tres Maestros Masones de una Logia operativa [de la Masonería azul de la Escuadra] se reúnen, cada uno tiene una escuadra… una cuarta escuadra es colocada sobre el Volumen de la ley Sagrada. Cuando es abierta una Logia de VII grado, estas cuatro escuadras son colocadas de tal modo que forman una esvástica. Primero es saludado El Shadday, el Altísimo, y después la Estrella Polar. Cuando el Masón operativo es ensalzado al grado VII, o Maestro Masón, le es explicado el simbolismo de la esvástica y le es revelado que el Dios Omnipotente, el Sol nacido en el centro, en torno al cual se ordena el mundo celestial, no es el orbe solar sino la Estrella Polar. El nuevo tercer Maestro Masón debe descender a la cámara central implícita en el pavimento de la Logia; se le dice que alce sus ojos al cielo y que mire el hilo de plomo que desciende sobre la cámara en la que se encuentra. Sobre el hilo de plomo ve la Estrella del Cielo, la Estrella Polar, el "Yo soy" [Eheieh], la G en el cielo raso, y se le invita a adorarla. Se le indica además que el hilo de plomo desciende de la Estrella Polar, que la esvástica es su símbolo y que representa a El Shaddai o al mismo Altísimo"19.

Antes de comentar esta extensa cita, nos referiremos a las afirmaciones de René Guénon a propósito de la esvástica:
"[...] esvástica, símbolo [...] de la Estrella Polar, que es ella misma el símbolo y, para los masones operativos, la sede efectiva, del Sol central desconocido del Universo, Yah"20, "el centro de que se trata es un punto fijo que todas las tradiciones coinciden en designar simbólicamente como el "Polo", porque en torno suyo se efectúa la rotación del mundo representada generalmente por la rueda [...]. Tal es el verdadero significado de la esvástica, símbolo que encontramos difundido en todas partes, desde el Extremo Oriente al Extremo Occidente, y que es esencialmente el "signo del Polo". Ciertamente, es la primera vez que en la Europa moderna se da a conocer su sentido real"21.
Se advertirá en primer lugar que los masones operativos no habían olvidado el significado "polar" de la esvástica. Se habrá notado, además, que mientras ordinariamente la Estrella Polar es reconocible tan sólo con ayuda de la constelación del Carro o de la Osa, el Maestro operativo de VII grado "ve" directamente la estrella polar, siguiendo con la mirada el hilo de plomo que, a través de un agujero en el pavimento, desciende hasta la "cámara" subterránea, iluminada por un "rayo de luz" que proviene de una lámpara azul colgada de la bóveda de la "cámara" superior, en el punto donde está figurada la letra G.

El Maestro Masón operativo se encontraba por lo tanto en una posición central simbólicamente correspondiente al Polo terrestre y conectado al Polo celeste por medio de un hilo de plomo, representante del Eje del Mundo. La denominación de "Cámara del medio" se adapta también a la cámara del VII grado. El "punto" más importante del Cielo estrellado, para el Maestro operativo, era la Estrella Polar, en torno a la cual la Osa Mayor, que esquemáticamente tiene forma de escuadra, traza en su revolución la forma de una gammadia, o esvástica celeste.

Recordando finalmente la correspondencia establecida por René Guénon entre los Cielos y la jerarquía iniciática, puede afirmarse que en el momento de la iniciación al grado VII el masón operativo tomaba virtualmente conciencia de su conexión con el propio Polo. En la Masonería especulativa, el lugar de la Estrella Polar, que, recordémoslo, no estaba representada como tal en el techo de una Logia operativa, está ocupado por la "Estrella flamígera" (blazing star). Esta última es mencionada por primera vez en Masonry dissected, de 1730, y es comúnmente interpretada como un símbolo del Sol, sea en las "instrucciones" inglesas, sea en los "catecismos" continentales; el Catecismo de Guillemain de Saint Victor refiere por ejemplo las siguientes afirmaciones: "La estrella flamígera, el centro de donde parte la verdadera luz [...] La estrella flamígera es el símbolo del sol del universo".

René Guénon no compartía esta afirmación, y en una de sus últimas reseñas precisó lo siguiente: "[...] el significado de la Estrella flamígera es ante todo microcósmico, e incluso hay casos en los que no podría tener otro, como cuando está figurada entre la escuadra y el compás (Cf.. La Grande Triade, cap. XXI). Por otra parte, cuando uno se sitúa en el punto de vista propiamente cósmico, la identificación bastante extraña entre la Estrella flamígera y el sol constituye otra deformación, que por lo demás quizá sea intencionada, pues está en manifiesta conexión con el cambio de un simbolismo primitivamente polar a un simbolismo solar; en realidad, la Estrella flamígera no puede ser identificada a este respecto sino con la Estrella polar, y la letra G inscrita en su centro es por otra parte una prueba suficiente de ello, tal como nosotros mismos hemos tenido ocasión de indicar (Cf. igualmente La Grande Triade, cap. XXV), y como también lo confirman las consideraciones expuestas en el estudio del Speculative Mason que anteriormente hemos mencionado"22. Por otra parte, la expresión ritual "he visto la estrella flamígera" se refiere de forma manifiesta al ritual de iniciación al VII grado operativo, en el cual el Maestro "ve" la Estrella Polar. El hilo de plomo que pende de la letra G ha sido abolido en los rituales "especulativos", pero en su lugar se halla un símbolo axial que no existía en los rituales operativos: la Escala de Jacob, representada en el Cuadro de Logia. En cuanto a la esvástica, nada ha quedado en los rituales especulativos, a excepción de un "signo"; para los "operativos" de la Worshipful Society, en cada uno de los grados hay un "talismán" constituido por un número de escuadras equivalente al número del grado: las escuadras eran colocadas a modo de brazos de la esvástica, y uno de los "signos de grado" que aún hoy usan los "especulativos" implica precisamente que el iniciado ponga su brazo en una posición equivalente a los brazos de la esvástica.

La comparación entre lo que ha permanecido de la tradición "operativa" y cuanto hoy poseen los "especulativos" es suficiente para comprobar la medida de la degeneración sufrida por la organización masónica y para hacer comprender la necesidad de una restauración "operativa"23, muchas veces auspiciada por René Guénon. Las consideraciones expuestas llevan a la conclusión de que aunque una Logia se halle efectivamente "a cubierto", ello no es una barrera suficiente con respecto al mundo profano, pues es indispensable la "cobertura" de los Grandes Misterios, simbolizados precisamente por el Cielo Estrellado. "El período actual es un período de oscurecimiento y de confusión; sus condiciones son tales que, hasta que persistan, el conocimiento iniciático debe necesariamente permanecer oculto, de donde el carácter de los "Misterios" de la antigüedad llamada "histórica" [...] y de las organizaciones secretas de todos los pueblos, organizaciones que confieren una iniciación efectiva allí donde subsiste todavía una verdadera doctrina tradicional, pero que no ofrecen sino la sombra de lo que eran cuando el espíritu de esta doctrina ha dejado de vivificar los símbolos, que no son sino su representación exterior, y ello porque, por distintas razones, todo vínculo consciente con el Centro espiritual del mundo ya se ha roto; tal es el significado más específico de la pérdida de la tradición, y concierne en particular a determinados centros secundarios que han dejado de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo".


Notas:
1 La mayor parte de las informaciones que se refieren a los antiguos Catecismos masónicos citados en este estudio han sido extraídos de la obra de Harry Carr, The Freemason at work, Londres, 1977.
2 Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 253, nota 1; p. 214, nota 7, ed. it.
3 Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 212, nota 2; p. 180, nota 5, ed. it.
4 L' homme et son devenir selon le Vêdânta, p. 103, ed. fr.
5 Un breve acercamiento al simbolismo metafísico del Cielo nocturno se encuentra en Études sur l'Hindouisme, p. 250 de la edición francesa.
6 "La chaîne d' union", cap. LXV de Symboles de la Science sacrée.
7 L'Esoterisme de Dante, p. 47, nota 2.
8 L' Esoterisme de Dante, p. 12.
9 L'Esoterisme de Dante, p. 24.
10 Etudes sur la Franc-Maçonnerie, Tomo II, p. 304, nota 19.
11 Rev. John T. Lawrence: Hig-ways and by-ways of Freemasonry, pág. 259 y ss., ed. 1945.
12 En el Cuadro de Logia diseñado por Harris, la Escala termina en la Luna rodeada por siete estrellas; en otras versiones del Cuadro de Logia la meta es a veces distinta: en el trazado por Jefferies, por ejemplo, es la constelación de la Osa.
13 Aperçus sur l' Initiation, pp. 250 y 252.
14 Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 180; p. 148 de la ed. it.
15 Aperçus sur l' Initiation, p. 65.
16 Le Roi du Monde, p. 61, cap. VII; p. 70-71 de la ed. it.
17 Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 141; p. 113 de la ed. it.
18 La Grande Triade, p. 205; p. 200 de la ed. it.
19 "Operative Free Masons and operative Free Masonry", en Transactions of the Lodge of research N. 2429", Leicester, 1911-1912, págs.128-129. (El Shaddai significa “El Todopoderoso”; “El Altísimo” es El-Elyon. Nota del Traductor).
20 Symboles fondamentaux de la Science sacrée, p. 140; p. 112 de la ed. it.
21 Le Roi du Monde, p. 19; p. 23 de la ed. it.
22 Etudes sur la Franc-Maçonnerie, Tomo II, p. 178.
23 Con este último adjetivo no debe obviamente entenderse, como algunos podrían estar tentados de hacer, una restauración "del oficio", o que tenga estas características, sino más bien esencialmente una restauración según el sentido de la palabra "operativo", que muy claramente Guénon definió en el capítulo "Operativo y especulativo" de Aperçus sur l’Initiation (p. 195): "la palabra "operativo" no debe ser considerada exactamente como un equivalente de "práctico", en tanto que este último término se refiere siempre a la "acción" (lo que además es estrictamente conforme a su etimología), de manera que no podría ser empleada aquí sin impropiedad; en realidad, se trata de ese "cumplimiento" del ser que es la "realización" iniciática, con todo el conjunto de los medios de diferentes órdenes que pueden ser empleados con vistas a ese fin" [...] (la cursiva es nuestra).