miércoles, 9 de noviembre de 2011

Los Cuatro Santos Coronados y las piedras de fundación; por Juan Sánchez Tudela


.........Las fiestas de los dos San Juan, el Evangelista y el Bautista de la tradición cristiana, identificados con los solsticios de invierno y verano, el “Juan que ríe” y el “Juan que llora” de la tradición popular, y con el dios Jano de la tradición romana de los collegia fabrorum, son las dos fiestas que aún conserva la Masonería moderna, heredadas de la antigua Masonería medieval de las corporaciones de gremios; en particular la de San Juan Bautista que era la principal para estos gremios. Sin embargo, otra celebración tanto o más importante que las de los dos juanes para la antigua Masonería de oficio, fue hasta el mismo siglo XVIII la fiesta de los Santos Coronados, también conocidos como los Cuatro Santos Coronados, por ser cuatro, de nombres Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino, los santos mártires que murieron en tiempos del emperador Diocleciano, azotados con plomadas por negarse a esculpir ídolos paganos; esto según cuenta la Leyenda dorada del dominico Jacobo de la Vorágine, escrita en el siglo XIII, junto a la del martirologio cristiano del monje inglés Beda el Venerable, del siglo VIII, que fueron las versiones que eligieron para sí los gremios de constructores, pese a que la advocación, dada su antigüedad, tuvo también otras variantes en su origen y otros nombres que dejaremos aparte. Su festividad fue fijada en el siglo IV por el papa Melquíades en el octavo día tras la fiesta de Todos los Santos, o sea el 8 de noviembre, siendo representados con los útiles propios de su oficio, es decir, escuadra, compás, escoda de picapedrero, etc., pues según dice su hagiografía eran trabajadores de las canteras que el emperador Diocleciano poseía en Panonia, en la región del Danubio medio.

Su devoción, extendida pronto por toda Europa, y su oficio, talladores de piedra o escultores, hizo que fueran adoptados como santos patronos de los gremios de constructores, de tal modo que es posible rastrear la importancia de su festividad y de su culto, entre los gremios de masones a través de sus antiguos textos y estatutos, conocidos como Old Charges, en inglés, o “Antiguos Deberes”, en castellano. El “Antiguo Deber” más antiguo, valga la redundancia, en el que aparecen citados es en los Estatutos de maestrazgo de “Talladores de Piedra de Venecia”, redactados en 1317; posteriormente se encuentran nombrados en los Estatutos de la Asociación de Talladores de Piedras y Albañiles de la ciudad de Ratisbona, de 1459, en cuyo comienzo se dice: «En el nombre de Dios, Padre, del Hijo, del Espíritu Santo y Santa María, madre de Dios, de sus bienaventurados santos servidores, los cuatro santos coronados de eterna memoria, consideramos que para conservar la amistad unión y obediencia, fundamento de todo bien, de toda utilidad y provecho para todos, príncipes, condes, señores, localidades y conventos, en el presente y en el futuro, Iglesias, edificios de piedra o construcciones, debemos constituir una comunidad fraternal». También son citados en los Estatutos de la Compañía de Constructores de Londres, redactada en 1481, donde se especifica que en el día de su festividad todos los miembros del gremio están obligados a celebrarla con una misa. Pero donde aparecen nombrados con mayor extensión y prolijidad es en el manuscrito Regius, fechado en 1390 y copia de un original más antiguo, que estuvo en uso en el oeste de Inglaterra. El manuscrito Regius se compone de 9 partes dedicadas a la fundación de la Masonería, las siete artes liberales, un código deontológico, normas de urbanidad, o el relato de la Torre de Babel, entre otras temáticas; el comienzo de una de esas 9 partes está dedicada al relato de los Cuatro Santos Coronados en los términos descritos por la Leyenda dorada de Jacobo de la Vorágine. Dice así:

«Oremos a Dios omnipotente y su madre María, a fin de que podamos seguir estos artículos y los puntos, todos juntos, como hicieron los cuatro santos mártires, que en este oficio tuvieron gran estima. Fueron ellos tan buenos masones como pueda hallarse sobre la tierra, escultores e imagineros también eran, por ser de los obreros los mejores, y en gran estima el emperador los tenía; deseó éste que hicieran una estatua que en su honor se venerara; tales monumentos en su tiempo poseía para desviar al pueblo de la ley de Cristo.
Pero ellos firmes permanecieron en la ley de Cristo, y sin compromisos en su oficio; amaban bien a Dios y a su enseñanza, y se habían volcado a su servicio para siempre. En aquel tiempo fueron hombres de verdad, y rectamente vivieron en la ley de Dios; ídolos se negaron a erigir, y por muchos beneficios que pudieran reunir; no tomaron a este ídolo por su Dios y rechazaron su construcción, pese a su cólera; por no renegar de su verdadera fe y creer en su falsa ley, sin demora el emperador los hizo detener, y en una profunda cárcel los encerró; cuanto más cruelmente los castigaba, más en la gracia de Dios se regocijaban.
Viendo entonces que nada podía les dejo ir a la muerte; quien lo desee, en el libro puede leer de la leyenda de los santos, los nombres de los Cuatro Coronados. Su fiesta es bien conocida por todos, el octavo día tras Todos los Santos.»

Aún hoy día se pueden ver multitud de restos y detalles de su iconografía en las capillas de catedrales e iglesias de toda Europa construidas desde la Edad Media hasta el siglo XVIII, como es el caso de la catedral de Pavía.

Uno de los rasgos más significativos de la advocación de los Cuatro Santos Coronados es justamente la elección precisa de su número, sobretodo cuando diferentes versiones iniciales de la leyenda varían entre 5 y 9 los nombres de los santos que se barajan, hasta que, como indicábamos antes, su culto queda finalmente reducido y fijado a 4 mártires. Conociendo la importancia que el simbolismo de los números, ligado al simbolismo de la medida, y por ende a la Geometría, tenía para los antiguos masones, analizaremos las diferentes correspondencias que se establecían entre los Cuatro Santos Coronados y el simbolismo del número 4, también conocido como cuaternario, así como de manera subsidiaria con la unidad, el binario, el ternario y la década.

Estas relaciones se conocían desde muy antiguo, habiéndose recibido en los gremios de constructores por tradición de la escuela pitagórica, a través de los collegia fabrorum romanos, con el nombre de la Sagrada Tetraktys. La Tetraktys consiste en una figura triangular formada por la adicción de los 4 primeros números: 1+2+3+4, cuya suma da un total de 10. Para su construcción se parte de la unidad, primer número triangular y cuadrado a la vez, pues es el principio y origen de la serie de los números enteros, así como de las demás series derivadas. El segundo número triangular surge de la adicción del binario a la unidad 1+2 = 3; lo cual muestra que la unidad al producir el binario por su propia polarización da lugar de manera inmediata al ternario; y es el segundo número triangular porque de su representación geométrica con el uno en el vértice y el dos en la base se obtiene un triángulo. Dando al ternario un carácter independiente, la adicción de un segundo ternario al primero que ya teníamos da lugar al tercer número triangular de la serie mediante la suma 1+2+3 = 6, cuyo resultado es el senario; el senario, al verse como el reflejo de un nuevo ternario a partir del original, es identificado con el símbolo del “sello de Salomón” o “estrella de David”, que representa los 6 días de la creación como obra del reflejo del ternario superior, identificado con el Verbo divino: la unidad más el binario actuando a través de la polaridad de la forma y la materia, o la esencia y la substancia, el acto y la potencia según Aristóteles –el azufre y el mercurio para el hermetismo o el yang y el yin para la tradición taoísta-. Finalmente, y siguiendo la serie se obtiene el cuarto número triangular, con la adicción del cuaternario: 1+2+3+4 = 10, o sea, la Tetraktys. El cuaternario da como resultado el número 10, el denario, que viene a ser considerado como el símbolo de todos los números y por ende de la totalidad, por contenerlos a todos; mientras por su parte el cuaternario se identifica con la manifestación universal de nuestro mundo, el Cosmos o la obra de la Creación acabada, ya que contiene en sí, al dar lugar al denario, los fundamentos o principios de esta creación. Estos principios son por tanto 4, los cuales se pueden encontrar expresados de diversas maneras según los diferentes órdenes de la Creación, así como en los fundamentos de las antiguas ciencias tradicionales que se agrupaban en el quadrivium de las 7 artes liberales, y que se ocupaban de la Cosmología en sus diferentes órdenes o manifestaciones, vinculados por correspondencias o analogías rigurosas.

Los 4 números triangulares de la Tetraktys fueron identificados posteriormente con los 4 mundos de la cábala hebrea, al igual que con las 4 letras del tetragrama hebreo. Así la unidad se identifica con el Principio Creador, el Ser; el binario con el Espíritu universal; el ternario con el Alma universal; y el cuaternario con la Hyle o Substancia primordial. Mientras los 3 primeros números triangulares de la Tetraktys, la unidad, el binario y el ternario son identificados con la ontología, el cuaternario es el punto de partida de la cosmología, y la presencia de su número es obligada para el desarrollo completo de las posibilidades que comporta. En el orden de las cosas manifestadas, por tanto, se halla siempre el signo o la signatura del cuaternario como esquema fundamental de la manifestación: los 4 elementos de la naturaleza, los 4 humores del temperamento, los 4 signos fijos del zodíaco; los 4 puntos cardinales, las 4 direcciones del espacio; o las 4 fases en la que se divide todo ciclo: las 4 momentos del día, las 4 fases lunares, las 4 estaciones del año, las 4 edades de la vida del hombre o las 4 edades del mundo. La Tetraktys, según los pitagóricos, comprende en sí todos los números, y sobre ella prestaban juramento. Por su forma triangular se relaciona con la cuarta letra del alfabeto griego, la Delta, la cual tiene también forma triangular, y es la inicial de la palabra Deka (diez); actualmente se asocia la Tetraktys con el Delta masónico que preside la Logia de Aprendiz.

Para los antiguos masones de oficio, como también para todo hombre tradicional, el Cosmos es, como obra del Verbo, o Logos, fruto del lenguaje y pensamiento divinos, de tal manera que el Cosmos se constituye en sí mismo, y de manera natural, en un símbolo a interpretar que refleja este orden divino. De igual manera, el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, como describe el libro del Génesis, es también él mismo un símbolo de Dios, el más perfecto antes de la caída de Adán, conocido como microcosmos, que al ser puesto en analogía con el macrocosmos, se constituye en el ser mediador entre el Cielo y la Tierra. La actividad y el oficio del constructor, por tanto, al seguir las pautas de la Geometría, que es originalmente la medida de la tierra, y en conexión con otras artes del quadrivium como la Aritmética, la Astronomía o la Música, presenta en la estructura y disposición de sus elementos arquitectónicos una equivalencia y significación cósmicas, de tal manera que construir un edificio siguiendo estas reglas tradicionales, en especial si es un templo, consiste en imitar a Dios en su labor creadora y constructora del Cosmos, y en definitiva seguir los principios expresados por la sagrada Tetraktys.

Los ritos que se llevan a cabo a la hora de diseñar y construir un edificio, tales como la colocación de la primera o la última piedras, son una imitación del orden y los ritmos del Cosmos, así como de la labor y sacrificio del Principio divino al dar lugar a la manifestación, lo cual se refleja en la dimensión cósmica que toma cuerpo a su vez en las formas arquitectónicas, haciendo de la construcción del edificio una verdadera imitación de la creación del mundo. Así, mientras las formas circulares, o esféricas relacionadas con el arco o la cúpula se identifican con el cielo, las formas cuadradas o cúbicas, relacionadas con la base y los cimientos del edificio se relacionan con la tierra. La construcción del edificio se ve entonces como el retorno y dependencia de la multiplicidad de la manifestación, equivalente a los 4 ángulos o piedras de fundación de la base, con la unidad del Principio creador, equivalente a la clave del arco o la piedra angular de la sumidad de la cúpula, siendo esta operación la inversa al paso de la unidad del Principio a la multiplicidad de la manifestación, obra directa del G.·.A.·.D.·.U.·. en la Creación. Estas dos operaciones, solidarias de la solución y la coagulación herméticas, se asociaban en Geometría a los problemas de la circulación del cuadrado y la cuadratura del círculo, respectivamente. Y, de igual manera que los 4 elementos de la naturaleza, fuego, tierra, aire y agua, que componen el mundo parten o se reúnen en una quintaesencia, las 4 piedras fundamentales sobre las que se asienta el edificio, orientadas según los ángulos intermedios a los 4 puntos cardinales, deben reunirse y ordenarse en la sumidad de la piedra angular, donde el conjunto del edificio encuentra su trabazón y es llevado a su perfección; piedra angular que, como dice la Sagrada Escritura, había sido rechaza por los albañiles al inicio de la construcción.

La colocación por tanto de la primer piedra del edificio, o piedra fundamental, se llevaba a cabo en el ángulo noreste, lugar donde hoy se sitúa en nuestra logia el aprendiz masón al término de su iniciación, representando la salida del sol; el resto de las 3 piedras de fundación que delimitaban el contorno y la base del edificio eran colocadas siguiendo el recorrido del sol: la segunda al sureste, la tercera al suroeste y la cuarta al noroeste.

La relación de estas cuatro piedras fundamentales con la piedra angular que coronaba el edificio, se puede establecer también simbólicamente a través de un ritual del 7º grado de la antigua Masonería operativa británica, superviviente hasta nuestros días según algunos en cofradías operativas escocesas e inglesas, conocidas como “The Worshipful Society of Freemason” y “The Corporation of Squaremen”. Durante el ritual se colocaban en suelo de la Logia 4 escuadras en posición central, de tal manera que estas 4 escuadras formasen los brazos de una svástika, cuyo centro quedaba debajo de la plomada, la cual suspendida colgaba idealmente de la Estrella Polar, polo celeste representado por el punto fijo e invariante del cielo estrellado, manifestando de ese modo que el centro de la Logia se creaba, a través del eje que establecía la plomada, mediante el reflejo del centro del Universo, representado por la Estrella Polar, sede y asiento del G.·.A.·.D.·.U.·.. La imagen de la svástika formada en el suelo por las 4 escuadras, símbolo del G.·.A.·.D.·.U.·., constituía una representación de la Osa mayor vista en 4 posiciones diferentes durante el curso de su revolución en torno a la Estrella Polar, identificadas a su vez con las 4 estaciones, los 4 puntos cardinales y las 4 piedras de fundación de un edificio.

Lejos por tanto del capricho, o del azar, el hecho de que la advocación señale a 4 el número de los Santos Coronados y no otro, obedece a la identificación de estos mártires, patrones del oficio de la masonería, con el simbolismo y rito de la colocación de las 4 piedras de fundación, identificadas con el simbolismo de la tierra y con el arte de la escuadra, que es la herramienta con la que se escuadran los bloques de piedra, sobre los que se alza la base de la edificación; mientras el compás se dedica a las labores del trazado de arcos, bóvedas y cúpulas, las cuales representan el cielo en la construcción. Precisamente, en la antigua Masonería de oficio, existían dos grandes divisiones, recibiendo el nombre de Masonería de la Escuadra, aquella en la que sus miembros solamente dominaban los conocimientos que permitían establecer los cimientos, en base a la orientación sobre los 4 puntos cardinales y la correspondiente delimitación por los landmarks, o postes, de la edificación sobre el terreno, realizando luego las elevaciones sobre esta base; mientras que se conocía con el nombre de Masonería del Arco, a aquellos masones, que habiendo pasado del dominio de la escuadra al compás, poseían además los conocimientos para edificar la techumbre que cubriría el edificio, mediante arcos, bóvedas y cúpulas.

Esta identificación de los Cuatro Santos Coronados con las 4 piedras de fundación del edificio aparece señalada en muchas de las capillas dedicas a éstos, donde sus efigies aparecen representadas, reunidas los 4, en la piedra angular que corona la cúpula de tales capillas, dando precisamente a entender que esta piedra, identificada según los 4 Evangelios con Cristo, o con el G.·.A.·.D.·.U.·., supone la reunión de las 4 piedras de fundación del edificio, cuyo entramado está ordenado a ella, representando el retorno a la unidad del Principio, y reconociendo que el mundo encuentra sus fundamentados gracias a Él, el Principio del que depende todo.