sábado, 9 de mayo de 2009

"Operativo" y "Especulativo"; Iniciación efectiva e Iniciación virtual




Capítulo XXIX, Apercepciones sobre la Iniciación, 1946, René Guénon

«OPERATIVO» Y «ESPECULATIVO»

Cuando hemos tratado la cuestión de las cualificaciones iniciáticas, hemos hecho alusión a una cierta equivocación muy extendida sobre el sentido de la palabra «operativo», y también, por consiguiente, sobre el de la palabra «especulativo» que es en cierto modo su opuesto; y, como lo decíamos entonces, nos parece que hay lugar a insistir más especialmente sobre este tema, porque hay una estrecha relación entre esta equivocación y el desconocimiento general de lo que debe ser realmente la iniciación. Históricamente, si se puede decir, la cuestión se plantea de una manera más particular a propósito de la Masonería, puesto que es en ella donde los términos de que se trata se emplean habitualmente; pero no es difícil comprender que, en el fondo, tiene un alcance mucho más extenso, y que se trata de algo que, según modalidades diversas, es susceptible de aplicarse a todas las formas iniciáticas; y eso es lo que constituye toda su importancia desde el punto de vista donde nos colocamos.

El punto de partida del error que señalamos consiste en esto: puesto que la forma de la iniciación masónica está ligada a un oficio, lo que, por lo demás, como ya lo hemos indicado, está muy lejos de ser un caso excepcional, y puesto que sus símbolos y sus ritos, en una palabra sus métodos propios, en todo lo que tienen de «específico», toman esencialmente su apoyo en el oficio de constructor, se ha llegado a confundir «operativo» con «corporativo», deteniéndose así en el aspecto más exterior y más superficial de las cosas, así como es natural para aquel que no tiene ninguna idea y ni siquiera ninguna sospecha de la «realización» iniciática. Así pues, la opinión más extendida podría formularse así: los masones «operativos» eran exclusivamente hombres de oficio; poco a poco, «aceptaron» entre ellos, a título honorífico en cierto modo, a personas extrañas al arte de construir[1]; pero, finalmente, ocurrió que este segundo elemento devino predominante, y es de eso de donde resultó la transformación de la Masonería «operativa» en la Masonería «especulativa», que no tiene ya con el oficio más que una relación ficticia o «ideal». Esta Masonería «especulativa» data, como se sabe, de comienzos del siglo XVIII; pero algunos, constatando la presencia de miembros no obreros en la antigua Masonería «operativa», creen poder concluir de ello que esos eran ya Masones «especulativos». En todo caso, parece pensarse, de una manera casi unánime, que el cambio que dio nacimiento a la Masonería «especulativa» marca una superioridad en relación a aquella de la que ésta ha derivado, como si representara un «progreso» en el sentido «intelectual» y respondiera a una concepción de un nivel más elevado; y, a este respecto, nadie se priva de oponer las «especulaciones» del «pensamiento» a las ocupaciones del oficio, como si se tratara de eso en cosas que no dependen del orden de las actividades profanas, sino del dominio iniciático.

De hecho, antiguamente no había otra distinción que la de los masones «libres», que eran los hombres de oficio, y que se llamaban así a causa de las franquicias que habían sido acordadas por los soberanos a sus corporaciones, y sin duda también (y quizás deberíamos decir incluso ante todo) porque la condición del hombre libre de nacimiento era una de las cualificaciones requeridas para ser admitido a la iniciación[2], y de los Masones «aceptados», que, ellos sí, no eran profesionales, y entre los cuales se hacía un sitio aparte a los eclesiásticos, que eran iniciados en Logias especiales[3] para poder desempeñar la función de «capellán» en las Logias ordinarias; pero los unos y los otros eran igualmente, aunque a títulos diferentes, miembros de una única y misma organización, que era la Masonería «operativa»; ¿y cómo habría podido ser de otra manera, cuando ninguna Logia habría podido funcionar normalmente sin estar provista de un «capellán», y por consiguiente sin contar al menos con un Masón «aceptado» entre sus miembros?[4]. Por lo demás, es exacto que es entre los Masones «aceptados» y por su acción como se ha formado la Masonería «especulativa»[5]; y esto puede explicarse en suma bastante simplemente por el hecho de que, al no estar vinculados directamente al oficio, y al no tener, por eso mismo, una base suficientemente sólida para el trabajo iniciático bajo la forma de que se trata, podían, más fácil o más completamente que otros, perder de vista una parte de lo que conlleva la iniciación, e incluso diremos que la parte más importante, puesto que es la que concierne propiamente a la «realización»[6]. Es menester agregar aún que eran quizás también, por su situación social y sus relaciones exteriores, más accesibles a algunas influencias del mundo profano, políticas, filosóficas u otras, que actuaban igualmente en el mismo sentido, «distrayéndoles», en la acepción propia de la palabra, del trabajo iniciático, cuando no llegaban hasta conducirles a cometer enojosas confusiones entre los dos dominios, así como eso se ha visto muy frecuentemente después.

Es aquí donde, aunque hemos partido de consideraciones históricas para la comodidad de nuestra exposición, tocamos el fondo mismo de la cuestión: el paso de lo «operativo» a lo «especulativo», muy lejos de constituir un «progreso» como lo querrían los modernos que no comprenden su significación, es exactamente todo lo contrario desde el punto de vista iniciático; hablando propiamente, no implica forzosamente una desviación, pero sí al menos una degeneración en el sentido de una mengua; y, como acabamos de decirlo, esta mengua consiste en la negligencia y el olvido de todo lo que es «realización», puesto que eso es lo verdaderamente «operativo», para no dejar subsistir ya más que una visión puramente teórica de la iniciación. En efecto, es menester no olvidar que «especulación» y «teoría» son sinónimos; y se entiende que la palabra «teoría» no debe tomarse aquí en su sentido original de «contemplación», sino únicamente en el que tiene ahora en el lenguaje actual, y que la palabra «especulación» expresa sin duda más claramente, puesto que da, por su derivación misma, la idea de algo que no es más que un reflejo, como la imagen vista en un espejo[7], es decir, un conocimiento indirecto, por oposición al conocimiento efectivo que es la consecuencia inmediata de la «realización», o que más bien no forma más que uno con ésta. Por otro lado, la palabra «operativo» no debe considerarse exactamente como un equivalente de «práctico», en tanto que este último término se refiere siempre a la «acción» (lo que, por lo demás, es estrictamente conforme a su etimología), de suerte que aquí no podría emplearse sin equívoco ni impropiedad[8]; en realidad, se trata de ese «cumplimiento» del ser que es la «realización» iniciática, con todo el conjunto de medios de diversos órdenes que pueden ser empleados en vista de este fin; y no carece de interés destacar que una palabra del mismo origen, la palabra «obra», se usa también precisamente en este sentido en la terminología alquímica.

Desde entonces es fácil darse cuenta de lo que queda en el caso de una iniciación que no es más que «especulativa»: la transmisión iniciática subsiste siempre, puesto que la «cadena» tradicional no ha sido interrumpida; pero, en lugar de la posibilidad de una iniciación efectiva, toda vez que algún defecto individual no venga a obstaculizarla, no se tiene más que una iniciación virtual, y condenada a permanecer tal por la fuerza misma de las cosas, puesto que la limitación «especulativa» significa propiamente que esa etapa ya no puede ser rebasada, dado que todo lo que va más lejos del orden es «operativo» por definición misma. Eso no quiere decir, bien entendido, que los ritos ya no tengan efecto en parecido caso, ya que siguen siendo siempre, aunque aquellos que los cumplen ya no sean conscientes de ello, el vehículo de la influencia espiritual; pero, por así decir, este efecto se «difiere» en cuanto a su desarrollo «en acto», y es como un germen al que le faltan las condiciones necesarias para su eclosión, puesto que estas condiciones residen en el trabajo «operativo», únicamente por el cual la iniciación puede hacerse efectiva.

A este propósito, debemos insistir todavía sobre el hecho de que una tal degeneración de una organización iniciática no cambia no obstante nada de su naturaleza esencial, y que incluso la continuidad de la transmisión basta para que, si se presentaran circunstancias más favorables, sea siempre posible una restauración, debiendo concebirse entonces esta restauración necesariamente como un retorno al estado «operativo». Solamente, es evidente que cuanto más menguada está una organización, tantas más posibilidades hay de desviaciones al menos parciales, que, por lo demás, pueden producirse naturalmente en muchos sentidos diferentes; y estas desviaciones, aunque no tienen más que un carácter accidental, hacen cada vez más difícil una restauración de hecho, aunque, a pesar de todo, permanece siempre posible en principio. Sea como sea, una organización iniciática que posee una filiación auténtica y legítima, cualquiera que sea el estado más o menos degenerado en el que se encuentre reducida al presente, no podría ser confundida nunca, ciertamente, con una pseudoiniciación cualquiera, que no es en suma más que una pura nada, ni con la contrainiciación, que, ella sí, en efecto, es algo, pero algo absolutamente negativo, que va directamente en contra de la meta que se propone esencialmente toda verdadera iniciación[9].

Por otra parte, la inferioridad del punto de vista «especulativo», tal como acabamos de explicarlo, muestra todavía, como por añadidura, que el «pensamiento», cultivado por sí mismo, no podría ser en ningún caso el trabajo de una organización iniciática como tal; ésta no es un grupo donde se deba «filosofar» o librarse a discusiones «académicas», como tampoco a cualquier otro género de ocupación profana[10]. La «especulación filosófica», cuando se introduce aquí, es ya una verdadera desviación, mientras que la «especulación» que recae sobre el dominio iniciático, si se reduce a sí misma en lugar de no ser, como debería ser normalmente, más que una simple preparación al trabajo «operativo», constituye sólo esta mengua de la que hemos hablado precedentemente. En eso hay todavía una distinción importante, pero que creemos suficientemente clara como para que no sea necesario insistir más en ello; en suma, se puede decir que hay desviación, más o menos grave según los casos, toda vez que hay confusión entre el punto de vista iniciático y el punto de vista profano. Esto no debe perderse de vista cuando se quiere apreciar el grado de degeneración al que una organización iniciática puede haber llegado; pero, al margen de toda desviación, siempre se puede siempre, de una manera muy exacta, aplicar los términos de «operativo» y «especulativo», al respecto de una forma iniciática cualquiera que sea, e incluso si no toma un oficio como «soporte», haciéndolos corresponder respectivamente a la iniciación efectiva y la iniciación virtual.
.
.
Notas:
[1] De hecho, no obstante, estas personas debían tener al menos algún lazo indirecto con este arte, aunque no fuera más que a título de «protectores» (o patronos en el sentido inglés de esta palabra); es de una manera análoga como, más tarde, los impresores (cuyo ritual estaba constituido, en su parte principal, por la «leyenda de Fausto») «aceptaron» a todos aquellos que tenían alguna relación con el arte del libro, es decir, no sólo a los libreros, sino también a los autores mismos.
[2] No se puede, sin desviar completamente las palabras de su sentido legítimo, dar otra interpretación a la expresión «nacido libre» (free born), aplicada al candidato a la iniciación, y que, ciertamente, ¡no tiene nada que ver con la liberación de supuestos «prejuicios» cualesquiera que sean!
[3] Estas logias se llamaban Lodges of Jakin, y el «capellán» mismo se llamaba Brother Jakin en la antigua Masonería «operativa».
[4] En realidad, deberíamos decir incluso que la misma contaba obligatoriamente con dos, siendo el otro un médico.
[5] Por lo demás, estos Masones no habían recibido la totalidad de los grados «operativos», y por eso se explica la existencia, al comienzo de la Masonería «moderna», de algunas lagunas que fue menester colmar después, lo que no pudo hacerse más que por la intervención de los supervivientes de la Masonería «antigua», mucho más numerosos todavía en el siglo XVIII de lo que creen generalmente los historiadores.
[6] Ya hemos marcado esta diferencia precedentemente, a propósito del estado actual del Compañerazgo y de la Masonería; los Compañeros llaman de buena gana a los Masones sus «hermanos especulativos», y, al mismo tiempo que esta expresión implica el reconocimiento de una comunidad de origen, hay en ella también a veces un cierto matiz de desdén que, a decir verdad, no está enteramente injustificado, así como se podrá comprender por las consideraciones que exponemos aquí.
[7] La palabra speculum, en latín, significa en efecto «espejo».
[8] En suma, en eso cabe toda la diferencia que existe en griego entre los sentidos respectivos de las dos palabras praxis y poêsis.
[9] Hemos tenido varias veces la ocasión de constatar que tales precisiones no eran de ningún modo superfluas; debemos también protestar formalmente contra toda interpretación tendiente, por una confusión voluntaria o involuntaria, a aplicar a una organización iniciática, cualquiera que sea, lo que, en nuestros escritos, se refiere en realidad ya sea a la pseudoiniciación, o ya sea a la contrainiciación.
[10] No hemos podido comprender nunca lo que quería decir justamente la expresión de «sociedades de pensamiento», inventada por algunos para designar una categoría de agrupaciones que parece bastante mal definida; pero lo que sí es seguro, es que, incluso si existe realmente algo a lo cual esta denominación pueda convenir, eso no podría tener en todo caso la menor relación con ninguna organización iniciática cualquiera que sea.




Capítulo XXX, Apercepciones sobre la Iniciación, 1946, René Guénon.

INICIACIÓN EFECTIVA E INICIACIÓN VIRTUAL

Aunque la distinción entre la iniciación efectiva y la iniciación virtual pueda ser ya comprendida suficientemente con la ayuda de las consideraciones que preceden, es bastante importante como para que intentemos precisarla todavía un poco más; y, a este respecto, haremos destacar primeramente que, entre las condiciones de la iniciación que hemos enunciado al comienzo, el vinculamiento a una organización tradicional regular (que presupone naturalmente la cualificación) basta para la iniciación virtual, mientras que el trabajo interior que viene a continuación concierne propiamente a la iniciación efectiva, que es en suma, en todos sus grados, el desarrollo «en acto» de las posibilidades a las que la iniciación virtual da acceso. Por consiguiente, esta iniciación virtual es la iniciación entendida en el sentido más estricto de esta palabra, es decir, como una «entrada» o un «comienzo»; bien entendido, eso no quiere decir de ninguna manera que pueda considerarse como algo que se basta a sí mismo, sino que es sólo el punto de partida necesario de todo lo demás; cuando se ha entrado en una vía, todavía es menester esforzarse por seguirla, e incluso, si se puede, por seguirla hasta el final. Todo esto se podría resumir en estas pocas palabras: entrar en la vía, es la iniciación virtual; seguir la vía, es la iniciación efectiva; pero desafortunadamente, de hecho, muchos se quedan en el umbral, no siempre porque ellos mismos son incapaces de ir más lejos, sino también, sobre todo en las condiciones actuales del mundo occidental, debido a la degeneración de algunas organizaciones que, devenidas únicamente «especulativas» como acabamos de explicarlo, no pueden por eso mismo ayudarles de ninguna manera en el trabajo «operativo», aunque no sea más que en sus etapas más elementales, y no les proporcionan nada que pueda permitirles siquiera sospechar la existencia de una «realización» cualquiera. No obstante, incluso en estas organizaciones, se habla mucho todavía, a cada instante, de «trabajo» iniciático, o al menos de algo que se considera como tal; pero entonces uno puede plantearse legítimamente esta pregunta: ¿en qué sentido y en qué medida corresponde eso todavía a alguna realidad?

Para responder a esta cuestión, recordaremos que la iniciación es esencialmente una transmisión, y agregaremos que esto puede entenderse en dos sentidos diferentes: por una parte, transmisión de una influencia espiritual, y, por otra parte, transmisión de una enseñanza tradicional. Es la transmisión de la influencia espiritual la que debe ser considerada en primer lugar, no sólo porque debe preceder lógicamente a toda enseñanza, lo que es muy evidente desde que se ha comprendido la necesidad del vinculamiento tradicional, sino también y sobre todo porque es ella la que constituye esencialmente la iniciación en el sentido estricto, de suerte que, si no debiera tratarse más que de iniciación virtual, todo podría en suma limitarse a eso, sin que haya lugar a agregarle ulteriormente una enseñanza cualquiera. En efecto, la enseñanza iniciática, cuyo carácter particular tendremos que precisar después, no puede ser otra cosa que una ayuda exterior aportada al trabajo interior de la realización, a fin de apoyarle y de guiarle tanto como sea posible; en el fondo, esa es su única razón de ser, y es en eso sólo en lo que puede consistir el lado exterior y colectivo de un verdadero «trabajo» iniciático, si se entiende éste realmente en su significación legítima y normal.

Ahora bien, lo que hace la cuestión un poco más compleja, es que los dos tipos de transmisión que acabamos de indicar, aunque son en efecto distintos en razón de la diferencia de su naturaleza misma, no obstante no pueden ser separados nunca enteramente el uno del otro; y esto requiere todavía algunas explicaciones, aunque ya hayamos tratado en cierto modo implícitamente este punto cuando hemos hablado de las relaciones estrechas que unen el rito y el símbolo. En efecto, los ritos son esencialmente, y ante todo, el vehículo de la influencia espiritual, que sin ellos no puede ser transmitida de ninguna manera; pero al mismo tiempo, por eso mismo de que tienen, en todos los elementos que los constituyen, un carácter simbólico, conllevan necesariamente también una enseñanza en sí mismos, puesto que, como lo hemos dicho, los símbolos son precisamente el único lenguaje que conviene realmente a la expresión de verdades de orden iniciático. Inversamente, los símbolos son esencialmente un medio de enseñanza, y no sólo de enseñanza exterior, sino también de algo más, en tanto que deben servir sobre todo de «soporte» a la meditación, que es el comienzo de un trabajo interior; pero estos mismos símbolos, en tanto que elementos de los ritos y en razón de su carácter «no humano», son también «soportes» de la influencia espiritual misma. Por lo demás, si se reflexiona en que el trabajo interior sería ineficaz sin la acción o, si se prefiere, sin la colaboración de esta influencia espiritual, se podrá comprender por eso que la meditación sobre los símbolos toma ella misma, en algunas condiciones, el carácter de un verdadero rito, y de un rito que, esta vez, ya no confiere sólo la iniciación virtual, sino que permite alcanzar un grado más o menos avanzado de iniciación efectiva.

Por el contrario, en lugar de servirse de los símbolos de esta manera, uno puede limitarse también a «especular» sobre ellos, sin proponerse nada más; ciertamente, con eso no queremos decir que sea ilegítimo explicar los símbolos en la medida de lo posible, y buscar desarrollar, por comentarios apropiados, los diferentes sentidos que contienen (a condición, bien entendido, de guardarse bien de toda «sistematización», que es incompatible con la esencia misma del simbolismo); pero queremos decir que, en todo caso, eso no debería ser considerado más que como una simple preparación a algo más, y es justamente eso lo que, por definición, escapa forzosamente al punto de vista «especulativo» como tal. Éste sólo puede quedarse en un estudio exterior de los símbolos, que, evidentemente, no podría hacer pasar a los que se libran a él de la iniciación virtual a la iniciación efectiva; y aún, muy frecuentemente, se detiene en las significaciones más superficiales, porque, para penetrar más adelante, es menester ya un grado de comprehensión que, en realidad, supone algo muy diferente de la simple «erudición»; y es menester incluso estimarse afortunado si esa erudición no se extravía más o menos completamente en consideraciones «adventicias», como, por ejemplo, cuando se quiere encontrar en los símbolos sobre todo un pretexto para la «moralización», o sacar de ellos pretendidas aplicaciones sociales, o incluso políticas, que, ciertamente, no tienen nada de iniciático y ni siquiera de tradicional. En este último caso, ya se ha rebasado el límite donde el «trabajo» iniciático de algunas organizaciones deja enteramente de ser iniciático, aunque sea de una manera completamente «especulativa», para caer pura y simplemente en el punto de vista profano; este límite es también, naturalmente, el que separa la simple degeneración de la desviación, y es muy fácil comprender como la «especulación, tomada como un fin en sí misma, se presta enojosamente a «deslizarse» de la una a la otra de una manera casi insensible.

Ahora podemos concluir sobre esta cuestión: mientras no se hace más que «especular», incluso ateniéndose al punto de vista iniciático y sin desviarse de él de una manera o de otra, uno se encuentra en cierto modo encerrado en un callejón sin salida, puesto que con eso no podría rebasarse en nada la iniciación virtual; y, por lo demás, ésta existiría también sin ninguna «especulación», puesto que es la consecuencia inmediata de la transmisión de la influencia espiritual. El efecto del rito por el que se opera esta transmisión es «diferido», como lo decíamos más atrás, y se queda en el estado latente y «no desarrollado» en tanto que no se pase de lo «especulativo» a lo «operativo»; es decir, que las consideraciones teóricas, en tanto que trabajo propiamente iniciático, no tienen valor real más que si están destinadas a preparar la «realización»; y, de hecho, son una preparación necesaria, pero es precisamente eso lo que el punto de vista «especulativo» mismo es incapaz de reconocer, y por consiguiente, es precisamente de eso de lo que no puede dar ninguna consciencia a aquellos que se limitan a su horizonte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario