El centro del mundo o el centro supremo de la
presente humanidad terrestre es llamado Paraíso Terrenal, Agarttha, Salem. Es
el Templo de Paz (salem) y la Casa de
Justicia (Beith-Din),
ya que el centro supremo, como cualesquiera otros centros espirituales que son
su imagen, podría describirse como un templo (el aspecto sacerdotal,
correspondiendo a la Paz) y como palacio o tribunal (el aspecto real, correspondiendo
a la Justicia) [1]. Este Centro es una imagen del Centro Celestial, no como una
imagen virtual formada por reflejo especular, sino teniendo completa realidad; además,
un centro espiritual es la imagen terrestre y visible (para los sentidos
humanos) del verdadero Centro del Mundo y aunque la orientación sagrada se haga
hacia el centro espiritual, se hace simbólicamente hacia el Centro supremo.
No hay nada más importante, más fundamental, más
esencial y más pleno para una doctrina sagrada que simbolizar el centro, dado
que sin el Centro no hay nada. Como ha dicho Guénon, el Centro es el origen, la
fuente de todo, tipificado por el centro de un círculo, y representando la
imagen del Principio [2], lo que explica por qué todas las tradiciones y los
ritos genuinos se interesan tanto en el simbolismo del centro. Dios, a través
de Su Palabra, se convierte en el Centro del Mundo.[3]
Meister Eckhart, en su sermón Ez
was âbent des tages (Juan
20:19), menciona al patriarca Jacob, quien, “llegando a cierto lugar,
se dispuso a hacer noche allí, porque ya se había puesto el sol” (Génesis 28:11). Jacob dijo –
subraya Eckhart – “cierto lugar”, sin nombrarlo; este lugar es Dios, el Ser divino
que da vida y lugar, ser y orden a todas las cosas. En este lugar, el alma
descansa en el sitio más elevado y más oculto. Este lugar, como sugirió Meister
Eckhart, es el Centro y es Dios al mismo tiempo.
El Centro del Mundo es el “lugar” del Principio
y, en un sentido absoluto, no hay diferencia entre el Centro y el Principio.
Por ejemplo, el Señor del Mundo, que es, en su significado más alto, un
principio, idéntico al Manu de la tradición hindú, personificando la Inteligencia
cósmica que refleja la Luz espiritual pura y formula la Ley para un mundo o un
ciclo, opera y manifiesta su presencia a través del centro espiritual
establecido en el mundo terrestre [4]. El Centro es el-maqâmul-ilâhi,
la estación divina donde todos los opuestos se resuelven y se unifican, el
“justo medio” de Platón, el chino Zhong Yong
donde opera la Actividad del Cielo, el “Ombligo del Mundo”, el motor inmóvil de
Aristóteles, y, en su significado último, es verdaderamente el Principio mismo,
el antaryâmi hindú
que produce el impulso inicial y luego gobierna y regula el mundo.
El Centro es el comienzo, el medio y el fin,
siendo el medio un equivalente obvio del “centro” como declara la tradición
extremo-oriental (Zhong Yong,
“el invariable medio”), pero también describe el punto de equilibrio y armonía,
de paz e inmovilidad, obtenidos sólo en el eje de la balanza – la “balanza de
jade” que representa la constelación de la Ursa
Major en la tradición china y que en sánscrito es
llamada Tulâ [5].
Mapamundi. Beato de Liébana. |
Es el “Eje de la Norma” (Dao
Shu), protegiendo, como en un arca o cofre, los Tres
Mundos (el ideograma qu) en el Axis
Mundi (el ideograma mu)
[6]. Como eje, el Centro es el Polo, pero también la culminación, el punto
final a donde retornan todos los seres; es el Alfa y el Omega. Nicolás de Cusa
se expresó de la misma manera al hablar de Dios, que para él es idéntico al
Centro; “Dios, siendo la maximidad absoluta, en cuanto es el autor y sabedor de
todas sus obras, así como su fin, siendo todas las cosas en Él y nada fuera de
Él, principio, medio y fin de todas, centro y circunferencia de los universos” [7];
y: “los polos de la esfera coinciden con el centro en cuanto que no es otro el
centro que el polo, que es Dios bendito” [8].
El Centro supremo, al igual que el Principio
mismo, no tiene nombre, ni límites, elude toda definición y puede ser concebido
sólo de manera simbólica, como un punto principial,
sin forma ni dimensión, invisible – la imagen del Uno supremo [9], punto que deviene
el centro de un círculo o el centro de una cruz tridimensional, o el centro de
una swastika –
el signo del Polo, o el cubo de la rueda (la rueda de la vida, la rueda de la ley,
la rueda del zodíaco), o el centro de una flor (loto, rosa, lirio, el sol
dorado en el centro de la flor nomeolvides).
Desde una perspectiva microcósmica, el Paraíso Terrenal
es el centro del estado humano, como punto generado por la intersección del Axis
Mundi con el dominio de las posibilidades humanas, una
imagen reflejada del Centro universal. Este punto, idéntico al Palacio Interior
de la Cábala judía, luego de producir o realizar el espacio, se vuelve él mismo
el centro de ese espacio, aunque permaneciendo “sin lugar” [10] lo que señala Guénon
para refutar la definición de espacio de Pascal, “una esfera con el centro en todas
partes y la circunferencia en ninguna” [11]. Puesto que el punto central es esencialmente
“sin lugar” (no tiene lugar en la manifestación) el punto principial
está, de hecho, en ningún lado, y la
circunferencia, o totalidad de los seres manifestados y producidos [12], está
en todos lados [13].
Aquí Guénon se refiere al Centro absoluto, no a
sus sustitutos; pero respecto a la manifestación, Nicolás de Cusa declara: “la
máquina del mundo tendrá el centro en cualquier lugar y la circunferencia en
ninguno” [14]. Aplicando los principios metafísicos a nuestro mundo, el Cusano
pone de relieve el error del geocentrismo y explica que la Tierra no es el
centro del universo, que cada cuerpo celeste es, aparentemente, el centro del
mundo para sus habitantes, y por tanto, el mundo manifestado tiene su centro en
todas partes, ya que un universo que cambia continuamente no podría tener un
centro fijo e inmóvil [15]. De la misma manera cualquier tradición secundaria
genuina y ortodoxa, regularmente [16] derivada de la Tradición primordial, considera
su centro espiritual como “el centro”.
El “punto oculto” – el Centro inmutable, el motor
inmóvil (to prôton kinoun akinêton on),
el eje – no pertenece a la manifestación universal, del mismo modo que el
principio del universo está “más allá” del universo, y por lo tanto no
manifestado. Los “modos” del punto principial son
los únicos localizados en la manifestación, siendo estos “modos” los nudos
terrestres, los “centros vitales” vibrando como reflejos de la vibración
original.
Por otro lado, la circunferencia, como límite del
Mundo, no está en ningún lado, considerando cómo la manifestación universal,
para nuestra mente humana, se extiende indefinidamente. Esta interpretación
falla si se la pretende aplicar más allá de la perspectiva de prakriti
[17], pero Nicolás de Cusa, afortunadamente, no se detiene allí. El Cusano, de
hecho, revitalizó un adagio hermético del siglo XII, que dice que Dios es un círculo
con el centro en todos lados y la circunferencia en ninguno, y Pascal,
resumiendo la fórmula cusana, dos siglos después, la condenó al nivel del
mundo, lo que, obviamente, complace a la mentalidad moderna. Desde un punto de
vista metafísico, como ya mencionamos, Guénon explica de qué manera debería ser
reescrita la fórmula de acuerdo con la analogía inversa y basándose en el texto
taoísta transmitido por Zhuang Zi [Chuang Tsé]: “El punto que es el Eje de la
Norma (Dao Shu), es el
centro inmóvil de una circunferencia en la que todas las contingencias,
distinciones e individualidades rotan” [18].
Similarmente, un círculo podría simbolizar el
sintagma bíblico “El Ser es el Ser” (Eheieh asher
Eheieh) [19] en cuyo caso el punto central es el Logos [**] y la circunferencia es el mundo manifestado
y el locus geométrico de los “modos” del punto principial
– los nudos mundanos.
En tal representación, la ubicuidad de la circunferencia designa, obviamente,
la Existencia universal (la circunferencia está
en todos lados), que aparece como un reflejo
mundano de la omnipresencia principial,
del punto oculto, del Centro que no pertenece
a la manifestación universal (el centro está en ningún lugar), o, en el
lenguaje de Nicolás de Cusa,
podríamos decir que Dios está en todos lados como explicación y
en ninguno como complicación.
Anticipándose a su posible mala interpretación,
el Cusano agrega una notable aclaración a la fórmula: “Por lo cual, la máquina
del mundo tendrá el centro en cualquier lugar y la circunferencia en ninguno,
pues la circunferencia y el centro es Dios, que está en todas y en ninguna
parte”[20]. Para ilustrar esta declaración fundamental, Nicolás de Cusa utiliza
la teoría matemática de límites, presentando los dos “infinitos” (que Pascal luego
tomó y tergiversó), y aplicando el concepto de movimiento – una característica básica
del universo, puesto que sólo el Principio es el motor inmóvil – al diagrama geométrico
mencionado arriba, marcando los límites o extremos: el movimiento mínimo es el
centro inmóvil (lo “infinitamente pequeño”) y el movimiento máximo es la circunferencia
(lo “infinitamente grande”), extremos que coinciden “en el infinito”, a saber, “más
allá” de la manifestación universal, lo que revela a Dios – el Uno y único “localizado”
en el infinito – como máximo y mínimo, centro y circunferencia, ya que sólo en Dios
coinciden ambos infinitos.
Notas:
[1]
Ver René Guénon, Le Roi du
Monde, Gallimard, Paris, 1981, p. 26.
[2]
René Guénon, Écrits pour
Regnabit, Archè, Milano, 1999, pp.71-79.
[3]
Guénon, Écrits,
p. 103, René Guénon, Symboles
fondamentaux de la Science sacrée,
[4]
Guénon, Le Roi,
p. 13. Fabre d’Olivet ya dijo que “Manu es la Inteligencia legislativa, la cual
preside en la Tierra de un diluvio a otro”. (Histoire philosophique du genre humain,
Éditions Traditionelles, Paris, 1991, p.238).
[5]
Guénon, Le Roi,
p. 83.
[6]
León Wieger, Caractères
chinois, Kuangchi Cultural Group, 2004, pp. 183, 276,
581.
[7]
Nicolas de Cusa, De la docte
Ignorance, Guy Trédaniel, Paris, 1979, p. 166. [trad.
española, La docta
ignorancia, Orbis, Buenos Aires, 1984, Lib. II cap. XIII,
p. 139 N. del T.]
[8]
Cusa, De la docte
Ignorance, p.152 [Cusa, La docta ignorancia, p. 128]
[9]
Guénon, Symboles fondamentaux,
p. 84.
[10]
Guénon, Écrits,
pp. 173-9
[11]
Guénon, Le symbolisme de
la croix, p. 148. Esta definición es usada en el ritual
del Holy Royal Arch of Jerusalem (véase
W. L. Wilmshurst, The meaning
of Masonry, Gramercy Books,
New York, 1980, p. 74)
[12]
Relacionamos el sustantivo ser [being]
con el verbo ser [to be].
[13]
Guénon, Le
symbolisme de la croix, p. 151.
[14]
Cusa, De la docte
Ignorance, p. 155 [Cusa, La docta ignorancia,
II cap. XIII, p. 130]
[15]
“Es imposible que haya alguna [cosa en la] máquina mundana, ya sea la tierra
sensible, o el aire o el fuego, o cualquier otra cosa, como centro fijo e inmóvil
con relación a los varios movimientos de los orbes. Pues no se llega en el
movimiento a un mínimo absoluto, tal como en un centro fijo (…) Y aunque este
mundo no es infinito, sin embargo, no puede concebirse como finito, por carecer
de términos entre los que esté comprendido. (…) Y así como la tierra no es el centro
del mundo, tampoco lo es la esfera de las estrellas fijas u otras cosas de su circunferencia.”
(Cusa, De la docte
Ignorance, pp. 150-151) [La docta ignorancia,
II cap. XI, pp. 126-127]
[16]
Es decir, que sigue las reglas o reglamentaciones sagradas.
[17]
Véase nuestro trabajo About the Yi Jing,
Rose Cross Books, Toronto, 2006, p. 96.
[18]
León Wieger, Les pères du
système taoïste, Les Belles Lettres, Paris, 1950, p.219. (Tchoang-tzeu,
chap. 2, C)
[19]
Guénon, Le
symbolisme de la croix, p. 102, y relacionado con la
declaración de Cusa, “Dios es” (De la docte Ignorance, p.148)
[20]
Cusa, De la docte
Ignorance, p. 155 [La docta ignorancia, p. 130]
[**] Se puede encontrar en este punto referido al Logos o Verbo (expresión del Nombre sagrado y que se traduce a su vez en el principio lógico de identidad A es A) un significado simbólico para la lectura del Prólogo del Evangelio de San Juan al comienzo de la apertura de los trabajos en el Rito Francés, precisamente cuando se efectúa ritualmente la Iluminación de la Logia. [Nota del Editor]
[**] Se puede encontrar en este punto referido al Logos o Verbo (expresión del Nombre sagrado y que se traduce a su vez en el principio lógico de identidad A es A) un significado simbólico para la lectura del Prólogo del Evangelio de San Juan al comienzo de la apertura de los trabajos en el Rito Francés, precisamente cuando se efectúa ritualmente la Iluminación de la Logia. [Nota del Editor]