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Hemos
visto en los números inmediatamente precedentes la necesidad de que el
individuo que pretenda alcanzar un resultado en el camino iniciático, presente
una fuerte Aspiración espiritual o, viendo las cosas desde otras perspectiva,
esté "llamado" a ello (Vocación), y tenga una Voluntad claramente
determinada. Pero por eminentes que fueran en él estas cualidades, todo sería
vano si la Providencia no ordenara las cosas en vistas a la consecución del
objetivo último del hombre.
Entendemos
que a ello hace referencia el segundo párrafo de ese fragmento esencial escrito
por René Guénon [1], y que invariablemente viene presidiendo nuestras últimas
citas con los lectores:
El período actual es, pues, un período de
oscurecimiento y confusión; sus condiciones son tales que mientras persistan,
el conocimiento iniciático debe permanecer necesariamente oculto, de ahí el
carácter de los 'Misterios' de la antigüedad llamada 'histórica' (que no
remonta siquiera al principio de este periodo) y de las organizaciones secretas
de todos los pueblos: organizaciones que dan una iniciación efectiva allí donde
todavía subsiste una verdadera doctrina tradicional, pero no ofrecen más que
una sombra de ella cuando el espíritu de esta doctrina ha dejado de vivificar
los símbolos que no son más que su representación exterior, y ello porque, por
diversas razones, todo vínculo consciente con el centro espiritual del mundo ha
determinado por romperse, lo cual es el sentido más particular de la pérdida de
la tradición, aquel que concierne más especialmente a tal o cual centro
secundario, que deja de estar en relación directa y efectiva con el centro
supremo.
Se debe hablar pues, como ya dijimos
anteriormente, de algo que está oculto más que verdaderamente perdido, puesto
que no está perdido para todos y que algunos lo poseen todavía íntegramente; y,
de ser así, otros siempre tiene la posibilidad de volver a encontrarlo, siempre
que lo busquen como conviene, es decir, que su intención esté dirigida de tal
manera que, por las vibraciones armónicas que despierta bajo la ley de
'acciones y reacciones concordantes'[2] puede ponerlos en comunicación
espiritual efectiva con el centro supremo [3]. Esta dirección de la intención
tiene, además, su representación simbólica en todas las formas tradicionales;
nos referimos a la orientación ritual: en efecto, ésta es propiamente la
dirección hacia un centro espiritual, que, sea cual sea, es siempre una imagen
del verdadero 'Centro del Mundo' [4].
Con
objeto de encuadrar la realidad de la Providencia y su relación con el Destino
y Libre Albedrío del hombre, aparentemente de incompatibilidad, reproducimos en
el presente número aproximaciones realizadas a la cuestión por René Guénon y A.
K. Coomaraswamy; a continuación incluimos un breve texto del Emir 'Abd
al-Qâdir, seguido de otros de clara influencia pitagórica como son los de
Jámblico, Salustio, Boecio y Plotino, autores que siendo Occidentales y quizás
por sernos más cercanos, no han recibido la atención que merecen. Incluimos
también un extracto del tratado que San Bernardo dedicó expresamente a la
cuestión y, para finalizar, reproducimos un cuento popular balcánico, Fatum, en el que se recoge el mismo
tema.
Notas:
[1]
R. Guénon, Le Roi du Monde, Cap.
VIII, Callimard, Paris, 1998. Las notas que se refieren a la cita son del
propio René Guénon.
[2]
Esta expresión se toma de la doctrina taoísta, por otra parte, se entiende aquí
la palabra "intención" en un sentido que es muy exactamente el del
árabe niyah, que se traduce
habitualmente de esta manera, y este sentido es, por otra parte, conforme a la
etimología latina (de in-tendere,
tender hacia).
[3]
Lo que acabamos de decir permite interpretar en un sentido muy preciso estas
palabras del Evangelio: "Buscad y encontraréis, pedid y se os dará, llamad
y se os abrirá". De forma natural uno deberá remitirse aquí a las
indicaciones que ya hemos dado a propósito de la "recta intención" y
de la "buena voluntad"; y sin esfuerzo podrá completarse con ello la
explicación de la fórmula: Pax in terra
hominibus bonæ voluntatis.
[4]
En el Islam, esta orientación (qiblah)
es como la materialización, si se puede expresar así, de la intención (niyah). La orientación de las iglesias
cristianas es otro caso particular, que remite esencialmente a la misma idea.