En esta época
nuestra hay que admitir que no puede sorprender si la confusión intelectual,
hasta expresiones de verdadera y propia subversión, penetra en el interior de
las mismas instituciones tradicionales: esto es fácilmente explicable si se
piensa que los miembros y los representantes actuales de estas últimas, son con
bastante frecuencia, al mismo tiempo, hombres más o menos ampliamente
contaminados por la mentalidad profana o moderna, más o menos seguidores de las
directivas antitradicionales que están llevando adelante el curso de la fase
presente de las vicisitudes humanas.
Hemos visto en
varias ocasiones, cómo estas consideraciones de orden general, ya aludidas
otras veces [1], encuentran desgraciadamente amplias aplicaciones en el caso de
la forma religiosa católica, que por diversos siglos ha representado el
fundamento tradicional del área geográfica en que vivimos, al menos por lo
concerniente al dominio religioso y como base normal exotérica y punto de
partida para una vía de realización espiritual y esotérica, mediando el acceso
a una forma de iniciación. Las consecuencias de la creciente invasión por
corrientes típicamente modernas se hacen cada vez más evidentes, y, por otro
lado, puede ser útil recordar el juicio nítido que expresó René Guénon, a
finales de 1935, según el cual el catolicismo, que por su naturaleza tiene un
carácter religioso y no iniciático, en las condiciones actuales no puede "
ni siquiera servir como base o como punto de partida" sobre el cual una
iniciación pueda apoyarse para una realización precisamente de orden iniciático
[2].
Pensamos que es
ahora oportuno tomar mejor en consideración otra institución, la de la
"Libre Albañilería" o Masonería, que es prácticamente la única
organización tradicional occidental accesible o sobreviviente en nuestro país,
además de la Iglesia católica.
Se trata de una
organización iniciática cuyos miembros tuvieron, en otras épocas, una base
propia y exotérica normal en el catolicismo, aun cuando no exista un engarce
necesario con dicha forma religiosa, como es evidente si se piensa que la
iniciación masónica, que pasó a través de diversas adaptaciones, tiene un
origen anterior al mismo cristianismo, en virtud de su relación con la
edificación salomónica del Templo de Jerusalén [3], como también a una
corriente espiritual surgida de la iniciación pitagórica y de los
"Collegia" artesanales de la antigua Roma [4].
En realidad, para
entender la situación normal de la Masonería hay que referirse a su inserción
en una sociedad tradicional, como una de las iniciaciones de oficio [5],
en relación con formas iniciáticas paralelas (como las otras iniciaciones
artesanales) y superiores (como las iniciaciones a los "grandes
misterios" o "sacerdotales"), y en relación con un exoterismo
apropiado: y son bastante evidentes las relaciones de la iniciación masónica
medieval y postmedieval, sea con otras formas iniciáticas, como el hermetismo
[6], sea con la Iglesia católica romana.
Es un hecho que,
seguidamente, el hundimiento de la organización social tradicional, la
desaparición de otras formas de iniciación, la decadencia de los oficios
tradicionales hasta que prevalecieron los "Masones aceptados" que no
los ejercitaban, determinaron para la iniciación masónica una situación
profundamente anormal, allá donde ella subsistía aún, como en la Gran
Bretaña del siglo XVIII.
Es en tal contexto
donde debe situarse la reorganización de la Masonería, comenzada en 1717 [7]
con la constitución de la Gran Logia de Inglaterra, obra de miembros de cuatro
logias londinenses de reciente formación existentes anteriormente: era el
principio de la moderna Masonería "especulativa", contrapuesta a la
antigua Masonería "operativa".
Hay que tener
presente que no se trató de una adaptación normal a condiciones nuevas, fundada
sobre principios tradicionales, sino más bien de una desviación que no ponía
remedio a la aminoración de la iniciación masónica. Ciertamente, los pastores
protestantes Anderson y Desaguliers, y los otros que colaboraron entonces en la
organización de una "Masonería moderna", muy lejos de poseer aunque
sólo fuera una concepción teórica adecuada de la realización iniciática, no se
plantearon en absoluto cuestiones que también habrían sido fundamentales: como
la de reordenar un método operativo de realización, la de fundarse sobre una
base exotérica correspondiente a un orden tradicional en sentido verdaderamente
profundo, y la de reencontrar el engarce con la iniciación efectiva capaz de
vivificar la influencia espiritual suprahumana, presente a pesar de todo en los
ritos y en los símbolos masónicos. Las preocupaciones fueron muy otras [8], si,
como ya lo señalábamos en otro lugar, se recurre entonces también a los
fraudes, destruyendo los documentos y los archivos que habrían proporcionado
las pruebas de las alteraciones queridas y falsificando después la historia de
los acontecimientos de aquel período.
Ciertamente, debió
darse una situación previa que favorecía ya ciertas concepciones incompatibles
con un punto de vista tradicional; pero la nueva organización masónica aportó
la afirmación explícita y la consolidación de desviaciones del género. Esto
aparece claramente, por ejemplo, en el célebre primer artículo de las
Constituciones de Anderson de 1723, sustitutas de las antiguas "Old
Charges". En tal artículo se lee textualmente: "...bien que en los
tiempos antiguos los Masones fueron impulsados en cada País a ser de la
religión de aquel País... sin embargo, se considera ahora más oportuno
comprometerlos solamente en aquella Religión sobre la cual todos los Hombres
están de acuerdo,... dejando a cada uno sus opiniones, esto es, ser Hombres de
bien y leales, u Hombres de Honor y honrados...". Encontramos, en este
caso, en primer lugar el recuerdo de la regla tradicional que implica la
participación del Masón en la religión del propio país, que constituía de hecho
la base normal exotérica de su iniciación; esta regla podía levantar sin duda
problemas en el siglo XVIII, siendo necesario preguntarse, tras la crisis
religiosa de Occidente, si en cada país subsistiese aún una religión
tradicionalmente válida y adaptada para constituir la base normal exotérica
para la iniciación constructiva (y en los casos en que se llegase a una
conclusión negativa habría sido normal la búsqueda de una forma religiosa
existente en otra parte). La solución que manifiesta Anderson consiste
sin embargo en considerar "superada" la antigua obligación, en el
sentido de que sería suficiente la cualificación de "Hombre de bien",
sustitutiva de la pertenencia a una religión. Al contrario, el hecho de atribuir
a tal cualificación el nombre de "Religión" es aún más gravemente
significativo: ello muestra, en efecto, que hasta la noción misma de religión
con todo lo que ella implica en el aspecto de relación efectiva con una
influencia tradicional suprahumana, en función de una ordenación ritual de la
propia vida y con vistas a la salvación, está ya perdida. Sin duda, como se ha
señalado, se vislumbra aquí la influencia de una mentalidad que se hizo posible
con el protestantismo; pero debemos añadir que, también con referencia al
protestantismo, se tiene la impresión de encontrarse con un grado de
rebajamiento extremadamente acentuado, como se había producido además en la
filosofía inglesa con el denominado "deísmo". En realidad, hay que
pensar que el ideal del "Hombre de bien" correspondería bastante
exactamente a un punto de vista que debía de haberse ya difundido en el mundo
"profano" británico"(sobre todo en la mediocridad de la
burguesía rica y de la nobleza aburguesada), expresión de un apego sentimental
y complacido al conformismo hacia el ordenamiento social establecido. Apenas
hace falta decir que todo ello, mientras no alcanza de ninguna manera el nivel
del exoterismo religioso, no tiene propiamente nada que ver con una realización
iniciática, y muestra qué profundo puede ser el abismo entre el
"tradicionalismo" y la espiritualidad tradicional auténtica.
Consideraciones
bastante semejantes pueden hacerse, mucho más generalmente, sobre las
interpretaciones meramente "moralistas" y sociales de los ritos y de
los símbolos masónicos, convertidas en comunes en la Masonería especulativa. A
este respecto, es importante evitar fáciles equívocos [9]. Ciertamente, un
trabajo iniciático comporta o presupone una ordenación de las propias
facultades y de las propias acciones, y está bien justificado, por ejemplo, una
referencia a la victoria sobre las pasiones y a la sumisión de la propia
voluntad individual; pero ello tiene un sentido válido en cuanto esta sumisión
represente una aplicación de la conformidad a un principio suprahumano, en
función de la participación en él; y por esta conformidad, salvo un
conocimiento directo de lo trascendente, es necesaria la indicación de una
dirección por parte de una autoridad tradicional (iniciática o exotérica)
competente al respecto. En el caso de hombres modernos en un ambiente moderno,
la superación de las pasiones más estrechamente "egoístas" conduce
sin embargo, por el contrario, a conformarse a determinados "ideales"
que pueden ser el residuo de normas tradicionales ya no reconducidas a su
principio (y este es en cierto modo el caso más favorable), pero pueden ser
también simplemente el fruto de las sugestiones del momento en la sociedad en
la que se vive. Aquellos que tienen las mejores intenciones aparentes pueden
así devenir, al mismo tiempo, los más insignes modelos de "moralidad"
y los peores celadores servidores de estas sugestiones, incluso arrastrando así
a muchos otros, hasta a las formas más tristemente injustificadas de dedicación
y de "sacrificio" de sí mismos. En efecto, muy comúnmente ideales
profanos y de origen antitradicional han podido ser insinuados en ambientes
masónicos, viniendo después reforzados poderosamente consecuentemente a una
especie de carácter sacro a ellos atribuidos, casi en sustitución de una
referencia consciente a elementos verdaderamente sacros devenidos
incomprensibles.
Estas
consideraciones, bien entendido, no alcanzan en absoluto a la validez de los
ritos y de los símbolos masónicos, ni a la presencia de la influencia
espiritual iniciática en ellos, antes y después de 1717; en el fondo, la
formación y organización de la Gran Logia de Inglaterra fue antes que nada un
hecho "administrativo", mientras es importante denotar que el aspecto
ritual no sufrió, en cuanto a su esencia, ninguna alteración o amputación
verdaderamente fundamental. Esto deja pensar que, no obstante todo, el espíritu
permaneció en gran parte incomprendido y en estado latente en la
iniciación constructiva era aún bastante fuerte para impedir que la interferencia
profana alcanzase a matar el corazón mismo de la Masonería.
Ello fue debido
probablemente en notable medida a la presencia de las Logias británicas de la
Masonería "antigua", las cuales se opusieron nítidamente a las
innovaciones aportadas por la Gran Logia de Inglaterra, o de todos modos
ejercitaron después de 1717 cierta influencia rectificadora sobre las
estructuras de la Masonería "moderna" de la Gran Logia, sin colmar
por otro lado las deficiencias, hasta que gran parte de la Masonería "antigua"
inglesa, indudablemente ya un poco debilitada, terminó con alcanzar un acuerdo
de fusión con la Masonería "moderna" en el 1813.
La interferencia de
una influencia extraña a la iniciación, verificable en la formación de la
Masonería especulativa moderna, fue en todo caso un fenómeno de tal alcance y
condujo a tales desarrollos que no podemos, desde luego, considerarlo como
casual o ligado solamente a la actuación arbitraria de pocos individuos. Sobre
todo, es más que sabido que hubo al respecto también razones políticas, en
favor de la dinastía "orangista" reinante en Gran Bretaña; alguien,
verosímilmente con alguna razón, ha hecho notar también un clima favorable a la
difusión, en la Inglaterra del Setecientos, de una organización que presentaba,
entre sus caracteres más exteriores, analogías con los "clubes"
puramente profanos que se formaron y tuvieron amplia fortuna en aquel tiempo
[10]. Más allá de semejantes factores más bien superficiales y ocasionales,
pensamos sin embargo que subsistieron razones mucho más profundas, y para
señalarlas nos parece necesario algunas breves consideraciones de carácter
general.
Las organizaciones
tradicionales, además de ostentar una influencia espiritual y suprahumana, son
también el vehículo de una potencia en el plano humano, y de contenidos de
orden "sutil" o psíquico, que son ordenados normalmente por la
influencia espiritual. Al debilitarse la eficacia de la influencia espiritual,
es posible que intervengan influencias de orden inferior, tendentes a utilizar
según sus propias directivas las potencias de orden psíquico antes señaladas.
Es este también un modo de acción de lo que se ha denominado
"contra-iniciación", que se desarrolla en cierto modo como parásita
de las organizaciones tradicionales y, en particular, de las organizaciones
iniciáticas [11]. Se puede decir además que las fuerzas antitradicionales, y la
"contra-iniciación" que las dirige, dada su misma naturaleza
negativa, no pueden sustraer su potencia más que de aquello a lo que tienden
ilusoriamente a oponerse, y ello es, en el mundo humano, la iniciación,
aprovechando contenidos de origen propiamente iniciático, arrancados de su
principio espiritual y desviados; y tales desviaciones son precisamente
posibles en el ámbito de las iniciaciones a los "pequeños misterios",
los cuales atañen al dominio individual humano y no comportan la realización de
lo universal (propia de los "grandes misterios") que está por
naturaleza más allá de toda posible desviación [12].
Habida cuenta de
ello, no es extraño que influencias del género de las que estaban plasmando el
mundo occidental moderno, insertas decididamente en el interior de una
organización iniciática occidental correspondiente precisamente a los
"pequeños misterios" que había conservado cierta vitalidad, pero que
estaba al mismo tiempo ya demasiado disminuida para impedirlo. Esto no
significa que los fundadores de la Gran Logia de Inglaterra fueran ellos mismos
"contra-iniciados", como alguno podría demasiado apresuradamente
concluir, en cuanto ellos, ya como portadores de la mentalidad simplemente
"profana" de su ambiente, actuaban de hecho como instrumentos
indirectos, y verosímilmente bastante poco conscientes, de una tendencia
antitradicional más profunda y de proporciones cada vez más vastas.
Se puede observar
que la Gran Bretaña era por diversas razones el lugar de elección de una
"interferencia" como aquella de la que hablamos, en cuanto, sede ya
de antiquísimos centros tradicionales, se encontraba entonces por muchos
aspectos en la vanguardia del movimiento antitradicional moderno, también por
factores exteriores fáciles de ver: piénsese en la influencia ejercida después
en todo el mudo por la denominada "revolución industrial"
desarrollada precisamente en Inglaterra, y piénsese en la época de supremacía
política del Imperio Británico [13], determinante para el porvenir de todos los
continentes.
En semejante
situación, en particular, las aludidas interpretaciones "moralistas"
de contenidos iniciáticos, en cuanto se traducían en adhesión y entrega en los
planos social, político y económico a las directrices de desarrollo de la
sociedad británica de la época, podían muy bien ser un modo de dirigir en un
sentido no sólo extraño al de la vía iniciática, sino también claramente
antitradicional. Y algo análogo se podría decir naturalmente de la utilización
en función de directrices subversivas, además del "moralismo", de
otras concepciones ahora ya separadas de todo orden tradicional, sobre las
cuales no nos detenemos.
No pensamos que la
Masonería llamada "moderna" dirigida por la Gran Logia de Inglaterra
se redujese a ser solamente un instrumento de las influencias que conducían a
aquella expansión antitradicional para la cual la Gran Bretaña había devenido
uno de los países más activos, pero no nos parece dudoso que la organización
masónica haya sido y sea en muchos casos utilizada también en este sentido [14]:
y ello ha vuelto todavía más arduas y complejas las cuestiones que se
planteaban y se plantean queriendo reencontrar en la Masonería especulativa una
base para una realización iniciática, como existió indudablemente en la
Masonería operativa.
La Masonería
especulativa, trasplantada al continente europeo y América, tuvo un prodigioso
desarrollo en el Setecientos y en el Ochocientos. La tendencia a la
"modernización" se acentuó, particularmente en la Masonería francesa.
Se introduce el "trinomio" Libertad-Igualdad-Fraternidad, totalmente
extraño a la tradición constructiva, dando de él interpretaciones [15] que
presuponían una mentalidad ya incapaz de la concepción misma de un orden
tradicional normal. La incapacidad de superar el plano racional y sentimental,
de vislumbrar alguna cosa más allá del dominio puramente humano, individual y
colectivo, se iba demostrando como algo casi general, con las correlativas
consecuencias en la dispersión en corrientes culturales y sociales típicamente
modernas. La acusación falsa [16] hecha por los tradicionalistas a la Masonería
francesa de haber organizado los movimientos revolucionarios del siglo XVIII,
se convierte enseguida en un título de gloria a los ojos de gran parte de
los mismos masones. Ahora bien, lo que parece más significativo en esta
aceptación por numerosos masones de corrientes revolucionarias o
"progresistas" no está tanto en el ensañamiento contra determinadas
estructuras sociales (comprensible sobre todo en los casos en los cuales se
trataba de luchar contra poderes constituidos que consideraban la supresión de
la misma Masonería), cuanto en la pavorosa ausencia de todo principio ordenador
profundo en aquello que quería sustituirlos. Esto, por parte de iniciados,
aparece como verdaderamente paradójico, y puede explicarse solamente con la
consideración de que se trata para ellos de una iniciación puramente virtual y
que resta en estado latente, aplastada bajo el peso de una
"descualificación" antes que nada intelectual a la cual no hay
remedio para quien la sufra.
Hablando ya de la
Masonería moderna británica, hemos aludido al insinuarse de "ideales"
que han buscado ocupar el puesto dejado vacío por la incomprensión de auténticos
principios tradicionales. Y sería interesante un estudio de los
"ideales", quizás poco diferenciados, insinuados en las
organizaciones masónicas del continente. Contrariamente a cuanto acontece en
Gran Bretaña, donde el conformismo podía ser ya de por sí suficiente para
comprometer en una orientación claramente antitradicional, los
"ideales" introducidos en la Masonería europea han sido
frecuentemente más bien "anticonformistas". En ellos ha intervenido
mucho el alimentar un sentimiento de hostilidad contra lo que restaba de un
orden tradicional pasado, y que había sin duda perdido en gran parte su razón
de ser degenerando de forma diversa. Sin embargo, esto no es en absoluto
suficiente para explicar el poder asumido de modo totalmente irracional por
ciertos "ideales", por ejemplo, el sedicente principio de
"nacionalidad", exaltado hasta atribuir idolátricamente un carácter
sacro a entidades políticas existentes o anheladas, cuya dramática
contraposición estaba destinada a favorecer especialmente el progreso de las
tendencias más "avanzadas" del mundo moderno.
Otro ejemplo típico
de "ideal" introducido entre los masones modernos ha sido el de la
entrega al trabajo profano [17]. Y es singularmente irónico que el iniciado en
una iniciación artesanal, privado de la base operativa y ritual, del oficio,
llegue a exaltar precisamente un género de actividad profana y profanadora
diametralmente opuesta. No sólo eso, sino el ponerse al servicio de los
factores de orden económico, como acontece en el trabajo profano moderno, sea
en posición subordinada o en posición directiva, significa propiamente impulsar
adelante activamente la corriente general que va plasmando, de desorden en
desorden, el mundo antitradicional actual. Que eso se haga por necesidad es
bien comprensible, buscando sin embargo reservar energías para otros fines así
como no contradecir completamente la condición iniciática de ser
"libre y de buenas costumbres"; pero que se glorifique la servidumbre
a la invasión de una actividad que se opone cualquier orden ritual, ello es
totalmente injustificable: pero ¿cómo hacer comprender este evidente engaño a
aquellos iniciados que no disponen de otras consolaciones para justificar su
propia existencia?
Siempre a título de ejemplo, observamos que
mucho habría que decir sobre aquel ideal "científico" que presupone,
en realidad, la incomprensión de lo que sería una verdadera ciencia
tradicional, no ya la ignorancia de la verdadera naturaleza de la ciencia
moderna, la cual de por sí, no sólo está desprovista de cualquier contenido que
tenga algo en común con el conocimiento iniciático, sino que también es capaz
de poder dar lugar a una grave deformación de la propia mentalidad; ello sin
tener en cuenta las falsificaciones inherentes a las obras de divulgación y en
las de instrucción escolar obligatoria, siempre extrañamente coordinadas en una
dirección opuesta a la de la búsqueda iniciática [18]; mientras señalamos apenas
de pasada las notables conexiones de una pretendida orientación científica con
ideologías que no tienen propiamente nada de científico, como la creencia en el
"evolucionismo" y en el progreso general.
Más cercano al
terreno de las luchas del mundo profano, queremos citar aún la
"democracia" [19] y el "laicismo" que, con toda coherencia,
implicarían la negación misma de la autoridad tradicional y diremos también de
cualquier organización iniciática. Es por lo tanto contradictorio en el fondo
que unos iniciados hayan tomado eso como "ideales"; sin por ello
querer excluir en absoluto que, en unas condiciones dadas, aquello a lo que
dichas palabras corresponden, represente en la práctica la posibilidad menos
desfavorable ofrecida por una sociedad de todos modos alejadísima de la
participación en un principio ordenador profundo.
Creemos que levantar
acta de la indebida interferencia y utilización más que sospechosa de estos y
de otros "ideales" profanos semejantes [20], que prosperan en la
Masonería moderna, es un supuesto indispensable para reencontrar su esencia
iniciática [21]; mientras para aquellos masones que están bajo la sugestión de
alguno de esos "ideales" [22] no creemos que se pueda ni siquiera
hablar de una iniciación que, en tanto permanezcan tales condiciones, esté
destinada a permanecer puramente virtual.
NOTAS:
[1]. Cfr. El artículo "En los umbrales de
la fantateología", en el n. 17 de esta revista (octubre-diciembre de
1965), pág. 175.
[2] Cfr. El artículo "Realización
espiritual y práctica de la religión católica", en el n. 23 de esta
revista (abril-junio de 1967), pág. 95-96, donde hemos citado más
ampliamente las afirmaciones de René Guénon al respecto.
[3] Una referencia interesante al respecto se
encuentra en el volumen II de "Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le
Compagnonnage, pp. 166-167 (cfr. El fragmento reproducido en el nº 14 de esta
revista, de enero-marzo de 1965, p. 47), donde René Guénon, yendo más allá de
Salomón, afirma también la existencia de una conexión de la iniciación masónica
con Abraham y con la edificación de la Ka'abah.
[4]. En una carta del 10 de noviembre de 1946,
tras haber recordado la derivación salomónica de la Masonería, René Guénon
observa precisamente: "Hay también una vertiente pitagórica que, siendo
menos aparente, no es quizás menos importante, sobre todo en el aspecto de la
filiación iniciática".
[5]. Así, por ejemplo, en el "Livre des
Métiers" hecho redactar hacia el 1268 por el Preboste de los Mercaderes de
París, Etienne Boileau, pueden encontrarse los Estatutos de numerosos oficios,
y el cuadragésimo se refiere precisamente a los masones operativos; este habría
sido instituido por Guillaume de Saint-Patou, Maestro Masón del rey Luis IX.
[6]. Cfr. René Guénon, "Etudes sur la
Franc-Maçonnerie", vol. II, pág. 73-74, donde puede leerse entre
otras cosas: "A pesar de lo que pretenden numerosos historiadores, la
unión del hermetismo con la Masonería se remonta mucho más lejos que la
afiliación de Elías Ashmole a esta última (1646); pensamos incluso que se buscó
solamente, en el siglo XVIII, reconstituir a este respecto una tradición de la
cual una gran parte se había perdido... Señalamos también que existió, hacia el
siglo XIV, si no antes, una "Massenie du Saint Graal", por la cual
las cofradías de constructores estaban ligadas a sus inspiradores
herméticos".
[7]. Ello no significa en absoluto que después
de aquella época no hayan continuado subsistiendo Logias de la antigua
Masonería operativa, sea en Gran Bretaña o en otras partes.
[8]. Sobre este asunto, cfr. los fragmentos y
referencias citados en los números 14 y 17 de esta revista, pág. 45-46 y 74-76,
concernientes a los dod volúmenes de "Etudes sur la
Franc-Maçonnerie". Un autor masónico recientemente pasado al "Oriente
eterno", Jean Palou, en un libro muy apreciable en otors aspectos y que
también ha dedicado a la memoria de René Guénon ("La
Franc-Maçonnerie", Payot, 1ª ed. 1964, 2ª ed. 1966, trad. Españ.: Dédalo,
Buenos Aires) ha creído bueno desmentirlo en este punto, justificando su
crítica con la observación de que "se encuentran en Anderson huellas de
conocimientos esotéricos bastante profundos", los se comprobarían por el
uso, por parte de Anderson, de ciertas expresiones tradicionales como
"Utima Thule" y "Clave de Bóveda" ("Cope-Stone"),
por ejemplo en la frase "...estas obligaciones serán observadas por
vosotros... cultivando el Fraterno amor, Fundamento y Clave de Bóveda, Cemento
y gloria de esta antigua Confraternidad". En realidad nos parece obvio que
deban encontrarse en los escritos de Anderson también expresiones sacadas del
vocabulario tradicional y masónico, usadas, por lo demás, más o menos a
propósito, ni se puede ciertamente pensar que su ignorancia de la Masonería
fuese total. La afirmación crítica de Palou, antes que ser convincente, nos
parece sobre todo una expresión típica de aquellos "guenonianos" (conocemos
otros) que pretenden mucho "saber aún más", quizás también para
compensar la incapacidad para un más serio empeño efectivo en un sentido
tradicional.
[9] Sobre este tema nos parece oportuno
recordar el importante artículo de René Guénon sobre "Punto de
vista ritual y punto de vista moral", publicado en el nº 14 (enero-marzo
de 1965) de la presente revista, e incluído en el volumen "Initiation et
Réalisation Spirituelle".
[10]. En su "Manual", Gaston-Martin
llega a afirmar que los banquetes de las "Logias de Mesa"
"habían terminado por absorber todo el celo de los Masones ingleses,
mientras igualmente Bushing hace notar en 1783 el "carácter bajo y
material de los masones ingleses" (citado por B. Fäy en "La
Franc-Maçonnerie et la révolution intellectuelle du XVIII siècle", p.
138).
[11]. Cfr. el cap. XXVII ("Residuos
psíquicos") de la obra de René Guénon "Le Règne de la Quantité et les
Signes des Temps", (trad. Cast.: Ediciones Paidós, Barcelona, 1996).
[12]. Sobre este asunto, fundamental para
comprender las razones profundas de aquello de lo que estamos hablando,
remitimos a los lectores a los capítulos XXXIX y XL de "Aperçus sur
l´Initiation": "Grandes misterios y pequeños misterios" e
"Iniciación sacerdotal e iniciación real" (trad. Cast.(muy
deficiente): "Apreciaciones sobre la Iniciación", CS, Buenos Aires,
1993.
[13]. Es curioso observar que tal época de
supremacía del Imperio Británico había sido predicha por Nostradamus,
precisamente en la centésima cuarteta de la décima Centuria ("Le Grand
Empire sera par Angleterre..."), que dio incluso una indicación de su
duración ("ans plus de trois cens"): un signo más de que todas estas
vicisitudes no escapan a su destino o, por mejor decir, a un orden bien
establecido, concurriendo en realidad al cumplimiento del "plan del Gran
Arquitecto del Universo", en el cual también los desequilibrios parciales
tienen su puesto para la realización del equilibrio universal.
[14]. Un ejemplo que sería quizás interesante
profundizar es el de la acción desarrollada a través de la Masonería en la
India, acción en la cual participó notoriamente el célebre Rudyard Kipling;
tampoco la colosal mistificación de la "Sociedad Teosófica" carece de
relación con la utilización de ambientes masónicos, como René Guénon ha
documentado en "Le Théosophisme", (cfr. sobre todo el cap. XXV)
(trad. Españ.: "El Teosofismo", Obelisco, Barcelona, 1989).
[15]. Insistimos sobre la intepretación y sobre
la mentalidad con la cual el trinomio en cuestión ha sido concebido, en cuanto
se pueden encontrar en él significados del todo legítimos y útiles pra la
reflexion, también desde un punto de vista iniciático. A este asunto nos
referimos ya en el nº 15 de esta revista, pág. 77.
[16]. Cfr. Albert Lantoine, Histoire de la
Franc-Maçonnerie française dans l'Etat; cfr. también René Guénon, Etudes sur la
Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage, vol. 1, pág. 107 y pág. 114, así como
vol. II, pág. 100. Citamos aún a este respecto un episodio significativo del
cual se tiene conocimiento preciso: cuando, el 7 de julio de 1789, un miembro
de la Logia «L'Union» de Laval, durante la celebración de la fiesta de S. Juan
de verano, tuvo el atrevimiento de dirigir un augurio a la obra de los Estados
Generales ("Puissent les Etats-Géneraux imiter les Enfants de la Veuve..."),
esto provocó una viva oposición y después la intervención de la Obediencia
masónica, la cual estableció que «tal discurso no puede ser considerado
masónico porque trata de argumentos extraños a la Masonería, lo que es
contrario a los reglamentos» (cfr. André Bouton y Marius Lepage, "Histoire
de la Franc-Maçonnerie dans la Mayenne (1756-1951"), Le Mans, 1951).
[17]. Cfr. al respecto el artículo de R.Guénon
"Sobre la glorificación del trabajo", incluído en "Initiation et
Réalisation Spirituelle" (cap. X).
[18]. Cfr. la obra ya citada "El Reino de
la Cantidad", especialmente la introducción y el capítulo XVIII:
"Mitología científica y vulgarización", y el cap. IV de "La
Crisis del Mundo moderno" de R. Guénon. Cfr. también la reciente obra de
Titus Burckhardt, "Scienza moderna e Sagezza tradizionale", (Borla,
1967). (Trad. Cast.: Ed. Taurus, Madrid, 1982).
[19]. Para una crítica profunda de la ideología
democrática, remitimos al lector al capítulo VI ("El caos social") de
la obra de Guénon, "La Crisi del mundo moderno" (trad. Españ.: Ed.
Obelisco, 1988).
[20]. Sobre otras "interferencias"
deletéreas bastante fáciles de atisbar, como las de ambiciones e intereses
personales, no hemos pensado siquiera que fuese la ocasión de señalar que, dado
su carácter demasiado evidentemente negativo, son además no ciertamente
exclusivas de la organización masónica.
[21]. Sobre otros aspectos de una investigación
en tal sentido, pensamos volver próximamente, mientras observamos además que
nos podría interesar conocer el pensamiento y los problemas de aquellos que han
llegado a plantarse la misma cuestión.
[22]. Por otro lado, bien entendido, no
pretendemos en absoluto poner en duda la posibilidad de que ésos, en los casos
más favorables, apoyándose en la iniciación constructiva, hayan conseguido un
mejoramiento de sus cualidades individuales, lo que en otras condiciones podría
tener un valor preparatorio en función de la "Gran Obra"; ni
pretendemos contestar el mérito consistente, a veces entre dificultades y
persecuciones de todo género, en el mantenimiento y en la transmisión de la
influencia espiritual iniciática, si bien en su mayor parte incomprendida.