Artículo publicado originalmente en la revista Etudes Traditionelles, en abril de 1937, y recopilado tras la muerte de su autor como capítulo de Symboles de la Science Sacrée.
En diversas
oportunidades, nos vimos llevados en el curso de nuestros estudios a aludir a
la Tetraktys pitagórica, y hemos
indicado entonces la fórmula numérica: 1+2+3+4=10, por la cual se muestra la
relación que une directamente el denario al cuaternario. Por lo demás, sabida
es la particularísima importancia que le atribuían los pitagóricos, y que se
manifestaba notablemente en el hecho de prestar juramento “por la sagrada Tetraktys”; quizá no ha sido tan observado el que los pitagóricos tenían
también otra fórmula de juramento: “por el cuadrado de cuatro”; y hay entre
ambos una relación evidente, ya que el número cuatro es, podría decirse, su
base común. Podría deducirse de aquí, entre otras consecuencias, que la
doctrina pitagórica debía presentarse con un carácter más “cosmológico” que
puramente metafísico, lo que, por otra parte, no es ningún caso excepcional
cuando se trata de las tradiciones occidentales, pues ya hemos tenido ocasión
de formular una observación análoga en lo referente al hermetismo. La razón de
esta inferencia, que puede parecer extraña a primera vista a quien no está habituado
al uso del simbolismo numérico, es que el cuaternario se ha considerado siempre
y en todas partes como el número propio de la manifestación universal; señala,
pues, a este respecto, el punto de partida mismo de la “cosmología”, mientras
que los números antecedentes, o sea la unidad, el binario y el ternario, se
refieren estrictamente a la “ontología”; así, la importancia particular
otorgada al cuaternario se corresponde perfectamente con la otorgada al punto
de vista “cosmológico”, mismo.
Al comienzo de las Rasà’i-l-Ijwàn
es-safà [1], los cuatro términos del cuaternario fundamental se enumeran
así:
1. El Principio designado como el-Bâri,
“el Creador” (lo cual indica que no se trata del Principio supremo, sino solo
del Ser, en tanto que principio primero de la manifestación, que, por lo demás,
es, en efecto, la Unidad metafísica).
2. El Espíritu universal.
3. El Alma
universal.
4. La Hylé [‘materia’]
primordial.
No desarrollaremos por ahora los diversos puntos de vista según los
cuales podrían considerarse esos términos; especialmente, podría hacérselos
corresponder respectivamente a los cuatro “mundos” de la Cábala hebrea, que
tienen también su exacto equivalente en el esoterismo islámico. Lo que interesa
por el momento es que el cuaternario así constituido se ve como presupuesto por
la manifestación, en el sentido de que la presencia de todos sus términos es
necesaria para el desarrollo completo de las posibilidades que ella comporta; y
por eso —se agrega— en el orden de las cosas manifestadas se encuentra siempre
particularmente la señal (podría decirse, en cierto modo, la “signatura”) del
cuaternario: de ahí, por ejemplo, los cuatro elementos (descontando aquí el
Éter, pues no se trata sino de los elementos “diferenciados”), los cuatro
puntos cardinales (o las cuatro regiones del espacio que les corresponden, con
los cuatro “pilares” del mundo), las cuatro fases en que todo ciclo se divide
naturalmente (las edades de la vida humana, las estaciones en el ciclo anual,
las fases lunares en el ciclo mensual, etc.), y así sucesivamente; se podría
establecer de esta suerte una multitud indefinida de aplicaciones del
cuaternario, todas vinculadas entre sí por correspondencias analógicas
rigurosas, pues no son, en el fondo, sino otros tantos aspectos más o menos
especiales de un mismo “esquema” general de la manifestación.
Este “esquema”, en su
forma geométrica, es uno de los símbolos más difundidos, uno de aquellos que
son verdaderamente comunes a todas las tradiciones: el círculo dividido en
cuatro partes iguales por una cruz formada de dos diámetros perpendiculares; y
cabe observar inmediatamente que esta figura expresa justamente la relación
entre el cuaternario y el denario, tal como la expresa, en forma numérica, la
fórmula a que nos referíamos al comienzo. En efecto, el cuaternario está
representado geométricamente por el cuadrado, si se lo encara en su aspecto
“estático”; pero, en su aspecto “dinámico”, como es el caso aquí, lo está por
la cruz; ésta, cuando gira en torno de su centro, engendra la circunferencia,
que, con el centro, representa el denario, el cual, según antes hemos dicho, es
el ciclo numérico completo. A esto se llama la “circulatura del cuadrante”,
representación geométrica de lo que expresa aritméticamente la fórmula
1+2+3+4=10; inversamente, el problema hermético de la “cuadratura del círculo”
(expresión por lo general mal comprendida) no es sino lo representado por la
división cuaternaria del círculo, supuesto como dado previamente, por dos diámetros
perpendiculares, y se expresará numéricamente con la misma fórmula, pero
escrita en sentido inverso: 10=1+2+3+4, para mostrar que todo el desarrollo de
la manifestación queda así reducido al cuaternario fundamental.
Sentado esto, volvamos
a la relación entre la Tetraktys el
cuadrado de cuatro: los números 10 y 16 ocupan la misma fila, la cuarta,
respectivamente en la serie de los números triangulares y en la de los números
cuadrados. Sabido es que los números triangulares son los obtenidos sumando los
enteros consecutivos desde la unidad hasta cada uno de los términos sucesivos
de la serie; la unidad misma es el primer número triangular, como es también el
primer número cuadrado, pues, siendo el principio y origen de la serie de los
números enteros, debe serlo igualmente de todas las demás series así derivadas.
El segundo número triangular es 1+2=3, lo que, por lo demás, muestra que, en
cuanto la unidad ha producido por su propia polarización el binario, por eso
mismo se tiene ya inmediatamente el ternario; y la representación geométrica es
evidente: 1 corresponde al vértice del triángulo, 2 a los extremos de su base,
y el triángulo mismo en conjunto es, naturalmente, la figura del número 3. Si
se consideran ahora los tres términos del ternario como dotados de existencia
independiente, su suma da el tercer número triangular: 1+2+3=6; este número
senario, siendo el doble del ternario, implica, puede decirse, un nuevo
ternario que es reflejo del primero, como en el conocido símbolo del “sello de
Salomón”; pero esto podría dar lugar a otras consideraciones que excederían
nuestro tema. Siguiendo la serie, se tiene, para el cuarto número triangular,
1+2+3+4=10, es decir, la Tetraktys; y
así se ve, como lo habíamos explicado, que el cuaternario contiene en cierto
modo todos los números, puesto que contiene al denario, de donde la fórmula del
Tao-te King que hemos citado en una
oportunidad anterior: “uno produjo dos, dos produjo tres, tres produjo todos
los números”, lo que, equivale además a decir que toda la manifestación está
como involucrada en el cuaternario o, inversamente, que éste constituye la base
completa del desarrollo integral de aquélla.
La Tetraktys, en cuanto número triangular, se representaba
naturalmente con un símbolo que en conjunto era de forma ternaria, y cada uno
de cuyos lados exteriores comprendía cuatro elementos; este símbolo se componía
en total de diez elementos, figurados por otros tantos puntos, nueve de los
cuales se encontraban entonces en el perímetro del triángulo y uno en el centro.
Se notará que en esta disposición, pese a la diferencia de forma geométrica, se
encuentra el equivalente de lo que hemos indicado acerca de la representación
del denario por el círculo, puesto que también en este caso 1 corresponde al
centro y 9 a la circunferencia. A este respecto, notemos también, de paso, que
precisamente porque el número de la circunferencia es 9, y no 10, la división
de ella se efectúa normalmente según múltiplos de 9 (90 grados para el
cuadrante, y por consiguiente 360 para la circunferencia conjunta), lo que, por
lo demás, está en relación directa con toda la cuestión de los “números
cíclicos”.
El cuadrado de cuatro
es, geométricamente, un cuadrado cuyos lados comprenden cuatro elementos, como
los del triángulo de que acabamos de hablar; si se consideran los lados mismos
como medidos por el número de sus elementos, resulta que los lados del
triángulo y los del cuadrado serán iguales. Se podrá entonces reunir ambas
figuras haciendo coincidir la base del triángulo con el lado superior del
cuadrado, como en el trazado siguiente (donde, para mayor claridad, no hemos
marcado los puntos sobre los lados mismos sino en el
interior de las figuras, lo que permite contar diferenciadamente los que
pertenecen al triángulo y los que al cuadrado); y el conjunto así obtenido da lugar
aún a diversas observaciones importantes. En primer lugar, si se considera solamente
al triángulo y cuadrado como tales, el conjunto es una representación
geométrica del septenario, en cuanto éste es la suma del ternario y él
cuaternario: 3+4=7; más precisamente, puede decirse, según la disposición misma
de la figura, que el septenario está formado por la unión de un ternario
superior y un cuaternario inferior, lo cual admite aplicaciones diversas. Para
atenernos a lo que aquí nos concierne más en particular, bastará decir que, en
la correspondencia de los números triangulares y los cuadrados, los primeros
deben ser referidos a un dominio más elevado que los segundos, de donde cabe
inferir que, en el simbolismo pitagórico, la Tetraktys debía tener un papel superior al del cuadrado de cuatro;
y, en efecto, todo cuanto de esa escuela se conoce parece indicar que era
realmente así.
Ahora bien; hay algo
más singular aún, lo cual, bien que se refiere a una forma tradicional
diferente, no puede por cierto considerarse como simple “coincidencia”: los
números 10 y 16, contenidos respectivamente en el triángulo y en el cuadrado,
tienen por suma 26; y 26 es el valor numérico total de las letras que forman el
tetragrama hebreo: yod he vav he. Además, 10 es el valor de la
primera letra, yod, y 16 es el del conjunto
de las otras tres letras, he-vav-he; esta
división del tetragrama es enteramente normal, y la correspondencia de sus dos
partes es también muy significativa: la Tetraktys
se identifica así con el yod en
el triángulo, mientras que el resto del tetragrama se inscribe en el cuadrado
situado debajo de aquél.
Por otra parte, el
triángulo y el cuadrado contienen ambos cuatro líneas de puntos; es de notar,
aunque esto no tenga en suma sino importancia secundaria, y únicamente para
destacar mejor las concordancias de diferentes ciencias tradicionales, que las
cuatro líneas de puntos se encuentran también en las figuras de la geomancia,
las cuales, además, por las combinaciones cuaternarias de 1 y 2, son en número
de 16=42; y la geomancia, como su nombre lo indica, está en relación
especial con la tierra, que, según la tradición extremo-oriental, tiene por
símbolo la forma cuadrada.
Por último, si se
consideran las formas sólidas correspondientes en la geometría tridimensional a
las figuras planas de que se trata, al cuadrado corresponde un cubo y al
triángulo una pirámide cuadrangular cuya base es la cara superior de ese cubo;
el conjunto forma lo que el simbolismo masónico designa como la “piedra cúbica
en punta” y que, en la interpretación hermética, es visto como una figura de la
“piedra filosofal”. Sobre este último símbolo habría aún otras consideraciones
que hacer; pero, como ya no tienen relación con el tema de la Tetraktys, será preferible tratarlas por
separado.
Nota:
[1] “Epístolas de los Hermanos Sinceros”: los Hermanos
Sinceros (o “Hermanos de la Pureza”) eran una organización esotérica del siglo
X, a la cual se asocian en parte los orígenes de la filosofía islámica. (N. del T.).
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