Capítulo IX de El Arca de Noe de Atanasius Kircher.
Desconozco la razón sobrenatural por la que el cuerpo humano ha sido formado guardando tan perfecta simetría entre sus distintos miembros, de tal manera que no hay ninguna parte del cuerpo que no se relacione con otras mediante unas leyes analógicas exactas. Pero deje de admirarse el lector y piense en le primer origen del cuerpo humano: porque Dios, con su infinita sabiduría, le formó de barro y le concedió una perfecta proporción entre sus distintos miembros, de modo que el hombre, en cuanto imagen de Dios, es la más excelente de las sustancias corpóreas, el compendio del macrocosmos, el signo sagrado de la Santísima Trinidad, llegando Dios, en esta obra de sus manos, a concentrar todas las proporciones y medidas de los objetos corpóreos. No quiero decir que la analogía del mundo mayor con el menor sea totalmente perfecta, puesto que no quiero hablar de las admirables virtudes de las hierbas, plantas y animales que siempre hacen referencia al hombre, porque ya hemos tratado estos temas con abundantes argumentos en nuestra obra «Misurgia» y «Mundo subterráneo», adonde dirigimos la atención del lector. Únicamente trataremos en este lugar de los monumentos memorables que nos recuerda la Sagrada Escritura, como son el Arca de Noé, el altar de Moisés y el Templo de Salomón, monumentos que fueron construidos teniendo en cuenta la simetría del cuerpo humano, dándonos la impresión de que los arquitectos habían actuado en este sentido por un cierto impulso divino, ya que estas obras el hombre debía reconciliarse con Dios o estos monumentos debían representar al hombre en un cierto sentido místico.
En primer lugar, la longitud del Arca era diez veces su profundidad, tal es la proporción entre 300 y 30. La longitud del Arca era seis veces su anchura, que es la proporción existente entre 300 y 50. Nos encontramos con la misma proporción en el cuerpo humano, teniendo en cuenta siempre las limitaciones de la naturaleza y aceptando solamente el cuerpo bien proporcionado, en el que la altura, tomada desde el vértice hasta los pies, sea seis veces la anchura, tomada desde el lado derecho, pasando por el pecho, hasta la parte izquierda. También la altura del cuerpo humano debe ser diez veces superior a su profundidad, que se toma desde el pecho y a través del pecho, llegando al dorso. Así lo entienden San Ambrosio y San Agustín, éste en su Ciudad de Dios y aquel en su libro del Arca de Noé.
Sin olvidar lo dicho anteriormente, pasemos a describir la capacidad del Arca, teniendo siempre en cuenta las dimensiones del codo, pie y palmo que hemos asumido anteriormente. Como también hemos afirmado ya, la longitud del Arca fue establecida por Dios, y era de 300 codos o 450 pies la superficie del Arca si multiplicamos 300 por 50; obtenemos 15.000 codos, como puede verse en la figura que tenemos delante, en la que cada uno de los cuadrados contiene otros 10, pero que, para evitar el cruce de tantas líneas y la posible confusión, hemos omitido. Cada lado tiene 10 y el cuadrado contiene 10 codos.
Cuadrado del Arca en codos.
La solidez o altura del Arca en codos cúbicos, en los que cada uno de lo lados de los cubos tiene 10 codos y 100 codos según la longitud, anchura y profundidad.
Si tenemos que el Arca tenía una altura de 30 codos, y para que se conozca la solidez del Arca hay que conocer los codos cúbicos que contiene, hay que proceder según las reglas establecidas en geometría. Se multiplica la altura del Arca, 30 codos, por la superficie, 15.000, y obtenemos los 45.000 codos cúbicos que constituyen el volumen del Arca, como queda de manifiesto en la segunda figura, en la que cada codo contiene otros 10 y todos ellos forman el conjunto de los 450.000 que constituyen el volumen del Arca. Este es el volumen del Arca desde una perspectiva simplista, es decir, sin tener en cuenta los distintos intersticios utilizados para establos, pasillos y rincones que se utilizaron para las distintas separaciones de los habitáculos, que deben añadirse a la capacidad establecida del Arca para obtener la verdadera y auténtica capacidad.
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